Estoy de muy buen humor a pesar de haber dormido cuatro horas en tres días ^^ En nada empiezo a ponerme al día con los fics que tengo atrasados por ahí, y después, escribiré un rato. Supongo, vamos. Porque uno nunca sabe cuando va a pasarse siete horas hablando por teléfono de asuntos varios del fandom ^^ Mis mini-vacaciones en casa de mis padres están siendo geniales después de los dolores de cabeza que he tenido últimamente. Además, tengo una nueva adepta de la religión Wincestista ^^ y tengo que mirar si hoy habrá capítulo de SPN o tendré que esperar mes y pico como para el último. ASDFASDFPUTAHUELGADELOSCOJONES¡¡¡DADLESYALOQUEPIDENCOÑO!!!ASDFASDF
Pero vamos al fic, que es lo que importa (siempre son lo que importa) Argumentalmente sigue el mismo arco de
Medicina. Esto es lo que ocurre justo después de la sesión de sexo entre Tezuka y Fuji. Como siempre, se me está yendo de las manos; pero esta vez tengo asistencia técnica de
juna_5lo cuál es una llamada a la cordura; si es que todavía es posible asociarme a mí con "cordura" en un radio de cien kilómetros a la redonda.
Fandom: Prince of Tennis
Personaje: Tezuka/Fuji
Universo: Quod scripsi, scripsi
Advertencias: yaoi, AU, ¿NC-13?
Tema: #6- Necesidad.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Takeshi Konomi. Ni son míos, ni saco beneficios haciendo esto.
Necesidad
Tezuka se giró en la cama para poder mirar la figura dormida a su lado. La luz de la calle se colaba a través de la persiana abierta y se reflejaba en la piel blanca del joven a su lado. Acarició con un roce los mechones castaños que caían sobre el rostro tranquilo. Cerró los ojos sintiendo que tanta belleza le provocaba dolor en su interior. Acercó la cabeza lentamente hacia él y aspiró su olor, queriendo memorizarlo lo mejor posible. Olía a ellos; sudor y sexo entremezclados y compenetrados como una pareja de dobles. Suspiró y se movió lo mínimo para apartar el cuerpo y salir de la cama.
Tras coger una toalla en el armario, fue directamente a la ducha. Abrió el agua y la reguló a su gusto, un poco más fría de lo habitual como castigo hacia sí mismo. Para evitar seguir viendo borroso, cerró los ojos conforme el chorro le caía encima.
Por supuesto, no era que sintiese una necesidad desesperada de limpiarse. Habría agradecido seguir la suerte de Fuji que se había sentido tan cansado después de su par de orgasmos como para dormir el resto de la noche en paz. Pero a él no le ocurriría. En un acto reflejo, giró un poco más el grifo con la cenefa azul. Cada gota se convirtió en un puñal sobre su piel, clavando y clavando, causando dolor una y otra vez en sucesiones tan rápidas que acallaron un poco la voz en su interior que gritaba.
Sin embargo, no podía dejar de escucharla. No podía dejar de escuchar su propia voz tomando la decisión.
Sintió la imperiosa necesidad de gritar y llorar en voz alta. golpeó un puño contra los azulejos que no se escuchó gracias al incesante golpetear del agua sobre el plato de la ducha. Pero tan pronto como vino, la ola de desesperación pasó y él se quedó ahí, con los ojos cerrados y una mano reposando contra la pared.
Su obligación era cumplir los últimos deseos de su madre. Quería que el tiempo que le quedase ella estuviese feliz. Que cumpliese su ilusión de jugar con el hijo de Kunimitsu. Aunque eso le costase a sí mismo.
La petición de su abuelo, dos días después de que todos supiesen que Ayana se moriría de cáncer, Kunikazu se había acercado a él y hecho una simple pregunta. Una pregunta que quería dejar de escuchar, un recuerdo que desearía poder olvidar.
‘¿Vas a anteponer tu felicidad a la de tu madre?’
No, no iba a hacerlo. Pero no podía dejar que alguien viese que lo hacía por ella. Su madre sería la primera en enfadarse con él por relegar sus propios sentimientos a un segundo plano y tratar de complacer a la gente de su entorno. Agradecía que su rostro fuese inexpresivo excepto para unos pocos y así, en él, nadie vería nada. No permitiría que quienes podían hacerlo rompiesen sus defensas.
El pensamiento de hacer el amor con otra persona cruzó su mente como un rayo. Abrió los ojos de golpe, y sintió la náusea ascendiendo por su garganta. La aguantó ahí gracias a la gélidez del agua. No se merecía nada que pudiese aliviarlo un poco y en ese instante el frío era un buen compañero. Él tenía que ser así, frío. Aunque la idea de estar dentro de alguien que no fuese Fuji lo asqueaba. Y sentía tantas cosas desagradables que no pudo contener más el vómito. Tuvo el tiempo justo para salir de la ducha y utilizar el inodoro.
