Título: Tápate los oídos.
Fandom: Sentidos [Original]
Personajes: Varios.
Rating: NC-17
Advertencias: Lemmon.
N/A: No participa en el
dekasem, lo escribí antes de que empezara. Sinceramente, me da hasta miedo publicar este original. No seais muy malos conmigo *smile*
Palabras: 5.741
Tabla | Propmt: #008.
Casi por inercia se colocó el flequillo y el pelo en general antes de tocar al timbre, como si al contestar él pudiera verla. Esperó unos segundos, y tras intercambiar apenas un par de palabras el sonido de la puerta al abrirse cortó su comunicación. Empujó y abrió la puerta del edificio sin mucha dificultad, a la vez que murmuraba un rápido “ya” para que él supiera que ya estaba dentro del edificio.
De reojo miró hacia el botón del ascensor, que estaba ligeramente iluminada en un tono rojo que indicaba que estaba siendo utilizado. Da igual, se dijo, para un piso casi no merece la pena usarlo. Unos segundos después subía las escaleras poco a poco, mientras escuchaba sus propios pasos sonar. Finalmente llegó hasta su puerta, que ya estaba entreabierta y que ella misma se encargó de abrir del todo para entrar, sorprendida, pues él era más de ese tipo de gente que nunca se acordaba de abrir la puerta de su casa sabiendo que tendría que levantarse de nuevo, pues alguien estaba a punto de llegar. Entonces le escuchó detrás de ella al tiempo que se lanzaba sobre ella.
-¡Buenas Eli!-exclamó, abrazándola.
-Hola.-murmuró ella, sonriente, aunque algo apagada.
-¿Estás bien?
-Si, claro.
No hablaron más. Claro que a Elisa le pasaba algo. Claro que Marcos sabía lo que le pasaba. Todo se reducía a algo muy sencillo: una declaración. Porque dos días antes, a eso de la una de la madrugada y después de una conversación de casi dos horas en la que Elisa había conseguido que Marcos, su mejor amigo, le dijera quién era la chica que le gustaba (que había resultado ser Paula, la tercera en su grupo y su propia mejor amiga) él se había empeñado en saber cuál era el chico por el que Elisa se comía tanto la cabeza, ese por el cual muchas veces les había dejado tirados a Paula y a él mismo. Y entonces Elisa no había podido soportarlo más. Después de media hora de preguntas, lo había soltado. Eres tú, había dicho. Entonces Marcos se había desconectado, y al día siguiente habían vuelto a hablar como si aquella conversación nunca se hubiera producido.
Por eso Elisa estaba apagada. Por eso Marcos se sentía culpable. Porque ambos sabían que debían hablar, y sin embargo les daba miedo hacerlo, así que se limitaban a actuar como si nada hubiera pasado.
-Las palomitas ya están en el microondas.-anunció Marcos, guiándola hasta su salón.-No hay nadie en casa, así que hoy Lucía no podrá molestarnos.-añadió mientras miraba desde la puerta del salón cómo Elisa se acercaba al DVD, sobre el que estaba puesta la película que iban a ver.-Por cierto, Paula ha llamado hace un rato.
-¿Ah si? ¿Y qué quería?-la pregunta sonó un poco brusca, pero Elisa se obligó a controlarse.- ¿Tal vez que vendrá un poco más tarde de lo planeado?-eso era típico en Paula.
-No, directamente que no vendrá. Ha quedado con Felipe. Han hecho las paces por su pelea del otro día y bueno, la casa de Felipe esta tarde estaba vacía y…-no terminó la frase, pero Elisa sobreentendió el final a la perfección, además de notar tan claro como el agua el tono de reproche y, en el fondo, de celos, en la voz de su amigo.
-Vaya, record, esta vez sólo les ha durado la pelea cuatro horas.-murmuró Elisa, suspirando.
Se escuchó de fondo el pitido del microondas y Marcos salió corriendo a por las palomitas, mientras ella comenzaba a abrir la carátula de la película y sacaba el DVD para meterlo en el aparato. Genial, aquella tarde iba a ser incómoda cuanto menos.
Al mismo tiempo que ella se sentaba en el sofá Marcos volvió de la cocina con un bol hasta arriba de palomitas y se sentó a su lado justo a tiempo para ver el principio de la película. Ninguno de los dos decía nada, simplemente se limitaban a coger palomitas sucesivamente, uno y después otro, uno y después otro, y rara vez coincidían ambos cogiendo a la vez. El bol no tardó en vaciarse, y tampoco Elisa tardó en comenzar a bostezar, como casi siempre que intentaba ver una película sin hacer comentario alguno, pues aquello iba casi en contra de su naturaleza.
