Sebastian V

Apr 01, 2009 14:05

Fandom: Prince of Tennis
Universo: Sebastian
Pareja: Atobe/Fuji, Tezuka/Echizen y Sanada/Yukimura en principio. Cambiarán.
Advertencias: NR-13 como mínimo para el general del fic. En caso de necesitar algúna más especifica avisaré en dónde corresponda. Como siempre, AU.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Konomi. Las referencias a otras obras también pertenecen a sus respectivos creadores.
Sumario: De Tensai a Lucifer. Y Fuji lo único que buscaba era un mundo en el que no existiesen los dioses para recordarle que siempre había sido un ángel caído.
Notas: Sin revisar, y además estoy atontada por llevar días sin dormir bien. Capítulo corto, además, pero ahora que me he quitado de encima esto, confío en ser capaz de avanzar de forma más regular.



Capítulo V: La voz del Diablo es dulce de oír.*

Una rendija de luz se colaba en la habitación y el rayo de sol iba directo a los ojos de Atobe. Masculló algo que podría ser considerado una maldición y con el cerebro todavía medio dormido, se sentó sobre la cama. El latigazo de dolor por lo súbito de la nueva postura le recordó lo memorable que había sido la noche anterior.

-Buenos días Tannhäuser.

-Cierra la maldita ventana Fuji.- maldijo, entendiendo, al fin, que la luz y el frío se colaban en el cuarto por culpa del prodigio, que fumaba en la ventana como si fuese una mañana de agosto en vez de una de octubre.

-El frío es bueno para tener la piel tersa y suave, querido. Te ahorrarías la millonada que gastas habitualmente en tratamientos que en realidad no pueden ocultar que estás envejeciendo.

-Yo no estoy envejeciendo.- dijo, totalmente ofendido por la insinuación.- Y haz el favor de vestirte.- ordenó, cuando se dio cuenta de que no solamente estaba fumando en la ventana, sino que además, estaba totalmente desnudo.

-Siempre me olvido de lo pudoroso que eres en realidad.

Con un resoplido de fastidio, Atobe se envolvió en la sábana y se encerró en el baño para darse una ducha y despertar apropiadamente.

-Envejeciendo yo... ¿quién se cree este?- murmuró mientra se evaluaba frente al espejo y examinaba su cabello en busca de hebras grises.

Media hora después, no había rastro de Fuji en el dormitorio. Vestido más informal de lo que tenía por costumbre, Atobe bajó a desayunar sabiendo que encontraría a su amante sentado a la mesa tomándose el segundo café del día. Ese era Fuji, adicto a casi todo lo malo a lo que uno podría estar adicto.

-Buenos días, de nuevo.- lo saludó con una sonrisa fría y cordial. Atobe suspiró. Podía olvidarse de sus planes de llevar a Fuji a cenar fuera.

-Buenos días. ¿Está todo a tu gusto?

-Por supuesto. Tienes un buen servicio doméstico, como cabría esperar de ti.

-Me alegro. Estarán complacidos de saber que cuentan con tu aprobación.

-Seguro.

-¿Qué vas a hacer hoy? ¿Tienes planes?- preguntó tratando de sonar indiferente mientras se servía un vaso de zumo.

-Tengo planes, sí.

-Oshitari nos ha invitado a cenar en su casa.

-Que considerado por su parte.

-¿Irás o debo inventarme alguna excusa?- inquirió Atobe arriesgándose a mirar a su compañero por encima de su periódico. Fuji parecía concentrado mojando un trozo de naranja en su café. Una vez había intentado indagar más en ese paladar extraño del prodigio. Tras casi morir ahogado por culpa de una mezcla de chili y wasabi no había vuelto a intentarlo.

-No veo por qué no. Oshitari siempre ha sido compañía de lo más entretenida.

-Yuushi se sentiría honrado si supiese que el gran y todopoderoso Fuji opina eso de él.

