Turmalina. Celos

May 11, 2010 20:40

Título: Celos
Fandom: Original
Personaje/Pareja: William Odergand, Paul Leakey, Allan Mortimer.
Rating: G
Notas: Escrito medio breve y medio feo *no me gustó mucho* para tratar de explicar por qué la eterna lejanía entre William y Paul, que es mucho más marcada que en cualquier otra relación que haya tenido William.

No quiere verlo. Cuando Delilah regresa del hospital acompañada de Emilie y Rhett mientras él se ha quedado con su abuelo, esperando; él no quiere conocerle. William observa desde lo alto de las escaleras que llevan a la sala al montón de personas arremolinándose alrededor de ella.

Los conoce, a la mayoría. Allí está Yui, su abuela de mirada fuerte y sonrisa agradable, Emilie, su tía; el abuelo también ha ido a reunirse con el resto y rodea los hombros de Rhett. Ian Leakey felicita a su hijo, Deyanira sonríe emocionada. Es todo alegría y dicha sin igual, que no se parece a lo que William recuerda de años atrás. Incluso Allan parece emocionado, inclinándose al frente varias veces tratando de observar al bebé. Annie se acurruca en brazos de su madre, Charles yace dormido en el sofá. Hay un hombre, rubio y de mirada dura que sonríe también y que Alexander abraza de vez en cuando.

Él no quiere ir, ni quiere acercarse ni quiere estar cerca de todas aquellas personas que le dieron la espalda, que le llamaron entre murmullos ‘asesino’ y que soportan su presencia con aquella máscara de hipocresía. ¿Qué ese bebé es su primo? No le interesa, no quiere saber, si tiene la mirada de Rhett y el cabello oscuro de Delilah o unos labios parecidos a los de Yui.

Alexander le hace una seña y él retrocede. Niega con la cabeza cuando su abuelo vuelve a llamarle, moviendo una mano. No quiero ir. Alexander suspira y vuelca sus atenciones al resto de las personas y William se siente de nuevo así, como un punto pequeño en medio de un caos que le es ajeno.

Rhett no le ve. Rhett no tiene ojos para nada que no sean su esposa y el pequeño que ha comenzado a agitarse, inquieto. William lo justifica, porque ese bebé es su hijo y así deben ser las cosas. Así son las cosas y no puede cambiarlas.

- ¡Hey! - Allan le llama, desde la base de las escaleras y William le mira fijo, sin entender por qué le llama ahora. - ¿No piensas ver al enano?

Cuando William niega, Allan ya está subiendo las escaleras, comenzando a reír despacio, cubriéndose con una mano, apartándola poco después. William frunce el ceño, retrocede.

- Déjame adivinar, ¿estás celoso? ¡Por supuesto! - Allan apenas aguanta la risa y William se cruza de brazos, desviando la mirada con un gesto de indignación. - Ce-lo-so.

- No estoy celoso - Susurra y de soslayo observa a los demás. No soy un niño, ya no. - Sólo me molesta tanto escándalo. Veré al bebé más tarde.

- Yo creo que estás celoso - Allan se sienta y jala del brazo a William, para que le imite y continúa - Ya no vas a ser el centro de atención en esta casa, eso te molesta. Ya no más abrazos y mimos de parte de tía Delilah ni más salidas con tío Rhett.

- Delilah no me consiente. - William habla con sinceridad, pero sabe que Allan tiene razón, que las cosas cambiarán, inevitablemente - No soy un niño mimado.

- Eres una nenita. Y celosa. - Allan se ríe nuevamente y cuando acalla sus risas desvía el rostro al techo, suspira, observa las figuras en el relieve - Deben mimarte, porque estás solo, ya sabes, tu mamá se mató y tu papá te abandonó. Al menos por lástima, deben hacerlo.

- No soy una nenita.

- Ne-ni-ta.

- Allan… - Se levanta, despacio, observando una vez más a los invitados. Solo. - Si te preguntan por mi di que me he ido a dormir.

