Fandom: Marvel MCU
Pairing | Género: Steve Rogers/Tony Stark | Angst / AU.
Palabras: ~5,200 este capi/ ~36,000 total.
Rating | Advertencias: MA | AU universitario.
Notas: Las mismas que en el primer cap.
Cap 2: Referencia inercial
Un sistema en que el movimiento de las partículas puede describirse empleando sólo fuerzas reales sin necesidad de considerar fuerzas ficticias.
Noviembre vuela entre días de clase, ratos con Steve y, para su desgracia, Clint; el tándem Bruce-Thor-Natasha y preparación de exámenes, que es lo más divertido hasta ahora con diferencia. Antes de que pueda darse cuenta el otoño ha desnudado todos los árboles de la universidad y el frío se cuela entre las paredes. Tony echa de menos la casa de sus padres en la costa y podría ir a pasar las navidades pero le apetece relativamente poco.
Total, para ver a su padre beber e ignorarle se puede quedar directamente en la universidad.
Pero la idea de ver a su madre le tira más de lo que va a reconocer. La parte buena es que con el jet privado tiene tiempo de sobra para decidirlo, y lo que tiene claro es que se va a quedar en Nueva York hasta después del baile benéfico de Navidad que organiza la universidad. Que no es que le mate la posibilidad de ir pero siempre puede venir bien conocer cierta gente que se acerca a esos eventos.
En otro orden de cosas, totalmente no relacionado con él yendo a ese baile, se ha enterado de que Steve va a ir y el dress code es etiqueta. Ergo, Steve de traje.
De traje.
Le dan escalofríos solo de pensarlo.
**
Acción de gracias llega y los edificios de la universidad se ven, de un día para otro, privados de todo movimiento. No es que él se entere demasiado excepto porque en los laboratorios se está mucho más tranquilo y por fin puede poner la música que él quiere sin que nadie (Coulson) le diga nada.
Thor tiene muchas cualidades que Tony aprecia. No solo su predisposición a dejarse arrastrar por él a otra tarde de cervezas, o el hecho de que a Thor no parece importarle que sea veinte años menor, sino también su implacable honestidad, libre de maldad, y esa extraña intuición que le hace decir siempre lo que Tony necesita escuchar, y no lo que quiere escuchar.
Están en la puerta trasera del laboratorio, que da a unas escaleras que milagrosamente aún no han sido invadidas por estudiantes perezosos, aprovechando el frío sol de invierno que da a esas horas.
-¿No vas a ir a ver a la familia, Tony?
-Nah. No sé, la verdad, quiero pero me da pereza y ver a- bueno- ahora-da un trago al café y se quema-, au, no sé, no me apetece demasiado.
Thor lleva bastantes menos capas de ropa que él y está tan tranquilo. Hasta tiene color en la cara. Es impresionante.
-¿Viven lejos?
-Qué va, unas tres horas en avión.
-Si yo pudiera ir en tres horas a ver a mi familia, estaría allí con ellos todo el día. Echo tanto de menos a todos... mis amigos, mi padre... Y a Loki.
-Loki es...-tantea Tony, mirándole.
-Mi hermano. Pero aunque volviera posiblemente no hablaría conmigo. Siempre ha sido terco.
-No tenía ni idea de que tuvieras un hermano, nunca has comentado nada. O igual sí y no me acuerdo porque siendo yo tampoco sorprendería a nadie.
-No sé a qué te refieres, eres una persona muy detallista-le mira buscando el sarcasmo pero recuerda que es algo desconocido para él y se pregunta qué ha hecho para que alguien le considere eso, entre todas las cosas-. Y no, no te había hablado de Loki. Es un peso que llevo aquí-concluye, dándose en el pecho con la mano. No sabe cómo lo hace para que no resulte cómico-. Ni siquiera vino a casa cuando llevé a Jane para presentarla .
-¿Lleváis mucho tiempo enfadados?-se arriesga a preguntar, después de un minuto. Aún está un poco en shock por lo de- Tony Stark detallista, pero cuándo ha pasado esto.
-Yo no estoy enfadado, pero él sí. No tenemos el mismo padre y Loki piensa que eso importa en lo más mínimo. Cuando se enteró, se fue de casa y no nos ha hablado en mucho, mucho tiempo.
Thor es una persona alegre en su estado natural, que llega por la mañana y grita buenos días antes del café, que siempre tiene una historia que contar o un personaje mitológico con su fábula aplicable a tu situación. Verle así es... raro.