-Debería, debería.- Atobe alzó una ceja.- No es una categoría de la que tú formes parte, querido. Nunca has sido compañía entretenida.

-Lo consideraré un cumplido.- replicó, el deje de amargura perfectamente camuflado en el tono de voz.

-Puede que lo sea, Tannhäuser, puede que lo sea.- se rió Fuji. Atobe no supo si sentirse ridiculizado o elogiado. Quizá toda la conversación infligía un poco de todo sobre su persona. El mundo de la política nunca sabría el talento que se perdía en Sebastian Gray.- A todo esto, tengo una cita para comer, así que no volveré hasta media tarde.

-¿Marchas ya?

-Afortunadamente para ti, sí.- dijo justo antes de terminarse su café de un trago.- No vas a tener que soportar mi humor desagradable durante más tiempo del estrictamente necesario.

Estuvo a punto de sugerirle que se llevase a su chófer, pero sabía que un comentario de ese tipo sería visto como un intento de relación real entre ellos y Fuji nunca se tomaba esas cosas bien. Tampoco se solía tomar bien que preguntase adónde iba y con quién, como Atobe había descubierto en los meses que más o menos estuvieron viviendo juntos en París. Las tres veces que se le había ocurrido cuestionarlo, Fuji había aparecido con alguna de sus conquistas de una noche, generalmente borracho y sugiriéndole irse a dar un paseo mientras él atendía a su invitado. O al menos, eso había hecho las dos primeras veces. La tercera simplemente había llevado al tipo al dormitorio de invitados, sin molestarse en avisar a Atobe, que se había despertado por los estridentes gritos de placer del hombre en la cama de Fuji.

Por supuesto, se había vengado. Más o menos. En realidad no era una venganza porque ambos sabían que no follar entre ellos durante las dos semanas siguientes, mientras Atobe traía todas las noches a alguien diferente no era una venganza. A Fuji le daba igual con quién se acostase. No iba a ponerlo celoso y no iba a ofender algún sentido de lealtad y fidelidad en él porque estaba claro que si en algún momento había sido leal y fiel a algo, ese tiempo era tan lejano como sus sonrisas sinceras.

De todas formas, Atobe reconocía que el papel de mártir traicionado por su amante no le sentaba bien, no le sentaría bien nunca; por lo que fingir que lo era no lo llevaría a ningún lado. Y ese día, se dijo mientras ojeaba la sección deportiva del diario, tenía lugares en los que pasar su tiempo, gente con la que hablar y situaciones que evaluar. Después de todo, estar bien preparado solía ser la clave para que todos sus negocios fuesen un éxito. No iba a ser menos con su plan de amargarse la vida.

En ciertas ocasiones, como en ese instante mientras terminaba su desayuno y cerraba cuidadosamente el periódico junto a él; se sentía como uno de esos adolescentes que se amargaban por tonterías y que recibían desprecio por su actitud. Después de todo, no tenía justificación para estar así, deprimido y decidido a seguir hundiéndose más y más en su depresión solo porque alguien de quién había estado enamorado en su juventud no estuviese con él. Él era el gran Atobe Keigo, empresario temible en asuntos de negocios, guapo y con más dinero que tiempo en su vida para gastarlo todo. Sufrir por otro ser humano no era más que una burda falacia que seguramente levantaría cinismo y desprecio en gente sin su buena relación con la diosa Fortuna.

Pero aún así, era su vida y tenía todo el derecho del mundo a amargarse por lo que él considerase más digno y adecuado. Echizen y Fuji eran una buena combinación para volver su vida como una pesadilla.

De mejor humor gracias a su pequeño desvarío de auto-compasión, Atobe decidió que podía ir hacia su destino sin necesidad de molestar al chófer. Conducir uno de sus deportivos por el mero placer de conducir era uno de esos pequeños vicios que se concedía de cuando en cuando. Nunca demasiado a menudo porque su agenda no se lo permitía, pero era la mejor opción en ese caso.

