Fandom: Axis Powers Hetalia.
Claim: Rusia/Canadá.
Rating: T.
Para:
lunasytinta
17- Punta
Rusia se observa los pies desnudos. Observa también los de Canadá, cubiertos por calcetines blancos, y el pliegue de las mantas por sobre el cual los cuatro sobresalen. Hace frío allá afuera. Matthew está durmiendo todavía e Ivan escucha la respiración pausada contra su cuello. El canadiense huele a nieve y a miel. El dulce aroma ha hecho estragos en el ruso, quien desde que todo empezó no puede despejarse la nariz de su fragancia, sin importar en dónde y con quién esté. Aunque tampoco es que eso le moleste. Al contrario.
Ciertamente al principio resultó extraño: Rusia no está acostumbrado a que dos manos mucho más pequeñas que las suyas lo sujeten por la solapa y le acomoden la corbata antes de dejarlo marchar. No está acostumbrado a sentir el suave tirón en la tela de su bufanda, que lo arrastra hacia abajo y lo obliga a presionar sus labios contra una sonrisa cálida y tersa, y tampoco está acostumbrado a las risitas nerviosas, casi cómplices, del canadiense mientras se reacomoda los anteojos y le pide que vaya con cuidado y regrese a salvo.
Y que le diga que espera volver a verlo pronto. Que lo echará de menos.
También resulta difícil hacerse a la idea de pasar tanto tiempo al teléfono por las noches, cuando están separados, y que sus ojos entreabiertos vaguen anhelantes por la penumbra, deslizándose sobre la nieve del jardín, a través de la ventana, como si esperase verlo aparecer en cualquier momento.
Pero lo más difícil, sin lugar a dudas, es cuando Matthew abre los ojos por la mañana y le dedica su primera mirada, adormecida pero sonriente, antes de estirarse bajo las mantas para pasarle los brazos alrededor y apoyar el rostro sobre su pecho. Si no hubiera pasado nada la noche anterior, seguramente no se sentiría así, pero Rusia sabe que a Canadá le duele. Sabe que cuando se acomoda sobre su regazo con las piernas abiertas y le besa el cuello, demorándose en la curva de sus clavículas, las heridas aún palpitan sobre la piel de su espalda y sus caderas, cubiertas escuetamente por una camisa blanca que le pertenece a él. Sabe que probablemente le dolerá por días, y que el rubio no se quejará -más de lo necesario-, porque pese a cualquier pronóstico, Matthew se lo dijo: lo disfruta tanto como él.
-¿Te encuentras bien?- es su saludo matutino, acompañado de una delicada caricia que le recorre la espalda ligeramente ensangrentada, y Canadá gime, se retuerce y asiente con la cabeza, resoplando contra la piel desnuda de su pecho. A pesar del dolor, sonríe, y su sonrisa resplandece incluso con mayor intensidad que cuando la intimidad no implica sufrimiento alguno.
“De este modo me siento más cerca de Rusia-san.” Confesó el canadiense aquella vez, cuando se lo preguntó, sonriéndole con timidez. “Si soy capaz de entregarle algo que disfruta…”
Resulta inquietante la resolución con la que Matthew es capaz de decir cosas como ésa, y mientras sonríe y le besa la frente con afecto, Ivan admite que no lo conoce. Que lo que ha visto de él a través de las expresiones inocentes y lastimeras de su rostro, si bien parece tan fácil de leer como un libro abierto, es apenas la punta de un gigantesco iceberg que se desliza silenciosamente hacia sí.
Y él quiere verlo todo.