Capítulo 2, Alianzas y Traiciones. Primera parte.

Sep 27, 2007 23:50



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Con una brusca intromisión en su cuarto, Canever conoce a los otros miembros de su nueva Manada, los cuales le dan una bienvenida poco ortodoxa, encabezados por el líder de la Jauría Nightcastel.
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Capítulo 2
Alianzas y Traiciones
Primera parte
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Pateando y retorciéndose, Canever fue transportado de un sitio para el otro. Royendo la mordaza y haciendo el mayor ruido posible, se debatía con cuanto conocía en un infructuoso esfuerzo por liberarse de quien fuera que se lo estaba llevando. Contorsionándose como una serpiente y oponiéndose con todas sus fuerzas, recibe varios golpes para que deje de debatirse, pero solamente lograron que incrementara sus esfuerzos.
Lo que creyó que era una banda plástica rodeándole las muñecas resultó no serlo al tratar de partirla con su fuerza lupina, encontrándose con que debía tener alguna aleación metálica, por la férrea resistencia que le opuso, y al comenzar a romperle la piel, entendió que debía tratarse de una fusión con plata..., con lo que le quitó la esperanza de poder deshacerse de ella y utilizar sus manos en su defensa, pero eso no evitó que se encrespara con mayores bríos. Otros captores se unieron a la refriega cuando estuvo a punto de escapárseles dos veces, haciéndole imposible un tercer intento.
Ya deben sumarse unos siete agresores los que lo retienen, Canever lo sabe por los tres que puede sentir deteniéndole las piernas, los dos que rodean su cintura y le alzan por las caderas, más los otros dos que aferran cada uno de sus brazos, conteniéndole su tórax de retorcerse. Todos son Licántropos por la fuerza que despliegan al sujetarlo y las largas garras que le clavan sin clemencia.
Repentinamente notó como la temperatura descendió drásticamente a su alrededor, y un penetrante olor a moho y humedad, se le filtró por sus dilatadas fosas nasales cuando es sentado con brusquedad en una silla que crujió con su peso.
La venda le es removida de los ojos y es deslumbrado por una lámpara dirigida directamente a sus iris. Puede atisbar hacia los lados los muros de piedra que suben a un techo abovedado subdividido con gruesos pilares. Parece que lo han llevado a una mazmorra o una cava en lo más profundo de los sótanos.
Otras lámparas son encendidas permitiéndole reconocer las formas y sombras que se deslizan en torno y lo estaban rodeando. Hay como una veintena de Licántropos cercándolo, con la altura y corpulencia de los Guardianes.
Canever supuso que tarde o temprano tendría que conocer a la Jauría que custodiaba a los Nightcastel, pero no esperaba un recibimiento como éste...
-No es más que un debilucho -detalló un Licántropo a su derecha.
-...solamente piel y huesos -concordó una voz femenina...
-No puede cuidarse ni a sí mismo..., mucho menos cuidará al Tesoro de Alexandrus... -opinó el que tenía más al frente y se lanzó sobre el lobezno.
Canever estiró sus brazos al levantarse del asiento, y doblando los hombros pasó sus muñecas por debajo de sus piernas, colocándolas al frente al mismo tiempo que le propinaba una poderosa patada al Hombre lobo que se le aventó, haciéndole dar dos volteretas en el aire antes de estrellarse contra el suelo. El joven lobo se terminó de elevar dando un giro, llevándose la silla con el mismo movimiento, para hacerla pedazos contra el Licántropo que tenía a su derecha, derribándolo también. Se arrancó la mordaza de la boca, escupiendo el trapo que le embutieron allí y cuadrándose, se enfrentó al resto del grupo. No tiene mucho que agradecerle a los Vampiros, pero es una suerte que su primer amo, Gustav Kingston, le hubiera proporcionado toda clase de maestros en el arte de la defensa personal. Misógino y en extremo macro-fóbico, Kingston le temía a todo, así que necesitaba a su lado al Guardián perfecto.
-Mírenlo -se burló alguien de gruesa voz, desde las sombras-, se cree que sabe pelear...
Canever se volvió hacia él y le hizo un movimiento con sus dedos.
-¿Por qué no vienes a medir tus palabras? -retó al desconocido por aquella superficial suposición.
El aludido salió a la luz, presentándose. Se podría decir que alcanza los dos metros de altura y el ancho de su espalda le llegará a los setenta y cinco centímetros entre hombro y hombro, su piel es de bronce y tiene muy castaños los ojos. Lenta y arrogantemente se giró hacia otro Licántropo que todavía no se dejaba ver.
-¿Qué dices, Canmaster...? -le solicitó, como si necesitara autorización para proceder.
El nombre pronunciado provocó que una oleada de miedo cruzara por la cabeza de Canever. De todos los Hombres lobo que ha escuchado mencionar, el más renombrado, el más versado, el más poderoso, el más respetado y toda una leyenda entre los mismos Vampiros es Canmaster.
Si los Hombres y Mujeres lobo tuvieran un rey, él lo sería.