- ¿uh? ¿Ya tienes sueño?

William asiente, sonriendo ligeramente antes de darse la vuelta y avanzar por el pasillo, rumbo a su habitación. Habitación que no es suya, casa que no le pertenece, familia de la que no forma parte.

- ¡William! - Se detiene, sin girar la vista y Allan ya se ha levantado y le sonríe, - ¿No quieres que te dé un besito de buenas noches?

- Vete al diablo.

* * *

Siente frío cuando despierta. Frío e incomodidad y se revuelve buscando el calor de las sábanas, topándose con la dureza del suelo. Se talla los ojos, se arregla el pijama y revisa en busca de algún moratón, tratando de averiguar el momento en que pudo haber caído de la cama.

Va a salir, rumbo a la cocina, cuando escucha voces y detiene la mano sobre el picaporte. Aún hay personas y puede escuchar la voz de Emilie hablando con Delilah. Abre, despacio y tratando de no hacer ruido y camina hasta llegar a la habitación donde se escuchan las voces.

- Repito, si necesitas ayuda con el bebé…

- Estaré bien, Dios, ¿tanto molestaste a Keiro también?

Se ríen. William sigue guardando silencio, las manos en la espalda y la mirada fija en el suelo.

- Claro que no, él no es tan torpe - Más risitas pequeñas y una corta pausa.- Sé que Keiro te dejó al niño a ti, pero si te da problemas, puedo llevármelo.

- Puedo con él.

- A Anaelle le da miedo, todavía.

William recuerda a Anaelle como a esa mujer de cabellera larga y brillante, de ojos grandes y fríos, pero de manos suaves y cálidas. Él recuerda a su tía Anaelle como la hermana de su madre, como la mujer que le acunaba de vez en cuando de pequeño. La que le llamó asesino y le miró con odio aquella vez, culpándole de la muerte de Umi, la de Antonella.

- Ella es idiota - Delilah corta y William cree, por su voz, que sonríe - Keiro me dejó al enano y le demostraré que puede confiar en mi.

- De acuerdo. Pero en cuanto te de un problemita, mándamelo, yo sabré hacerle comportarse como se debe. - Un suspiro, nada más - ¿Crees que Keiro regrese pronto por él? Ya van casi dos años y estoy segura que el niño supone una carga. Ya sabes, el colegio, la atención, etcétera.

Se aleja. Se gira y avanza hasta las escaleras, bajando rápidamente, hasta llegar a la cocina. Vacía. Escucha los murmullos provenientes del jardín, pero no logra reconocer las voces. Arrastra un banquillo hasta la estufa y busca los cerillos en los cajones. No soy una carga. Saca huevos y leche, manzanas, fresas, naranjas. Enciende la estufa, vierte el aceite en la sartén, mete el pan en el tostador. No soy una carga. Comienza a cortar las frutas.

No tarda el percibir el olor a humo proveniente del tostador y al apagar el sartén ya demasiado caliente no pede evitar hacerse un corte al tomar el cuchillo por el filo para no dejarlo caer. Saca el pan demasiado tostado y trata de no quemarse, dejándolo en un plato cogido rápidamente.

- ¿Qué es todo esto?

William da un pequeño brinco de sobresalto y permanece con la vista fija al frente, sin querer girarse para verle, apretando la herida del brazo para hacerlo dejar de sangrar.

- William Odergand, a tu habitación - La voz de Alexander suena profunda, con un tinte frío aún más atemorizante que el tono enfadado y William asiente, de espaldas a él, bajando del banquillo, apresurándose a subir las escaleras y encerrarse en la habitación.

* * *

Si no sabes hacer las cosas, no las hagas. El discurso de Alexander fue corto y conciso, obligando a William a verle a los ojos en cada momento. Si vas a intentar cosas nuevas, déjame acompañarte, para ayudar. Rhett trató de tranquilizarle mientras revisaba la herida que en realidad fue superficial, pero William se abstuvo de comentar, de decir una sola palabra en su defensa. No fue castigado, pero permaneció en la habitación el resto del día.