-Eli, te duermes.-murmuró Marcos, sonriéndole.
-No, solo…-se tuvo que interrumpir a si misma, pues el bostezo le alcanzó a mitad de frase.-…estoy algo adormilada, a la peli seguro que le queda poco.
-Pues casi una hora.-repuso él, aguantando la risa.
-¿Tanto? Vaya…
-Si quieres túmbate y duerme, a mi no me importa, no sería la primera vez que pasara.-dijo Marcos, y en seguida se arrepintió de sus palabras.
Claro, túmbate y duérmete. Como las otras veces en las que te quedabas dormida con tu cabeza en mi regazo mientras te acariciaba el pelo y seguía mirando la peli, de manera despreocupada, ignorando que te gustaba. Marcos quiso comerse sus palabras en aquel mismo instante. ¿A quién se le podía ocurrir soltar aquello después de lo que Elisa había hecho y dicho dos días antes? ¡Proponerle eso era como proponerle a un ciego dejarle ver durante una hora, solo una hora, y devolverle la ceguera para el resto de su vida! Una tortura.
A pesar de eso, Elisa siempre fue un poco masoquista. Para ella, que era como el ciego, compensaba más ver durante una hora, que no ver nunca. Supuso que esa era una buena razón para dejarse llevar por lo que le apetecía y recostarse en el sofá, sin decir nada, y apoyarse en el regazo de Marcos, bajando el bol de palomitas vacío al suelo. No veía la cara de su amigo, pero supuso que sería de sorpresa después de todo.
-Gracias.-murmuró, antes de volver a bostezar y cerrar los ojos.
Pero no podía dormir. Olía a Marcos, y aquel era un olor que no la dejaba concentrarse ni en la película, ni en sus cosas, ni siquiera en intentar dormirse. Solo la dejaba pensar en cómo sería si en vez de Paula fuera ella la que ocupara los pensamientos de su amigo. Sintió que necesitaba intentarlo una vez más, pero supo que las palabras no le saldrían. No si sabía que él estaba escuchando.
-Marcos.-llamó.
-Dime.
-Tápate los oídos.
Cuando se escuchó a si misma decir aquello se sintió como una niña pequeña. Como si tuviera cinco años y aquello fuera un juego entre su amigo y ella, un juego de niños que no implicaba sentimientos, confusión y mucho menos palabras como las que estaba a punto de decir.
-¿Que me tape los oídos?-preguntó Marcos casi con sorna.
-Hazlo, por favor.-insistió Elisa, girándose lentamente, de modo que quedó boca arriba, mirando a su amigo, que sonreía divertido.
-Está bien-dijo el chico, acercando sus manos a sus orejas y pegándolas.- ¿Contenta?
Elisa asintió como pudo. Le miró y cogió aire. Ahí iba a de nuevo, su segundo y último intento. Era ridículo, pero lo iba a decir.
-Te…-sintió que la palabra se le congelaba en la garganta, como ya le había pasado muchas otras veces. Sin embargo, se convenció a si misma de que no la escuchaba, y siguió.-Te quiero.
Pero por mucho que las manos de Marcos estuvieran sobre sus oídos aquello no le impedía escuchar. En ningún momento había hecho presión alguna que impidiera el paso del sonido, y mucho menos que impidiera que escuchara aquellas palabras salir de la boca de Elisa. Tragó saliva.
-Eli…-murmuró, bajando las manos.
-No, está bien, ya me lo esperaba. Solo quería comprobarlo cara a cara.-repuso ella, con una triste sonrisa, mientras se incorporaba ligeramente.
Quería marcharse de allí, cuanto antes. Sentía que de un segundo a otro se derrumbaría irremediablemente, y no quería que Marcos lo viera. El nudo en la garganta le impedía ir todo lo rápido que en realidad quería, y el hecho de que se sintiera débil y rota tampoco colaboraba. Apenas se estaba levantando del sofá cuando Marcos le paró, agarrándole del brazo.
-Eli, mírame, por favor.-casi suplicó.
Las lágrimas se agolpaban en sus ojos. No quería girarse. No quería mirarle y hacerse pedacitos delante suya.
-Por favor.-repitió, y aquello si que sonaba a súplica.
Bajó la cabeza y dejó que su pelo cubriera casi por completo su cara, dejando las rendijas justas para poder verle y entonces se giró. Le sorprendió ver la manera en que Marcos le miraba, la manera en que lentamente acercó su mano hasta su mentón y suavemente le obligó a levantar la cabeza.