El Alfa (1) de la Jauría Nightcastel sale de la penumbra con aire majestuoso. Tiene el cabello castaño, algunas hebras de plata le pasan por los costados de las sienes y el flequillo se le levanta erizado, luce una esquilada y bien cuidada barba de algunos días que le delinea su cuadrada barbilla, sus pobladas cejas son rectas, aflorando en una nariz de mediano tamaño. Su apariencia no sobrepasa los treintaicinco a cuarenta años humanos.
Canever estuvo a punto de inclinarse ante él, pero recordó que no estaba en la situación propicia para hacerlo.
Canmaster asomó una rara sonrisa en sus labios mirando al lobo de bronce que todavía aguardaba por su aprobación.
-¡Atrápenlo...! -les ordenó, señalando hacía Canever.
El lobezno aspiró profundamente al verlos venir hacía él, cerró los puños en uno solo al estar imposibilitado de desprenderse de la banda que lo tenía maniatado y arremetió cuando uno a uno los Licántropos de la Jauría Nightcastel le saltaron encima. Con una mezcla de taekwon-do, aikido, jiu jitsu y baile capoeira el suelo dio cabida a todos los que intentaron atraparlo y al final solamente quedó de pie el Licántropo oscuro.
-¡Acábalo, Wildclaw...! -escuchó Canever el grito de una voz familiar.
No pudo mirar al interlocutor que azuzaba al gran lobo porque una de las manazas del mismo se le cerró alrededor del cuello y lo levantó. Canever recordó que uno de sus maestros le había enseñado que la mejor forma de combatir la fuerza era con la agilidad, así que conectó un rodillazo contra la quijada de su adversario, logrando que le soltara el cuello y al volver a sentir el suelo bajo sus pies, dobló su cuerpo como si sus huesos no tuvieran articulaciones y se escabulló por entre las piernas del gigante, pero no le soltó la mano con que lo había sujetado y levantándose por el otro lado, la alzó, golpeando con ella la entrepierna del Licántropo como si usara una garrocha.
Wildclaw emitió un agudo gritito y sujetándose su adolorida bragadura, cayó de bruces para no volverse a levantar.
Libre de aquella inconveniencia, Canever se giró en redondo buscando más agresores y se encontró de frente con Canmaster.
La aparente edad en su cara no era compartida por la agilidad de los movimientos del Alfa, que levantando un brazo, bloqueó el golpe que el lobezno trató de asestarle y sin saber cómo el can mayor movió sus pies, el joven se encontró con sus rótulas laceradas por una patada y en los segundos que le tomó llegar al suelo, ya lo tenía encaramado sobre su pecho, con una de sus rodillas hundiéndole su manzana de Adán hasta la laringe.
-Tú me dices cuando..., cachorrito -le fustigó Canmaster al llegar contra el suelo.
-N-No..., s-soy tu..., cachorrito -resopló Canever, jadeando los pocos gramos de aire que pudieron pasar por su aplastada garganta.
El Alfa se rió de su coraje y alzó sus ojos...
-¿Y tú qué opinas...? -interpeló con alguien que Canever tenía fuera de la vista. Una figura se les aproximó y el lobezno de ojos dorados se encontró con Brandon mirándolo muy autosuficiente por encima de su cabeza-, ¿...éste cachorrito le es fiel a los Licántropos o a los Vampiros? -agregó a su pregunta, el lobo mayor.
-Definitivamente a los Vampiros, Canmaster -le respondió Brandon con desprecio.
El Alfa contempló a su jadeante cautivo, que continuaba batallando por quitarse su rodilla del cuello y volver a respirar.
-¿...y qué propones que haga con él...? -le consultó nuevamente Canmaster a Brandon.
La mirada del Guardián Yamato se tornó fría e indiferente.
-Yo que tú le quiebro el cuello de inmediato -respondió.
Canmaster se soltó a reír con una marcada ironía y dejó de mirar a Canever para dirigirse al lobo castaño.
-¿Eso crees...? -comentó, y centrándose nuevamente en el que tiene debajo de su cuerpo, retiró su pierna del aplastado cuello al incorporarse con agilidad, tomó las atadas manos del lobezno y lo levantó de un solo impulso. Canever rebotó sobre sus pies al enderezarse, algo mareado, resoplando y tosiendo al tiempo que Canmaster lo arrastraba hasta una esquina del cuarto, en donde recogió un alicate de un estante con el que cortó la ligadura. Antes de comprender que sus manos estaban libres, el lobezno con ojos de ámbar se encontró con el pie del Alfa haciendo contacto contra su pecho, devolviéndolo al centro de la mazmorra de una contundente patada, cayendo al piso asfixiado con aquel golpe tan brutal-, pero no eres yo, Brandon. ¿Qué clase de Hombres lobo seriamos si comenzamos a matarnos entre nosotros? -amonestó el Alfa mediterráneo al lobo castaño, haciéndole bajar la cabeza con reverencia-. No voy a desperdiciar la sangre de un Licántropo con tantos bríos y buen entrenamiento solamente porque a ti no te agrada -mientras hablaba, se iba acercando nuevamente al desmadejado Canever, quien seguía resoplando, tirado en el suelo-. Damien fue uno de mis amigos personales y de más confianza -le dijo, inclinándose de cuclillas, con su cara muy cerca a la del lobezno-, fuimos compañeros de armas desde que llegué a este Aquelarre. Cuando fue eliminado durante el ataque a los Carkun, sufrimos una gran pérdida -varios de los Licántropos alrededor inclinaron sus cabezas en señal de respeto mientras los iris de Canmaster se le tiñeron de naranja y continuó-, aunque tuvimos muy poco tiempo para deliberar a quien el amo Alexandrus escogería como sustituto para cuidar a su primogénito..., comprenderás nuestra descomunal sorpresa cuando los mejores y más aventajados Guardianes de la Jauría fueron dejados de lado por un advenedizo insurrecto que fue encontrado en una de las celdas de la casa que acabábamos de eliminar y en donde perdimos a nuestro incomparable Guardián de cabecera -y se levantó cuando Canever intentó pegarle un derechazo-. Hummm, yo solamente le sugerí al amo Alexandrus que de algo podrías servir..., no que te regalara a Ibrahim para que sustituyera a Damien contigo.
