Fic de
furiosity.
Summary, disclaimer y demás en
[3/3]; parte I Traducido por mí y beteado al castellano por
sirem(gracias, gracias, gracias ^^)
Draco escuchó el sonido de cristal rompiéndose en el baño.
―Ahí va uno de esos violentos arrebatos -murmuró y se dirigió hacia el baño. No dejaría que Potter se autolesionara y sangrara hasta morir. No antes de que Draco acabara con él.
Potter estaba delante del lavamanos, rodeado por un millón de fragmentos de cristal de espejo. Colgaban en el aire alrededor suyo como diminutas dagas, algunas girando con un débil sonido.
―Potter -dijo Draco.
Los fragmentos de cristal cayeron al suelo y Potter se giró hacia él.
―¿Lo leíste?
Draco asintió.
―Ni siquiera puedo estar enfadado.
Draco alzó una ceja. ―Qué noble.
―Todo esto es tu culpa.
―Por supuesto que sí -dijo Draco, repentinamente amargo. El humor de Potter era tan predecible, y su tendencia a culpar a todo el mundo excepto a él era positivamente repugnante. ―Me voy.
―No, no quería decir... Lo siento. No te vayas.
―¿Qué, y hacerte llegar tarde a tu cita con la Sra. Potter?
Potter sonrió amargamente.
―¿De verdad piensas que voy a casarme con ella? ¡Está cargando con el niño de otro!
―¿Y qué? ¿Qué te importa eso?
Los ojos de Potter se ensancharon.
―Me engañó, lo que estaría bien ya que yo tampoco soy un ángel. Pero ha estado hablando del bebé y de casarnos y...
―Potter, idiota, ella probablemente no sabe que no es tu hijo. Así que tuvo un lío de una noche con alguien. Esas cosas pasan.
―Fácil para ti decirlo. No eres tú el que tiene que vivir con ella.
Draco sonrió con sarcasmo.
―Oh, pero ella debería sentirse cómoda viviendo contigo, ¿es eso cierto? Eres el mayor hipócrita sobre la faz de la tierra.
―Quizá lo soy -dijo Potter. ―Pero aún así no voy a criar al niño de otro.
―No dije que deberías. Pero no había notado que estuvieras con ella sólo por el bebé.
―No lo estaba. Te dije hace años que odiaba la idea del bebé, pero eso no cambió nada. Tú lo hiciste.
Draco tenía una réplica preparada, pero Potter no había dicho lo que él esperaba que dijera, así que Draco se tragó su réplica y lo miró fijamente.
―¿De qué estás hablando?
―Eres tú con quien quiero estar. Tú me haces sentir yo mismo, Malfoy. No tengo que fingir ser alguien más alrededor tuyo, no tengo que escoger cuidadosamente las palabras y temer perder tu aprobación todo el maldito tiempo.
―Si estás insinuando que tienes mi aprobación, estás soberanamente equivocado.
―Ese es el punto. Sé que no la tengo. Sé que no la tendré, sin importar lo que haga. Así que ni siquiera lo intento.
Draco no estaba seguro de si eso había sido un cumplido o no.
―¿Quieres estar conmigo porque no tienes que preocuparte de las consecuencias de lo que me digas? ¿De lo que me hagas? Hay un barrio en el Callejón Knockturn que está lleno de brujas y magos que te proveerán del mismo servicio por un precio módico. Me doy cuenta de que prefieres tenerlo gratis, pero...
Los ojos de Potter centellearon.
―¿Por qué estás tan jodidamente fijado con ser llamado puta? No deseo simplemente alguien, no deseo una puta. Te deseo a ti. Me despierto cada mañana pensando en ti, esperando con ansia el momento de verte y odio cuando te vas. -Tomó un profundo respiro. ―Quiero conocerte. Quiero saber qué comes para desayunar, qué equipos de Quidditch apoyas y tu opinión sobre el gobierno actual. Joder, te quiero, Malfoy. Ahí lo tienes, ¿estás feliz ahora?