No hagas mucho ruido al jugar, despertarás al bebé. Allan se lo dijo al día siguiente que jugaron en la habitación de William. Allan brincó en la cama varias veces, William permaneció armando aquellos rompecabezas que conocía ya de memoria, pero cuando quiso bajar a la sala a tocar el piano, Allan no le dejó. No ruidos. No.Ruidos.William.Idiota.

A veces lloraba, el pequeño, durante varias horas en las noches y William se revolvía en la cama, sin poder dormir. Está llorando, ¿no lo oyen? ¡Está llorando! Mamá, está llorando, Umi está llorando. Entonces se levantaba y se asomaba por la ventana, observando el cielo claro, de aquel azul gris sucio, como aquella vez y esperaba la aurora, susurrando oraciones empolvadas que Antonella le había enseñado.

Rhett no tenía tiempo. Rhett iba y venía del trabajo, casa, trabajo, habitación, trabajo, bebé, oficina, Delilah, día y noche, ocupado. William trató de olvidarlo y permaneció horas en el sofá, esperando que la puerta se abriera y Keiro llegara por él para ir a París. A veces leía en su habitación, lento, no muy bien, pero lo intentaba y entendía.

Y pensó, mucho, en lo que estaba haciendo ahí. Se levantó en las mañanas con el primer pensamiento acribillándole constantemente. No es mío. No era suya la cama ni el suelo, ni la casa o el patio, ni Delilah su madre o Rhett su padre ni su familia era suya. Nada.

Un día, el bebé rió. Delilah lo anunció por la casa con sonrisas y el pequeño en brazos y William apenas apartó la vista de la pieza que estaba por poner. Cuando Rhett llegó, Delilah se lo dijo y lo demostró y Rhett también fue feliz. Y William les observó, desde el umbral de la habitación, con la vista fija en sus sonrisas y la opresión cada vez más fuerte en su pecho. Este no es mi lugar.

* * *

Hace calor el día en que se atreve a entrar por completo a la habitación del bebé, mientras Delilah está fuera y Rhett permanece en la oficina, con una de esas cosas que a William siempre le parecieron intercomunicadores como los usados en las películas, para escuchar al bebé.

Paul duerme, en la cuna, con ropas suaves y entre terciopelo azulado. Hay una pequeña almohada que no está usando y el viento que entra por la ventana semi abierta le da impulso a los móviles sobre la cuna. William lo observa, desde lo lejos.

Me los quitaste. Es un pensamiento constante, mientras avanza uno y otro paso, inseguro, inquieto. Eran míos y me los quitaste. Cuando está ya a menos de un metro el pequeño se mueve y William se detiene. ¿Por qué? ¿Por qué me los quitaste?

Recuerda aquella noche. Llanto y más llanto y aquel ‘no quiero que mamá despierte, está cansada’ que pensó cuando tapó con sus manos los labios de su hermana. Recuerda las patadas de la pequeña cuando puso la almohada en su cara, cuando trató de ahogar el sonido, la sensación extraña cuando ella dejó de moverse.

¡Devuélvemelos! William apoya las manos en los barrotes de madera pulida y observa a través de estos. La oleada es demasiado fuerte, una vorágine que lo devora, que enreda sus entrañas y las estruja, un cúmulo de sentimientos disformes y extraños. ¡Vete! ¡Vete! Si tan sólo ese pequeño no estuviera, si no existiera, si todavía fuesen sólo ellos tres, sólo ellos. Si tal vez…

Comienza a llorar. Paul se remueve y agita los brazos, soltando el llanto fuerte y alto, un poco agudo, demasiado molesto y William no cambia la expresión de su rostro ni deja de mirarle con desagrado. Deja de llorar. Aprieta los barrotes y se muerde ligeramente el labio inferior, mientras el bebé abre los ojos, un poco, y vuelve a soltar aquel alarido. ¡Cállate! Y él tiembla cuando sus manos se mueven y se deslizan al interior de la cuna, buscando la almohada. ¡Cállate y desaparece!

