Me gusta tener mis cosas en orden :|

Aug 17, 2010 16:17

El post de drabbles que dejé hace un tiempo en latin_hetalia, recuperado aquí por si alguna vez necesito un enlace rápido:

1. Brasil/Argentina

-¿Es esto necesario? -Martín da un paso hacia atrás. Tras una vuelta, camina con paso decidido, la expresión seria. A través del salón retumban los ecos de Ojos Maulas. Luciano lo coge de una mano, lo apega a sí mismo. El muy hijo de puta desliza su mano lentamente por el muslo izquierdo de Martín.

Lentamente.

-Epa, tú me prometiste lecciones de tango -con una mano en la espalda de Martín, Luciano lo inclina casi hasta el suelo-. ¡A mí me parece que me está yendo bien!

Martín frunce el ceño, los dos pies bien puestos en el suelo en menos de lo que puedes multiplicar dos por tres. Su mano derecha enlazada a la de Luciano, su rostros frente a frente. Guía a Luciano, lo hace retroceder.

-Eso todavía está por verse, che. -contesta. Martín lo desafía con la mirada, su mano disponible bajando por una de las nalgas de su compañero de baile. Luciano acepta el reto con una sonrisa de oreja a oreja, todo dientes.

-Sigue enseñándome -susurra, sus labios casi pegados al oído de Martín-. Y veremos que aprendo.

2. Venezuela/Bolivia

Julio tiene la calcada impresión de que todo lo que tiene que ver con María. No sólo ella misma, no sólo su sonrisa de certamen de belleza. Son sus palabras las que hipnotizan a Julio, sus ideas brillantes. Un poco de esto y otro poco de aquello y Julio cree tener la sensación de desear contagiarse de su esplendor.

-Eres un buen niño -ella sonríe, ordena los cabellos de su frente con una gentileza que para otros parecería ajena-. Algún día serás tan grande. Y yo estaré allí para verte.

Julio siente que su pecho se hincha, que su sonrisa se ensancha. Como si ella, sólo ella pudiese comprender con exactitud que es lo que desea. Se cuestiona seriamente si esta mujer, no, está nación se percata del lazo que comparten sus ideas.

-No digo que sigas mis pasos -ríe ella-. ¿Pero me escucharías un rato?

No se le puede decir que no a una dama.

3. Perú/Colombia

-Esto está realmente bueno -Miguel mastica y articula palabras a la vez-. Eres un genio, Catalina.

Catalina suelta una risita. Dobla una servilleta y se la lleva a la comisura de los labios.

-Me halaga que piense así -ríe-. Ahora no sea bobo y cómaselo de una vez.

Miguel sonríe como idiota, llevándose de un sola vez el beso de moza a la boca. Sin percatarse de nada, su nariz queda completamente espolvoreada en merengue italiano. Coco come el suyo a pequeños mordiscos, con delicadeza. Cuando termina, observa a Miguel con algo de ternura y coge una servilleta para limpiar su nariz. Miguel se ruboriza un poco.

-Me encantan los besos de moza. -dice.

-A mí también -canturrea Coco-. Aunque prefiero llamarlos besos de negra.

4. Perú/Chile

-Manuel, jamás dejará de asombrarme tu destreza culinaria, en serio -dice Miguel. Con el pie, levanta la tapa del basurero y arroja el contenido de la olla que se encuentra desconchando. Se detiene un momento.

Esta puta olla no tiene remedio. Con un suspiro y entornando los ojos, Miguel acaba arrojando la rostizada olla a la basura. Al otro extremo de la cocina, Manuel descansa la cabeza en sus brazos, semi echado sobre la mesa.

-¿Estaba apurado, de acuerdo? -reclama-. No puedo darme el lujo de detenerme a preparar el gran plato de comida.

-Ese es tu problema, saco de huesos -se queja Miguel-. No valoras ni respetas lo suficiente el arte de preparar una buena comida.

Manuel resopla; hace algo similar a un mohín. (Resulta bastante divertido de mirar.)

