Fandom: Assassin's Creed
Título: Mujeres
Claim: María Thorpe-Altaïr Ibn L'Ahad
Extensión: 3378
Resumen: Lo había perdido todo, pero lo que no sabía era que su suerte estaba a punto de empeorar.
Su corazón latía rápidamente, nerviosa por los diversos futuros que le podían esperar ¿es que se había dado cuenta que se había internado en el burdel? ¿Estaba ahí buscándola? Tragó saliva notando un ligero temblor en las manos que intento parar frotándolas. No, este no era el momento para entrar en pánico. Quizás él sólo había ido para satisfacer sus necesidades, por sus costumbres no le extrañaría lo más mínimo que fuera así, era mejor quedarse mirando y esperar a ver como se llevaban a cabo los acontecimientos. Por la puerta aparecieron dos guardias riéndose mientras arrastraban a una joven que no paraba de suplicar porque no le hicieran daño. Alguna de las chicas pegó un pequeño grito al ver esa escena, tapándose luego la boca para no hacer ruido.
Aquellos soldados se llevaron a la prostituta a otra de las habitaciones, aún podían escuchar sus lamentos. Frunció el ceño, estaban podridos, todos y cada uno de los hombres a los que comandaba Shalim estaban tan corrompidos por los vicios como él. ¿No que las mujeres son el mal que únicamente sirven para atraer el diablo al lado de los hombres? Pues bien que algunos disfrutaban danzando con este. De pronto apareció la líder de las mujeres acompañada de un hombre que debía de tener unos cuarenta años por lo menos, sus ropajes eran lujosos, seguramente aquel negocio era el más rentable de la zona.
-Oh, señor, siempre es un honor recibirlo en nuestra humilde casa -hizo una especie de reverencia, pero Shalim no parecía estar de muy buen humor.
-Puedes ahorrarte tus halagos, Muffadal. Sabes perfectamente a lo que vengo -le entregó una bolsa bastante abultada directamente a las manos-. Necesito olvidar que esta ha sido una noche horrible, así que necesito vuestros servicios.
-Como no, usted es nuestro mejor cliente -el mercader sonrió fijándose en el interior de la bolsa- ¿Quiere ver a Jalila? Estará deseando atenderle -este hizo una mueca, como si no estuviera de acuerdo con la elección.
-Me apetece probar algo fresco esta vez -se relamió los labios- ¿No tienes a ninguna chica con la que no haya estado ya?
-Hace unas horas hemos recibido un cargamento de mujeres nuevas -se frotó las manos-. Chicas jóvenes y hermosas, seguro que será de vuestro gusto. Me aseguré personalmente de comprarlas, incluso hay un par de vírgenes esperando a ser desfloradas.
Al oír eso una chica se llevó la mano a la boca como sorprendida, pudo notar como se le saltaban las lágrimas. No pudo ver a ninguna otra de ellas hacer eso, serían jóvenes pero seguramente casi todas habían tenido ya relaciones, por eso eran vendidas como ganado. De una virgen puedes sacar grandes beneficios por su dote, pero de una chica ya desvirgada poco más ibas a obtener.
-“Y pensar que yo hasta los dieciocho seguí siendo virgen -miró a su alrededor-. Hay niñas de apenas quince años, por el amor de Dios”
-Eso no puede ser -habló por primera vez Tahira que había mantenido la cabeza agachada hasta ese mismo momento-. Esas jóvenes no saben comportarse, no están entrenadas aún, primero deben aprender -aseguró con una expresión pétrea.
-Si no hay chicas entonces no hay dinero -Shalim intentó arrebatarle la bolsa de oro al comerciante que se rió nerviosamente.
-¡No digas tonterías mujer! Seguro que esas chicas estarán encantadas de atender al señor en todas sus necesidades -este frunció el ceño.
-No, necesito enseñarlas -esto hizo que la vena en la frente de aquel hombre se ensanchase.
-¿Y cuanto tiempo necesitarías? Nuestro cliente estoy seguro de que desea satisfacer sus deseos ahora -masajeó la bolsa sinuosamente.