Bruce aparece por la puerta con expresión aburrida y una taza humeante en la mano. Tony le da un golpecito en el hombro a Thor, que no le mueve ni un milímetro, claro.
-Será tu hermano, pero Loki es gilipollas.
Bruce no se esfuerza por ocultar que ni entiende de lo que hablan ni le importa demasiado y Thor le mira semiofendido, hasta que Tony guiña el ojo y Thor acepta el cumplido como lo que es.
-Bruce, amigo, ¿cómo van tus experimentos?
-Hasta ahora, cero resultados-se aprieta el puente de la nariz-, pero al menos es más fácil concentrarse con tan poco alumno por aquí.
-Y además podemos poner música, ¿eh?
Tony solo puede agradecer que exista alguien así, absolutamente inmune a todas sus manías y sus caprichos. Para Bruce la música no es un problema (tampoco fue el que secretamente Tony instalara cámaras en lo que ahora considera su zona del laboratorio, ni la nevera bajo la mesa) porque a Bruce con dos pantallas y unos cuantos millones de datos con resultados por contrastar le conviertes en algo muy parecido a una persona feliz.
Solo hay que aprender a ver como se le fruncen las cejas de una manera especial porque luego aparece en Bruce lo que a sus espaldas llaman “el otro tío”.
Porque Bruce cuando se enfada, se enfada.
-Y qué, ¿tú no tienes nadie a quien asustar con tus gritos esta noche?
Bruce se encoge de hombros.
-No-y el tono no invita a preguntar así que ni Thor ni Tony insisten, y Bruce sonríe-. Pero puedo gritarte a ti, si quieres.
-Nah-responde Tony, sonriente, echándole un ojo a sus cejas-, ya sabes que yo soy inmune, Bruce.
Thor ríe y Bruce asiente.
-También es cierto. Tengo hambre, ¿te queda alguno de esos sandwiches?
-Claro, dentro. Ahora te doy.
Pero en vez de entrar se quedan los tres compartiendo un silencio cómodo, mirando cómo el viento hace volar las hojas caídas.
**
Están jugando al billar en su casa cuando el tema sale con Steve, que le está dando una paliza seria teniendo en cuenta que Tony juega al billar desde que tuvo altura como para llegar a la mesa.
-¿Qué harás en navidades?
Se encoge de hombros.
-No lo sé. Mis padres insisten en que vaya a verles pero-golpea la roja rayada primero y jura por lo bajo-, mierda, dos tiros, pero no sé, lo mismo me quedo con Bruce trabajando en el laboratorio, ahora que no tengo que perder el tiempo dando clases.
Steve gira la cabeza mientras apunta y se tiñe del reproche al que le tiene acostumbrado, pero no consigue que se sienta mal. Además ahora va casi todos los días a alguna clase, no se puede quejar.
La bola morada de Steve recorre la distancia que le separa del agujero y cae con un clonk estruendoso.
-Oh, tío, tienes demasiada puntería, última vez que juego contigo.
-Me enseñó Clint-explica, como justificándose, mientras expande la tiza azul por la punta del palo, girándolo con la otra mano. Tony aparta la mirada-en la cafetería del otro edificio hay uno, aunque está más viejo que este.
-Genial, ahora tengo que agradecer mi humillación al maldito Barton, es lo que me faltaba-espeta, mientras intenta concentrarse en meter al menos una o dos bolas en esta tirada para aumentar sus posibilidades de victoria.
-Clint es un buen tío-Tony gruñe ante esa afirmación-, lo es. También es capaz de humillar a cualquiera en todo lo que necesite alguna habilidad que tenga que ver con la puntería. Una vez jugué a los dardos y... fue la última vez. Es aburrido si acierta absolutamente todos los lanzamientos. Incluso con los ojos cerrados.
-¿Y a qué se debe tal habilidad?-indaga, pese a sí mismo, con curiosidad. Tira hacia la verde lisa y gracias entra de rebote, casi como lo había imaginado en su cabeza. Quedan cuatro lisas y solo una rayada, lo tiene difícil pero no imposible.
-¿No lo sabes? Es campeón estatal de tiro con arco. Sería capaz de clavarte una flecha en el ojo de lado a lado en la pista de atletismo, como le gusta decir a él.
-La verdad es que le pega, al bastardo-ríe, y recupera el tema ignorando la mirada de Steve-. Y oye, ¿tú qué vas a hacer? En navidades, digo. ¿Vas a casa?