- ¿William?

La almohada resbala de sus dedos, cayendo en su mismo sitio y gira el rostro, observándole. El cabello revuelto, en la mejilla la marca de un sacapuntas y William puede deducir que se ha quedado dormido sobre varios papeles, por la mancha pequeña de tinta cerca de su frente. Rhett le mira, sorprendido y avanza con pasos apresurados, buscando en un cajón, sacando un chupón pequeñito que pronto pone en la boca del bebé.

- Tiene hambre. - Sentencia Rhett, con un suspiro, acomodándose el cabello. - Creo que Delilah me ha dejado un biberón por aquí… - Camina alrededor de la habitación, observando, buscando pro todos lados y después clava la mirada en William - ¿Quieres ayudarme con el bebé? Tengo un asunto pendiente y tengo que terminarlo lo más pronto posible, ya sabes.

- Lo lastimaré. - Susurra y observa al bebé que succiona con fuerza y hace amago de quitarse el chupón. - Si me acerco a él, lo lastimaré.

- Eso no es cierto. - Rhett logra encontrar el biberón, agitando el contenido, vertiendo unas gotas en su mano para verificar la temperatura.

- Lo mataré. Como a ellas y entonces… entonces tú me odiarás como él. - A William se le corta la voz al final y le cuesta hablar, sin entender del todo por qué. Rhett avanza pronto a su lado y recarga la mano en su hombro, la sonrisa tranquila de siempre y a William le duele lo que pudo haber hecho, lo que algún día hará.

- Confío en ti.

Es sólo una palmada en la espalda y luego se inclina en la cuna, tomando al bebé en brazos. William observa y nota, por primera vez, que los ojos de Paul son como los de Rhett, del mismo color y la misma serenidad. Son padre e hijo y la imagen es bella, perfecta, dolorosamente única. Es como debe ser, como será, inevitablemente.

Y William está ahí, lo sabe, como un personaje ajeno. Rhett es importante, tan importante, tan amado, que su felicidad es primordial, prioridad encima de la felicidad propia. Paul tiene suerte, tanta suerte.

- Anda, cárgalo - Rhett le sorprende al decirlo, extendiendo los brazos con el pequeño y aunque William trata de negarse, no puede hacerlo y termina sosteniendo, con inusitado cuidado, con verdadera delicadeza, el cuerpecillo que de inmediato recarga la cabeza contra su hombro. Huele a bebé y a frescura, a lozanía y un poco a talco y jabón. - Mantenlo así mientras voy a calentarle la leche. Regreso en unos minutos, lo prometo.

Se marcha, apresuradamente y William escucha el eco de sus pisadas en las escaleras. Paul le hala del cabello y él mantiene la mano en la espalda del pequeño, acaricia. Me los quitaste. Podría llorar, lo sabe, lo siente, pero cierra los ojos, tragándose las lágrimas, temblando, tratando de tranquilizarse. Son tuyos, completamente. Porque lo entiende perfectamente y le duele, le destroza y su garganta se cierra y le cuesta respirar, pero sonríe.

No quiero lastimarte. William estrecha el cuerpo que se estremece en sus brazos y mantiene la sonrisa, mientras comienza a andar en la habitación, paseando por encima de la alfombra y cruzando frente a la puerta antes de llegar a la cama y sentarse. No voy a hacerlo. Y él lo sabe, cómo lograrlo, como asegurarlo.

Cuando Rhett entra con el biberón en la mano y sienta al bebé en el moisés, William retrocede, despacio, hasta el umbral de la puerta y se recarga en el marco, observando. Lejos, muy lejos, él estará lejos. Se da la vuelta. Así es mejor.

* * *

- ¿Cómo está el pequeño Paul? - William trata de alzar la cabeza, pero la mano de Allan, presionándole hacia abajo se lo impide. Allan sonríe y toma asiento en la cama, al lado de William y toma entre sus manos una miniatura de alguna clase de avión que no reconoce.

