Título: El final
Pairing: Kagehina (Hinata y Kageyama)
Palabras: 2133
Capítulos: 1 (finalizado)
Rating: Fluff
Advertencias: Muchos feels.
Comentarios: "No vas a volver a escribir un fic sobre anime, y menos de deporte", me dije hace un tiempo. "No vas a empezar nada nuevo porque ya tienes demasiadas cosas por acabar", me prometí hace una semana. Y así es como le metí una patada a mis propias promesas :_D en fin, esto es lo que pasa cuando a Ivette le entran los feels con algo de manera hardcore. Sin betear, avisadme si veis algo raro, por favor ;___;
Sinopsis: Hinata SIEMPRE se pone nervioso antes de un partido, pero últimamente sus ataques de pánico tienen pun poco menos que ver con los partidos y un poco más con Kageyama. (Inspirado en
este dibujo que no se de quien es, asíq eu créditos al fanartist
El final.
-¿Ya estás otra vez igual? -le dijo Kageyama cuando lo encontró escondido tras una esquina, acurrucado en su propio rincón de miseria justo antes del partido.
-Uh-hm -atinó a responderle Hinata, agarrándose la barriga como si no hubiese mañana. Los nervios lo estaban matando. Otra vez. Ni siquiera era capaz de pensar en como poder calmarse. Nada, sólo sabía que si se levantaba seguramente caería de bruces al suelo porque sus piernas -y todo su cuerpo- temblaban tanto que no podrían sujetarle.
Kageyama se agachó a su lado y le palmeó la cabeza suavemente varias veces, intentando calmarle, pero Hinata negó con la cabeza y se encogió más en sí mismo justo cuando su estomago saludaba soltando un desagradable ruido. ¿Era realmente necesario que sonase de aquella manera justo delante de Kageyama?
Su compañero lo agarró suavemente de los brazos, obligándole a ponerse en pie sin soltarle cuando se le doblaron las piernas. Hinata se atrevió a abrir los ojos levemente para enfrentarlo sabiendo de sobras que en el momento en el que pudiese enfocar bien la cara del chico, su intensa mirada le haría enrojecer hasta las orejas, lo cual no era algo precisamente bueno teniendo en cuenta que además de estar muriéndose de dolor también estaba muriéndose de vergüenza por culpa de los estridentes actos de presencia de su estomago. Sin embargo, en vez de una intensa mirada llena de reproches y burlas, se encontró mirando directamente una expresión que hacía poco que había descubierto que Kageyama podía hacer. Era algo parecido a ternura, y no acababa de pegar con las expresiones que había normalmente en aquel rostro. Sin embargo, Hinata se había sorprendido a si mismo contemplando con adoración aquella cara todas y cada una de las veces que la había visto. Por algún motivo siempre tenía primera fila para observarla porque al parecer siempre estaba dirigida a él.
¿Cuando habían cambiado tanto las tornas? Hacía pocos meses Kageyama iba de aquí para allá, mandando con su cara de pocas migas, llamándolo torpe a la menor oportunidad y siendo simplemente el Kageyama que había conocido al principio de primer curso. Pero ahora algo había cambiado. Algo que conseguía que el corazón de Hinata quisiese suicidarse desde sus orejas -desde ambas a la vez- y que le hacía caminar siempre un paso más cerca de él.
Antes de que pudiese decir algo, Kageyama suspiró e hizo lo que habían descubierto hacía poco que era lo único que podía calmar aquel horrible dolor de barriga: lo abrazó. Todos los del equipo habían dado por supuesto que el contacto físico era el gran secreto, pero no sabían lo más importante. De hecho solo lo sabía él, aunque sospechaba que Kageyama también se había dado cuenta de que no le servía cualquier contacto físico. Solo funcionaba con un compañero, aquel que lo estaba abrazando en aquellos momentos, concretamente. Solo Kageyama podía conseguir que se tranquilizase lo suficiente como para poder salir a la cancha sin ser un revoltijo de nervios.
Hinata apoyó la frente en el pecho de Kageyama, cerró los ojos, aspiró profundamente y se dejó envolver por los cálidos brazos del chico mientras se aferraba a su espalda disfrutando del momento. El dolor de barriga no tardó en empezar a remitir. Notó como el chico le acariciaba la nuca suavemente trazando pequeños círculos con las yemas de los dedos, y justo cuando se estaba dejando llevar por la sensación de relax que le estaba invadiendo, escuchó algo que no era la primera vez que oía pero que no se acababa de creer porque le parecía incluso menos creíble que la extraña expresión de ternura. Al principio pensó que era cosas suya, porque su corazón latía tan rápido que lo notaba en todo el cuerpo, pero no porque él solo tenía un corazón y aquello solo podía significar que el otro ritmo de latidos desbocados que notaba solo podía ser de Kageyama.