Entonces hubo un pequeño silencio, la mujer no pronunció palabra, pensando en cuanto tiempo tendría para preparar a las chicas. Aún su corazón latía aceleradamente, se referían a ellas, si era una de las escogidas entonces debería zafarse de alguna forma, no podía dejar que Shalim la descubriera y mucho menos en un lugar como ese. Miró a su alrededor, supuestamente su trabajo como prostituta empezaría mañana, entonces era cuando aprenderían a satisfacer el placer de los hombres, ahora sólo iban a dedicarse a mirar.
-Hasta la mañana, necesitan descansar -pronunció lentamente-. Por la mañana estarán preparadas para servirle.
La cara de Shalim no podía verse totalmente por culpa de las maderas de la ventana, así que no estaba segura si negaría o no aquella oferta. Rezaba porque no lo hiciera, ¿cuántas podían ser? Diez u once muchachas, no creía que las mandasen a todas a estar con Shalim, puede que una o dos… sí, seguramente sería así. Ella era muy mayor en comparación de las demás, por lo que no la escogerían a ella para estar con un cliente tan sofisticado como él. Por primera vez se alegró ser la mayor de ahí.
-Mañana por la mañana, mujer. Mis guardias se quedarán aquí por si acaso hay algún problema -ella asintió-. Y quiero ocho de esas jóvenes, será un día muy divertido -pronunció en un tono lascivo dándose la vuelta para abandonar el sitio.
Las muchachas empezaron a ponerse nerviosas al parecer por el destino venidero que se descubría ante sus ojos. Iban a tener que atender a alguien poderoso, que dejaba que sus hombres se divirtieran con una de las prostitutas la cual sólo suplicaba clemencia. Se alejó de la ventana colocándose junto a las demás, ella no sería elegida de las once que había, no era joven ni tenía la hermosura de muchas de las chicas. Únicamente debía aprovechar que Shalim estuviera con ellas para escapar, sería condenar a las jóvenes durante poco tiempo para evitar así un mal mayor, el de Bouchart.
Escuchó como la cerradura de la puerta se abría, apareciendo Tahira junto a un par de sus muchachas. Aún podía oír los lamentos de la otra a través de aquel patio de tortura. Al parecer debía de ser algo muy corriente en ese lugar, ya que las mujeres no parecían para nada afectadas por los acontecimientos ocurridos. Se subió la capucha dejando su rostro oculto tras ella, ahora entendía porque Altaïr nunca dejaba ver su rostro, era más seguro de esa forma. Las chicas se apiñaron en una esquina, una de ellas había empezado a llorar, tenía que ser la virgen de la que había hablado aquel hombre.
La mandíbula de Tahira estaba tensa, al parecer no estaba muy de acuerdo con el hecho de tener que dejarlas ir sin haber sido enseñadas apropiadamente. Suponía que ese entrenamiento debía consistir en lo que a ella le habían estado intentando inculcar toda su vida: servir, complacer, sonreír, callar y cumplir. Las bases para ser la señora de una casa es dar siempre la razón a tu señor esposo, aunque este se gaste el dinero de la familia en putas baratas todas las noches mientras te quedas en la casa con los niños. Los hombres fieles no abundaban, ni en Inglaterra ni en Tierra Santa
-Atended, niñas -habló en tono alto y claro-. Las cosas han cambiado, deberéis aprender todo lo que podáis ahora mismo, tenemos poco tiempo -hizo un gesto con la cabeza haciendo que la mujer de su lado se adelantase-. El baile es algo que les encanta a los hombres antes de intervenir directamente, por lo cual es muy importante.
Ella se empezó a mover de una forma delicada, casi hipnótica, sus brazos llenos de pequeños brazaletes se movían al son de una música inventada. Si no se equivocaba era una de las que Shalim había visto en la entrada del local, sus prominentes caderas iban de un lado a otro, bajando y subiendo. Jamás podría llegar a moverse así, al menos no inmediatamente, agradecía ello la verdad, cuanto peor lo hiciera menos posibilidades de que fuera escogida.
-Intentadlo vosotras, espalda recta, pierna hacia delante -empezó a decir esperando que ellas lo emularan- ¡Rápido! No tenemos toda la noche.