Otra lisa entra, y el suspiro de Steve ahoga el ruido de la bola al rodar.
-La nochebuena siempre la pasaba con Bucky, pero ahora que se ha alistado... posiblemente me quede aquí-se encoge de hombros y levanta un segundo, la mitad de un segundo la mirada hacia él y hay un poco de vergüenza, como si lo fuera, estar solo, y a Tony no se le escapa que desvía el tema-¿Sabes que hay un baile el viernes anterior?
-Sí, ya me han comentado. Me da un poco de pereza, la verdad, pero es una razón para estar por fin en una fiesta en la que está permitida mi presencia en esta universidad.
Steve ríe porque no puede evitarlo, escondiéndose un poco mientras se rasca la nariz.
-¿Sabes lo que pasa este sábado que también permite tu presencia?
Pone los ojos en blanco, porque claro que lo sabe, porque ocurre todos los malditos sábados. Hay partido de baseball del equipo de la universidad. El equipo es el eterno segundón, lo suficientemente bueno como para tener esperanzas de quedar primeros todos los años, pero con una mala suerte legendaria, que de alguna manera siempre hace que al final de temporada pierdan en el último momento sus posibilidades.
Steve es absolutamente fan del equipo y, si juegan en su campo, procura no perdérselo. Y hasta ahora Tony se ha librado (sabe mucho de baseball, pero eso no significa que sea capaz de aguantar horas de partido), pero es el último partido del año y le está mirando con esos ojos y-
-Oh, por dios, vale, iré al maldito partido.
Se ilumina la sala a la vez que su sonrisa, y él se sorprende una vez más ante la inexistente vergüenza que tiene a la hora de mostrar sus sentimientos, los enseña de tal manera que a veces Tony quiere decirle que pare, que los guarde, que así se los van a romper.
**
Los días previos a la Navidad no son precisamente los favoritos de Tony, y tiende a pasar más tiempo en los laboratorios y en su despacho que en la sala de profesores, en la que todos hablan de sus planes para pasarlos con la familia, con los amigos, con las parejas, y se descubre pensando de nuevo en qué hacer.
Por lo general sus Navidades son confusas en el mejor de los casos, horribles en el peor. Siempre va a casa, intenta aguantar por su madre, pero acaba discutiendo con Howard y el 80% de las veces se pasa la nochebuena trabajando y la nochevieja en cualquiera de las trescientas fiestas a las que invitan a su padre y las acaba borracho en alguna cama ajena. Tiene suerte de parecer mayor y tener el suficiente descaro y dinero como para convencer a camareros y camareras. Siempre hay algo que funciona y él no escatima en nada cuando quiere conseguir algo.
Un año las pasó con Pepper. La conoció en clase, hace ya más de diez años, y es de esas constantes en su vida que Tony no llega a comprender muy bien. Porque con dieciséis años estaba absolutamente descontrolado y era ella siempre la que le salvaba, la que le arrastraba a casa, y ha dormido muchas veces en la cama de Pepper pero nunca con ella; ahora sabe que fue lo mejor que les pudo haber pasado pero no duele menos recordarlo.
El señor Potts le miraba con desconfianza y Tony no sabía en qué estados le había llegado a ver, pero para el final de la noche se lo había ganado irremediablemente, y esa es su gran virtud y su gran defecto, ese magnetismo irresistible cuando alguien no le conoce.
Tony es conocido por no decir nunca lo políticamente correcto, pero cuando quiere puede parecer el yerno perfecto, incluso: habla cuando tiene que hablar y ríe cuando tiene que reír, hace los chistes adecuados y aparta la tercera copa antes de que el alcohol cause ningún estrago en su personalidad.
La diferencia es que normalmente no tiene nada que perder.
Fueron unas grandes navidades y cuando se fue de su casa y se despidió de Pepper sintió como si de alguna manera estuviera dejando un posible futuro atrás, lo que podría haber sido si él fuera distinto, si Tony fuera más recomendable y menos Tony y supiera querer como quieren los demás.
Y desde entonces pasarlas con Pepper y su familia, aunque alguna vez ha vuelto a verles, no es una buena idea.
Cuanto más lo piensa más le tienta la idea de volver a casa.
**
Lo primero que hace es coger unos nachos y un par de perritos.
-Toma, el tuyo.