-¡¿Tú qué...?! -prorrumpió Canever mirando de hito en hito al líder de la Jauría.
-Ahora puedes dejar de subestimar la influencia que tienes sobre Alexandrus..., Canmaster -glosó altivamente Brandon y señaló a Canever-, y te recomiendo que no subestimes a este imberbe. Esta misma noche se las arregló para que Ibrahim lo llevara fuera de la casa -y se fue sobre Canever para abrirle bruscamente la camisa, descubriéndole la piel del hombro que apenas estaba terminando de restaurarse-, ¿ves...? Ni siquiera tiene el sello de propiedad -recalcó y se alejó ágilmente cuando el caído trató de golpearlo también, lanzándole su más enconada mirada.
-No subestimo nada ni a nadie, Gris -le gruñó Canmaster a Brandon, mientras Canever se volvía a cubrir el hombro, preguntándose como supo el Licántropo Yamato lo de su sello personal. Con sus rodillas adoloridas y todos los Hombres lobo que golpeó rodeándolo, el panorama no pintaba nada bueno para su persona. Se dio valor y se preparó para lo peor. Sentía miles de mariposas bullendo en su estómago, pero no demostró cuan asustado estaba, desafiando directamente al Alfa de la Jauría Nightcastel sin apartar su mirada del fondo de sus ojos. Canmaster seguía observándolo con una abierta burla, volviendo a inclinarse a su altura-. Tienes suerte de que me caíste en gracia. Me gusta tu estilo, cachorrito -le dijo, y sorpresivamente le estampó un puñetazo en plena cara, que le hizo batir la cabeza contra el pavimento, provocándole tal porrazo que el Licántropo de ojos dorados perdió totalmente el conocimiento, quedándose sin noción de nada más a su alrededor.
Canmaster se giró en dirección de Wildclaw y le señaló al noqueado lobezno.
-Devuélvelo a su habitación, déjalo en su cama -le ordenó-. Llévale algo de comer más tarde.
El Licántropo de bronce levantó a Canever como si no tuviera peso alguno y lo zarandeó frente al resto de la Jauría.
-Va a necesitar que alguien lo acoja -gruñó, elevándolo un poco más, exhibiéndolo ante todos-. ¿Quién lo quiere?
Un par de hembras jóvenes hicieron un ágil movimiento al adelantarse pero fue Canmaster el que alzó la voz.
-Yo lo tomo.
Todos en la mazmorra se volvieron hacia su líder y un murmullo subió entre ellos. Wildclaw dejó de batir a Canever, casi dejándolo caer al suelo.
-Tú eres el Guardián principal de Alexandrus, tú no puedes tomar una tutela -le reprendió.
Los ojos de Canmaster se le tornaron totalmente amarillos y se aproximó amenazadoramente a Wildclaw.
-Ibrahim siempre está donde se encuentre Alexandrus -le contestó sin que su voz le sonara alterada o furiosa, pero estaba cargada de una advertencia que sobresalía en cada sílaba que pronunciaba-, puedo tomar bajo mi cuidado a quien me dé la gana -y levantó la cabeza de Canever sujetándole la quijada-, y más cuando la persona más importante de la casa Nightcastel está en las manos de este cachorro.
Wildclaw tomó con más cuidado a Canever y se lo acomodó mejor sobre el hombro.
-Sí, señor -le contestó a Canmaster y haciéndole una respetuosa caravana, salió de su presencia.
El can mayor se giró entonces hacia Brandon.
-Es hora que vuelvas con tu Jauría -le indicó. El Licántropo castaño se inclinó muy ceremoniosamente y se estaba dirigiendo hacia la salida cuando escuchó de nuevo al lobo Alfa-. Brandon -le llamó y el lobezno se detuvo, devolviéndose a darle la cara a su superior y éste le sonrió con una expresión glacial-. No te encariñes con tu ama -fue la advertencia que le dio Canmaster.
El Licántropo castaño volvió arrugar su nariz y haciéndole una entrecortada inclinación de su cabeza, metió el puño de su mano contra la palma de la otra, a la usanza japonesa, y abandonó el lugar.