-No me hagas esto. Déjame irme, por favor.-dijo ella, conteniendo las lágrimas con todas sus fuerzas.
Pero no, él no la soltó. Al contrario, la atrajo hacia si mismo y la abrazó. De nuevo ese olor que no la dejaba pensar. No la dejaba concentrarse en contener las lágrimas que a esas alturas ya corrían por sus mejillas. Ni siquiera se molestó en corresponder al abrazo, dejó sus brazos muertos doblarse al contacto con el pecho de Marcos, que no aflojaba su abrazo.
Levantó la cabeza y al hacerlo sus mejillas se rozaron. La de él se mojó, ella cerró los ojos antes de sollozar. Sintió el roce de sus mejillas al separarse, y el de sus narices al juntarse. Entonces sintió otro roce, el de sus labios. Suaves, cálidos. Los labios que tantas veces había soñado con besar y que ahora por fin conseguía tener entre los suyos propios. Fue extraño, pero le gustó. Las lágrimas dejaban de caer, notaba cómo lentamente, a medida que sus labios se entrelazaban, las piezas de si misma que había creído rotas se juntaban de nuevo. ¿Significaba aquello que él la quería?
-Para.-susurró, reuniendo todas las fuerzas que fue capaz de juntar.
-¿Pasa algo? ¿Hice algo mal? -preguntó él, confundido.
-Si.
-¿Demasiado rápido? ¿No te gustó? Dime.-insistió Marcos, frunciendo el ceño.
-Marcos estás confundido. Solo haces esto por no hacerme daño. En el fondo ambos sabemos que estás deseando que yo desaparezca y en mi lugar se encuentre Paula.
-No, Eli, yo…
-Tu no me quieres.
Dolía. Dolía y mucho decir aquello. Las débiles uniones entre sus piezas se resquebrajaban de nuevo. No podría soportarlo dos veces.
-Yo si que te…-se quedó callado, sin terminar la frase, como le había pasado minutos antes de Elisa. Con la diferencia de que el final de su frase no llegó.
-¿No lo ves? La quieres a ella. Y yo te quiero a ti.
A lo mejor ese era su mecanismo de defensa. A lo mejor el hecho de que Marcos hubiera cerrado los ojos y se hubiera lanzado sobre sus labios con más fuerza de la esperada solo era su manera de evitar escuchar la verdad. Ahora ya daba igual. La estaba besando, de nuevo, y aquella vez a Elisa ya no le quedaban las fuerzas suficientes como para pararlo. Estaba débil y solo olía, sentía y veía a Marcos atrayéndola hacia él, colocándola a horcajadas sobre su regazo.
-Marcos…-casi gimió, intentando pararle. Necesitaba pararle.
-Déjate llevar.-contestó él, con la voz algo ronca.
Cerró los ojos con fuerza. Notó los labios de Marcos bajando por su cuello, sus manos subiendo por su espalda. Algo en su interior le decía que aquello no era lo que debía hacer, pero a aquellas alturas nada importaba ya. Solo estaba Marcos, ella y sus cuerpos, que comenzaban a actuar de manera involuntaria.
Se estremeció por completo al sentir a su amigo tan cerca. Dejó de pensar y se dejó llevar. Su cuerpo cobró fuerza, sus manos se precipitaron hacia la cara de Marcos para levantarla del camino que había tomado por su cuello y comenzando a bajar más y entonces le besó. Con fuerza, casi con rabia, como si aquella fuera su forma de reprocharle que jugara con ella. Si, eso iba a hacer. Se dejaría llevar, pero quedaría claro que había una parte de ella que se sentía mal por eso. Era complicado, pero esa era la manera en que se sentía.
Lejos de ceder ante aquel beso, Marcos también cogió fuerza. Agarró la camiseta de Elisa y la subió sin ninguna delicadeza, quitándosela y lanzándola antes de abrazar su cuerpo, ya solo cubierto por el sujetador en la parte supieron. Elisa se mordió el labio inferior mientras una sonrisa pícara asomaba en sus labios. La chica se separó ligeramente de él y repitió la acción que había realizado con ella minutos antes, acabando Marcos sin camiseta. No era una mala visión ni mucho menos, al contrario. A Elisa le gustaba, le gustaba pasear sus manos de manera casi agresiva por todo el torso y la espalda de Marcos. Y a Marcos le gustaba la sensación que aquello le producía cuando, a la vez de estar pasando, tenía las manos libres para seguir desnudando lentamente a Elisa, hasta llegar a un punto en que solo quedaba su ropa interior.