Al aparcar frente al club deportivo, un par de adolescentes se quedaron observando el coche maravillados. Con los ojos ocultos bajo sus gafas de sol, Atobe captó el instante en el que las miradas dejaron de ser para su mercedes y pasaron a él. No pudo evitar reírse.

-Definitivamente, en este país no hay un tenista heterosexual.- masculló para sí mismo justo antes de dedicarles un guiño a los muchachos y ver como ambos se sonrojaban profusamente. Tenía que ser terapéutico de alguna forma eso de levantar semejante admiración con su mera presencia. Vale que la ropa era de diseñador, pero seguramente esos dos ni siquiera eran capaces de pronunciar Yves Saint Laurent de forma correcta y lo que en realidad les atraía era el modelo. Lógico y normal, por otra parte.

La voz de Fuji intervino en su diálogo interior para recordarle cuán narcisista se podrían considerar sus pensamientos. Prácticamente podía escuchar el suspiro y la forma en la que decía Tannhäuser, Tannhäuser con ese deje de desdén del que Fuji solo se deshacía cuando estaban en medio de una sesión de sexo especialmente intensa.

Alejando a Fuji de su cabeza, Atobe; dirigió una mirada a su alrededor en busca de una congregación de gente que le indicaría en que pistas estaban teniendo lugar las rondas de selección del pequeño torneo. Una vez situadas, sólo tenía que dirigirse a la que reuniese un mayor número de personas. Después de todo, los espectadores querrían observar al famoso Tezuka Kunimitsu con sus propios ojos. Una pena que tuviesen que hacerlo en calidad de entrenador. Atobe estaba seguro de que su legendaria inexpresividad alcanzaría límites no conocidos anteriormente por el ser humano mientras sus ojos no abandonaban ni durante un segundo a su protegido.

Por supuesto, cinco minutos después descubrió que su razonamiento había sido perfecto -como siempre- y se dirigió a un pequeño hueco que había en el fondo de la pista en la que Fuji, Yuuta, parecía ir ganando. Para su suerte, la gente normal era tan predecible que se arremolinaban tras el banquillo que ocupaban Tezuka y Mizuki (que seguía teniendo el mismo gusto horrible en cuanto a ropa y colores que lo había caracterizado en su juventud) y por consiguiente, el fondo de la pista tras el campo que ocupaba Fuji, Yuuta, estaba prácticamente despejado. Atobe, cuya apariencia rezumaba dinero, y poseía un porte que como mínimo era imponente, sabía que atraería miradas y la atención de todo el mundo. Incluido Tezuka Kunimitsu. Lo que, a fin de cuentas, servía a sus planes a la perfección.

Los jugadores no eran terriblemente malos. Él habría ganado a cualquiera de los dos con facilidad, pero él seguía estando por encima de la media. Después de todo, incluso en París había continuado con su entrenamiento diario. Solía utilizar la excusa de que era para mantenerse en forma, pero ciertamente no podía mentirse a sí mismo: si las circunstancias hubiesen sido diferentes, habría sido profesional. Sin embargo, tenía una fortuna familiar que acrecentar.

Tezuka, para su agrado, no tardó demasiado en darse cuenta de su presencia que recibió frunciendo el ceño y dejando que su boca tuviese esa pequeña inflexión en uno de los extremos que significaba, sin lugar a dudas, que seguía detestando su presencia tanto como en los viejos tiempos.

Cuando el partido terminó y la gente despejó los alrededores de la pista, Atobe caminó hacia la puerta por la que saldría Tezuka y se apoyó contra la verja haciendo uso de toda la elegancia de la que era capaz.

-Siempre acabamos por depender de nuestras propias obras**, ¿no crees Tezuka?- inquirió, su voz clara y suave llegando perfectamente a su interlocutor.

-Atobe.

-No hay necesidad de que seas tan seco. Somos viejos amigos, después de todo. ¿Tienes planes para comer?

-No.

