Luffy es MUY GRANDE.
Quería empezar con eso. Quería mencionar que cuando Zoro y Sanji están uno junto a otro con sus miradas serias y sombrías, todos tiesos y esperando a que Luffy demuestre lo GRANDE que es, algo dentro de mí se derrite. Y ni siquiera necesito mirarlos como fangirl de ellos como pareja para sentirme así.
Pero Luffy es MUY GRANDE.
Hablando de otras series... todavía no he leído Eyeshield 21 ni Fairy Tail. Sí le he echado un vistazo a D.Gray-Man. Relleno divertido pero relleno al fin y al cabo. Por mucho que me guste Allen con el pelo largo y Kanda y Lavi en versión chibi, sigo queriendo que me cuenten algo más.
Más cosas: estoy trabajando en los regalos que tengo pendientes. Con una poca de suerte cuando me canse de estudiar por la tarde tendré o bien un dolor de cabeza tremendo o ideas para drabbles. Si se da la segunda situación todos seremos más felices.
Y hablando de fics, os dejo con el primer capítulo de los Guardacostas del Mar de Bering ^_^ Valoraré mucho las opiniones porque es lo primero que escribo en mucho tiempo de forma pseudo seria y le estoy dedicando más tiempo y esfuerzo que a otros fics que tengo por ahí.
Fandom: Prince of Tennis
Título: Until you've sailed the Bering Sea
Parejas: Tezuka/Ryoma y un montón más
Advertencias: NC-16, yaoi, AU
Sumario: El Capitán Tezuka Kunimitsu es un veterano a sus 28 años. Es tan veterano y está tan cansado de casi la totalidad de lo que su trabajo implica que no puede evitar sentirse maravillado cuando Echizen Ryoma llega a su equipo recordándole lo que él solía ser cuando llegó allí con 18 años. El pequeño mundo de la base está cambiando y nadie puede hacer nada para evitarlo.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Takeshi Konomi. Ni son míos, ni saco beneficios haciendo esto.
Notas: Muchas gracias a
juna_5por tres grandes motivos. El primero, porque me escucha divagar sobre la historia cuando ni siquiera yo tengo claras las cosas. El segundo por la traducción a alemán que hay en el capítulo. Y el tercer motivo es que consiente mis frases raras ^^
Prólogo “Yes, we're tired. Yes, there is no relief. Yes, the storms[1] keep coming after us time after time after time. And yes, we are still expected to do our jobs!”
Tigh; Battlestar Galactica, Season 1, Episode 1
Cuando se despertó, un sudor frío cubría todo su cuerpo como si fuese una fina capa. Tenía la piel de gallina y por mucho que trató de evitarlo, en la oscuridad de su cuarto no se sentía lo suficientemente motivado como para esconder el escalofrío que lo atravesó como si de un latigazo se tratase. Respiraba agitadamente y sabía que no podría dormir más, así que se levantó y fue directo a su despacho. A esas horas el servicio no estaba en la casa y podía disfrutar de la privacidad que tanto apreciaba.
Sabía que no lo parecía. Sabía que muchos lo consideraban un ser social con una mente demasiado profunda para lo que era recomendable para ellos. Y toda esa gente era la que seguía enviándole invitaciones a fiestas y banquetes y bodas y eventos benéficos a los que no iría. Ya no formaba parte de ellos y si podía seguir evitándolos estaría bien.
Lo que lo mantenía despierto era algo mucho más serio y de un cariz diametralmente diferente.
Hijo de un alto cargo militar, nieto de un alto cargo militar, bisnieto de un alto cargo militar... a él ciertos temas no deberían afectarle. No deberían hacer mella en su estabilidad física y psicológica porque llevaba viviendo situaciones similares toda su vida y en su casa eran lo habitual. Tanto como ver a su madre rezando todas las noches antes de irse a dormir mientras su padre estaba en alguna misión en algún país extranjero. Había crecido en un hogar en el que las muertes de civiles eran “daños colaterales” y las de soldados se consideraban “bajas”. No eran vidas que se perdían, ni familias que tenían que soportar como uno de sus miembros era arrancado prematuramente de su seno.