Con todo el disimulo del que fue capaz teniendo en cuenta que se hallaba totalmente sepultado por el cuerpo de alguien varias cabezas más alto que lo envolvía como si fuese una especie de manta térmica, Hinata giró la cabeza y apoyó una oreja en el esternón de su compañero y notó un golpeteo, como una especie de temblor, contra ella. No había duda, el corazón de Kageyama latía al menos igual de rápido que el suyo. Aquello podía significar que...
-¿Te has recuperado de tu dolor de barriga? -le preguntó Kageyama, cortando el hilo de sus pensamientos.
-Mh, solo un poco -mintió él, volviendo a esconder el rostro en el pecho del chico abrumado ante la velocidad de los latidos, porque el dolor de barriga había remitido de golpe hacía varios minutos.
-Es lo mismo en cada partido -le reprochó Kageyama con más delicadeza que la que hubiese usado jamás con nadie antes.
-Lo siento... - dijo lánguidamente, y aquello sí que era cierto. Hinata no quería ni pensar en la de problemas que había dado aquel mal habito suyo de enfermar del estomago minutos antes de cada partido.
-No pasa nada -respondió su compañero quitándole hierro al asunto cuando claramente sí pasaba. Había sido una molestia en tantas ocasiones que había perdido la cuenta. Y allí estaba él, disfrutando al máximo del momento. Una punzada de arrepentimiento quiso traspasarle entero, pero no lo permitió. No aquel día. No cuando estaba a punto de comenzar el último partido de la temporada, el último que jugaría en aquel equipo y seguramente el último que jugaría con Kageyama.
¿Que pasaría después de aquello? ¿Se separarían sus caminos y no se volverían a encontrar? Un nuevo retortijón le arrancó un débil gemido que no supo contener a tiempo, y Kageyama trasladó una mano a la base de la espalda y le empezó a acariciar de arriba abajo. No, no podía pensar en ello, debía conseguir tranquilizarse del todo antes de entrar en la cancha para poder darlo todo en el partido, se lo debía a si mismo.
-¿Dónde están Kageyama y Hinata? -escucharon a lo lejos de repente -¿Alguien los ha visto? El partido empieza en diez minutos...
La voz de su capitán se fue apagando a medida que se alejaba, y Hinata soltó otro gemido justo antes de levantar la cabeza haciendo acopio de todas sus fuerzas, dispuesto a intentar dirigirse a la cancha sin caerse por el camino y se encontró con la intensa mirada de Kageyama, escrutándole en busca de signos de malestar.
-¿Qué te pasa? Estás más nervioso de lo normal -murmuró.
-Es el final -susurró Hinata desconsoladamente. Porque lo era, no quería ni pensar en el hecho de que al día siguiente ya no iría al entrenamiento diario porque se había acabado para él. Para ellos. Se quedaba sin equipo, sin partidos y sin tiempo y él no había tenido suficiente de todo aquello. Aún recordaba el primer día que pisó el gimnasio, el día en que se encontró siendo compañero de equipo de Kageyama en vez de ser su rival, como había planeado, y todo le parecía tan cercano que podría haber pasado la semana anterior tranquilamente. Y sin embargo habían pasado tantas cosas que parecía mentira que hubiesen pasado tres años. ¡Tres! Pero no había sido suficiente, porque ni siquiera había tenido suficiente tiempo para poder decirle lo que sentía. No había tenido suficiente de Kageyama y se iba a quedar sin él, y no sabía cómo evitar aquello.
Kageyama frunció las cejas, confuso, y su mirada se intensificó mientras intentaba encontrarle el sentido a las palabras de su compañero. Varios segundos más tarde, esa intensidad desapareció, pero las cejas continuaron igual de fruncidas.
-¿Crees que... todo va a terminar solo porque este es el último partido de la temporada? ¿Es eso? -preguntó con incredulidad, y al ver que Hinata no respondía continuó hablando -que se acabe nuestra época de poder jugar a voley en las ligas escolares no implica que tengamos que dejar de jugar cuando acabemos de estudiar. Mira al entrenador, por ejemplo, que tiene su propio equipo formado con sus compañeros del instituto. ¿Quien sabe? Quizás nosotros también acabaremos formando parte de un equipo parecido.