-Tengo hambre. -dice Manuel, más para sí mismo que para Miguel. Frunce el ceño en descontento.

Miguel hincha el pecho con algo de orgullo y vuelve a lo que empezó a preparar luego de apagar la olla quemada de Manuel.

-Que gran inútil -alardea-. Te morirías de hambre sin mí.

-Calla y cocina. -ordena. Manuel oculta el rostro entre sus brazos para evitar que Miguel vea lo colorado que se ha puesto. Miguel sólo sonríe.

-¡Ají de Gallina, será! (Y agradecería que dejases de llamarlo picante de gallina, en serio, qué es esa herejía de nombre.)

5. Chile/Argentina

Manuel exhala una bocanada de humo, cierra los ojos. Sus hombros se relajan un poco y se pregunta seriamente si el termómetro sigue cayendo porque cresta, qué está helado el día.

-¿Cuántos llevás ya? -pregunta Martín, como quien no quiere la cosa. Restriega sus manos semi congeladas y jala a Manuel de la bufanda para hacerlo enfadar-. Ya dejá eso, que dan cáncer y te me vas a poner más feo, che, cómo te voy a querer así.

-Ninguna nación se muere de cáncer, imbécil -le contesta Manuel, entornando los ojos. Su lógica calculada es tan fría como la temperatura del ambiente- ¿Me vai a dejar fumar tranquilo?

Martín pone cara de niño bueno. Asiente con la cabeza, mete las manos en los bolsillos y comienza a silbar. Manuel suelta otra bocanada.

-Podrías, vos sabés, estar haciendo cosas más útiles con esa boca.

-¿Cómo qué?

-Bueno, primero podrías estar haciendo esto -dice, mientras le arrebata el cigarro de las manos y procede a plantarle un largo y apasionado beso. Al separarse, Martín arroja una de sus sonrisas más galantes y-

Manuel parpadea un par de veces, le quita el cigarrillo de la mano y vuelve a fumar.

-Sos tan aburrido.

6. Brasil/Argentina

En el momento en que Luciano decide descansar la frente en el frío metal del casillero, Martín camina con paso estrepitoso y la sonrisa ancha dentro del camarín. Frota sus manos, silba algo corto y se sienta en una banquilla atrás de Luciano.

-¿Y? -la pregunta resuena en el ambiente tenso de aquel espacio tan vació. Sólo quedan los dos allí- ¿No vas a saludarme, pentacampeón?

Si Luciano no estuviese dándole la espalda, podría apreciar el brillo de picardía en los ojos de Martín.

-No ahora.

Martín suelta una risotada.

-No sé por qué me hacés tanto drama -dice-. Todos saben que la estrella de esta copa soy yo, papá.

Luciano aprieta los puños. Relaja los dedos. Vuelve a apretarlos con fuerza.

-Mirá, van cayendo como moscas -Martín se encoge de hombres-. Al final quedaré yo de pie y quizás, si se me antoja, recupere la dignidad que ustedes perdieron.

Luciano sonríe de oreja a oreja, con malicia y travesura. Antes de que Martín pueda acabar con su odioso monólogo, lo tiene con la cola pegada a la madera del banco, aprisionándole los brazos con las manos. Desliza una rodilla sobre las piernas de Martín.

-Veamos quién cae como mosca ahora.

Martín no continuó alardeando.

7. Brasil/Argentina

No pueden evitar, de vez en cuando, decidir que una clase no es lo suficientemente importante y saltársela. No pueden evitar subir silenciosamente las escaleras, aguantando la risa, hasta la azotea del edificio de la escuela.

A Luciano le gusta tener momentos así. Escapar por un rato de los pasillos congestionados, de las asignaturas aburridas y las tareas que consumen tiempo. Cuando la rutina del estudio lo satura, se le antoja recostarse en el suelo de la azotea. De cara al sol, entrecierra los ojos para tratar de contemplar las nubes sin ser encandilado por los intensos rayos de luz.