Se lo pasa de tal manera que le tiene que rozar los dedos y se muerde una sonrisa, oculta bajo la bufanda.
El partido es previsiblemente aburrido y en un momento que Tony no recuerda su mente ha decidido que es mucho más interesante mirar cómo Steve vive el partido que él propio juego.
Llama la atención. Es un gigante de uno noventa que se emociona y grita y señala como si fuera un niño. Tony siente ganas de traerle uno de esos guantes enormes con el dedo solo porque sabe que le gustaría y lo usaría durante el partido. Quiere darle un guante y llevarle a ver baseball de verdad, en el Shea Stadium, con sus miles de personas y sus gritos ensordecedores, donde no sería el centro de todas las miradas. Podría alquilar el palco entero para ellos dos.
Tony quisiera también tenerle solo para él. Le gustaría quitarle el queso que mancha su labio superior con los dedos en vez de avisarle para que lo haga él, le gustaría no estar bajo el escrutinio de estudiantes cotillas y profesores preocupados.
De repente pasa algo que no llega a ver pero que es aparentemente emocionante y la gente grita con el espíritu por primera vez en todo el partido.
Es ahí cuando ocurre, al ver a Steve con los ojos emocionados, las manos haciendo bocina, la voz retumbándole en todo el cuerpo; es ahí cuando se da cuenta y Tony entra en pánico, unos segundos que parecen años, está total y absolutamente aterrorizado porque está escuchando esa risa y daría lo que fuera, lo que fuera porque no parara y por que Steve siempre estuviera así.
Tony Stark tiene poco más de veinte años, todo el dinero del mundo, un ego del tamaño de los Estados Unidos y nunca ha estado enamorado.
Steve aplaude y le mira, y, qué narices, Tony aplaude también, aunque no tenga ni idea de lo que ha pasado.
**
Tony se encierra dos días enteros en su taller después del partido. Se despide de Steve bajo la mirada sospechosa de Coulson y en cuanto confirma que su padre no ha decidido volver a Nueva York a pasar las Navidades se esconde en el taller de la Torre y trabaja hasta que cae rendido.
Tiene que pensar en Steve porque tiene que aclararse, tiene que pararlo antes de que vaya a más, antes de que sea más- menos- peor-
Lo primero que tiene que asumir, piensa, con AD/DC dejándole sordo y un circuito delante de él, es que está totalmente fuera de su alcance. Por muchísimas razones pero para empezar porque lo que le impide por definición a Tony estar en el radar de Steve es, bueno, que es Tony de Anthony y no de, por ejemplo, Natasha.
Pero es que solo hay que verle para adivinar su futuro y además sentir que lo merece: encontrará una buena chica, se casará y tendrán dos hijos y un golden retriever y una casita en las afueras. Los sábados él hará barbacoas y los vecinos le querrán todos, porque cómo no hacerlo, piensa Tony. Seguro que hasta es un vecino genial, de los que te riegan las plantas cuando te vas de vacaciones y te ayuda cuando tienes que hacer la mudanza.
Y Tony es... bueno, no hace falta enumerar todo lo que le diferencia de Steve. Pasa demasiado tiempo borracho, demasiado tiempo de resaca y demasiado tiempo en su mundo interior, piensa poco en los demás y Steve se merece más que un Tony Stark.
Así que Tony lo simplifica todo en su cabeza, asume que se le pasará, lo reduce a sexo. Es solo eso, sexo, atracción, no es la primera vez, piensa (miente). Son de las que se le pasan una vez que ha conseguido su objetivo, tenerle bajo él o, dios, estar bajo él y follárselo hasta que no se puedan mover.
Sólo sexo.
**
Por si acaso, procura no estar demasiado con Steve, y por alguna extraña razón siente que se le está haciendo demasiado fácil, como si Steve hubiera cogido una indirecta que él no ha echado. Durante las dos semanas que faltan para la fiesta, Steve y Tony se ven por los pasillos, se saludan, pero no hablan, no ríen, no comparten nada.
Algo en las entrañas de Tony grita lo mal que le parece que estén así, lo mucho que le echa de menos, pero Tony respira aliviado porque si tuviera que hacer esto solo no sabría ni por donde empezar a evitar a Steve.
Es demasiado grande como para intentar no verle.