No debería estar despierto a las tres de la mañana.
Pero lo estaba. Igual que se encontraba en la zona más remota del país y en un cargo por el que su padre había estado a punto de desheredarlo. Lo habría hecho de no ser el único Atobe que podía seguir adelante con el apellido.
Tenía suficientes problemas entre las manos como para ponerse a pensar en su delicada situación familiar.
Dos días atrás, bajo sus manos, había ocurrido un desastre.
Todo había salido mal desde el principio del día. Primero, Fuji e Inui habían insistido con su maldito paseo. Y él, les habría dicho que no, que tenía una mala sensación y que se avecinaba una tormenta. Probablemente lo último no lo dijese en voz alta. Les ordenaría quedarse y listo. Pero Fuji era Fuji y nunca atendía a razones más allá de la suya propia. Y tenía a Tachibana dispuesto a satisfacer sus deseos.
Algo que no debería pensar con la amargura con la que lo pensaba; lo que lo enfadaba más todavía si es que eso era posible. Después, la tormenta había avanzado más rápido de lo que Mizuki y Yanagi habían previsto y antes de la hora en la que se suponía que Kaidoh, Inui y Fuji tenían que regresar ya era casi imposible volar. Lo cual lo dejaba con uno de los mejores pilotos de la base aislado en medio del mar de Bering y vulnerable a la maldita tormenta.
Y mientras le gritaba a través del sistema de comunicaciones se había desatado el infierno.
Detestaba a los patrones incultos que salían a pescar sin consultar las previsiones para, como mínimo, las siguientes veinticuatro horas. Eran inconscientes y por su culpa ellos podían llegar a tener serias dificultades. O a irse directos a un lugar mil veces peor que el Hades de los héroes griegos, como había sido el caso.
Primero había sido el grupo de Tezuka. Recordaba con demasiada claridad el momento en el que Kamio había dejado de gritarle a Momoshiro y había empezado a llamarlo al mismo tiempo que los dispositivos de registro del helicóptero les decían que acababa de desaparecer el aparato. Contactar con ellos a partir de ese momento era imposible. Por eso, su primer movimiento, mientras Tachibana lo observaba todo y Yukimura entraba por la puerta para colaborar en la emergencia; había sido obligar a Fuji y a Kaidoh a ir a por ellos lo antes posible.
Pensándolo en frío, tenía que reconocer que había sido una decisión muy arriesgada hasta para él. Podría haber salido todo muy mal si perdían otro helicóptero. Pero al mismo tiempo que confiaba en Fuji para complicarle un día pacífico, confiaba en él para hacer su trabajo mejor que nadie. Después de todo, los dos provenían de las Fuerzas Aéreas y Atobe recordaba haber oído hablar a su propio padre sobre ese prodigio que tenían en la Academia. En aquel entonces, no le había prestado atención. Su yo de 19 años únicamente estaba interesado en llegar a oficial antes de los 24 y no tenía tiempo ni para los rumores ni para su padre.
Y cuando Eiji había dado la orden a Fuji de salir a buscar al grupo de Tezuka y traerlos a todos con vida costase lo que costase; Oshitari había gritado el nombre de su primo y llamado la atención de todos los presentes sobre ellos. Acababan de perder a Kenya y al segundo grupo de rescate. Sanada, en la sala junto a Yukimura, lo miró al instante esperando órdenes. Atobe simplemente les había dicho que saliesen cuando antes y Oshitari se puso a trabajar con ellos ipso facto.
Seguramente, aquel día todas las estrellas se habían confabulado contra ellos. Cuando el grupo de Sanada llegó hasta ellos, Fuji estaba informando a Eiji de la situación de su rescate. Cuando anunció que estaban todos arriba, Oshitari comunicó que el equipo de Sanada estaba teniendo problemas y el Capitán se había herido.