Junto a él, extrañamente sereno, Martín aprovecha la paz y el silencio. A la mierda trigonometría, a la mierda las clases de inglés del infeliz de Arthur. Se echa como un saco de papas a escasos centímetros de Luciano y le pone pausa a la rutina.

La cálida mano de Luciano sobre la suya es un claro signo de aprobación.

8. Perú/Chile

A Miguel se le ocurre que sería buena idea recibir a Manuel en su casa. Esperar con un plato de comida decente a ese saco de huesos sería sólo otra prueba de su infinita generosidad y paciencia.

Cuando Manuel llega, lo hace de un humor asqueroso y taciturno. Hace que Miguel quiera partirle la cara de un sólo golpe, sacudirlo para que reaccione, o simplemente estrangularlo. Pero a esas alturas de la vida está tan habituado al carácter de su retraído vecino, que decide guardarse los insultos un rato y acompañarlo a comer sin reclamarle nada.

-Vi tus partidos -sonríe-. Estuvieron realmente bien.

-Uhm. -asiente Manuel. Sentado en la mesa, espera su cena mientras juega ausentemente con un tenedor. Miguel aprieta los labios, pero sólo se dedica de momento a servirles la cena y a sentarse sin replicarle la ausencia de ánimo. Un silencio tenso se instala entre ambos mientras comen.

(Miguel no funciona bien en el silencio. No es lo suyo.)

Con paciencia y algo de recelo, coge la mano izquierda de Manuel. Acaricia sus nudillos despacio, mirándolo a los ojos.

-Te esforzaste -dice-. Diste todo de ti y eso es lo que cuenta.

Manuel desvía la mirada, pero no remueve su mano. Su cara se torna coloradísima y el ambiente se aligera.

(Sin embargo, Miguel cree oír un tímido “gracias”.)

9. Venezuela/Argentina

-Esto es una terrible, terrible idea y vos sos una mujer hecha de pura maldad -se queja Martín. Le da la espalda al espejo frente al cual se encuentra parado y trata de gira la cabeza sobre su hombro para mirarse el trasero. El espejo le responde enseñándole su reflejo, su masculino cuerpo embutido en un vestido apretado de color rojo intenso. Sus pies acompañan su silueta estando dentro de unos stilettos altísimos. (Podría jurar que ya no le quedan dedos de los pies porque no los siente.)

A su lado, María le lanza una mirada apreciativa. Con un par de dedos posados sobre su delicado mentón, camina de un lado a otro rodeando a Martín. Sus ojos fijos y traviesos chispean risa junto a su sonrisa pícara.

-Mire, lindo -dice María-. Usted es el que se me pone difícil, ¿no?

Martín se cruza de brazos, cubriendo su destapado pecho y tratando de proteger su menoscabada dignidad en el proceso. Hace un mohín.

-Hace falta más de una tortura para que yo digo que sí, flaca -contesta altanero-. ¿Vos te crees qué soy así de fácil?

María ríe, ignorando sus aires altaneros.

-Por supuesto que no -dice, mientras aplaude el reto con suavidad-. Por eso traje la cera depilatoria.

Martín palidece.

10. Paraguay/Bolivia

Antes que todo, una de las cosas más grandes que Daniel posee es su sonrisa. No es la sonrisa de un niño inocente, ni de una persona completamente satisfecha con su vida. No es una sonrisa de satisfacción ni el gesto que esbozaría un sacrificado hombre sobre alguna cima.

La sonrisa de Daniel no es tan simple, no se explica con simples motivos ni con frases cortas o palabras. Porque Daniel sonríe con la fuerza de aquellos que han tropezado y sufrido diversos contratiempos. Porque Daniel sonríe con la fuerza de quién mira hacia mañana esperando algo mejor.

Julio sabe de ello, conoce el sentimiento de aquel gesto. Y si bien Julio no sonríe tanto, siente que la sonrisa de Daniel es tan contagiosa que las esquinas de sus labios terminan elevándose en un gesto inconsciente.

Porque ambos comprenden muy bien que significa levantarse en busca de algo mejor.

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