**
Otras cosas no, pero está claro que la universidad sabe dar una fiesta. Tony entra en el salón de actos con una inspiración y no se contiene al dejar escapar un wow. Resulta sobrecargada pero qué decoración de Navidad no lo es, piensa. Los tonos plateados y rojos y verdes salpican el blanco de las paredes en guirnaldas que las recorren; y un árbol enorme preside la sala, con bolas y pequeñas estrellas brillantes que lo llenan de arriba a abajo. Debe medir, o, más bien, Tony sabe que mide tres metros y noventa y ocho centímetros, que suben a cuatro metros y quince centímetros con la estrella fugaz enorme que lo corona en lo más alto del tronco.
La música viene de la orquesta, al lado izquierdo, y las mesas se pegan a las paredes, dejando libre la parte del centro donde aún nadie baila.
Tony siente el irremediable impulso de ponerse en medio y dar algún discurso, pero se le olvida en cuanto ve a Banner, incómodo en medio de un ambiente en el que no sabe comportarse. Aunque en general la gente en sí incomoda a Banner; a Tony le sorprende que decidiera ser profesor, la verdad.
Se acerca, cogiendo un par de copas de champán al primer camarero que ve, y se la ofrece, sonriente.
-Te veo en tu salsa, Bruce.
-No sé ni por qué me dejé convencer para venir, me tenía que haber quedado en el laboratorio.
-Oh, vamos, al menos intenta disfrutar un poco-contesta, pasándole un canapé. Tiene un radar especial para ver cuando se acercan camareros a dos metros y lo usa sin pudor-. Pero qué es eso...
Eso resulta ser Thor.
Lleva una especie de, Tony no sabe muy bien cómo describirlo. Un abrigo gris con los cuellos sin vuelta tapa la mayoría del modelo pero, por desgracia, no lo suficiente. Hay un chaleco verde ahí debajo, tiene los bordes rojos y unos botones dorados que de dos en dos se cierran en mitad de él. El conjunto lo completan unos pantalones negros, anchos, con borlas que salen de la parte inferior, y dejan paso en la rodilla algo que se asemeja a un vendaje que cubre sus pantorrillas hasta los pies. Tony ni siquiera quiere pensar en esos zapatos. De verdad, solo quiere borrarlos de su memoria por miedo a que contaminen su buen gusto para siempre.
Les ve y se acerca a ellos con una sonrisa de oreja a oreja.
-Thor, en nombre de Dios, qué- AU-.
El pellizco de Bruce dejará marca, está seguro.
-Tony, amigo mío-saluda-, veo que miras con sorpresa mi traje, es el atuendo tradicional de mi región, las frías tierras de Asgard al norte de Noruega. Está hecho a mano por mi abuela, que lo hizo para mi abuelo, y que yo heredé hace años ya-termina, con la melancolía tiñendo su voz.
-Es... nadie puede negar que pega con tu personalidad, Thor.
-Gracias, Tony-remarca sus palabras con una sonrisa enorme-. El traje debería ir acompañado con una de las herramientas típicas, normalmente un martillo aunque también puede ser un hacha, pero Bruce me comentó que aquí, al no estar acostumbrados, podría ser algo confuso el presentarme así.
-Gracias, gracias, Bruce-susurra. Éste ríe un de nada que casi escapa a sus oídos.
-Por muchos años que lleve viviendo aquí, no termino de entender del todo vuestras costumbres.
Tony se encoge de hombros. Ojalá hubiera conocido a Thor el primer año que pasó en los Estados Unidos. Tuvo que ser digno de ver.
-No les hagas caso, Thor, yo te veo muy elegante-la voz suave de Natasha sobresalta a Tony y a Bruce.
-Natasha, por dios, que algunos tenemos el corazón sensible, haz algo de ruido cuando aparezcas.
Ella pone los ojos en blancos y da un sorbo a su copa, posiblemente sopesando si merece la pena contestarle o no.
Decide que no.
-Veo pocos alumnos de momento, ¿no? ¿Alguien ha visto a Clint?
-Oye, sabes que las relaciones entre alumno y, joder, Bruce, ¿vas a dejar de pellizcarme?
-Shh, Tony-espeta, en voz baja, señalando con los ojos.
Tony vuelve su vista hacia la profesora y recuerda que es capaz de romperle varios huesos sin despeinarse.
Se queda parado un segundo.
-Fijaos, ¡más champán!
Y el alcohol salva la vida de Tony Stark, por una vez.