Canever fue depositado en su cama y como un cachorro pequeño, fue arropado y recuperó la consciencia justo cuando Wildclaw estaba dejando su habitación. Se lastimó al intentar mover su quijada y al querer levantarse, sus rodillas se le resintieron. La luz fue encendida de golpe y por instinto tomó un cenicero, tratando de arrojarlo.
-¡Deja eso! -le advirtió la voz de Ibrahim.
Canever lo descubrió en la puerta de su cuarto, con la mano todavía puesta sobre el interruptor.
-Aauum -se quejó, devolviendo a su lugar el precario objeto con el que pretendía defenderse.
Ibrahim se acercó a la cama, mirándolo mejor.
-Escuché un ruido -le dijo, reparando en el lobuno tabique lastimado y los tres rasguños que dejaban escapar un chorrillo de sangre-, ¿qué fue lo que te pasó?
Canever no estaba seguro de cuales serían las consecuencias de contarle lo que la Jauría le había hecho, pero no pudo suprimir un nuevo gemido al tratar de hacer espacio cuando su amo se sentó a su lado. El rostro del Vampiro se le mudó al instante y se movió con más cuidado, mirando a su esclavo entre cómplice y conmisero-. Fue Canmaster ¿verdad...? -inquirió, señalando hacía las lastimadas rótulas del lobo-, las rodillas son su especialidad -comentó y sin más, levantó las cobijas de Canever, destapándolo-. Tiene una manera muy curiosa de darle la bienvenida a los nuevos...
-No cabe duda de que está preocupado por usted, señor -le respondió Canever.
Una sonrisa sincera acudió al rostro de Ibrahim.
-Canmaster me crió -comentó con lasitud-. Vino al Aquelarre Nightcastel con mi madre, cuando ella se casó con mi padre y pasó a pertenecerle a él cuando ella murió. Él fue uno de mis maestros en la Casa Yamato, me conoce mejor que nadie y cuida de mí más que a mi padre -mientras le hablaba, iba examinando las piernas de Canever, inspeccionando si no fue roto algún hueso, al asegurarse de que no hubo ninguno se abocó sobre la mancha de sangre que se le estaba comenzando a formar al lobo en el centro de los pectorales-. Parece que nuestro destino es estarnos curando mutuamente -le dijo y se metió en el baño, regresando con el pequeño botiquín de primeros auxilios y con inocencia, sus manos se fueron a la pretina del pantalón del lobezno, soltándole el botón y cuando puso sus dedos sobre el zipper, Canever atravesó sus manos, deteniendo las de Ibrahim, apartándoselas de un tirón.
-Déjame -le ordenó a su amo, enrojeciéndose como la grana-, no es necesario.
-De nada me sirves con una lesión permanente -le amonestó Ibrahim, apenas recuperándose de aquella autoritaria reacción de un esclavo-. A veces Canmaster no mide su fuerza -y retiró las pudorosas manos del lupino-. Además, no eres el primer Licántropo que veo sin pantalones -le informó, sacándole la prenda con fastidio, pero sus movimientos no eran bruscos y se movía con precaución. Al retirar el pantalón, la herida que saltó ante su vista tenía la silueta de una bota y el roto que dejaba escurrir la sangre estaba por la orilla-. Voy a tener que darle un escarmiento a Canmaster -comentó el Vampiro, sacando del botiquín las vendas, gasas y comenzaba a humedecer el algodón en la solución desinfectante.
-Por favor..., mejor no lo hagas -le pidió Canever, renuente a crear más conflictos con la Jauría y menos con el líder de la misma-, no fue na...aauuch... -respingó cuando el astringente comenzó a burbujear sobre la abrasión.
Ibrahim le lanzó una mirada analizadora y Canever se dio cuenta de que lo estaba tuteando.
-No te afanes -le respondió el Valorem, tuteándolo también-, los Nightcastel no somos tan formales... -y comenzó a vendarle la pierna-, siempre y cuando tengas claro en donde depositas tus lealtades.
Por un momento a la mente de Canever se asomó la imagen de Brandon, pero apenas fue un destello que rápidamente ahogó, y la cara de Canmaster sustituyó la del Licántropo Yamato y el inverosímil cometario de que le había caído en gracia...
-...en eso tienes la razón -comentó Ibrahim, leyéndole descaradamente el pensamiento-, debiste causarle una buena impresión a Canmaster si solamente se conformó con golpearte las rodillas -y se rió, volviendo a guardar los implementos de curación en el botiquín.
Canever chasqueó ruidosamente su lengua. Si esa era una buena impresión, no quería saber que provocaría una mala.
-Me agarró desprevenido..., eran más que yo...
-Ja, ja, ja -se burló Ibrahim-. La próxima vez ponle el seguro a la puerta..., y a la ventana -y después de dejar el botiquín de nuevo en el baño se fue hasta la puerta de su habitación-. Supongo que no tienes ganas de ir a comer con la Jauría. En cuanto Sayan te traiga la ropa que le ordené, le encargaré que te traiga de comer aquí -y la melancolía volvió a su cara-. Esta noche tendremos una visita importante. La Casa Yamato vendrá a una recepción que les ofrecemos, un preámbulo de la boda.
Canever pensó que en su vida había llegado a ver a un novio tan triste. Ni siquiera en sus peores días, la cara del ama Claudia se acercaba a la que tenía Ibrahim.
