Título: Palabras
Fandom: Turmalina
Claim: Kotaro Odergand
A Kotaro siempre le ha molestado ese niño. Silencioso, tranquilo, incapaz de llorar aún cuando él se empecina en herirlo una y otra vez, con palabras, tratando de dejar una huella profunda que le demuestre quien es el que manda en esa casa. Pese a todo, su hermano pequeño pocas veces muestra emociones. Las tiene, pero no las muestra y eso le desespera. Sí, le dan ganas de darle una buena patada para ver si así reacciona.
Tenía siete años la última vez que lo vio llorar. Tenía siete años y el mocosos sólo cinco y a Kotaro le gustaba molestarlo, aún más que ahora. Le gustaba halarle de las ropas, sisearle al oído y apretarle el cuello de la camisa torpemente, mientras Kyle desviaba la vista y le ignoraba, simplemente. Otras veces le respondía con balbuceos dolidos y casi siempre de ahí pasaban a los golpes. Tenía siete años cuando tras los golpes habituales y las lágrimas de su pequeña hermana tratando de detenerlos, se le ocurrió soltar aquel 'Ni siquiera eres mi hermano. Y William no es tu padre'. Sólo esas palabras, silencios, el moreno dándose la vuelta y lo próximo que entendió era que su hermano estaba entre los brazos de su madre, llorando como el niño pequeño que era, diciendo, casi gritando que aquello no era cierto.
La verdad duele, eso es innegable.
Desde entonces no lo ha visto llorar. Tampoco lo ha visto reír. La última vez fue hace más de seis meses. William en el trabajo, Loren en la cocina, él y Aishi tratando de robar alguna galleta recién hecha. "No lo lograrán" Había sentenciado el moreno, sentado en la mesa del comedor, sin verles directamente, más entretenido en hacer un dibujo. Kotaro había fruncido el ceño y continuado con el plan. Fallido, por cierto, hasta cierto punto porque Loren les había castigado.
El moreno le había visto y Kotaro, con una sonrisa en boca, había sacado un par de galletas de chocolate, crujientes. Y Aishi le había tendido un par a él también. El chiquillo negó con la cabeza y rió, mientras les llamaba sinvergüenzas. Luego William llegó y aquello quedó en el olvido, porque volvía la vieja rivalidad.
Hace mucho que no le ve llorar, que no le escucha reír, que no hay insultos ni provocaciones. Hacía tiempo que su hermano parece muerto.
Más que de costumbre, quiere decir.
Tal caudal de pensamientos ha llevado el cauce a su vertiente y el castaño se levanta de la cama, sigiloso, tratando de que sus padres no le oigan pisar. Sale al pasillo sin cerrar la puerta y con cuidado trata de abrir la puerta de la habitación de los mellizos, sin resistencias, pero un rápido vistazo en su interior le demostró que el chico no estaba ahí. Kotaro frunció el ceño, saliendo de ahí. Siente la boca seca, no sabe por qué pero la lógica y el instinto le ordenan 'toma agua' y comienza a bajar las escaleras, cuidando de no caer.
Baja las escaleras, cruza la biblioteca y entonces se detiene, porque lo ha visto. Está acurrucado en uno de los sofás, cubierto por la sábana que falta en su habitación y por un momento, sólo por un momento, a Kotaro le parece un pequeño adorable y siente ganas de abrazarlo. El niño cabecea, abrazado a uno de los cojines, mirando fijamente una de las ventanas. Duda si acercarse o no y cuando lo hace se arrepiente, porque el niño ha volteado y le mira sin mirar, ojos azules muertos en la noche y una faz sin expresión. Mocoso molesto.
- ¿Qué haces aquí? - Se va acercando, decidido y con el ceño fruncido. Kyle desvía la vista y vuelve a ver por la ventana. El castaño siente que le está ignorando y con brusquedad le toma de los hombros, obligándole a desviar el rostro. Lo mira, se miran unos instantes, minutos quizá, antes de que el moreno se despedace en sus manos y se lance contra su pecho, temblando como un bebé asustado, apretando entre sus manos el pijama de Kotaro.
- ¿Qué...? - Hace amago de quitárselo de encima, pero se rinde y termina por rodearle con un brazo, no demasiado cariñoso. - ¿qué te pasa?
- ... -
- ¿No puedes dormir? - Inquiere tras el largo silencio y le revuelve un poco el cabello, cubriéndose también con la manta. El pequeño asiente. - ¿Tienes pesadillas? - Un nuevo asentimiento y un sollozo se escapa de los labios del niño y eso, definitivamente, Kotaro ya no lo entiende.
Suspira pesadamente mientras se acomoda, imaginando que será una larga noche.
- Tranquilo, yo te cuidaré. Todo estará bien - Susurra y lo acurruca, tratando de mecerse con él como ha visto que su madre lo hace con su hermanita cuando la pequeña se recuerda el incidente de Airon.
- Mentiroso...
Es sólo un susurro ahogado y Kotaro lo ignora, mientras sigue abrazándole, con fuerza, deseando poder protegerle. Le revuelve el cabello, traza círculos en su espalda y de pronto, ya no lo odia tanto.