Después de eso, las bombas fueron una tras otra. Saeki inconsciente. Tezuka inconsciente. Zaizen inconsciente. Momoshiro gravemente herido. Hiyoshi herido. Kenya incapaz de mover una de las piernas. Sanada con las rodillas destrozadas. Horio muerto. Ann Tachibana muerta. Koharu muerto.
Si su padre estuviese en su lugar, daría un bonito y elaborado discurso para honor y gloria de las “bajas”. Pero él, que se había convertido en la máxima autoridad de la base; no podía verlo de esa forma. Alaska era un lugar diferente al resto del mundo. En Alaska todos eran necesarios. Hasta Dan, por mínimo que fuese su papel. Y él conocía personalmente a los muertos. Él se había encargado personalmente de ir a revisar al hospital que los heridos se recuperasen bien; especialmente Tezuka que a esas alturas todavía no había despertado. Solamente le faltaba su informe para tener los sucesos de esa tarde negra ordenados metódicamente y preparados para la comparecencia que tendría en unas semanas ante un consejo de superiores.
Se pasó una mano por la frente y cerró las dos carpetas con las que había estado trabajando antes de irse a dormir. La declaración de Saeki no le serviría de nada y era una de las más importantes. Había recibido un fuerte golpe en la cabeza y según los médicos debido al estrés del momento padecía un típico caso de amnesia selectiva.
La otra carpeta recogía el informe de Shiraishi, que a pesar de no estar herido, tampoco le serviría de mucho. No podía presentarse ante sus superiores y decir que habían perdido un equipo que costaba millones de dólares simplemente por las circunstancias de la climatología. Iban a matarlos cuando empezasen a pedir todo lo que habían perdido. Después de todo, no era sólo el material. Necesitaban cubrir las plazas vacías.
Él no debería estar haciendo eso, pero por mucho que le disgustase, no se permitiría que Tachibana sintiese la menor duda al respecto de cómo se podía contar con él. Por lo menos les quedaba el consuelo de que Chitose había volado hacia allí en tiempo récord para acompañar a su pareja en el mal trago. Eso era más que suficiente para asegurar que Tachibana Kippei volvería.
Definitivamente, iban a pasar unos meses muy duros hasta que todos los heridos se recuperasen. No se sentía capaz de analizar fríamente lo que eso supondría para todo el personal activo, que ahora se veía obligado a aumentar sus turnos y ganar un cansancio físico que seguramente arrastrarían durante las dos próximas estaciones.
Nunca, en los dos años que llevaba en la base, habían estado en una situación tan crítica.
Y el invierno se acercaba.
***
Su teléfono móvil comenzó a sonar cuando terminaba de ducharse y Atobe se limitó a ponerse una toalla al salir de la ducha antes de ir a cogerlo. En la pantalla, ‘Fuji’ parpadeaba insistentemente.
-¿Ahn?- contestó utilizando la mano libre para coger otra toalla que ponerse en la cabeza.
-Tezuka ha despertado y quiere verte.- fue la seria respuesta del otro hombre. Al instante, concentró toda su atención en la llamada.
-¿Cómo está? ¿Qué ha dicho Yumiko-chan de él?
-¿Yumiko-chan?- inquirió Fuji con un deje de picardía en la voz.- ¿Desde cuando tienes tantas confianzas con mi hermana? ¿Hay algo que yo deba saber entre vosotros?- inquirió claramente jugando con Atobe. A pesar de la seriedad de la situación, cierta emoción chispeante en su interior le impedía pararle los pies a Fuji cuando se ponía a jugar.
-Es una mujer tan hermosa y encantadora que su presencia resulta como un canto de sirena para mí. Ya deberías saberlo.
-Tenéis que concertar una cita, pero ya sabes.- hubo una pequeña pausa en la voz de Fuji y casi sintió como si estuviese a su lado y los ojos azules abiertos lo traspasasen como rayos X.- Te mataré si le haces daño a mi hermana.