Draco no creía que hubiera sido así de infeliz en su vida. Había visionado algo como el balbuceo de Davies, los ojos desconcertados, la mente demasiado dispersa para conseguir una frase coherente. Debería haberlo sabido. Éste era Potter. Potter no balbuceaba, no tomaba prisioneros, y, ciertamente, no estaba tan loco para perder de la manera en que lo había hecho Davies.
―Es una pena, entonces -se oyó a sí mismo decir, ―que los sentimientos no sean mutuos. No significas nada para mí, Potter.
Ahí estaba, su venganza, para mejor o para peor. Las manos de Draco temblaron cuando vio la luz irse de los ojos de Potter. Ocurrió justo de la manera que Draco había imaginado que lo haría, pero no sintió triunfo. Sólo un nudo en la garganta que le decía que estaría llorando como una chica en segundos.
Draco Desapareció.
+
―Soñé con tu padre de nuevo -dijo Narcisa. Se sentó inmóvil en el alféizar de la gran ventana que daba a la bahía, con vistas a la playa. Su cara era pálida a la luz de la luna, brillando con una fina capa de sudor.
Draco la observó con preocupación, todos los pensamientos de su sueño interrumpido desvaneciéndose.
―¿Quieres que te haga una poción para los sueños?
Su madre sonrió ligeramente.
―He tenido suficientes pociones para que me duren algunas vidas.
Draco desvió la mirada. ―Lo siento.
―Oh, Draco. Yo soy la única que debería sentirlo. Probablemente me salvaste la vida trayéndome aquí. No sé qué pasaba conmigo.
Había fuerza en su voz, su vieja vitalidad y orgullo. Repentinamente, las seis semanas aguantando los cambios de humor, la irritabilidad y las irracionales diatribas de su madre parecieron un pequeño precio a pagar por tenerla de vuelta a la normalidad. Draco no sabía qué pasaría cuando volvieran a Inglaterra al día siguiente. Ciertamente no estaba planeando dejarla a su aire de nuevo, al menos no hasta que encontrara otra cosa que no fuera beber para ocupar su tiempo.
―Te quiero -le dijo. ―No quiero que estés enferma.
Narcissa se levantó del alféizar de la ventana y se aproximó a él.
―Estoy contenta de tenerte -dijo. ―¿Es curioso, no? Cuando tú eras un bebé, yo te cuidaba. Y ahora tú estás cuidando de mí. Estoy orgullosa de ti, Draco.
―No deberías estarlo -dijo. No supo lo que fue -la misteriosa quietud de la medianoche con nada más que el océano rugiendo en la distancia, que era la primera vez que estaba hablando con su madre real y no con una chiflada empapada de brandy o que se sentía sumamente solo, sin nada más que sus vergonzosos secretos para acompañarle. Pero al siguiente momento, Draco le contó todo a su madre; desde Davies a Dolores y a Potter y su estúpido plan de venganza que había ido irreversiblemente mal.
Draco sabía que había ido mal porque en las semanas que había pasado ahí -a pesar de haber tenido que lidiar con las migrañas de su madre, sus pesadillas, sus vómitos, a pesar de estar demasiado ocupado elaborando pociones para ayudarla a mejorarse- añoraba mucho a Potter, y empeoraba cada día. Añoraba a Potter tocándolo, añoraba la forma en que Potter lo miraba, añoraba los chistes ridículamente malos de Potter, todo lo suyo. No era siquiera que Draco hubiera perdonado a Potter por lo que había hecho, para nada. Simplemente ya no importaba, y Draco deseaba que lo hiciera. Deseaba poder odiar a Potter y no desearlo al mismo tiempo, deseaba no sentir que pertenecía al Valle Godric, como si hubiera dejado una pieza de sí mismo en las manos de Potter.
Según hablaba, su madre caminó de vuelta a la ventana y se sentó en el ancho alféizar. Draco no podía mirarla a la cara, seguro de que vería desprecio e irrisión. No estaba siquiera seguro de si estaba hablando con ella, con la luna o consigo mismo. Cuando terminó sus confesiones, se desplomó sobre la silla y miró fijamente a la mesa. El océano aún se oía en su incesante sinfonía fuera de la ventana, pero el sonido del silencio en la habitación era más alto.