El joven Vampiro volvió a sonreírle con conmiseración.
-¿Sabes que tienes demasiada alma para ser un Guardián? -le comentó-. Cuando un Vampiro encuentra a su pareja perfecta, la conserva de por vida -y lanzó un largo suspiro-, es una lástima que no sea el caso de Ran y yo -se quedó contemplando el vacío varios segundos-. Creo que ella ya escogió al suyo -el pecho del Vampiro produce un suspiro tan afligido que Canever sintió como si le desgarraba el tórax lupino-, en cuanto a mi compañera ideal..., fue mi padre el que escogió la más adecuada..., para el clan, para su casa y para mí. Supongo que debo confiar en su criterio...
-Puedes negarte -sugirió irreflexivamente Canever y se paralizó por su atrevimiento.
-Sí, puedo hacerlo -le contestó Ibrahim, entre divertido y dolido-, pero convertiría a la Casa Yamato en la enemiga de la Casa Nightcastel..., y prefiero estar atado a una mujer hermosa por lo que me quede de existencia que a una guerra -volvió a suspirar, recostando su espalda al marco de la puerta-. Nuestras madres eran hermanas gemelas, las dos fueron casadas al mismo tiempo, en las mismas alianzas en que fuimos comprometidos Ran y yo, se embarazaron en la misma época y nos dieron a luz en mismo día -la garganta del Vampiro se quebró con un sollozo y cerró sus ojos, aspiró profundamente varias veces antes de que pudiera volver a hablar-. No puedes echar de menos a quien no conociste ¿verdad? -La sonrisa en sus labios se le volvió una mueca amarga y punzante que Canever estuvo a punto de ir a su lado y abrazarlo-. Ran y yo fuimos comprometidos segundos después de ver que yo era un varón y de que ella era una niña. No era una unión corriente, dada la cercanía de nuestras sangres, pero ni Alexandrus ni Sumotai estaban dispuestos a perder el linaje puro que representaba la Casa Árabe -y se aproximó al espejo que estaba en la pared, examinándose un momento-, nadie al verme diría que soy mitad árabe -comentó, torciendo aún más la sonrisa que tenía en los labios, ya de por si amarga-, y en cuanto a que Ran sea..., bueno..., ella tiene la combinación única de ser medio japonesa y medio árabe -y miró a Canever, cambiando su dolor por picardía-. Ninguno nos parecemos a nuestras madres, tiramos más a la herencia genética de nuestros padres.
El lobezno se abatió con aquellos cambios de humor. Aunque su amo no parecía estar del todo conforme con aquella boda arreglada, por lo que había presenciado en aquella discoteca, tanto él como la joven habían encontrado alguna forma de placer en aquella tirante situación. Prefirió no proseguir con aquella conversación que entristecía tanto a su amo y buscó cambiar de tema, relamiendo entre sus labios el nombre del Vampiro.
-Ibrahim significa “Padre De Multitudes” -ilustró el lobezno.
El Vampiro hizo un cambio sustancial en su expresión, aunque no desapareció totalmente de ellos la pena.
-Mi madre sobrevivió al parto los segundos suficientes para darme ese nombre -le informó, diluyéndosele poco a poco la sonrisa amarga al volver a hablarle-. Eres un Licántropo instruido. Tú y yo nos la llevaremos bien -y le dió la espalda, encaminándose a la salida de la alcoba-. Es mejor que descanses y duermas -le aconsejó-. Esta noche estarás a mi lado cuando veamos a los Yamato -y se detuvo un momento, mirando al lobezno sobre su hombro-. Te aconsejo que le pongas atención a Canmaster, puedes aprender mucho de él -y se marchó por donde entró.
Canever se quedó en la cama, sopesando su increíble situación, comenzando a entender que, a pesar de todo, se trataba de una increíble buena suerte.
Estaba contemplándose el vendaje que le fue aplicado a sus rodillas cuando la puerta se abrió de nuevo, se incorporó con alegría, esperando que Ibrahim hubiese regresado para decirle algo más, pero resultó ser el ama de llaves la que se apareció por la puerta que daba al pasillo, empujando un perchero cargado con varias camisas, pantalones y zapatos, entrando detrás de ella venía Wildclaw, rezongando airadamente.
-...no soy ningún mandadero -retractaba el Licántropo de bronce, introduciéndose al cuarto como si fuese el dueño, en tanto dejaba varias charolas sobre la mesita central, contempló con malos ojos al suspenso lobo que estaba a punto de saltar de la cama, por si aquel Beta (1) quisiera terminar lo que había comenzado en la bodega, apenas atinando a echarse encima una de las mantas para cubrir su casi completa desnudez-, hay miles de sirvientes para estas cosas.
-Fueron las órdenes del amo Ibrahim -le restriñó Sayan a Wildclaw, comenzando a meter la ropa en el armario y las gavetas-. Es nuestro deber obedecer.