Un escalofrío subió por la columna de Atobe. No lo reconocería ante nadie pero la voz suave y dulce pronunciando esas palabras en ese tono específico lo asustaba. Y lo hacía desear tener a Fuji a su lado para poder follarlo.
-Me temo que soy demasiado poco para Yumiko-chan.- respondió fingiendo un suspiro exagerado.- Ore-sama reconoce su humildad y la grandeza absoluta e incuestionable de Yumiko-chan.
-Saa... Nee-san estará contenta por lo mucho que han calado en ti sus amenazas.- se rió Fuji al otro lado de la línea.
-¿Amenazas? ¿A mí? Ore-sama no tiene miedo a nada; menos a una amenaza de una dama.- pero por mucho que protestase, podía concederse el lujo de esbozar una sonrisa ladeada. Era cierto. A veces creía que los Fuji tenían algún tipo de gen extraño que los convertía en seres propensos a ser unos torturadores sádicos con apariencia de ángeles.
-Tezuka insiste en hablar contigo.- dijo Fuji desde el otro lado de la línea recobrando la seriedad.- Me ha pedido un reporte de los daños pero no le he contestado. Tengo que regresar a la base. Jiroh ha estado de guardia toda la noche y seguramente no aguante un segundo más.
-Voy para ahí.- respondió haciendo su mente funcionar una vez más.- ¿Qué tal están Shiraishi y Saeki?
-Sae-chan quiere volver a pilotar cuanto antes pero Yumiko le ha dicho que no podrá hasta dentro de unas semanas. Kura-chan sigue sin poder mover la muñeca.
-Ya veo. Regresa a la base. Voy a hablar con Yukimura y Oshitari para advertirlos de que llegaré tarde.
Sin más palabras, cortó la llamada de Fuji y se fue directo al armario para vestirse y salir de la casa lo antes posible. Su chofer lo esperaba en la entrada y nada más entrar en el vehículo marcó el número de la base para advertir de su retraso. A Yukimura no le haría gracia alargar más su noche pero tal y como estaban las cosas, uno de ellos dos debía estar permanentemente allí. Y Atobe seguía creyendo que era mejor estar en la base que ir al hospital a informar a los heridos de la situación.
Había sido su desastre y sus errores los que habían conducido a ese punto y a él le correspondía el mal trago.
Llegaron al hospital antes de que tuviese tiempo de pensar un discurso para darle las noticias a su amigo. Hacía dos años que se conocían y aunque ambos eran muy diferentes, se respetaban profundamente y tenían confianza ciega el uno en el otro. Necesitaban tenerla para hacer las cosas bien. Tezuka necesitaba entenderlo a él y él necesitaba entender al Capitán.
Se entendían.
Y por eso, Atobe sabía que no había ninguna opción que le permitiese evitar que Tezuka cargase con todas las culpas. Sobre todo, con la de Ann. Lo que le dejaba a los dos capitanes momentáneamente inutilizables psicológicamente hablando. De Sanada se encargaría Yukimura antes o después. Pero Tezuka era de los suyos.
Odiaba sentirse impotente.
***
Lo primero que hizo al llegar a la base fue meterse en su despacho y cerrar la puerta. La conversación con Tezuka había ido mal. El estado de Tezuka era malo; y no sólo por las costillas rotas, el hombro forzado, las magulladuras y la larga lista de cosas que según Yumiko-san tenía. Lo peor era la mirada de Tezuka.
Atobe sabía que llevaba ahí diez años. Diez años en la patrulla del mar de Bering, siendo la élite de los guardacostas. Salvando gente, arriesgando su propia vida día sí y día también. Pero esa vez era distinto porque la luz que indicaba las ganas de seguir luchando había muerto en los ojos de su capitán. Sabía por experiencia que lo peor que podía ocurrirle a un hombre era perder esa luz porque se convertiría en un autómata a la hora de hacer su trabajo.