Cuando su madre finalmente habló, no fue para decirle que se quitara de su vista.
―¿Recuerdas a tu Tía Andrómeda? -preguntó.
―No -dijo Draco, preguntándose lo que su tía traidora de la sangre tenía que ver con nada. ―No creo que la haya conocido nunca...
―La familia la trató horriblemente después de que se fue y se casó con ese chico Tonks. Si yo fuera ella, habría querido vengarme de nosotros.
Draco bajó la mirada.
―¿Sabes? -continuó Narcissa. ―Ella nunca se vengó. Incluso aunque tuvo abundantes oportunidades. Pero si Bella estuviera aún aquí, te diría que Andrómeda se había vengado. Tuvo una vida feliz, un matrimonio feliz, una hija sana con un talento raro. Eso solía comerse viva a Bella. Que la hija mestiza de Andrómeda fuera una metamorfomaga mientras Bella era infértil.
Infértil. Draco se preguntó qué había hecho Potter con la carpeta que había recibido de San Mungo, y le hizo enrojecer de odio a sí mismo el estar pensando en Potter incluso ahora.
―Mi padre -dijo Narcissa, ―siempre decía que la venganza era la confesión del dolor. Así que la completa indiferencia de Andrómeda hizo a la familia sentir que a ella no le importaba, que la familia no importaba. Eso dolió más que si hubiera tratado de crear problemas a nuestra familia, lo que hubiera podido hacer, después de la Primera Guerra.
La boca de Draco estaba seca.
―¿Qué estás tratando de decirme?
―Que no necesitas vengarte de Harry Potter para sentirte bien contigo mismo.
―Pero él fue injusto conmigo...
―...y él será el único que tendrá que vivir con lo que te hizo.
Draco recordó su cara y pecho explotando en una ducha de sangre, mucho tiempo atrás, en el sucio suelo de un baño de Hogwarts.
―No conoces a Harry Potter. No creo que le importe lo que hace a nadie a menos que, de hecho, los mate.
―Eso aún no significa que tú debas hacer ningún esfuerzo en orden de vengarte de él. Si es el tipo de persona que no tiene conciencia, tu venganza será infructuosa, en última estancia. Vive bien, Draco. Es la mayor venganza.
Es que no creo que pueda vivir bien sin él, pensó Draco, luego se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta. Sintió su cara arder. La última cosa que su madre necesitaba escuchar era que su único hijo y heredero era...
―Si estás buscando mi aprobación, no vas a recibirla -dijo Narcissa. ―Difícilmente veo porqué ese chico debería ser recompensado con el placer de tu compañía, después de todo lo que te ha hecho.
―A mí y a ti, ambos -murmuró Draco, y dio un puntapié a una pata de la mesa.
―No importa. Deberías hacer lo que tú quieres. No te preocupes por lo que tu madre pensará.
Draco la miró con los ojos como platos.
―Pero tú eres mi madre. ¿Cómo puedes decir eso?
Narcissa parecía melancólica.
―Cuando Andrómeda abandonó la familia, le escribí una carta muy furiosa. Me respondió con una carta no menos furiosa. Continuamos escribiéndonos una a la otra a través de los años hasta que murió.
―No sabía que estaba muerta -dijo Draco.
―El nacimiento de Nymphadora causó que Andrómeda desarrollara una enfermedad que sólo afecta a mujeres que dan a luz a Metamorfomagos. No hay cura para ello ya que es demasiado rara y casi imposible de estudiar. Sucumbió a la enfermedad justo antes del final de la guerra.
Draco recordaba a Tonks, que solía llamare “primo” sólo para hacerle saltar y reía cada vez que él fruncía el ceño. Nunca había mencionado que su madre estuviera muerta.
―Nuestra correspondencia fue el mayor secreto que nunca había guardado. Mi madre -y tu padre- me habrían matado si lo supieran. Pero yo tenía una amiga mientras Bella no tenía ninguna y estoy agradecida por eso. Creo que si Andrómeda aún estuviera viva, nada de esto... -ondeó una mano hacia la habitación ―... habría pasado.
Draco miró más allá de ella, hacia fuera, al oscuro océano más allá del cristal de la ventana, y por primera vez en meses, sintió que todo estaría bien.