**
Es triste decirlo, pero esto es lo que pasa: Steve aparece y Tony se atraganta con un canapé. Es un canapé buenísimo, de foie con mermelada de cebolla en pan de pasas que le hace la boca agua. Se lo ha metido a la boca, se ha dado la vuelta y ahí está Steve, hablando con Clint; le mira y le sonríe durante medio segundo, y a él no le da tiempo a devolverle la sonrisa porque está demasiado ocupado tosiendo y poniéndose rojo.
Tony tiene que aflojarse unos milímetros su pajarita porque el foie parece haberse quedado ahí atascado y, ¿es él o de repente hace un calor inaguantable en esta sala?
Siente un golpe en su espalda que, si bien le desatasca la garganta, le deja la sensacion de que hasta los pulmones se han movido unos centímetros hacia delante por la fuerza ejercida.
-¿Estás mejor?-la voz de Thor suena tan preocupada que no tiene valor para decirle que posiblemente le haya dejado marcas.
Tony le mira con un poco de desmayo y le hace un gesto para que siga su camino, levantando los pulgares.
Mira de nuevo y ve que se han reunido, formando un grupo variopinto, Clint, Natasha, Bruce, y Steve. Coge aire, otra copa de champán, y se acerca, esquivando a la gente hasta que llega al círculo que forman y se mete, llamando la atención de todos.
-No vale eso de hacer una reunión y no invitarme, chicos.
Todos ponen los ojos en blanco menos Steve, que ríe, bajando la mirada.
**
La gente (al fin) se ha ido animando y la pista central está más o menos llena, parejas bailando y algunos grupos de gente hablando. Tony está en una esquina, mirando como Bruce se atreve a pedir a Natasha que baile con él y cómo ella acepta con una pequeña sonrisa.
Steve se acerca a Tony con dos canapés, que parecen aún más pequeños encerrados en sus manos. Le ofrece uno y Tony se lo come de un bocado, sintiendo la explosión de chocolate inundar su lengua.
-Dios mío, esto está demasiado bueno para ser real-gime.
-La mezcla de dulce y ácido es perfecta-asiente enérgicamente Steve-. Podría comerme toda la bandeja.
Sabe que dice la verdad, le ha visto comer. Podría comerse dos bandejas.
-Podríamos robarla-y es el alcohol quien hablar ahora, Tony puede jurarlo y perjurarlo-. Podríamos robar dos y pasar de todos estos y subir a ver algo a mi despacho-Steve le mira, reprobador-. ¿Qué? Tengo cervezas. ¡Solo nos falta la comida!
Steve se podría comer las dos bandejas y Tony se podría comer a Steve. ¡Todos ganan!
Por desgracia, el destino es cruel y el tema se ve abandonado cuando se fija en lo que está ocurriendo en la pista.
-Oh, están la señorita Romanov y el profesor Banner bailando.
-Quién lo hubiera dicho, pero el señor-no-salgo-del-laboratorio-Bruce-Banner sabe bailar.
-Os pasáis el mismo tiempo ahí encerrados. Demasiado.
-Bueno, teniendo en cuenta que no voy a dormir igualmente, prefiero pasar la noche haciendo algo productivo. Vaya, alguien está enfadado.
Señala con el vaso a Clint, que mira con el ceño fruncido a la extraña pareja mientras éstos, ajenos a todos, siguen los pasos de la animada melodía.
Steve asiente.
-Bueno, estando como está por ella, no me extraña que les mire así.
-Así que Natasha, ¿dices? ¿Eso te lo ha dicho él o es de cosecha propia?-lanza la pregunta inquisitivamente, aunque en realidad ya sepa la respuesta-Porque yo pienso que el problema es otro.
-Bueno, no, Clint es muy reservado para ciertas cosas, pero pasa tanto tiempo con ella que... .-se muerde el labio, confuso-, además, qué otra cosa podría ser.
Tony alza la comisura del labio y le mira de reojo y puede ver en su cara cómo las piezas encajan, una tras de otra.
-Oh. ¿Quieres decir que-? Oh.
Es solo un momento pero pueden ver perfectamente cuando Bruce y Clint se miran. Barton quita su mirada rápidamente y se dirige a la barra.
-Sí, más bien eso-ríe-. Clint cree que no se le nota pero...
-Yo no me había dado cuenta, desde luego-continúa Steve, aún colorado pero con el ceño algo fruncido-. Entiendo por qué no me lo ha dicho nunca.
-¿Sí?
-Bueno, es un profesor y un alumno, ¿no? Está prohibido.
