The Secret Crusade IV

Jun 29, 2012 13:30

Fandom: Assassin's Creed
Título: Encerrada
Claim: María Thorpe-Altaïr Ibn-L'Ahad
Extensión: 2269
Resumen: Lo había perdido todo, pero lo que no sabía era que su suerte estaba apunto de empeorar.



Estaba encerrada en una habitación de tamaño medio, que anteriormente habría servido como almacén secundario de aquella tienda. No contaba con ningún tipo de mueble ni de decoración y ni siquiera había una ventana o apertura lo suficientemente grande como para pensar en huir de ahí, el único sitio por el que entraba la luz era por el cuarto contiguo, donde un pequeño rayo de sol se colaba entre las rendijas tapiadas de una vieja y destartalado tragaluz. Ahí fuera se encontraban tres hombres, uno de ellos Alexander que era mucho más moreno que Altaïr con una barba prominente, apenas dejando ver su boca, ojos oscuros  y media cabeza más alta que ella.  
 Miró fijamente a los hombres que formaban la Resistencia de Limassol, tenían pinta de ser pobres, antiguos mercaderes de poca monta o artesanos cuyo negocio no había parecido prosperar. Tuvo que fruncir el ceño ligeramente cuando uno de los hombres de Alexander le miró con los ojos fogosos y relamiéndose los labios, como si ella no fuera más que un trozo sabroso de carne al que pronto le hincarían el diente, le resultaba repulsivo tan solo pensarlo. Si Altaïr no les hubiera dicho que la mantuviesen ‘intacta’ lo más probable es que la hubiera sujetado entre dos de aquellos rufianes y la violasen uno tras otro, habría luchado con todas sus fuerzas pero en estos casos las ataduras y la superioridad numérica jugarían en su contra sin dejarle otra salida que la rendición, del sólo imaginarlo le daban ganas de vomitar.

Pero tal vez podría poner eso a su favor, Alexander parecía entretenido hablando con el otro mientras aquel rebelde seguía mirándola, podía notar cómo en la entrepierna del hombre un enorme bulto empezaba a mostrarse sin pudor, tal vez aquello podía ser favorable para ella. Si conseguía cabrear lo suficiente a ese hombre como para que abriera la puerta tal vez podría volver a escapar, alguno de ellos debía de ir armado, sino no podían considerarse una Resistencia. Se acercó a la puerta y agarró fuertemente los barrotes mientras se dirigía hacia aquel sujeto.

-¿Qué se supone que miras, bastardo? -Preguntó de forma punzante- ¿Me quieres follar? -Sonrió de forma sardónica y sin tapujos, la verdad era algo hermoso como para esconderlo con palabras- Pero no puedes, ¿verdad? -Parpadeó de forma inocente- Si lo hicieras cierto asesino te cortaría la polla, y ¿qué es un hombre si su miembro pensante?

Negó con la cabeza y se apartó de la puerta esperando la reacción del muchacho, si había picado el anzuelo no tardaría en caer en las redes. Escuchó el sonido de una silla siendo arrastrada y de pronto se vio al hombre con una vena hinchada justamente frente a su puerta, cuanta amabilidad.

-Escúchame, puta -oh, ahí estaba, esa palabra parecía que la acompañaría toda la vida hiciera lo que hiciera-. Si no fueras un rehén importante ten por seguro que ahora te rebanaríamos el cuello, templaria -bramó haciendo que la saliva corriese por la comisura se su boca-. Aquí sabemos cómo tratar a los de tu calaña.

-¿De verdad? -Se acercó un poco a él, lo suficiente como para que no pudiera alcanzarla a través de los barrotes- Y yo que pensaba que esa presunta erección que presentas era por mí, me podía haber sentido hasta halagada -rió- ¿Hace mucho tiempo que no follas, verdad? Seguro que ni las zorras infieles quieren estar con hombres como tú, que hablan de rajar cuellos pero en verdad en lo único que piensan es el fornicar, que poca integridad -chistó y pudo ver cómo se hinchaba aún más la vena- ¿Escuece, verdad?

-¡La madre que te…! -pudo ver como intentaba abrir la puerta, bien, eso era lo que quería, sus captores no eran tan inteligentes como para no caer ante sus provocaciones, no todos podían ser tan buenos perros guardianes como Altaïr.

Tocó sus ataduras, casi estaban sueltas, la verdad es que el asesino era muy astuto, no había usado el mismo nudo dos veces con ella, lo cual era bastante inteligente por su parte. Si conseguía desatarse aunque fuera una mano podría al menos luchar contra aquel hombre, sabía que portaba un puñal o daga en su lado derecho porque inclinaba ligeramente el peso hacia ese lado, algo involuntario y que sólo los novatos harían. Estaba a punto de abrir la puerta, pero una mano se lo impidió, Alexander lo estaba mirando fijamente, no con los ojos amables con los que había visto a Altaïr, estos mostraban enojo.