Suspiró y se pasó una mano por el flequillo. Su primer pensamiento fue que tenía que tener un aspecto desaliñado que no podía permitirse y se levantó para mirarse en el espejo que había en el interior del armario que había en un rincón. Frente a su reflejo vio las pequeñas ojeras y el pelo mal arreglado. Diciéndose que no podía perder ni un minuto, sacó el pequeño frasco de maquillaje que tenía para cubrir las ojeras y tras aplicarlo procedió a dejar su cabello tan perfecto como siempre.
Después de todo, tenía una reputación que mantener.
Justo cuando volvía a sentarse, alguien llamó a la puerta de forma seca. Dan asomó la cabeza un momento después.
-Oshitari-san me ha pedido que te traiga esto, desu.- dijo dejando un archivo marrón sobre la mesa.- Creo que me ha dicho que es para la visita a los cuarteles generales de la próxima semana, desu.
-Gracias Dan. Dile a Oshitari que...
Su voz fue interrumpida por el sonido de su teléfono móvil.
-¿Diga?
-Mein Sohn. Dein Vater am Apparat. So eben ist Meyers aufgetaucht mit einem Büdget-Vorschlag für Eure Delegation.- Atobe supo lo que vendría a continuación antes de que su padre formulara las preguntas.- Was ist passiert, daβ Ihr ZWEI helicopter verloren habt? Weiβt Du überhaupt was diese kosten? Zu dem fehlen Menschen und ich bin überzeugt daβ ihr wieder die besten haben wollt.
-Ya, Vater. Der Sturm hat uns überwältigt und die Piloten konnten es nicht verhindern.
-Nicht einmal Fuji?- En su despacho, Atobe cerró los ojos y apretó con los dedos el puente de su nariz. Tenía suficientes problemas como para lidiar con su padre y la adoración que sentía hacía Fuji.- Diese junge Mann hätte bei uns bleiben sollen. Genau wie du, fürwahr.
-Jetzt aber nicht Vater.
-Sprich nicht in diesem Ton mit mir Junge.
Atobe suspiró, tratando de calmarse. No iba a sacar nada productivo enfadando a su padre. Era lo último que le convenía. No podía tener a uno de los peces grandes del Pentágono enfadado con él, sobre todo porque conocía a su padre y si en algo se parecían era en la tozudez.
-Ich werde als Stützpunkt-Vertreter an der Büdget-Sitzung nächste Woche teilnehmen. Könnten wir zusammen essen? Bring Mutter auch mit.
-Du musst eine gute Ansprache halten, denn Williamson will Spielwaren für seine jungen Männer mit diesem Geld kaufen und wird Dir nicht gut gesinnt sein. Mal sehen was ich machen kann. Sind die Beerdigungen morgen? Mach daβ sie würdevoll sind.[2]
Colgó el aparato suspirando y miró a Dan, que seguía frente a él. Siempre tenía problemas para considerar al joven como un adulto. Pero estaba en la base y había superado entrenamiento militar y en realidad sólo tenía dos años menos que él, así que por mucho que físicamente pareciese un crío de quince años, Dan Taichi era un hombre adulto.
-Dile a Oshitari que venga y que deje al cargo de la sala a Oishi.
-Sí señor, desu.
El joven salió de su despacho dejando a Atobe sumido una vez más en sus pensamientos. Su día había empezado mal e iba a terminar peor. Si creyese en dios, rezaría para que Oshitari no estuviese de uno de sus humores. Los humores de Oshitari siempre le traían problemas. Y aún así, por mucho que el arrogante hombre lo desquiciase, lo consideraba uno de sus amigos. De sus buenos amigos.
-¿Me esperabas?
Una vena se le hinchó a Atobe en la frente. Era una falta de respeto que el hombre de cabello azulado no llamase a la puerta del despacho de su superior. En ocasiones como esa extrañaba ser parte de las fuerzas aéreas. Allí nadie lo trataba así.
-Siéntate.
-Oh...- la voz grave y sexy de Oshitari demostró en ese simple ‘oh’ lo que lo divertía que estuviese enfurruñado ya a esas horas de la mañana.