+
Cuando Draco y su madre volvieron a Inglaterra, Narcissa inmediatamente empezó a llamar a sus viejas amigas y a restablecer sus decaídas conexiones sociales. En cuanto a Draco, pasó su primer día de vuelta escondiéndose en el estudio de su padre. Todo lo que quería era ver a Potter de nuevo. Pero eso significaba volver a encarar a Potter, también, y Draco no estaba seguro de si estaba siquiera listo para eso.
Por todo lo que sabía, Potter se habría reconciliado con la chica Weasley e iba a casarse con ella a pesar del niño bastardo que ni siquiera era suyo. O quizá Potter ya había encontrado a alguien más que ocupara el lugar de Draco. Ese pensamiento llenó a Draco con un temor punzante.
―La Señora ha enviado esto al Joven Amo -chilló la voz de un elfo, y Draco salió instantáneamente de sus pensamientos. El elfo sostenía una bandeja plateada con la copia de El Profeta de esa mañana. Adjunta estaba una nota de su madre:
Quizás encuentres el titular principal interesante.
NM
Draco le echó un vistazo y su estómago dio un salto.
HARRY POTTER AÚN DESAPARECIDO; EXPERTOS CREEN IMPROBABLE EL SUICIDIO
Como la mayoría de nuestros lectores saben, Harry Potter, el intrépido héroe de la última guerra mágica, ha desaparecido hace algo más de un mes. Él y Ginny Weasley habían tenido un altercado en el vestíbulo del Ministerio -hemos sido repetidamente incapaces de conseguir ninguna información acerca de lo que pudo tratar esa conversación- y unos días después, la amiga de Harry Potter, Hermione Granger, rellenó un informe interno de personas desaparecidas en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. El informe fue filtrado a la prensa por una fuente oficial anónima y desde entonces la búsqueda sigue en curso.
El ex-Auror Denny Lee, fundador de la renovada Lee e Hijos Investigaciones Privadas, dice que no es probable el suicidio, ya que Potter se ha hecho no-rastreable mediante clásicos hechizos de rastreo. “Si hubiera ido a algún lugar a morir, no se habría estado preocupando por ser encontrado” dice Lee, de setenta y tres años pero aún tan audaz como siempre. Mañana hablará con Miranda Bradley, antigua presidenta del Comité de Excusas para los Muggles y anfitriona del popular programa de la WWN “Asuntos Importantes con Miranda”...
Draco arrugó el periódico en sus manos y lo tiró a un lado. ¿Desaparecido? ¿Muerto? La última posibilidad hizo que algo parecido a la locura inducida por la niebla de la celda despertara en él. Potter no podía estar muerto. Simplemente no sería justo, no ahora, no cuando Draco lo quería vivo, lo quería a su alrededor tanto tiempo como fuera posible.
Nadie sabe de este lugar excepto tú y yo.
Draco no estuvo sorprendido de encontrar la pequeña habitación de la casa del Valle Godric vacía. Demasiado fácil. “Tú y yo” era una persona de más, y si Potter había querido esconderse, habría encontrado un escondite mejor.
A menos que no quiera esconderse de ti.
El aire de la habitación era rancio. La mirada de Draco cayó sobre la cama. Las sábanas estaban revueltas, arrugadas, pero no había forma de decir si alguien había dormido allí recientemente. La carpeta de San Mungo yacía cerrada encima de la mesa. Draco dio varios pasos y echó un vistazo al baño. El destrozado espejo estaba de nuevo en su armazón, grietas como una tela de araña recorriéndolo. Draco casi pudo escuchar a Potter murmurando un encantamiento Reparo carente de entusiasmo y alejándose. Draco sacó su varita y apuntó al espejo. Las grietas desaparecieron.
Quizás podía arreglar las cosas igual de bien que podía destruirlas, después de todo.
Draco caminó escaleras abajo hacia el piso bajo, pero estaba igual de vacío. El aire no era rancio, sin embargo; había un distintivo aroma a té recientemente elaborado. Así que Potter estaba allí, o había estado muy recientemente.