-¿No ves que lo que está haciendo es provocarte? -Le apartó la mano- A ver si pensamos, sea o no mujer es una templaria, hay que andarse con ojo.

-¡Pero ella…!

-No hay peros, ve con Cyrus, necesita ayuda en la parte trasera -el rebelde la miró con los ojos cargados de resentimiento.

¡Mierda! Había estado a punto de poder huir de ahí, tal vez hubiera podido matar a los rebeldes que se encontraban en el recinto, dudaba mucho que alguno de ellos tuviese cierta habilidad con las armas y ella con un puñal seguro que sabría defenderse mejor que todos ellos juntos. Miró a Alexander intentando no mostrar su frustración, había tenido la libertad tan cerca… tanto…

-Tienes a tu mando a un grupo de ineptos ¿lo sabías? -le dijo algo ofuscada y el otro solo lanzó una risotada.

-Lo suficiente para luchar contra vosotros, aunque no te negaré que a más de uno le falta cabeza -no hacía falta que lo jurase.

-Ese idiota se le ha puesto dura con sólo verme -siguió hablando- aparte de mercaderes y ciudadanos ¿también admitís a violadores? -la miró, sabía que estaría a salvo con ese tema, por eso se arriesgaba-. Si tenéis ganas de follar montáoslo con una cabra, con algo de suerte le acabaría arrancando la polla de un bocado a alguno.

Inesperadamente Alexander la miró de reojo con una sonrisilla, no sabía si aquello era una buena o una mala señal.

-¿Qué es lo que has dicho? -parecía más divertido que preocupado por sus claras provocaciones.

-Que os folléis a una cabra, ¿eso no va contra vuestras ceencias, no? Aunque bueno, seguro que también viene algo de no violar mujeres y cosas así, pero no le echáis ni puto caso. Sois tan fieles a vuestra fe pero rompéis las normas cuando os sale de la verga -después de eso Alexander empezó a reírse casi con las manos en el estómago- ¿Qué coño te causa tanta gracia?

-¡Tú! -No la señaló, pero el simple hecho de estar riéndose de esa forma estaba empezando a cabrearla- Aquí es cierto que pasan ciertas personas inglesas, pero esta es la primera vez que escucho a una mujer, ¡una mujer! -recalcó-. Soltar tantos insultos a la vez, y con esa pronunciación tan rara que poseéis -la miró directamente-. Repítelo otra vez, venga -la animó.

Su rostro se coloreó de un tono rojizo carmesí y esta vez notaba que el corazón le latía rápidamente, eso era vergonzoso, muy vergonzoso. Nunca nadie se había osado a reírse de su forma de hablar, estaba tan acostumbrada a que la infravalorasen por ser mujer que ya no se lo tomaba como un insulto, sino como un desafío. Pero que le hiciera gracia… ¡gracia! La forma en la que se dirigía a ellos… eso era intolerable. Al parecer Alexander se dio cuenta de ello porque había parado de reír e intentaba recuperar el aliento.

-Oh venga, no te enfades, únicamente es muy curioso encontrar una mujer con un lenguaje tan impúdico y con una forma de hablar tan… tan… -intentó buscar una palabra que mejorase la situación- ridícula.

-¡Insolente! -Bramó- ¡Mi idioma es un orgullo y un privilegio que tú jamás podrás llegar a comprender! -y sin más se dio la vuelta airada.

Se sentía fuera de sí ¡menuda escoria! Estaba muy enfada ¿cómo que enfadada? ¡Estaba furiosa! Ni siquiera Altaïr había conseguido enfurecerla de esa forma, era cierto que deseaba su muerte lenta y dolorosamente a ser posible, pero directamente nunca se había metido con ella. Puede que dijera que era un estorbo ya que tenía que seguir cumpliendo esa misión, en la que ojalá acabase asesinado por una veintena de flechas, pero nunca se había regodeado ni de haberla vencido ni de sus formas. Caminó hacia el fondo de la habitación y se sentó en una esquina intentando recuperar la compostura que tan vergonzosamente había perdido, eso no era digno de un soldado.

Respiró hondo y pensó bien en que debía de hacer, si todos los hombres de Alexander eran igual de idiotas podría estar escabulléndose por las calles de Limassol antes del anochecer, lo único que debía de hacer era asegurarse que ni Altaïr ni Alexander se encontrasen en el refugio. El asesino era capaz de detenerla y al parecer el barbudo era  al único que los rebeldes echaban cuenta, por lo que sin ellos la idea de escapar era un hecho.