-Bha... -le gruñó el enorme lobo, acentuando su arría mirada en Canever-, yo debería estar en estos momentos en esa cama -y tiró de una de las camisas de seda que la Mujer lobo está intentando guardar-, y toda esta ropa debió ser mía -rugió, mientras el lobezno se preparaba para echar a correr por su vida-. Yo era el más capacitado después de Damien para ser el custodio de Ibrahim. Era a mí a quien Alexandrus debió escoger, soy yo el que tendría que estar cuidándolo en estos momentos..., yo debí ser señalado por Canmaster y no éste alfeñique aprovechado...
-¿...y por qué no se lo reclamas al amo Alexandrus? -le exigió la voz de Ibrahim desde la puerta.
-M-Mi señor -se azoró Wildclaw, dándose la vuelta y cayendo de rodillas ante el su joven amo-, y-yo creí..., yo pensé...
-¿Qué estaría al otro lado de la casa y no en mi habitación...? -le completó Ibrahim con dureza.
-Señor..., mi señor...
-¡Cállate perro! -le riñó el Vampiro, moviéndose hacia Wildclaw. Desde su cuarto había escuchado las voces y se había regresado sobre sus pasos solamente para sorprender la airada retahíla del Licántropo oscuro-, si es por la lengua que te pisas a cada rato que no te quiero como Guardián -y le apuntó con su dedo hacia la puerta-. Te largas y te me quitas de la vista..., y dile a Canmaster de mi parte que no quiero volver a ver ni un rasguño en mi Guardián, que sabré quien se los hizo aunque Canever los proteja y no me quiera decir quien fue.
Wildclaw se escabulló con el rabo entre las patas e Ibrahim tomó del perchero un espléndido traje de tres piezas y lo puso en una de las esquinas de la cama.
-Me complace tu gusto en ropa, Sayan -le dijo a la Mujer lobo, mientras que ella lucía tan feliz que de tener cola, la estaría meneando-. Usarás este traje para esta noche -le ordenó Ibrahim a Canever, separando del perchero todo un conjunto de blazer y pantalón de color negro-. Bajaremos al salón principal a las ocho de la noche -y sin agregar nada más, se giró en redondo, volviendo a marcharse.
-No hay otro amo como el amo Ibrahim -suspiró Sayan con idolatría.
-Sí -afirmó Canever, todavía añorando a que su propietario regresara una vez más al cuarto.

Como a las seis de la tarde, Canever se quitó la venda, comprobando que no quedaban rastros de la herida y tampoco tenía molestias o dolor. También revisó la de su brazo, la cual ya se había curado del todo. Se vistió, poniendo cuidado a su atuendo, las arrugas o las motas que pudieran alterar la perfección.
La camisa es negra al igual que el traje, dándole un matiz más dorado a su piel. Hizo y deshizo varias veces el nudo en su corbata gris satinada, quedándole más larga de lo que debería, así que cerró el saco sobre ella, resolviendo el problema.
Se contempló en el espejo y tuvo que pronunciar su nombre en voz alta para ver si el reflejo se correspondía con sus acciones.
Por primera vez en varios meses sus ojos le brillaron.
-Te queda muy bien el color negro, cachorrito.
Canever dio un salto y cayó frente a Canmaster.
-¿Habrá alguna forma de ponerle una alarma a esa maldita puerta? -Le gruñó con insolencia-, y prefiero que me llames Canever.
El Alfa se sonrió como si le hubieran formulado un chiste.
-Calma, fosforito, solamente vine a decirte como debes comportarte esta noche, no tengo mucho tiempo, así que pon atención...
-Yo no necesito que me digas lo... -le gruñó Canever con petulancia..., y tuvo que detenerse antes de poder completar su ringlera. Acababa de entender porque el Alfa de la Manada Nightcastel estaba en su habitación, recién de informarle que estaba muy ocupado-, ¿tú tomaste mi tutela?
El can mayor le hizo un gesto con su dedo para que lo siguiera.
-Ven conmigo. Lo que tienes que ver es importante -le dijo y se alejó por la puerta.
Canever no dudó esta vez en seguirle, intrigado y adulado de que el comandante principal de la Jauría fuera el que se encargara de enseñarle los manejos de la casa. Eso se deja para los sirvientes menores, no para el mayor de los Guardianes.
Canmaster se volteó hacia él, contemplándole con apreciación.
-Como ya te dije antes, estás a cargo de lo más importante de esta casa y tengo que asegurarme de que lo hagas bien.
Canever casi se cae de bruces.
-¿Acaso puedes leer mi mente? -indagó, patidifuso.
-Si te aplicas y eres hábil, tú podrás leer la mente de cualquiera, incluso la de los Vampiros -le informó Canmaster, deteniéndose para contemplarlo de manera diferente-, y también podrás bloquearlos para que nunca sepan lo que tienes aquí -y señaló su sien, volviendo a reanudar su marcha.
-Los Hombres lobo no pueden leer mentes... -porfió Canever..., aunque, como un chispazo, la manera como él había conseguido resguardar sus pensamientos de las intromisiones de Seratu Carkun se le atravesó entre ceja y ceja.
-Claro que podemos. Los Licántropos somos capaces de hacer muchas cosas -le ratificó Canmaster-. Es solamente que los Vampiros no quieren que sepamos que podemos hacerlas. Imagino que sabes leer y escribir.
-Sí. Sé leer y escribir.