Se besaron de nuevo una vez que ambos estuvieron casi desnudos, en aquella extraña postura, en el sofá. Estaban cómodos, y más cuando eran conscientes de que cuanto más pegados estaban más cómodos se encontraban también. En medio de aquel beso que, como todos los anteriores desde que Elisa había empezado aquel juego, era tan fuerte que casi parecía que estuvieran haciendo un pulso con sus lenguas en vez de disfrutar la sensación, Eli se dio cuenta de que algo que obviamente no era ni sus manos, ni las de Marcos, comenzaba a ejercer cierta presión sobre su ropa interior. Gimió, cortando el beso.
Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo lejos que habían llegado. Obviamente él no era el primer chico con el que se besaba, pero si el primero con el que llegaba a estar de esa manera, casi desnuda, sobre el cuerpo casi desnudo de su mejor amigo. Se asustó. Si llegaban hasta el final sería su primera vez. Con Marcos. Cerró los ojos con fuerza, forzándose a dejar de pensar como había hecho hasta ese momento, pero aquello era superior a todo lo demás. Paró en seco sus caricias, aunque mantuvo sus manos sobre el torso de Marcos, cogiendo aire antes de volver a abrir los ojos para mirar la expresión de su amigo, deseando que esta no fuera ni de reproche ni de enfado.
-¿Estás bien?-susurró Marcos, repentinamente tranquilo.
-No lo se…Marcos…esto que estamos haciendo…-no conseguía conectar ideas, de repente se había dado cuenta de lo que estaba haciendo.-Somos amigos…
Marcos le puso las manos en las mejillas, obligándola a mirarle. Más bien, para acercarle la cara a la suya y besarla suavemente.
-Si tú no quieres, no hay más que decir.-dijo, y suspiró tras decir eso.
Elisa lo miró durante unos segundos. Claro que quería que su primera vez fuera con él. Lo que no quería era que aquello quedase en eso. Pero ahora no debía pensar en eso. Lo besó, y poco a poco volvió esa intensidad.
-Te quiero.-murmuró entre un beso y otro.-Y me da igual que tu no, te quiero para mi ahora.
Marcos sonrió, a pesar de sentirse culpable por dentro. Él a ella la quería como amiga, como su mejor amiga, la única que siempre había estado ahí. Y en ese momento, a pesar de sentirse confundido entre otras cosas, lo que si que tenía claro era que si sentía lo que ella acababa de decir: la quería para él, allí.
Con un poco de miedo subió con sus manos por la espalda de Elisa hasta llegar el broche del sujetador. No era un experto, eso estaba claro, de hecho nunca antes había desabrochado un sujetador, pero no le pareció tan difícil como siempre había escuchado. Deslizó los tirantes lentamente por los brazos de Elisa, a la que miraba a los ojos, la misma Elisa que en aquel momento se ruborizaba y que parecía una muñequita en sus brazos. No era perfecta, no era una supermodelo, pero en aquel momento era suya, totalmente suya.
Sin apartar sus ojos de los de Marcos se deshizo lentamente de la ropa interior que le quedaba a ella misma, sintiendo cómo le ardían las mejillas. Cuando estuvo completamente desnuda pudo apreciar el tamaño real de aquel bulto que antes simplemente se había rozado con ella y que en aquel momento sólo se separaba de su desnudez por una fina tela, la del bóxer de Marcos.
Gimió de nuevo, pero aquella vez no era ni por miedo, ni por reproche. Aquella vez era por placer. Porque aquella sensación era mejor de lo que ella se esperaba. Al menos, de momento. Aunque por la cara de Marcos, él no había entendido ese gemido de esa forma.
-Tranquilo.-susurró, y notó entonces que su respiración no era tan tranquila como siempre.-No te pares ahora, por favor.-añadió, y según lo hizo comenzó a quitarle el bóxer.
Cuando ambos estuvieron totalmente desnudos volvieron a mirarse a los ojos. Sus manos recorrieron los cuerpos del opuesto, accediendo a rincones a los que al principio no habían conseguido acceder, arrancando gemidos de la boca del otro, disfrutando del momento. Se acercaron más, rozaron sus labios, cerraron sus ojos y se besaron de nuevo, en un beso cargado de miedo, de confusión, y a la vez de pasión, de ganas de llegar más allá.
Haciendo un poco de fuerza Elisa se incorporó, quedando de rodillas en vez de sentada sobre las piernas de Marcos. Pegó totalmente su cuerpo al de él, permitiendo que el camino de besos que había comenzado a descender por su cuello bajar más, por sus omoplatos, un poco más abajo, por su canalillo, entre sus pechos, y ella no pudo más que volver a gemir, controlar su respiración.