Atobe suspiró. Cuando Tezuka se ponía difícil era terriblemente extenuante conseguir algo de él.

-Tezuka-san, será mejor que nosotros nos marchemos. No quiero hacer esperar a mi hermana.

Tezuka asintió y Fuji, Yuuta, salió de las pistas dedicándole un pequeño gesto con la cabeza a Atobe en forma de reconocimiento. Dado que no se había puesto a gritarle insensateces relacionadas con Fuji -su Fuji- podía estar seguro de que Fuji, Yuuta, no era muy aficionado a las secciones de sociedad y entretenimiento de los diarios. Algo que, en esos instantes, jugaba a favor de Atobe. No llevaban tiempo suficiente en la ciudad para exponerse ya a los problemas que sin duda, Fuji, Yuuta, provocaría cuando se enterase de que el hermano que no soportaba estaba de regreso en la ciudad y escandalizando a la opinión pública.

Contuvo el impulso de fruncir el ceño y dejar caer su sonrisa petulante. Tezuka lo observaba y no podía permitirse el lujo de dejar caer su fachada.

-Seré claro, Atobe. No me interesa por qué estás aquí. Igual que no me interesa el pequeño espectáculo de ayer. Por lo tanto, no me permitas ocupar un minuto más de tu tiempo.

-Gracias al pequeño espectáculo de ayer, tengo todo el tiempo que quiera emplear en pequeñas cortesías sociales. Y de todas formas, supuse que quizá tuvieses un par de cuestiones que podríamos tratar.

-No veo que tú y yo tengamos nada en común.

Atobe se mordió el interior del labio para contener las tres primeras réplicas que se le ocurrieron.

-Cierto. Nada en común. Aún así, sería un placer que consintieses durante unos instantes en mi pequeña y superficial charla sin sentido.- Tezuka lo miró con un deje de enfado y se cruzó de brazos, claramente esperando a que continuase.- Quiero proponerte negocios. Bueno, mejor dicho, quiero proponerle negocios a tu protegido. Confío en que en meses estará preparado para ser lanzado al mundo internacional del tenis, y, sinceramente, para convertirlo en alguien que represente un éxito para tu leyenda; no le va a llegar con ganar partidos. Necesitará un buen promotor que lo respalde, buenas campañas de publicidad y un manager adecuado.

-No es conmigo con quién tendrías que hablar de todo eso. Yo solo soy su entrenador.

-Tezuka. Deja el acto de ingenuidad a un lado. No somos niños y sabes como funciona el mundo del deporte de élite. Es como todas las élites. Y Fuji, Yuuta, no tendrá nunca ni tu talento ni tu potencial.

Atobe esperó el cambio en la mirada de Tezuka. Esperó pacientemente a que sus ojos dejasen de mostrar irritación y dejasen salir un mínimo brillo de interés.

-No veo que sacarás tú de todo esto, Atobe.

-¿Yo? Un buen negocio de Yuuta, cuando se haga conocido. Y satisfacción personal.

-¿Satisfacción personal? Puedes apadrinar a cualquiera, si es por satisfacción personal.

La entonación desdeñosa de Tezuka provocó que Atobe tuviese ganas de reírse a carcajadas. Al menos, si era capaz de desdén, significaba que después de todo, Tezuka era humano. Por lo menos, hasta que volviese a utilizar la total y absoluta inexpresividad que dominaba a la perfección desde los trece años. Ante sí mismo, Atobe no podía evitar sentir la envidia ascender desde alguna parte de su interior hasta formar un nudo en su garganta. Y no era simplemente por ser capaz de no mostrar la más mínima emoción. Tezuka había llevado la vida que Atobe habría soñado para sí mismo. Amante incluido.

-Créeme si digo que preferiría no tener que lidiar ni contigo ni con Fuji, Yuuta; pero desgraciadamente es él único deportista del mundo cuyo patrocinio puedo hacer pasar como regalo de aniversario.

