Por favor, pero qué lectora estoy hecha, que ayer termino un libro y hoy otro! Pues si. Pasa mucho. Es lo que tiene leer varios a la vez. A veces no terminas ninguno, y otras se te acumulan las reseñas. Menos mal que tengo que postear algo todos los días (cosa que no hago pero lo intento) en el otro blog (
daily aranluc) y así voy sacando estas cosas...
El antropólogo inocente
Nigel Barley
The Innocent Anthropologist: Notes from a Mud Hut, 235 páginas, 1983, edición de 1995, Traducción de Mª José Rodellar. Anagrama.
¿Por qué empecé a leerlo?
Cuando me dio por estudiar antropología salieron unos cuantos títulos a tener en cuenta. Siempre pasa. Este era uno de ellos. No se puede decir que te lances a comprarlos, pero si los ves en la biblio te los llevas. Matemático.
¿De qué va?
No es una novela, tampoco es un estudio antropológico. Es lo que le pasó al autor, antropólogo, cuando hizo caso de los consejos que le daban y se decidió a viajar a Africa y hacer trabajo de campo. En mala hora: Burocracia corrupta hasta límites surrealistas, malentendidos grotescos, nativos gorrones, cochinadas, la salud a la mierda, el dinero perdido a manos llenas...
Mi opinión
Se supone que es un libro de humor. Al autor maldita la gracia que le hacían esas cosas cuando las estaba sufriendo, pero no tiene ningún problema en relatar sus desdichas con esa típica capacidad de reírse de uno mismo (y del de enfrente) que tienen los británicos. Hay partes muy graciosas, también hay momentos en que te preguntas si no está exagerando, porque no te puedes creer que sea verdad todo lo que cuenta. Aunque seguramente lo es. Tengo que admitir que cuando se centra en su trabajo de campo, en los resultados, no en el trabajo de campo mismo, que es de lo que trata el libro, sino en lo que se supone que ha ido a ir a Africa, resulta un poco pesado. No te cuenta mucho y lo poco que cuenta no es suficiente como para seguir el hilo, pero da igual, más tarde o más temprano volverá a pasarle alguna burrada interesante.
¿Lo recomiendo? Sí, está bien. Siempre es bueno leer que, sea cual sea su cultura o su origen, los seres humanos somos todos iguales. Igual de capullos, quiero decir. Sólo cambian las formas. Ah, y que los chistes de pedos suelen hacer gracia en casi todas partes.