Comenzó a bajar poco a poco, deslizándose apoyada en su cuerpo, consciente de que llegaría un punto en que no habría división entre un cuerpo y otro. Y había llegado ese punto. Marcos intentó que su entrada fuera lenta, que no le doliera, pero no pudo evitar sentirse mal cuando su gesto, su expresión, se volvió más dura, a la vez que cerraba fuerte sus ojos.
-Eli…-murmuró, acariciándole la espalda, abrazándola, ralentizando la entrada.
Elisa escondió su cabeza en el hombro de Marcos. Sus manos se enlazaron en su espalda, y sintió cómo su amigo entraba en ella de una manera que nadie antes había seguido. Dolía. Claro que dolía, pero era una sensación de dolor mezclada con una de placer indescriptible. No estaba segura de si sus propios gemidos eran de dolor o eran de placer. Tal vez una mezcla.
Así que esa era la sensación. Ahora la sentía por primera vez, Marcos totalmente dentro de ella, besándola mientras comenzaba a provocar un movimiento continuo, arriba y abajo, pero sin llegar a separarse en ningún momento. A aquellas alturas ya era imposible controlar la respiración, y no hablemos de los gemidos, que no salían de su boca, que casi podía decir que salían de su vientre.
-Marcos…-gimió, abrazándole más fuerte.
Marcos no contestó. El chico tenía los ojos cerrados muy fuerte, y su respiración era como la de Elisa. Sus brazos trataban de retenerla cada más cerca, estaba volviéndose loco y necesitaba sentirla más. El ritmo aumentó y, con él, el dolor y el placer de Elisa. No podía aguantar más, necesitaba gritar, pero sabía que no podía, así que cuando no lo soportó más se abrazó fuerte a Marcos y mordió su hombro, evitando así un grito que probablemente habría asustado al propio Marcos. Mientras tanto, el chico también experimentó esa sensación. Gruñó, gimió y al final enredó una de sus manos en el pelo de Elisa y tiró hacia su cara para besarla ferozmente. En aquel beso se fue extendiendo esa sensación por todo su cuerpo, provocándoles un escalofrío que consiguió que ambos arquearan sus espaldas hacia atrás.
Poco a poco su respiración se fue acompasando, relajando. No se había separado, pero tampoco se habían mirado a los ojos desde ese momento en que habían llegado juntos al orgasmo. Elisa fue la primera en moverse, separándose de Marcos, sacándole de ella. Se sentó de lado y se abrazó a él, todavía desnuda, apoyando su cabeza en el hombro del chico.
Marcos también la abrazó y buscó su boca para darle un suave beso. Entonces se dio cuenta de que la chica estaba triste. Como si no acabaran de hacer el amor, como si volvieran otra vez al principio de aquella situación. Como si ella se hubiera declarado de nuevo, y él no hubiera hecho nada más que quedarse callado.
-Eli, pequeña, ¿qué te pasa?-preguntó, casi con miedo por saber la respuesta.
-No es nada. Créeme.-aseguró, asintiendo ligeramente.
-Eli, acabamos de…en fin, ya sabes lo que acabamos de hacer.-dijo Marcos, apartando la mirada, algo avergonzado.-Confía en mi, por favor.
-Marcos, no lo hagas más difícil. Esto ha sido genial, y te juro que jamás había querido que fuera con otra persona que no fueras tú, pero esto en el fondo no ha significado nada. Tal vez para mi lo haya significado todo, pero para ti… ¿qué ha significado para ti?
Elisa se le quedó mirando, esperando por una respuesta que sabía que no iba a llegar, pero que estaba muy clara al menos para ella. Por eso le sorprendió escuchar a Marcos responderle.
-Más de lo que imaginas.-murmuró Marcos, mirándola.-He sentido cosas que me asustan, Elisa. Me asustas. Me asusta que cada vez que gemías, necesitara saber al instante por qué, con una preocupación que iba más allá de la de un amigo. Me asusta que cuando has dicho mi nombre he sentido que algo se descontrolaba en mi interior, algo que te necesitaba tan desesperadamente que no supiera cómo saciar esa sed. Me asusta no tener las cosas tan claras como pensaba que las tenía.
No sabía qué decir. No sabía asimilar esa información. Simplemente lo abrazó más fuerte, intentando que su seguridad fuera suficiente para los dos.