-No estoy de humor.- dijo cortante. Se sorprendió a sí mismo con lo susceptible que estaba. Oshitari, comprensivo, guardó su diversión completamente.- La semana que viene, además de ir a la reunión de presupuestos tengo que ir a lo de selección de nuevo personal. Si es que nos permiten traer más gente. Me llevaré a Oishi conmigo así que te quedarás al mando del turno de día. Bajo supervisión de Yukimura y Tachibana.
-Bien.- Atobe supo que Oshitari iba a preguntarle algo así que guardó silencio hasta que el hombre dejó salir su pregunta.- ¿Cuándo volveremos a estar todos?
-Calculo que en Noviembre.
-Eso son cuatro meses.
-Lo sé.
-¿Y cómo nos las vamos a arreglar en estos cuatro meses?
-Lo haremos. Siempre lo hacemos.
-Tienes demasiadas cosas en la cabeza Atobe.- Oshitari se puso en pie y avanzó hacia la salida.- Deberías descansar un poco. Los funerales comienzan dentro de dos horas.- los labios del otro hombre se levantaron en una sonrisa traviesa.- Voy a mandarte a Fuji para que te ayude a quedarte dormido.
-No... Dile que despierte a Jiroh antes de venir.
La puerta se cerró con suavidad y Atobe se hundió en su asiento de forma poco elegante. Estaba cansado, tenía sueño, la conversación con su padre le había sentado mal y sabía que estaba siendo egoísta pero quería disfrutar del cuidado que Fuji le ofrecería. Fuji siempre se adaptaba a las necesidades de su entorno como un camaleón social.
Su mente, demasiado inmersa en las predicciones agónicas de todo lo que se avecinaba, no registró el sonido de la puerta abrirse y cerrarse con suavidad; por eso, cuando unas manos delicadas le acariciaron el pelo y se posaron en sus hombros, se incorporó sorprendido.
-Shhh... Soy yo.- susurró la voz dulce de Fuji en su oído. Al instante, Atobe volvió a relajarse en su sillón y se colocó de forma que las manos de Fuji tuviesen más espacio para el masaje que habían comenzado a hacer en los tensos músculos del cuello de Atobe.- ¿Has dormido algo?
-Sí.- respondió evasivo. Sentir la preocupación escondida tras el tono ligero lo asustaba. Lo volvía todo más complicado con Fuji y con los demás. Ya tenía suficientes quebraderos de cabeza.
-¿Cuándo?- inquirió de nuevo el piloto, ahora escondiendo sorna en la voz.
-¿Hace dos días?- dijo incapaz de contener un pequeño gemido de placer por el trato que estaba recibiendo.
-Uhmm.- las manos dejaron de presionar de modo terapéutico y sintió el aliento caliente de Fuji sobre su cuello, casi encima de su oreja.- ¿Cuánto hace que no has follado?- inquirió la hipnótica voz con ese tono ronco y profundo que lo volvía totalmente loco. Apretó los párpados con más fuerza cuando el lóbulo de su oreja fue atrapado por los labios de Syuusuke- ¿Desde que estuviste con Kura-chan hace una semana?
Toda la contestación que Atobe fue capaz de hacer consistió en un gemido ronco. Adoraba y odiaba a partes iguales que Fuji hablase de sus otros amantes con toda la indiferencia que mostraba. Si encima lo tenía sobre él, y empezaba a murmurarle las cosas que él creía que Shiraishi le había hecho (y siempre acertaba) todo el autodominio de Atobe desaparecía.
Con agresividad buscó la boca de Fuji. Se enfadaba consigo mismo por permitir que lo distrajese con sexo en una situación tan delicada como la que la base estaba sufriendo. Una parte de sí mismo deseaba ser capaz de echarle la culpa a Fuji. De gritarle que lo había desobedecido y que por eso Saeki había tenido el accidente y que Tezuka estaba medio muerto. Esa parte infantil creía que si Fuji hubiese pilotado el dichoso helicóptero no habría ocurrido eso.