Tony alza los hombros y tuerce la cabeza, mirándole. Probándole.
-Bueno, qué más da. Las reglas están para romperse.
Por supuesto, es lo peor que podría haber dicho, porque Steve resopla y el silencio se abre repentino tras su mirada dura, intimidante, como si siempre hubiera estado allí.
-Steve...
-Déjalo, Tony.
Y se escabulle de un momento a otro, sin darle tiempo a mantenerle a su lado.
Mierda.
No tarda demasiado en encontrarle. Sale al pasillo y distingue su silueta, en uno de los múltiples balcones que rodean el edificio.
Sale y se abraza a sí mismo para poder entrar en calor. Steve solo lleva la camisa y está tan tranquilo, deben tener todos un superpoder o algo en esta universidad y él es el único que nota el frío, porque si no no se lo explica.
-Steve...-coloca una mano en su hombro pero no se pone a su altura.
-Siendo profesor, tú tienes acceso a mi historial, ¿verdad?-duda-, no, no intentes mentirme. Creo en las reglas, Tony, porque es lo que me ha traído hasta aquí.
Lo sabe. Siempre lo ha sabido. Tony no se plantea las consecuencias de sus acciones, es mejor pedir perdón que permiso. Desaparecer dos días de casa y lo mismo estar en un centro de investigación Stark a veinte mil kilómetros de casa que en un antro bebiéndose la vida en un vaso de whiskey. Tony come, y bebe, y flirtea y folla por encima de todo lo aconsejable y no trae nada más allá de una resaca peor que otra, de un regalo caro para Pepper en vez de pedirle perdón o darle las gracias, de una mirada preocupada de su madre, de un intento de aparentar consternación por parte de Howard.
Y precisamente por todo ese historial, las reglas y romperlas deja de tener importancia, carece de ella, las líneas que marcan los límites se desdibujan bajo sus manos.
Steve, con su expediente impoluto, su comportamiento intachable, solo tiene que romper una de ellas y su vida puede volver al camino marcado para él originalmente. Sin lo que tiene ahora, sin la universidad, se haría inevitable la vuelta a la vida en una casucha en Brooklyn, sin familia, condenando una mente brillante a la mediocridad.
-Lo sé-y apoya la frente en su espalda, a la altura de su nuca. Steve alcanza sus dedos y los roza con los suyos-. Lo siento-susurra.
-Lo sé.
Pasan un minuto así, Steve mirando al cielo, Tony respirando su colonia, y finalmente es el rubio el que habla.
-¿Vamos?
**
Pese a la losa de realidad con la que se ha golpeado esta noche, Tony se anima a la vuelta al comedor. No es nada nuevo ni nada que no supiera. La situación es exactamente la misma y ahora quizá el pueda cerrar esa puerta entreabierta con el nombre de Steve Rogers y seguir por su propio camino prefijado.
Thor está haciendo un baile típico de su pueblo. Steve le sonríe, reforzando la sensación de estar bien, e incluso Furia les mira desde donde está con expresión suavizada, un poco queriendo matarles pero sin la energía para ello.
Por supuesto, Thor les acaba enseñando a todos los pasos y el espectáculo está servido.
Definitivamente, Bruce Banner sabe bailar.
**
Algo más tarde, el champán ha cambiado al whisky y anda algo (muy) desorientado. Tarda en darse cuenta que le llaman y le cuesta un poco cogerlo. Es todo muy confuso porque Pepper no le llamaría a estas horas (¿qué maldita hora es?) pero ahí está, su nombre y su voz y su foto con dieciseis años y los rulos puestos, porque Tony es así de buen amigo. Tarda en reconocerlo también porque Pepper no llora, y es extraño, Pepper está llorando y no tiene sentido lo que dice, no consigue centrarse; después entiende algo y el corazón le da una vuelta dentro del pecho, un accidente y, Tony no escucha bien, sale al pasillo y se aprieta el puente de la nariz intentando serenarse.
-Pepper, Pepper, escucha, de qué hablas. No te oigo...
Al momento entiende que hubiera deseado no escucharle, y en ese momento odia a Pepper por ser ella la que se lo diga.
Se lo repite, y él le escucha y de repente sale corriendo, abre la puerta del servicio y en el último momento consigue llegar hasta la taza, y vomita, vomita hasta que no le queda nada dentro.
La voz sale del móvil tan fuerte que la oye incluso aunque éste esté tirado en el suelo.
-Tony, ¡TONY!