-Te quiero. Te quiero. Te quiero por ti, y por mi, y se que es injusto que te lo diga ahora que estás confundido, pero llevo demasiado tiempo guardándomelo. Te quiero.
Marcos esbozó una sonrisa y la besó, la abrazó, la tumbó y se recostó sobre ella, haciéndole cosquillas, sonriéndole, sin ninguna intención más allá de la de sentirla a su lado. Entonces sonó el teléfono.
-No quiero cogerlo.-gruñó Marcos, dándole un beso rápido.
-Tienes que cogerlo. Y yo tengo que vestirme. Marcos, que aquí dentro de un rato van a estar tu hermana y tus padres. Que no se si te has dado cuenta, pero estamos desnudos en tu sofá.-repuso Elisa, intentando que el chico se levantara, pues el teléfono seguía sonando.
-Está bien, ya voy. Pero te quiero aquí cuando vuelva, ¿entendido?
La besó de nuevo y Elisa sonrió mientras lo veía levantarse hacia el teléfono. Descolgó y antes de contestar le sonrió, consiguiendo que se sintiera mejor aun. Permaneció allí tumbada, desperezándose.
-¿Diga?-murmuró Marcos al teléfono. La voz del otro lado de la línea contestó.-Si, estoy aquí, con Elisa.-la aludida le sacó la lengua, provocando una sonrisa en Marcos.-¿Que si se va a quedar a cenar? Ni idea…-Elisa negó con la cabeza, pero la mirada suplicante de Marcos la hizo suspirar y asentir.-Si, si que se queda.-hubo otro silencio, y entonces Marcos palideció.-Vale, hasta ahora.-y colgó.
-¿Qué pasa?-preguntó ella, sentándose en el sofá, asustada.
-Mis padres estarán aquí en cinco minutos.
Elisa le miró, desnudo, y aunque tuvo que aguantarse las ganas de levantarse y abrazarle tan fuerte que pareciera que se fueran a fusionar, se contuvo y comenzó a recoger su ropa esparcida por la habitación. En el momento en que se la había quitado no se había fijado, pero ahora se daba cuenta de que habían lanzado cada cosa a un sitio distinto.
-Marcos.-murmuró la chica, cuando él ya estaba vestido y se dedicaba a ordenar un poco el salón, recoger el bol y esas cosas.-Marcos.-insistió, viendo que el chico no se giraba para mirarla.
-Eli, después de hoy no negaré nunca que me guste verte en sujetador.-comentó, mirando a la chica, que se ruborizó.-Pero no creo que a mis padres le guste especialmente la idea.-bromeó, acercándose a ella.
-Que idiota.-contestó sacándole la lengua.-No encuentro mi camiseta, así que coopera si no quieres que tus padres me pillen así.
-Ah, ¿te refieres a esta camiseta de aquí?-preguntó, sonriendo, mientras desenganchaba algo que Eli había supuesto que era un trapo, naranja, que llevaba colgado del pantalón, pero que resultó ser su camiseta.
-¿Te importa devolvérmela?-dijo Elisa, acercándose a él con una mirada peligrosa. Cuando estaba a punto de cogerla, Marcos la apartó de su mano.
-Te propongo un intercambio.-murmuró Marcos, sonriendo pícaramente.-Tu camiseta por…
Marcos se quedó pensativo y mientras estiró de su brazo y la pegó totalmente a él, abrazándola con un solo brazo. Elisa sonrió, divertida, sin oponer resistencia.
-Tu camiseta por el mejor beso que puedas darme.-propuso Marcos, sonriendo pícaramente.
Elisa se colgó de sus hombros y acercó sus labios a los de Marcos, apenas rozándolos, hasta que poco a poco comenzó un beso lento, pausado, suave. Cuando fue a separarse de él, Marcos sonreía, y atrapó de nuevo sus labios en otro beso. Elisa estaba a punto de reclamar el tercero cuando escucharon la llave de la puerta. Se soltaron, ella se puso su camiseta corriendo y Marcos salió disparado hacia la cocina a dejar el bol.
-¡Hola hijo! ¡Hola Elisa!-se escuchó la voz de los padres de Marcos, seguida por el sonido de las ruedas de la silla de Lucía avanzar por el pasillo.
La primera en entrar fue la hermana de Marcos, sonriente. Acostumbrada a verla con el pelo recogido le sorprendió que Lucía lo llevase suelto, dejándolo caer liso sobre sus hombros. Aunque pareciera mentira, Elisa y ella eran más similares físicamente hablando que el propio Marcos y Lucía. Sobretodo porque ambas llevaban flequillo, aunque el de Lucía fuera recto y el de Elisa hacia un lado, además de que el pelo de Elisa era ondulado. Pero las narices de ambas eran respingonas, sus ojos grandes, y antes, cuando Lucía no llevaba aquella silla de ruedas, también habían podido comprobar que ambas medía lo mismo.
