Creo que estoy empezando a encontrar un sentido entre tanta palabra incoherente que escribo entre clase y clase. Ya antes de leer el M!C (aunque potenciado por éste), tenía ganas de escribir un fic de verdad. Un Sirius/Remus y James/Lily que probablemente no pase a la historia, pero que forme parte de la mía. A paso de tortuga, drabble a drabble, voy haciendo algo por mi pequeño proyecto. Se hace todo lo que se puede. En ellos hay música y sentimientos, hay ideas que rondan y otras que se pelean. Hay Lilys que compiten con Peggy Lee, problemas que la sociedad evita pero que existen. Hay James que, extraña y ocasionalmente, sabe guardar lo que tiene que guardar y decir lo que hay que decir. Hay besos bajo la ducha que perduran hasta que un Remus irrumpe en la sala. Hay bodas que hacen llorar, abrazos que prometen universos mientras suena la canción "Imagine" en nuestras cabezas. Hay largos y tortuosos caminos, cartas que uno escribe que hacen llorar y sonreír a la vez, y sobre todo, hay estaciones en el Sol. Hay barcos y borracheras, magia y apellidos, destinos y casos extremos. Eso es lo que viene a mi mente cuando me pongo ante un papel en blanco, donde una hace todo lo que puede.
Y a qué viene ésto, se preguntarán. Pues a que en mi fic no sólo hay gospel y Beatles, retroproyectores o gramófonos. Cuando veo el margen blanco del libro de Lengua me veo como Remus, con dieciséis años y una mirada dorada, delante de una máquina de escribir. Un Remus que sabe que no se publicarán sus frases y que no llegarán a manos de nadie, que son incoherentes e inconexas. Pero que a pesar de todo escribe basándose en ideas que surgen y le acaparan el pensamiento. Silencio, soledad, historia y muerte. Porque, entre tecla y tecla, está el infinito. Y los publico aquí porque, a pesar de que sean malos y raros, me siento Remus. Silencio dedicado a Lor, Soledad a
tainah, Historia a los que la viven (y en especial a
ranki, no se por qué) y Muerte a mi compañero italiano, Andrea, que dice las palabras exactas para hacerme escribir éstas tonterías.
Silencio. El deslizar de la tiza sobre la superficie, la suave brisa conjurada.
Silencio. Miradas bajas, plumas sin escribir, suspiros quedos e inaudibles.
Silencio. Un escudo ante el exterior, donde los pensamientos se gestan y no pueden ser destruídos.
Silencio. Evitando los instintos, en contra de lo que el corazón pide a gritos.
Silencio. El exterior se disuelve, diluyéndose ante los ojos. Los cuerpos se escapan, retuercen y desaparecen.
Silencio. Y lo único que quiere olvidar, es lo que permanece. Un gris profundo y atrayente, magnético y adictivo, que le busca. Le busca y él lo esquiva, suplicando por fuerza, aún tan sólo por una vez en la vida.
Y cuestiona al alma, aún sabiendo cuál es la respuesta. Que no será fuerte, que caerá ante esa mirada. Que lo ama como no ha amado nada en su vida. Que se ha sentido amado como nunca soñó sentirse. Pero pregunta y clama por una mentira, un falso desengaño. Lo suficiente como para no sentir que se muere en cada segundo de la intensa agonía que es el vacío. Pero, al igual que en su improvisado y muerto exterior -donde la única fea la que se atiene es el no otorgar aquel perdón que no es merecido-, sólo recibe una respuesta: silencio.
***
Mares de calma y valles de compasión
Bosques de respuestas y desiertos de agonía
Donde uno se encuentra así mismo,
Lugares donde nadie más llega.
Un cielo de estrellas que investigar
Y tantos soles como puedas imaginar
Una cápsula donde nadie hace daño
Y donde no se nota el paso de los años.
Pero entonces llega e irrumpe,
Destruye todo cuan huracán.
Aquel mundo tan solo tuyo se esfuma,
Para ahora otra persona poblar;
Mientras todo se desmorona y se vuelve a formar.
Y entonces uno se da cuenta
De la verdad universal:
No importa lo bien que uno esté consigo mismo,
Quizás haya algo mejor que la soledad.
***
Mucha gente la define como la sucesión de sucesos sucedidos sucesivamente. Otros piensan que son aquellos momentos en la vida de una persona, entre el nacimiento y la muerte, que forman un ser. Dirán también que son aquellos instantes que merecen ser escritos en novelas o filmados en películas, y los licenciados afirmarán que se trata de los progresos que realiza una civilización, gracias a los que crece, evoluciona y acaba destruyéndose.
En cambio, si preguntas a aquellos que verdaderamente la viven, dirán algo tan parecido a lo que aseveran los entendidos, que acaba siendo paradójico. Porque creces -tan interiormente que asusta-, evolucionas -en ideas, pensamientos y creencias- y te destruyes -a tu antiguo ser y el mundo que creías conocer y habitar. Pero no son sucesos, momentos, instantes o progresos, sino la abstracta idea que surge en tu cabeza, tan débil que parece no existir, cuando sientes esa sensación. Esa esencia que te rodea, el estar conectado a algo o a alguien de una forma tan profunda que solo puedes afirmar: esto sí es historia.
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La muerte es de las más ambiguas cosas de la historia, a la vez que la más segura: podrán apagarse las estrellas o deshelarse los polos, se podrán crear nuevos males o destruir los bienes que tenemos, pero sólo son conjeturas que nos da por imaginar. Lo verdaderamente seguro es que, al igual que estamos en éste mundo y así como nacimos, tenemos que morir. Pueden ser dos días o toda una eternidad, pero nuestro paso en lo terrestre es lo único que conocemos. Y, como no se sabe qué hay detrás, sólo puede esperarse que lo hagamos lo mejor posible en éste mundo antes de que llegue la inevitable muerte.
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Por cierto, ¿quién no vio el 1x22 de QaF anoche? No importa la de veces que vea ese capítulo, cada vez me emocionará más. Si no fuera yo, hubiera llorado. Dios, AMO esa serie.