Draco notó un movimiento fuera de los límites de su vista; parecía haber venido de la dirección de la puerta principal. Draco echó un vistazo a través de la estrecha ventana cerca de la entrada.
Potter estaba sentado en las escaleras principales del porche, masticando un extremo de una larga brizna de hierba. Se volvió ante el ruido que hizo la puerta cuando Draco la abrió. Potter vio a Draco y rápidamente se volvió, como si la vista quemara sus ojos.
Draco avanzó y se sentó al lado de Potter, quien se giró hacia él con una mirada de completa indiferencia.
―Te he subestimado -dijo Draco como bienvenida.
Los ojos de Potter continuaron llanos. ―¿Ah, sí?
―Eres muy bueno fingiendo que no te gusta toda esa atención, de verdad.
―¿Fingiendo? -Potter alzó una ceja. ―De verdad no quiero su atención.
―Asumo que no lees El Profeta estos días. Tú desaparición es el titular principal, lo ha sido desde el comiendo, con nuevos argumentos de expertos cada día. ―Potter parpadeó.
―¿Expertos en qué?
―Investigadores privados, psicólogos, Aurores... nómbralos tú.
Potter escupió la brizna de hierba al suelo. ―Idiotas.
―Y cuando vuelvas, tendrán un auténtico ataque de histeria.
―¿Cuando vuelva? -Potter se agachó y cogió otra brizna de hierba de una mata cerca del borde del camino.
―No me digas que planeas seguir escondido el resto de tu vida.
―Es tentador.
Draco se sintió aturdido. Estaba a punto de poner su corazón en una bandeja de plata y ofrecérselo a Potter. ¿Y si Potter lo lanzaba lejos, como había hecho con su tenue amistad durante la guerra? Cualquier cosa que pasara, Draco no se molestaría con insignificantes venganzas. Su madre tenía razón.
Tomó aire profundamente y preguntó.
―¿Estás buscando esconderte solo o te gustaría algo de compañía? Yo también te quiero.
Potter se quitó la hierba lentamente de la boca, sus ojos ilegibles.
―¿Tú qué crees? ¿Estás seguro?
―Creo que no es un accidente que te estés escondiendo aquí. Nunca me escucharás decirlo, sin embargo.
―Perspicaz. Lo sé.
Draco observó la brizna de hierba temblar entre los labios de Potter mientras él la atacaba con lengua y dientes.
―La habitación está hecha una mierda.
Potter se encogió de hombros.
―No lo sabría. No he estado allí desde que te fuiste.
El latido de Draco pulsó en sus sienes.
―Sospecho que la ausencia de un espejo apropiado fue el gran factor decisivo de tu resolución de no usar más esa habitación.
―Sep, fue eso exactamente. El espejo. -Potter le mostró una torcida, amplia sonrisa, los dientes blancos con el tallo verde entre ellos. Se balanceaba arriba y abajo mientras Potter la mascaba.
―Bueno, he arreglado el espejo -dijo Draco, observando la delgada brizna verde moverse. ―Ahora sólo necesita algo de aire fresco.
―¿Quieres airearla mientras follamos o después? Arriba, abajo.
Draco quería ser la maldita brizna de hierba, excepto que nunca quería ser escupido a un lado y remplazado por otro.
―Antes.
Potter se giró hacia él de lleno, su cara repentinamente seria.
―Te he extrañado. -Movió la hierba de la esquina de su boca hacia el medio. Draco alzó una mano y tiró de ella fuera de la boca de Potter. Potter siseó y descubrió los dientes con dolor; diminutas gotas de sangre en su labio inferior. ―¿Qué estás...
Draco se inclinó sobre él y lamió la sangre. Sabía justo como su propia sangre, y por primera vez en su vida, Draco se preguntó si la pureza de la sangre mágica no era un punto debatible. Todos los magos tenían magia, y era la magia la que los hacía especiales, no la sangre.
Y entonces los labios de Potter se separaron y su mano cubrió la de Draco en la cálida madera de la escalera, y era tiempo de decir adiós al ayer.
+end+
Se acabó ^^
Quizá os interese saber que le he contado a
furiosityque os gustaba la historia. Está encantada ^^