Poco a poco las muchachas y ella misma fueron intentando hacer esos complicados movimientos. Algunas tenían bastante flexibilidad consiguiéndolo casi inmediatamente, sentía pena por ellas, serían las primeras a las que escogerían. Su cuerpo era curtido, tanto sus brazos como sus piernas eran musculosas gracias al entrenamiento que había recibido, por lo que moverse grácilmente como aquella mujer le resultaba tremendamente complicado. Si le dieran una espada les mostraría lo que era un baile real, una hermosa danza donde el acero se encontraba con la carne.
Tahira las fue observando una a una detenidamente, en algunos momentos dando su aprobación, aunque al verla a ella su rostro fue de disgusto. Nunca podría moverse de esa forma, no iba a convertirse en una muñeca danzarina porque se lo pidiera.
-Los hombres aprecian vuestra experiencia, pero también la delicadeza del momento -aseguró-. Nunca debéis contrariar al cliente, si quiere hacerlo duro, dejadle, si quiere algo diferente concedédselo, jamás digáis no sino queréis acabar como Ihsan.
Debía de estar refiriéndose a la chica que habían arrastrado los guardias hasta la cercana habitación de donde se escucharon los lamentos. Ninguna de ellas querría ser tratada de esa forma, estaba segura de ello. Tahira ladeó la cabeza mirándolas, como si quisiera analizarlas a fondo antes de evaluar su calidad. Se aclaró un poco la garganta.
-Sé que la gran mayoría de vosotras tenéis experiencias en el terreno del placer, pero hay una la cual aún no han desflorado -intentó recordar algo-. Nur, adelántate.
Con pasos lentos vio como una de ellas caminaba nerviosa hasta la matriarca. Iba vestida con sedas de color esmeralda, algo más descubierto en su pecho que en el suyo. Tenía el pelo completamente negro, como una noche sin estrellas, junto con unos preciosos ojos almendrados, la inocente tentación para cualquier hombre que se precie.
-Dime tu edad -se dio cuenta de que las manos de la chica empezaron a temblar.
-Ca-catorce, señora.
-“Sólo es una niña -pensó-. Yo a su edad estaba escapándome para trepar por los árboles”
-Suficiente, tú servirás a Shalim la última -miró a las demás-. En fila.
Rápidamente todas se posicionaron una junto a otra como les había ordenado. Tahira dio un paso adelante fijándose en sus caras y cuerpos. Se sentía demasiado observada en ese momento, eso debía de ser normal en aquel lugar, evaluar la mercancía comprada, pero se sentía sucia ante sus ojos. Cuando pasaba al lado de una de ellas a las que le daba la aprobación le daba un pequeño empujó que las obligaba a dar un paso hacia atrás. Por suerte cuando llegó su turno no pareció que ella fuera la más indicada para servir a Shalim ya que pasó de largo. Por lo cual casi suelta un suspiro de alivio.
-Mañana por la mañana os estará esperando un palanquín en el puerto para llevaros a San Hilarión -comentó-. Poneos hermosas y no defraudéis a la casa. Descansad, Samia os guiará a vuestros aposentos.
-“¿San Hilarión? -Parpadeó confusa- ¿No iban a quedarse ahí? ¿Iban a ir al castillo? Mierda” -se mordió el labio.
Esa era su oportunidad de entrar, aunque estuviera Shalim también debía de encontrarse Shahar por algún lado, si iba sola por mucho que lo quisiera no podría entrar en condiciones, o lo hacía con el resto de las prostitutas o no conseguiría hablar con Shahar a tiempo. Las chicas empezaron a moverse siguiendo a Samia, mientras sus pensamientos casi sin quererlo volaron hasta acabar en el Asesino. ¿Habría conseguido Altaïr matar a Moloch? ¿Le habría matado él? Era cierto que se había confiado mucho delante de Shalim sobre la futura muerte de su padre, pero ya nada en ese mundo le parecía certero. No podía estar segura de nada, estaba completamente aislada en ese lugar.
Llegaron a una habitación enorme, ¿cuán de grande debía de ser aquel edificio? No eran camas lo que se encontraba ahí dentro, pero sí una infinidad de cojines mullidos esparcidos por la zona, plantas exóticas y un tragaluz desde donde se podía observar perfectamente la luna menguante. Todas entraron ordenadamente en su interior obedeciendo las órdenes de Samia que les dijo que era mejor que durmiesen, el día de mañana sería bastante duro para ellas, por lo cual el descanso era algo sagrado.