Su parte adulta se sentía culpable. Por eso lo había evitado desde ese día. Sabía que era injusto desear echarle la culpa a alguien. Es más, su parte adulta se culpaba a sí mismo por haber convertido una emergencia en un desastre. Y esa parte adulta de Atobe sabía que Fuji podía leer en él y que era el único que conocía a su parte infantil. Lo cual lo llevaba a saber que Fuji sabía que quería culparlo.
Un mordisco del piloto sobre su cuello lo alejó de sus divagaciones y ayudó a que su mente se centrase en su creciente erección y en el esbelto cuerpo que lo cubría. Mientras devolvía los apasionados besos, sintió como las manos de Fuji descendían hasta el cierre de sus pantalones y lo abrían con maestría. Mordió el labio inferior del piloto con fuerza y recibió como reacción un apretón sobre su pene que era doloroso y placentero al mismo tiempo.
Cuando se encontró liberado de la ropa interior, las manos de Fuji atenazaron sus muñecas como garras, anclándole los brazos al sillón. La boca de Syuusuke desapareció de sobre la silla y quiso preguntar a dónde iba pero se quedó sin voz cuando se sintió rodeado por la boca caliente de su amante.
Morderse los labios para que sus gemidos y su respiración estuviesen controlados, lo hacía consumir más energía de lo habitual en esos casos, pero hacía tiempo que había entendido que todos los que llamaban prodigio a Fuji no entendían hasta que punto era uno si no sentían como su lengua los trabajaba a su antojo. Por eso Atobe sudaba y empezaba a embestir desesperado contra él, apretando las manos en puños y tratando de liberar los brazos para poder detener a Fuji antes de que alguien los sorprendiese así en el trabajo. O para hacerle aumentar el ritmo, no lo tenía demasiado claro.
Cuando se corrió, con el tiempo justo para que Fuji leyese en él y se apartase a tiempo; Atobe se sintió de pronto más tranquilo y relajado que en los últimos días. Se le cerraron los ojos solos y apenas fue consciente de la toalla limpiándole y las gentiles manos volviendo a ponerle bien la ropa.
-Te despertaré cuando sea hora.
La voz de su acompañante le pareció muy lejana, y luchó contra el súbito sopor que lo había invadido para ser capaz de hablar.
-Tengo que... escribir... discurso...
Se quedó dormido antes de escuchar a Fuji decir que lo haría él. Le resultaba inevitable sentirse seguro al lado del prodigio. Con Fuji cerca, siempre salía todo bien, antes o después. Sobre todo, cuando Fuji y Tezuka hacían equipo.
El último pensamiento de Atobe fue que tenía que hacer algo para borrar la mirada vacía y autómata de Tezuka. Era culpa suya, después de todo.
[1] En el original, la cita es: “Yes, we're tired. Yes, there is no relief. Yes, the Cylons keep coming after us time after time after time. And yes, we are still expected to do our jobs!” He cambiado el Cylons por tormentas dado que va más con el fic.
[2] -Hijo. Tu padre al habla. Acaba de aparecer Meyers con una propuesta de presupuesto para vuestra delegación. ¿Qué ha pasado para que hayáis perdido DOS helicópteros? ¿No sabes lo que cuestan? Y encima también falta gente y estoy seguro de que volveréis a solicitar a los mejores.
-Sí, padre. El temporal se nos fue de las manos y los pilotos no pudieron hacer nada para evitarlo.
-¿Ni siquiera Fuji? Ese muchacho debería haberse quedado con nosotros. Como tú, por cierto.
-Ahora no padre.
-No me hables en ese tono muchacho.
-Voy a ir como representante de la base a la reunión de presupuestos de la próxima semana. ¿Comemos juntos? Lleva a madre también.
-Haz un buen discurso porque Williamson quiere comprar juguetes para sus muchachos con ese dinero y no estará a tu favor. Yo miraré que puedo mover por ahí. ¿Mañana tienes los funerales? Haz que sean dignos.
Gracias por leer ^_^