No podía estar más con Fuji. Tenía que decirle que ya no lo amaba y hacerle todo el daño posible para que no insistiese en seguirlo. Alejarlo de él. Aceptar el compromiso con la chica que su abuelo le había propuesto era una buena forma de mantener las distancias.
Cuando se dio cuenta, estaba sentado en el suelo, desnudo y entumecido de frío, con la cabeza entre las manos y las lágrimas surcando su rostro. Su nombre era como un mantra desesperado. Syusuke. Syusuke. Syusuke. Syusuke. ¡¡¡Fuji!!!
Sollozó en voz alta sintiéndose incapaz de detenerse, incapaz de dejar de llorar, incapaz de escuchar esa voz aullando en su interior, como si él fuese un lobo y Fuji la más hermosa luna llena. Ni siquiera se sentía con fuerzas para volver a la habitación en dónde la luz caía sobre la cama e iluminaba la figura del otro joven. Así que lloró, más que cuando se había lesionado y había sentido que todo le iba a salir mal y que nunca podría jugar al tenis de nuevo. Lloró más que cuando tenía seis años y su perro había muerto tras ser atropellado por un coche. Lloró más que nunca porque ahora no se trataba de perder algo querido sino de perderlo todo. Syusuke lo era todo para él y tenía que romperlo para que no volviese nunca a mirarlo a los ojos, para que Fuji rehiciese los pedazos por su cuenta y encontrase a alguien que lo ayudase a mantenerlos en perfecto estado. Y él no sería ese alguien.
El dolor terminó de romperlo.
Volvió a sentir una náusea al darse cuenta de que tendría que soportar verlo con otra persona sin tener derecho a sentirse celoso, a apartar al otro a golpes si fuese necesario. No la contuvo. Tosió varias veces y se puso en pie para lavarse los dientes y la cara. Se miró al espejo y mantuvo la mirada fija en sus ojos, que todos decían que había heredado de su madre. Lo haría. Haría lo que fuese necesario por verla feliz y sonriente. Y una vez que se había decidido nadie podía hacer cambiar de opinión a un Tezuka.
En la habitación, Fuji se encontraba en posición fetal mirando el vacío en el otro lado de la cama. Se abrazó a sí mismo y sintió frío, a pesar de tener las mantas cubriéndolo. Había escuchado a Tezuka llorar. Lo había escuchado vomitar. Llevaba días intuyendo que pasaba algo. Y si se había puesto enfermo, se debía a eso.
Una semana atrás había ido a ver a su hermana, que había insistido en echarle las cartas. Al ver su mirada de compasión y dolor supo que había visto algo malo. Que luego tratase de ocultárselo no había mejorado la situación. Hubiese sido mejor que no insistiese para saber. Hubiese sido mejor que la voz de su hermana no repitiese en su cabeza que veía a Tezuka casado y con un par de hijos mientras regresaba al apartamento, sin darle importancia al diluvio que le caía encima.
Quizá le daba asco acercarse a él. Quizá por eso estaba llorando en el baño. Quizá por eso llevaba días sin dormir con él, y solo había ido a su cama con la treta que se le había ocurrido para arrastrarlo allí. Quizá se odiaba por serle infiel a la otra y no poder resistirse al sexo con él.
Syusuke escuchó el grifo cerrarse y el inconfundible sonido del cepillo de dientes al regresar a su lugar. Se dio la vuelta en la cama para mirar al lado opuesto y moduló su respiración para que pareciese que estaba tan dormido como antes.
La puerta se abrió y se cerró. Se escuchó la del armario abrirse y cerrarse. Fuji sintió que Tezuka se estaba poniendo un pijama. Los latidos de su corazón se aceleraron y esperó que se metiese entre las sábanas. Eso tranquilizaría sus temores. Si volviese a su lugar y lo abrazase como siempre mientras dormían, Syusuke se quedaría tranquilo. El colchón se hundió a su espalda y él cerró los ojos. Una gota de agua le golpeó en la mejilla. Sabía que Tezuka estaba inclinado sobre él. Sintió sus labios posarse con delicadeza sobre su sien.
-Lo siento.
Cuando la puerta se cerró separándolo de Tezuka era Fuji el que sentía la necesidad de llorar.
Gracias por leer ^^
Mañana el siguiente del arco argumental del Fuji+TezuRyo
Y ahorá sí me voy a leer fics atrasados