De la madeja intragable, la última de batman.

Aug 01, 2012 17:22

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(Danger, spoilers)

Un intrépido Nolan se columpia hasta lo bizarro intentando hacernos digerir esta propuesta titánica. En cuestión de minutos nos envuelve en un ritmo errático, pasando de lo torpe y apresurado a una agonía flemática en un golpe de cámara (IMAX).

Los giros argumentales que atienden a las tropecientras subtramas rozan el funambulismo; el tono es grandilocuente, retórico y sentencioso hasta lo lamentable: una épica de mercadillo copada de clichés. La intención de trascendencia no se respalda con apoyo en el texto, que se ceba especialmente con el genial Caine, convirtiéndole en un amasijo melindroso y pusilánime.

El bombardeo incesante de personajes, que se sienten huecos sin estarlo, al no permitirles profundizar en su propia historia, produce un agotamiento atroz, así como el sobrante metraje, recortable y pegajoso cual debate presidencial.



Un pretendido realismo mal entendido se aplica a las localizaciones, luminosas y fieles a un NY de documental; retratando una Gotham descafeinada y contenida que destroza la renegrida nebulosa de sofisticación envolvente al cómic, a contrastar con la sucesión de odas a lo inverosímil, lo inconcebible y las patadas a la lógica humana que sacan totalmente de la historia.

La trama es ambiciosa y compleja, interesante el hincapié en la representación de batman en un sentido psicológico, como metáfora de la vulnerabilidad de los héroes. Los efectos visuales tan impecables como excesivos, la banda sonora tan genial como sobreexpuesta, y el reparto es excelente, pero se ve ahogado por el ritmo caótico del conjunto.

Resulta evidente la intención feroz de atar cabos en la historia, resuelta en ciertos puntos de modo ingenioso, pero todo se nos muestra masticado, obvio (¡¡¡soy Robin, soy Robin, os acordáis???), la explicación pueril mezclada con el trenzado de nudos imposibles y una carísima fábrica de elipsis.

La química entre bat y cat, nula; hay endogamias más pasionales en la casa real e incluso él parece sentirse más estimulado por el propio Caine y su emotiva servidumbre. Por el resto, Bale es a todas luces genial, pero se le muestra excesivamente abatido, desaparecido en pantalla y para colmo quejumbroso y sollozante (¿vas a dejarme?).

El vestuario es muy acertado, especialmente la representación de la Selina de cómic, aunque el físico de la elegida para emularla discutible: Hathaway más creíble resultaría acariciando un chelo envuelta en tules que en tamaña persecución mortal; carece de carisma y de obligado tinte oscuro.



El estallido de la pseudoanarquía, muy adecuado como paralelismo de la situación financiera actual, aunque queda enterrado por el desenlace destilador de moralina y repugnante ideal americano.

No admite un consciente segundo visionado, y el primero sólo se supera si se acude con expectativa relajada e intención palomitera. Supongamos de modo amable que Nolan aceptó pagar un alto precio en corsés comerciales para lograr proyectar su dramática visión de la historia: condescendencia aparte, no es ni de ácido un final remotamente digno.
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