- Quita, bicho - Le empuja y arrebata la miniatura de las manos de su primo, soplando y sacudiendo como si estuviese contaminada. - Ni idea, ve a verlo si te interesa.

- ¿Sigues celoso? Creí que ya se te había pasado - El tono es ligeramente burlón, pese a todo y William le mira fijo algunos segundos antes de girar el rostro y restarle importancia.

- No estoy celoso. Sólo no quiero saber de él. No me interesa.

- Celoso - Allan se ríe y da un par de saltos en la cama, juguetón, deteniéndose y cruzándose de brazos con aire serio. - ¿Qué más puede ser? ¿Acaso le tienes miedo a ese bebé?

- … No quiero herirlo. - Susurra, se calla y mira al exterior a través de una pequeña abertura de las persianas.

Tarda poco tiempo en sentir los brazos alrededor de su cuello y halándole con fuerza hasta tirarlo en la cama. Se defiende, de inmediato, y suelta manotazos a diestra y siniestra, logrando darle algunas veces. Allan responde con más de lo mismo y antes de que logren asimilarlo, están en el suelo, William debajo tras un golpe seco al dar contra el duro piso. Allan no se mueve y el menor le mira fijo, silencio total, hasta que Allan observa y siente los espasmos.

- ¿Eh? - Trata de levantarse y William le aferra de los brazos y le atrae con uno, la otra mano ocupándose de secar su rostro. - No fue tan duro el golpe, no empieces a llorar, nenita. - Allan trata de burlarse, de herir, pero su tono se distorsiona y su sonrisa desaparece tras la preocupación que va anteponiéndose al resto - ¿Te lastimaste? ¿Quieres que te lleve con tío Rhett?

- Iba a lastimarlo. Iba a herirlo y destrozarlo, quería hacerlo, ¡quería que se fuera! - William solloza y tiembla y Allan logra incorporarse, sentarse en el suelo con su primo aún, recargándolo en su pecho y le abraza, despacio, dudoso. - ¡Pero no lo odio! No debo odiarlo, no debo, no debo…

Allan quisiera no entender de lo que está hablando. Quisiera no saber qué es lo que siente, lo que se siente. Suspira, profundo y da palmaditas en aquella espalda y revuelve el cabello oscuro. Que se tranquilice, que llore, que grite todo lo que quiera. Allan sabe que es necesario.

- Nenaza.

William teme, al principio, porque Allan va a reírse, va a burlarse el resto de su vida por aquello. Y sabe que no vale la pena pedirle que no lo diga, sobornarle para que no lo haga, humillarse para mantener el secreto.

Sin embargo, nadie se entera.

* * *

Paul es puro. Sonríe mucho, lee más o menos bien y Delilah le enseña a tocar la flauta. William lo ve, cuando él tiene ya quince años y Paul sólo siete y parece un pequeño ángel que sopla en la flauta y le revienta los tímpanos. Es más puro de lo que él jamás ha sido, lo sabe, limpio y adorable, aunque muchas, muchas veces Delilah tenga que castigarle.

A veces aún lo piensa, que ese mocoso llegó para quitarle todo; a Rhett, a Delilah, a Alexander y hasta a Emilie. Que todo se lo arrebató y le devolvió a esa soledad que le había tocado vivir. Que fue él, Paul, quien le obligó a ver la realidad de sus pertenencias y recordarle que él no era puro, no era siquiera bueno.

Pero luego piensa que Paul es distinto, es inocencia, es lo que él no puede regresar a ser. A él no va a acercarse, corromperle, herirle, destrozarle, como hace con el resto. A él no, nunca.

De la mano de Rhett, de la mano de Delilah que lleva a Lina en brazos, William le ve despedirse en el pórtico de la casa. Paul suelta la de Delilah un instante y la agita, a modo de despedida y William corresponde, movimiento sutil, sonrisa pequeña y entonces se alejan.

Pero así son las cosas, se dice. Y así es mejor, para todos. 

f.o:turmalina, pj:rhett leakey, pj:william odergand

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