-Espero que te guste la lectura -comentó, deteniendo sus pasos suspirado, aunque volvió a caminar cuando el lobezno lo alcanzó.
-Mis dos primeros amos me permitían leer... -le dijo Canever.
-Gustav y Claudia -comentó Canmaster-, aunque dudo que con Seratu pudieras.
¿Cómo sabía tantas cosas...? Canever comienza a sentir un verdadero respeto por el Licántropo.
Han llegado hasta una gran puerta y antes de entrar, el Alfa mediterráneo se puso un dedo ante sus labios indicándole silencio, para luego abrir la cerradura. El aire que azotó sus rostros era rancio, cargado de herrumbre, humedad y la sofocante saturación de sangre podrida.
Canmaster se asomó a lo que parecía ser la parte alta de una galería circular y Canever se apresuró a ir a su lado cuando escuchó un chasquido y un lamento contenido. El sonido lo reconoce muy bien, las marcas alargadas en su espalda y en sus brazos ya se han borrado, pero el recuerdo del látigo que las infringió nunca dejaría su mente.
Bajo sus pies, tiene una cámara de torturas, con implementos antiguos, coronando el espectáculo con un par de potros y gruesas cadenas. Hay algunos tristes Hombres lobo mirando detrás de los barrotes de unas ruinosas celdas y hasta hay algunos humanos en algunas de ellas, es el suplemento vivo del alimento de los amos de la casa. En medio de la estancia el verdugo que allí se encuentra descarga un nuevo latigazo en la sangrante espalda de una joven loba.
Canever se estremeció de los pies a la cabeza como si aquel largo trozo de cuero retorcido con pequeños filamentos metálicos en sus puntas se restriñó sobre su piel.
-El Vampiro del látigo es Cyrus Scranton -escuchó una voz que no había oído antes. Buscó a su alrededor el tercer personaje que se les había unido, antes de comprender que aquella entonación ronca, glacial y dura había salido de Canmaster. El rostro sigue inexpresivo, convertido en una máscara estática de las facciones del Licántropo, pero un nuevo chasquido delata una explosión en las ya dilatadas pupilas y un relámpago en los iris completamente amarillos-. Él es el encargado de aplicarte el castigo que todo aquel Vampiro que lo desee en la casa quiera darle a cualquiera de la Manada, incluso a ti, aunque le pertenezcas a Ibrahim.
La fusta marcó un nuevo surco desde el hombro de la lobezna hasta su cadera y ella se mordió la lengua al gemir de nuevo.
Canever apretó los puños y gruñó, mostrándole los dientes al verdugo...
-¿Qué fue lo que ella hizo...? -le preguntó a su Alfa.
-Ofendió a una de las señoras de la casa. Le pidió que esperara cuando no pudo atenderla enseguida -contestó Canmaster, con aguantada rabia.
-Eso no es una ofensa -reprochó Canever.
-Para el ama Rachel si lo fue...
El látigo se enrolló en la ya precaria cintura de la chica y al retirarlo, el coletazo la hizo resbalar y caer.
-¿No puedes hacer nada? -pidió Canever, girando su mirada al rostro impasible del Licántropo Alfa.
-No hay mucho que un Hombre lobo pueda hacer en contra de un Vampiro -respondió el can mayor, sintiéndose tan impotente como lo estaba el lobezno castaño.
Canever escuchó otro azote y un nuevo lamento, se giró a punto de saltar sobre el despiadado bárbaro, pero la mano de Canmaster se posó en su brazo.
-Nunca alimentes a un Vampiro -le aleccionó mientras sus áureos ojos seguían el movimiento del látigo-, no les muestres tu dolor, tu miedo, tu desesperación, tu frustración, tu rabia, tu odio o tu amor, jamás permitas que vean que sus acciones te afectan, deja que solamente vean en ti lo que quieres mostrarles -y por primera vez desde que entraron en aquel lugar lo miró directo a los ojos. Canever se sintió repentinamente muy extraño al constatar que comparte el mismo color de iris que el Licántropo mayor. Canmaster tiene las mismas vetas verduscas que hay en los suyos, aunque son más oscuros en el borde exterior aclarándose el castaño al llegar a la pupila. El Alfa mediterráneo le hizo un chasquido con su lengua, volviéndolo a concentrar en la situación que presencian-. Sólo tú decides convertirte en un esclavo, no ellos -y su dedo le devolvió su atención a la dantesca escena.
Canever detiene su mirada un momento sobre la chica y poco a poco recupera su autocontrol, ahogando su rabia, disfrazando su nulidad, adquiriendo su rostro una máscara de indiferencia que se iguala a la de Canmaster.
-Aprendes rápido -le glorificó el Licántropo Alfa-, si sigues así tienes una alta oportunidad de sobrevivir en la Casa Nightcastel -y tiró de su brazo, retirándolo del barandal-. Vámonos, esta lección ya fue aprendida -y apresuró sus pasos, sacándolo de aquel lugar.
Sin darle mucho tiempo para revisar los alrededores, Canmaster lo conducía por el castillo, y como Canever no estaba seguro si más adelante tendría una oportunidad como aquella, agarró coraje para hacer las preguntas que por tacto no le había hecho a su señor.