Había pasado aproximadamente una hora desde que Altaïr dejase el refugio y de pronto un sonido fuerte hizo que se removiera del lugar, sus tripas estaban quejándose de no haber recibido sustento desde hacía varias horas. La última vez que había probado la comida había sido la noche anterior, aunque por la mañana si que se había bebido casi la mitad del agua que le quedaba al asesino. Alexander se acercó junto dos de sus hombres a la puerta y la abrieron, ella les miró con desconfianza ¿iban a hacerle algo?

-Venga, levanta, es hora de comer -alzó una ceja.

-No, gracias, el veneno no me sienta bien -sonrió cordialmente y Alexander suspiró.

-No es veneno, venga, arriba -se acercó a ella y la cogió por el brazo alzándola-. Altaïr dijo que te cuidásemos bien, así que tienes que comer.

-¿Y qué tal si vomito lo comido?

-Entonces te comerás el vómito -respondió como si fuera la cosa más normal del mundo.

En vez de dejarle la comida en su celda la sacaron a la sala de fuera donde había una mesa larga con unas cuantas sillas. Allí delante suya había algo de pescado salado, pan y agua. Miró con desconfianza a los que acompañaban a Alexander que se sentaron no muy lejos de ella, seguramente para que no escapase. Alzó la cabeza y empezó a comer cuando la puerta del fondo se abrió dejando entrar una luz que la cegó durante unos instantes. Parpadeó para recuperar la visión y se encontró con la inconfundible sombra de Altaïr, como le habría gustado que fuese un cadáver del que estuvieran alimentándose los cuervos, pero entonces todo hubiera sido muy fácil.

Caminó dando pasos cortos, como queriendo ir más lento de lo normal. Probablemente había tenido que recorrerse todo Limassol para encontrar a ese tal Osman y las calles allí no se parecían en nada a los entresijos de callejones que había en Acre o Jerusalén, que te permitían huir del implacable sol. Se acercó a donde se encontraba Alexander y se sentó justo frente suya, apenas dos sillas había de espacio entre ellos. Mordió fuertemente el pan justo antes de beber un buen trago de agua fresca esperando que ambos altos mandos empezasen a hablar.

-Osman está preparándolo todo -le dijo a Alexander mientras también bebía un trago bastante largo de agua.

Maldijo interiormente, aquel traidor de los templarios seguía ayudando a la Resistencia aunque esta estaba confabulada con los asesinos ¿es que no sabía que al Gran Maestre anterior lo habían asesinado ellos? ¿O a Garnier? ¿O Guillermo? ¿Y Sibrand? Todos habían muerto en vano si los asesinos conseguían llevar a cabo su objetivo. Altaïr  giró la vista y la miró durante unos largos segundos, ella solo la desvió y se quedó con la vista fija en los dos captores que seguían sin quitarle ojo para que no escapase.

-Perfecto ¿Y ahora qué? -preguntó Alexander.

-Le daremos tiempo -se había vuelto hacia el jefe de la Resistencia pero sus ojos seguían clavados en ella, de pronto se movió para encararla directamente-. También me habló del archivo Templario. ¿Has oído hablar de tal cosa?

-“¿Piensas que te lo voy a contar si se algo de eso? Que iluso” -sonrió sardónicamente-. Por supuesto -contestó irónicamente- Ahí es donde guardamos nuestra ropa interior -terminó a son de burla.

Esto pareció desesperar al asesino, cosa que se merecía. Claro que conocía el archivo, Sibrand no se cansaba de discutir del asunto con Robert cada vez que había oportunidad, se encontraba justamente bajo el castillo de Limassol. Sibrand quería que lo que se encontraba en el archivo fuera enviado al continente,  a Inglaterra o a las tierras galas, ya que Chipre cada vez era menos seguro. Ella tenía oídos, pero nunca escuchaba nada, ser ayudante del Gran Maestre tenía sus ventajas, y guardar secretos siempre se le había dado bien.

-Chipre sería un buen sitio para proteger tanto el conocimiento como las armas. Con la estrategia adecuada, es una isla fácil de defender -le comentó a Alexander.

Seguía sin entender porque veía la Manzana como un arma, era algo que traía paz, algo así no podía ser considerado un arma bajo ningún concepto. Volvió a morder su pan, Altaïr se volvería a ir, eso lo tenía claro, debía acabar con quien fuera el desgraciado que se encontraba al mando del castillo para poder acercarse a Bouchard. Ya no guardaba esperanzas de que lo matasen, sino lo habían logrado ya es que los hombres que había allí eran unos incompetentes. Se terminó de beber el agua y miró de reojo a Alexander, tal vez el también se iría, y entonces tendría vía libre para escapar.

maria thorpe, ac: the secret crusade, Altaïr

Previous post Next post
Up