-Permíteme dudar que a Fuji le interese la carrera de su hermano en particular y el deporte en general.

Por suerte para todos, Fuji no estaba junto a ellos. Haber escuchado en persona la indiferencia y desprecio contenido en la expresión de Tezuka al hacer referencia a él lo habría herido más profundamente de lo que Atobe era capaz de contener. Después de la actuación del día anterior y de lo que había presenciado en París, una parte de él (la parte que sentía cierto aprecio por el polémico fotógrafo) no se veía capaz de preveer las acciones de Fuji más allá de la parte en la que serían Malas.

-Entonces te ruego que me permitas no tomar en consideración lo que crees que sabes o dejas de saber lo que mi amante piensa o deja de pensar.- Inmediatamente, Tezuka adoptó una posición más tensa y se alzó en su propia estatura, creando una apariencia imponente en la que parecía que en vez de cinco centímetros era una veintena más alto que él. Y, ante la amenaza física, Atobe reaccionó de la única forma que podía, alzándose también todo lo que podía y utilizando su mayor talento dialéctico para salir victorioso.- Después de todo, no creo que nunca hayas conocido de verdad a tu prodigio residente. Evidentemente, a él no le importaste lo suficiente como para decirte que se iba a la otra parte del mundo.

Daba igual que Atobe supiese que precisamente porque le importaba demasiado, Fuji se había ido. La sensación de victoria que sintió en su interior con el momentáneo brillo de dolor en los ojos de Tezuka había merecido la pena. En ese momento, no le importaba su cuartada ni que supuestamente tenía que ser dulce y cordial ante ellos. El nudo de envidia era demasiado grande en su garganta.

-¿Por qué Fuji, Atobe? Podrías tener a cualquiera.

-Senza speme vivemo in disio.***

-¿Dante?- inquirió una voz suave y melódica acercándose a ellos. Atobe se giró y vio el brillo cruel en la mirada de Yukimura. Tenía la misma sonrisa despiadada que Fuji.- Demasiado poético y grandiosos hasta para ti, Atobe.

-Yukimura.- forzó una de sus mejores sonrisas falsas de trabajo y la cargó de toda la intensidad posible, con la intención de deslumbrarlos aunque solo fuese un momento.- Es un placer volver a verte. No tenía noticia de tu conocimiento de los clásicos literarios italianos.

-Como seguramente habrás oído, el mejor truco que el Diablo jamás logró fue convencer al mundo de que no existía.****

-Cierto, aunque quizá considerarte el diablo sea exagerar. Después de todo, conozco a cierto Ángel Caído que podría rivalizar con tus habilidades. Probablemente con todas ellas y alguna más.

-¿Ah sí? Supongo que te referirás a ciertos talentos de Fuji que no estoy interesado en conocer. ¿Y para qué va a molestarse en complacer a dos patrones? Con que ponga sus talentos en buen uso para ti, es más que suficiente. Aunque tengo entendido que la fidelidad de Sebastian Gray es tan abrumadora como la tuya.

-Me refería a su talento para el piano, de hecho. Pero ya que lo has sacado a colación, no voy a negar que el talento de Fuji supera con creces el mío para ese tipo de cuestiones. Y Sanada puede contarte lo abrumador que fui para él. Para ayudarte a imaginar las proporciones- dedicó una sonrisa petulante a Yukimura, de esas especiales que reservaba para él, y se giró de nuevo hacia Tezuka.- Medita bien lo del negocio que te he propuesto. No tengo prisa y puedo esperar a que ambos lleguéis a la conclusión de que es el único camino que podéis seguir. Ahora, si me disculpáis, tengo reserva para comer.

*************
Citas varias:

*-> Stephen King
**-> Fausto, Goethe
***-> Traducido: Sin esperanza vivimos en el deseo; La Divina Comedia, Dante Alighieri
****-> Charles Baudelaire

Gracias por leer y esas cosas ^_~

fic, pot, fic: sebastian

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