Se tumbó en uno de los cojines, eran blandos y olían a varios perfumes, ahí debían de haber yacido muchas otras mujeres antes que ella, pero estaba tan cansada… Sumamente cansada a decir verdad, no se había dado cuenta de lo agotada que estaba hasta ese momento. Aquel día fue de mal en peor desde el inicio, primero con los piratas en la bahía, después con la Resistencia, los templarios atacando el refugio, ella siendo encarcelada para luego ser llevaba para su muerte segura y acabar en un burdel por la noche, sin duda había sido un día de mierda.
Tenía que conseguir colarse en aquel palanquín que iba a San Hilarión de cualquier forma posible, hablar con Shahar para conseguir su ayuda, para hacer que la Orden fuera nuevamente como ella la recordaba. Un lugar de decencia, que luchaban por conseguir la paz, donde no había soldados lujuriosos que se aprovechaban de la desesperación de jóvenes para hacer con ellas lo que les viniera en gana. Sólo quería restaurar aquello en lo que confiaba ¿cómo podía ser eso una traición?
Con esos pensamientos cayó dormida durante varias horas hasta que un fuerte ruido la despertó, alguien había abierto la puerta. Se levantó al igual que muchas otras que se frotaban los ojos o empezaban a desperezarse, en la puerta se encontraba Tahira junto a los dos eunucos que las habían acompañado en los baños. En sus manos portaban bandejas con perfumes y aceites para ellas, para que estuvieran en perfectas condiciones cuando llegaran ante Shalim. Vio como los eunucos se agachando poniendo al lado de cada una unos botes, esos debían ser sus enseres para acicalarse antes de salir.
-Tenéis quince minutos antes de que os marchéis -de la puerta salieron dos hombres, los mismos que se habían llevado a la pobre Ihsan-. Ellos os acompañaran hasta el palanquín de los muelles, sed rápidas.
Poseía menos de quince minutos si quería idear algo lo suficientemente convincente para poder colarse entre las filas de las demás elegidas. Ella no era tan hermosa, ni joven, pero estaba segura de que podía tener algo más de práctica que las demás, había estado casada durante cuatro años en los cuales tres de ellos no se habían vuelto a acostar con su esposo temiendo que la dejase embarazada, pero era buena, o al menos Peter jamás dijo lo contrario. Se fijó en las chicas, algunas estaban emocionadas por la idea de entrar en un castillo y yacer con un señor, pero la realidad era que para Shalim las mujeres eran poco menos que objetos, de querer descuartizarlas para darle de comer su cadáver a los perros podría hacerlo, nadie las echaría de menos.
Pero había una de las chicas que parecía perdida, Nur, la joven virgen permanecía sola en una esquina, agazapada como si quisiera desaparecer de la vista de todos los ahí presentes. Sentía lástima por ella, no se merecía acabar en un lugar así, debería ser cuidada y protegida por sus progenitores, no vendida como una vaca por unas pocas monedas. Se acercó a ella poniéndole la mano en el hombro haciendo que se sobresaltase.
-Tranquila, no te voy a comer -sonrió un poco-. ¿Puedo sentarme? -señaló a su lado a lo que esta asintió- Gracias -se cruzó de piernas y la miró fijamente-, eres muy guapa Nur ¿te lo han dicho alguna vez?
La niña parecía haber estado llorando toda la noche, sus ojos estaban hundidos, por sus mejillas aún se podían ver los rastros salados que dejan las lágrimas. No podía entender como algo tan frágil había acabado en un lugar así.
-Mi madre… solía decírmelo -contestó en un tono débil-. A mí y a mis hermanas.
-Entonces debías tener hermanas muy hermosas también -se fijó algo más en ella-. ¿De dónde eres? No pareces chipriota -la pequeña se mordió el labio.
-De Alep -respondió rápidamente-. Mi padre… enfadó a un hombre, un hombre de dinero… No teníamos nada para pagarle, así que exigió a una de sus hijas -agachó la cabeza-. Mis hermanas eran pequeñas, muy pequeñas, pero yo no quería irme -su labio empezó a temblar-. Quiero ir a casa.