-Ejem..., Canmaster..., me refiero..., Alfa Canmaster... -comenzó a balbucear, inseguro de satisfacer su curiosidad-, ¿puedes hablarme de Damien? Creo que ese fue el nombre que mencionaste..., el que era el antiguo Guardián de Ibrahim..., Ejem, el amo Ibrahim.
Canmaster se detuvo, como si una mano invisible lo hubiese agarrado por los hombros y lo hiciera girar hacia el lobezno. Entornó sus ojos contemplando a Canever de hito en hito.
-¿Por qué preguntas sobre Damien? -inquirió.
-Solamente quiero ser un mejor Guardián para el amo Ibrahim -le contestó Canever, arrepintiéndose un poco de haber preguntado ante la seriedad que había adoptado su Alfa-. Dijiste que había muerto durante el ataque de ustedes a los Carkun..., y bueno..., yo solamente quiero saber cómo pasó...
El Alfa contrajo aún más sus cejas, torciendo su boca en un mohín confuso.
-Yo no lo presencié, no sé exactamente lo que le pasó. Estaba protegiendo al señor Alexandrus y al señor Ibrahim cuando los Carkun nos rodearon, y nos separaron en varios grupos..., para cuando logramos dominarlos, habíamos sufrido varias bajas, y Damien fue una de ellas. Wildclaw estaba con él, nos dijo que los Carkun se habían enfocado en él por ser el Guardián de cabecera de Ibrahim, pensando que estaban juntos y lo estaba protegiendo.
-¿Al amo Ibrahim le dolió perderlo? -preguntó Canever, sintiendo que su corazón le golpeaba las costillas con más fuerza que la normal.
-Mejor dile “Señor Ibrahim”, así te ahorras tiempo, gastas menos energías y a Ibrahim le gusta más -le recomendó Canmaster, dejando el gesto ceñudo al pensar un momento en su joven amo-. Por supuesto que le dolió, Damien fue el único Guardián que tuvo desde que nació, pero no esperarás que un Vampiro se eche a llorar por la muerte de un Hombre lobo. Damien tiene pocos días de muerto y ya el señor Alexandrus lo sustituyó contigo.
Canever se aprensó, con tantas atenciones y la alegría de no estar muerto, se había olvidado que era solamente un esclavo, no mejor ni peor que aquella lobezna que había presenciado ser ultrajada a latigazos.
Canmaster leyó más que sus pensamientos, sintiendo lo oprimido de su corazón.
-Quizás no llore ni lo demuestre con un luto, tampoco ha tenido mucho tiempo para asimilarlo, pero te aseguro que a Ibrahim le dolió la muerte de Damien. Recuerda también que es inglés y ellos se caracterizan por no expresar sus emociones.
Canever lanzó un gruñido ante el cándido intento de Canmaster de disculpar la indiferencia de su joven dueño. Pero como tampoco tienen el derecho de juzgarlo, cualquiera es libre de manejar su dolor y sus demás emociones como bien le plazca.
-Vamos... -le apremió Canmaster, dándole una ojeada al reloj de cadena que sacó del bolsillo su chaqueta-, ya vamos requetetarde... -y reanudando el paso veloz terminó de conducirlo hasta la galería principal en donde ya los esperan varios Guardianes, igualmente ataviados con el traje negro y sus corbatas perladas-. No abras la boca y has exactamente lo que yo haga -le adoctrinó el Alfa, yendo a colocarse al frente de todos los Guardianes al mismo tiempo que le señalaba el puesto vacío que tenía a su izquierda de donde apartó a Wildclaw.
Como un reflejo de su escolta personal, los Vampiros Nightcastel fueron entrando al salón, precedidos por Alexandrus e Ibrahim, quien estaba ubicado al lado de su padre. El joven Vampiro le dedicó una mirada a Canever y por la comisura extendida de su boca, el lobezno comprendió que su amo estaba complacido con su apariencia.
El traje que lucia era tan negro como el de Canever, con la camisa de un lino muy fino y la corbata rojo sangre. Cada cabello parecía haber sido acomodado con precisión milimétrica y lo llevaba recogido en una minúscula colita arremolinada en su nuca.
Antes de que Canever pudiera detallarlo un poco más, se escuchó el sonido de varios autos entrando y minutos después, la comitiva Yamato cruzaba por la puerta principal.

Se interrumpe aquí la primera parte.
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Y haciendo un inesperado salto en el capítulo, se les exhorta a ir a buscar, a paso veloz, la continuación de esta increíble historia.

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Bueno, aquí lo tienen, la verdad es que ahora tengo una muy buena excusa ya que me demoré en esta entrega porque estaba enfrascada en la boda de mi hermana, en donde tuve que ser la orquestadora, padrino/madrina, apaciguadora de novias neuróticas, niñera, zapatera, costurera, florista, litógrafa, consejera legal, arbitro, además de mil cosas más que se me escapan en este momento, y hasta que no se largó a su Luna de Miel, no me pude dedicar a mis anchas a escribir lo que deambulaba por mi mente. Helo allí, el capítulo dos y a ver si adivinan todas las sorpresas que les tengo preparadas.
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