La gran diferencia entre ellas radicaba en el color de sus ojos. Al igual que los tenía Marcos, y que los tenía su padre, los ojos de Lucía eran azules intensos, mientras lo de Elisa eran de un tono marrón verdoso bastante más oscuro. Y por culpa de aquellos ojos azules ahora se sentía incómoda, pues parecían no poder despegarse de ella, como si supiera exactamente lo que acababa de hacer con su hermano mayor.
-¿Qué hay, Eli?-dijo Lucía, a modo de saludo, tomando las confianzas que siempre tomaban.
-Hola Lu.-contestó la chica, sonriendo incómodamente mientras desviaba su mirada y se metía las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros.
-Eli, sabes que siempre me ha gustado tu pelo, pero parece que hayas metido la cabeza en un huracán, ¿qué habéis hecho esta tarde Marcos y tú? ¿Pelearos toda la tarde?-preguntó Lucía, de manera despreocupada.
En aquel momento Marcos entraba en el salón, y escuchó el comentario de su hermana a la perfección. Miró a Elisa, que sonrió nerviosa mientras notaba cómo se sonrojaba. Marcos se acercó a ella, pasando por al lado de su hermana, sonriendo.
-No, pero ya sabes cómo es Elisa, es incapaz de no dormirse viendo una peli y claro, luego se mueve y termine de esta guisa.-comentó, con voz tranquila, casi divertida, mientras ayudaba a su amiga a colocarse el pelo.
-¿Y qué peli habéis visto?-continuó interrogando Lucía, como si lo hiciera a propósito para pillarles en su mentira.
-Pues la verdad es que no se cómo se llama.-contestó Marcos, mirando a su hermana.-Yo también me dormí, era muy aburrida.
Lucía se rió, y Elisa pudo respirar tranquila. Parecía que la hermana de Marcos supiera algo más de lo que aparentaba saber, y la estaba poniendo nerviosa. Aunque el propio Marcos tampoco colaboraba, porque no se le había ocurrido una mejor idea que colocarse a su lado mientras hablaban con su hermana, y comenzar a pasear su mano por la espalda de Elisa, de manera que daba la sensación de que solo estaba apoyada, pero que en realidad la acariciaba sobre la fina tela de la camiseta. Y aquello no la tranquilizaba, no precisamente después de aquella tarde.
En aquel momento entraron los padres de Marcos al salón, con algunos vasos y bebidas.
-Entonces, chicos, ¿se vino también Paula? ¿Lo pasasteis bien los tres?-preguntó la madre de Marcos, Ana Isabel.
-Paula no vino, mamá.
A pesar de que la conversación siguió transcurriendo como si nada, mientras los padres de Marcos iban y venían desde la cocina, mientras Lucía encendía la tele, Elisa desconectó después de la frase de Marcos. Por que lo había dicho en un tono seco. Como si le molestara que Paula no hubiera estado allí, o como si le molestara que su madre la incluyera cuando hablaban de diversión, no estaba segura de cuál de esas dos razones era la correcta. Se limitó a callarse, apartarse de Marcos y sentarse en el sofá, mirando la tele, distraída.
-Eh, vuelve aquí, que me parece que te has ido.-susurró Lucía casi en su oído. Elisa parpadeó un par de veces, como despertando de un sueño.-Te has quedado colgada totalmente, Eli. ¿Estás bien?
-Si-dio Elisa, cortante.
-Bueno, si tú lo dices…
Después de una hora, de una rápida cena y de algunas despedidas, Elisa y Marcos se encontraban en el portal del chico, que había bajado para despedirse de ella sin tener delante a sus padres.
Cerró la puerta, quedando ambos fuera del edificio. Sonrió y se acercó a ella, atrayéndola por la cintura, hasta que finalmente la besó, beso que no fue especialmente correspondido.
-Eli…-murmuró, suspirando.- ¿Qué he hecho ahora?-añadió, con tono cansado.
-Nada.-cortó ella, separándose de él.
-Joder, Eli, no puedes esperar que adivine por qué te enfadas cada vez que lo haces, porque me voy a volver loco.-casi gruñó Marcos.
-Pues tranquilo, que no vas a tener más problemas conmigo. Me voy.