-Tranquila -le pasó la mano por la cabeza, aunque esa pobre volviera a su casa seguramente las cosas no se resolverían, a ojos de su familia era una esclava escapada, aceptarla nuevamente en el hogar era como robar-. Seguro que todo se solucionará, de alguna forma todo siempre se soluciona -ella siempre resolvía los problemas que se le presentaban, pero alguien como esa niña apenas había vivido lo suficiente como para que le dieran la oportunidad.
-Tú tampoco eres de aquí -comentó pasados unos minutos-. Hablas extraño -¿qué tenía todo el mundo en contra de su forma de hablar? Primero Alexander, luego Felix y ahora esto.
-No, no soy de aquí -negó-. Me llamo María, de Thorpe, un pueblo bastante alejado de aquí a decir verdad -suspiró-. Mis padres también me vendieron de cierta forma, por eso me encuentro aquí.
No era una mentira, su matrimonio había sido acordado gracias a una generosa dote que le había ofrecido a su familia por su mano. Todo dinero es poco para tener a una chica de alta cuna, educada y responsable como esposa, pero a los Hallanton se habían equivocado de mujer al creer que ella era eso. Se vestía como hombre yéndose por las calles de la ciudad, caminando libremente por el bosque, era su forma particular de formar escándalo, o al menos así lo habían asegurado sus padres.
-Si quieres no vayas -convencerla de que se quedase en el burdel sería su oportunidad para ir-. Yo tomaré tu lugar en el palanquín.
-Pe-pero… -su voz sonó entrecortada- si no voy la señora Tahira se enfadará… -se encogió un poco más.
-No si no te encuentra -aseguró-, puedes esconderte, dudo que os enseñe algo mientras las demás estamos atendiendo a los clientes -le dio un pequeño apretón en el hombro-. Puedes esconderte en el jardín -los ojos almendrados de la muchacha la miraban fijamente.
-¿Dónde? -bien, estaba de acuerdo con hacer el intercambio.
-Me fije que hay una pequeña trampilla, cerca de la fuente a la derecha -la había visto, pero no pensó en esconderse ahí por culpa del pánico-. Escóndete, luego iré yo para avisarte para salir.
-No… ¿No se enfadará el señor Shalim? Si no hay una virgen… -musitó débilmente.
-Tranquila, hay formas de engañar a un hombre para que piense que es el primero -sonrió y cogió el bote que le había dado el eunuco-. Ayúdame a recogerme el pelo.
Las horquillas no se las había quitado cuando se lo desenredó, simplemente se las puso detrás de la oreja para que sostuviera su pelo. Al contrario que el de Nur el suyo era ondulado, no rizado como se lo había visto a algunas chicas, su cabello formaba ondas de arriba abajo sin llegar a rizarse. De niña le resultaba muy molesto aquello, por eso prefería las trenzas a dejárselo suelto. Aquella chica era muy buena entrelazando su pelo, lo hacía rápido y limpiamente. Sonrió al comprobar que tenía el peinado exactamente igual que antes de entrar a aquel lugar, algo más limpio a decir verdad, pero por lo demás lucía igual.
-Ponte con las demás, dile que Tahira me ha dicho que te sustituya -le dio una palmadita en el hombro a lo que ella asintió yéndose con las otras dos chicas que no habían sido escogidas.
Ella se puso de pie echándose esa loción que olía a hierbas por los brazos mientras se cubría la cabeza con la capucha impidiendo ver directamente su rostro. Se acercó a las demás mujeres que ya estaban listas para salir, algunas de ellas también ocultaban su rostro, pero en vez de una capucha usaban telas que no dejaban ver ni su nariz ni su boca. Algo de misterio para que al final todas acabasen siendo consideradas meros trozos de carne. Los hombres que guardaban las puertas las abrieron dejándoles paso, ahí comenzaba un pequeño viaje hacia la persona que buscaba.
-“Pronto, muy pronto -pensó al empezar a caminar-. Tan solo unos metros me separan de Shahar. Pronto todo volverá a ser normal”