Era un día de piscina. De forma más o menos evidente, todos se morían por uno de los masajes de Syusuke. Keigo pulsaba distraídamente los botones del teclado de su portátil, aunque, en realidad, tampoco estaba tan ocupado; Ryoma se había quedado dormido en la hamaca y Gen competía haciendo largos en la piscina con Mitsu.
Todos supieron a por quién iba el prodigio en cuanto Mitsu salió del agua. Tanto él como Gen, que salió después de él, se arrojaron enseguida sobre las toallas que se habían estado calentando al sol sobre el pavimento. Tal vez la elección de Syusuke no habría sido tan directa si Gen, en vez de tumbarse boca arriba, lo hubiera hecho bocabajo, al igual que Mitsu.
A Syusuke le gustaban las espaldas mojadas.
Mitsu apenas tuvo la oportunidad de sentir el sol evaporando las gotas que salpicaban su piel, ni sus músculos relajándose tras el ejercicio, antes de que Syusuke se sentase sobre sus nalgas. El prodigio llevaba consigo el aceite bronceador que había comprado exclusivamente para la ocasión, sin saber aún quien iba a ser el afortunado que disfrutase aquella tarde de su contacto.
Mitsu suspiró y volvió la cabeza a un lado, apoyando la mejilla sobre la toalla. Se estremeció cuando Syusuke dejó caer un poco de aceite entre sus omóplatos y lo extendió siguiendo la línea de la columna hasta la cintura, con las palmas de las manos heladas, como siempre. Comenzó el masaje haciendo movimientos circulares sobre los hombros con las yemas de los dedos, aumentando la intensidad gradualmente. Mitsu cerró los ojos.
Syusuke bajó unos centímetros los dedos pulgares y mantuvo la presión mientras se inclinaba hacia delante para escuchar cómo arrancaba el ronroneo involuntario de Mitsu. Satisfecho, volvió a erguirse y continuó con el masaje, esta vez golpeando ambos lados de la espalda con el canto de las manos, cada vez más fuerte, hasta que Mitsu dejó salir un gemido grave y apagado que vibró con los golpes.
Rara vez Mitsu caía rendido ante las caricias de Syusuke, pero el prodigio tenía claro que esa vez iba a conseguirlo. Después de aplicar otra capa de aceite y repetirlo todo desde el principio, comprobó complacido que, al fin, Mitsu se hallaba plácidamente dormido.
Su piel había comenzado a enrojecerse. Syusuke posó las palmas de las manos de nuevo entre los omóplatos y descendió hasta la zona de los riñones. Se detuvo a observar la piel húmeda brillando al sol, dibujando formas suavemente con el dedo. El cosquilleo hizo gruñir a Mitsu.
Syusuke intercambió una mirada fugaz con Keigo, que había abandonado el portátil y los miraba descaradamente bajo las gafas de sol. Mientras Syusuke se inclinaba sobre la espalda de Mitsu de nuevo, llenando su piel de besos, primero rápidos y sonoros y después lentos y profundos, Keigo se acercó a observar con cierta curiosidad su rostro durmiente.
El prodigio disfrutaba del sabor salado de Mitsu, mezcla del sudor, el agua de la piscina y la fina capa de aceite. Keigo no pudo evitar robarle un beso de los labios mientras sonreía, triunfante. Gen, después de permanecer un buen rato tomando el sol con el antebrazo sobre los ojos, inmóvil como una estatua, se levantó y, tras dudar unos instantes, se decantó por el fino cuello de Mitsu, haciéndole ligeras cosquillas con la boca.
En ese momento, Ryoma despertó.
Syusuke y Keigo le hicieron señas para que se uniese a ellos y escogiese una parte de su presa sin hacer ruido, pero en lugar de eso, corrió hacia ellos y los apartó, entre gritos y quejas, arrojándose acto seguido sobre Mitsu, como si quisiera protegerlo.
Mitsu alzó la cabeza, molesto, mientras tanteaba con una mano en busca de las gafas, mirándoles como si fuesen a atacarle de un momento a otro.
- No debí haber bajado la guardia.
Eso es todo. Ah, y felicitaciones a
ary666 por estar más cerca de ser una ¿buena? conductora♥
¡Muchas gracias por leer y soportarme! >.<