Elisa bufó, se giró y comenzó a andar. Pronto fue detenida por Marcos, que la obligó a parar, girarse y abrazarle.
-¿Qué he hecho?-repitió, y aunque su tono no había desaparecido del todo, al menos si estaba más calmado.
-Es lo de siempre, lo que llevo intentando enseñarte toda la tarde y no me dejas. Me besas, y yo intento hablar, me vuelves a besar y todavía me opongo ligeramente, pero dios es que a estas alturas deberías haberte dado cuenta de que solo te intereso, no te gusto, ni mucho menos me quieres. Todo ese rollo de hace un rato de que te asusto es tu manera de tergiversar tus sentimientos para evitar herir los míos. Pero cada vez que la nombras a ella cambias totalmente.
-Dime que no te refieres a Paula.
-Claro que me refiero a Paula.
-¿Quieres darte cuenta de lo que yo estoy intentando enseñarte?-cortó Marcos, besándola.-Estoy tratando de avanzar contigo. No te puedo decir todavía esas dos palabras, pero te puedo decir la verdad. Me gustas. Me atraes. Y si, puede que esto te suene raro justo ahora, pero es la verdad, y ahora es cuando me he dado cuenta. ¿O nunca te has dado cuenta de las veces que te abrazo, de las veces que te dejo apoyarte en mi, de cómo siempre te busco cerca? A lo mejor no es ese sentimiento el que tú quieres que sienta, pero seamos sinceros, Paula también ocupa una parte en mi. A pesar de que sigas atrayéndome mucho más que ella.
-Así que yo soy la chica del polvo, y ella la chica de la relación seria, ¿no? Irónico.-comentó Elisa, con sorna.- Sobretodo teniendo en cuenta de que ella se ha tirado a medio curso, y que de hecho en estos momentos seguramente se lo está montando con Felipe, y que joder, ella es la increíble, guapa, extrovertida y perfecta Paula, mientras que yo soy una del montón comparada con ella.
-Eres la chica lista, pequeñita, flexible de una manera que hasta esta tarde nunca había descubierto, hueles a frutas, sabes mejor que las frutas, y además, ¿qué puedo decir en mi defensa? Soy un tío, soy débil y eso de sentir que eres como mi muñequita personal, eso de besarte, lo adoro. Llámame lo que quieras, enfádate conmigo, pero no te alejes.
Elisa se mordió el labio, pensativa. La chica polvo, había dicho, y es que no tenía muchas maneras más de llamar a lo que entendía que era ella para Marcos. Pero sonaba mucho mejor llamarlo amigo con derechos especiales, o mejor amigo del que estaba enamorada y con el que se había acostado aquella tarde, o simplemente tío que mejor la había besado en su vida. Al menos en la parte física ganaba a Paula.
Debo estar loca o algo para aceptar una relación así, pensó. Pero era tan apetecible tener a Marcos para ella en al menos alguno de los aspectos era también muy tentador. Bésale, le decía una voz en su cabeza, mientras que la otra gritaba que le cruzara la cara por ser tan capullo. Obedeció a la segunda.
-¿Pero qué…?
Marcos no terminó la frase, porque Elisa le besaba. Finalmente había cedido a la primera voz, sintiéndose tonta y la vez perfectamente bien con los labios de Marcos sobre los suyos, mordisqueándolos ligeramente. Escucharon la puerta tras ellos y se separaron de golpe, aunque demasiado tarde.
-Lo siento.-murmuró Lucía, quieta, mirándolos con los ojos muy abiertos.-Lo siento, no quería interrumpir nada, solo me enviaron para saber por qué Marcos tardaba tanto…
-No importa, Lu, yo ya me iba.
-Que por mi no sea, de verdad, puedes quedarte y seguir con lo que estabais…haciendo.-insistió la chica, negando con la cabeza.
-Lu, nena, de verdad que me voy ya. Si paso un minuto más al lado de tu hermano terminaré volviéndome loca.
Elisa separó bruscamente los brazos de Marcos de su cintura, lugar donde se habían instalado durante el beso, y acercándose a Lucía para darle dos besos antes de comenzar a caminar hacia su casa. Cuando hubo doblado la esquina de la calle, Lucía miró a su hermano, que se había quedado parado, cabizbajo, como ido.
-No la utilices, Marcos. Se nota, y mucho, que le gustas de verdad, y conociéndote no estarías así si a ti también te gustara y el beso que he visto lo hubieras dado por esa razón. No la utilices, aunque solo sea por no romper toda vuestra amistad.
Dicho esto, Lucía entró a la casa, dejándolo allí, solo.