Entonces Hinata pudo imaginarse a sí mismo en un futuro no muy lejano, volviendo a formar parte de un equipo de voley, volviendo a saltar para rematar la pelota y así poder observar el otro lado de la cancha tras la red. Volviendo a volar al recibir un pase de Kageyama. Volverían a jugar...
-Juntos -murmuró sin darse cuenta, totalmente absorto en sus pensamientos.
-Por supuesto -soltó Kageyama cómo si fuese la cosa más obvia del mundo.
-No puede ser de otra manera, tus pases son los únicos que me han hecho volar y me niego a perderlos -“me niego a perderte” añadió Hinata para si mismo.
-No se te ocurra ni pensar que voy a permitir que te vayas de mi lado sin más después de lo que nos ha costado poder tener una sincronización perfecta en los partidos. Ni lo pienses -la voz de su compañero se tornó dura y amenazante, pero Hinata no se sintió amenazado en ningún momento. Al contrario, aquello le tranquilizó de tal manera que notó como su cuerpo se liberaba de la tensión acumulada durante los últimos meses y sus músculos se volvían incapaces de aguantar bien su peso, haciéndole temblar entero.
-Menos mal... -susurró, cerrando los ojos de puro alivio y sonriendo de felicidad.
-¿Cómo puedes llegar a ser tan tonto a veces? -dijo Kageyama, y Hinata abrió los ojos muy dispuesto a contestarle que el mayor tonto allí era él, pero enmudeció cuando vio que en vez de burla o reproche, en los ojos de Kageyama no había más que ternura.
De repente el chico se inclinó hasta dejar que su frente reposase en la de Hinata, que seguramente adquirió temperaturas preocupantemente altas, aunque estas no consiguieron que Kageyama apartase su cabeza. Además, posó sus manos en los hombros ya de por si endebles de Hinata, provocando que el sonrojo que había incendiado su cara se extendiese por el resto de su cuerpo.
Kageyama respiraba pausadamente, con tranquilidad, pero Hinata podía notar en su frente los latidos frenéticos de su corazón, aún al mismo ritmo que antes, igualando la velocidad de los suyos propios. Justo entonces se dio cuenta de que Kageyama, que siempre parecía estar demasiado lejos de él por culpa de su altura, se encontraba muchísimo más cerca de lo normal. Tan cerca que las puntas de sus narices se rozaban al respirar. Tan cerca que solo hizo falta que Hinata levantase los talones unos centímetros y moviese levemente su babilla para que sus labios se rozasen.
Había anhelado aquello durante tantas semanas, meses de ahogar sentimientos entre capas y capas de ambición por ganar más y más partidos que cuando pasó, el cerebro de Hinata tardó varios segundos en procesarlo. Sin embargo, en cuanto comprendió lo que había hecho, el chico se apartó de un salto y miró a Kageyama con la cara absolutamente roja y los ojos completamente abiertos, buscando cualquier signo de rechazo en él. Pero no había nada parecido al rezado, solo sorpresa y algo de color en las mejillas.
-El pa-partido está a punto de empezar -tartamudeó estúpidamente antes de echar a correr con una sonrisa en la cara pero muerto de vergüenza porque la expresión de la cara de Kageyama era otra de aquellas nunca vistas, y le había parecido tan absolutamente perfecta que el simple hecho de pensar en que el culpable de que su amigo la hubiese puesto no era otro que no fuese él.
Y si Hinata se hubiese girado justo antes de dar la vuelta a la esquina, habría tenido otra nueva expresión de él que coleccionar, porque Kageyama había dejado de lado el anonadamiento y ahora se acariciaba los labios con la yema de los dedos distraídamente con algo de torpeza, pero sin duda con algo más que sorpresa. De golpe, esbozó una sonrisa que le hubiese podido parecer tétrica a cualquiera, y que únicamente Hinata habría podido identificar que significaba.
Porque Kageyama no se había esperado aquel beso por nada del mundo, pero eso no quería decir que no le hubiese gustado. Nada más lejos de aquello, porque quizás y solo quizás, el chico podría haber estado esperando a que terminase el partido, a que finalizasen todas sus obligaciones con respecto al equipo para poder hacer justo aquello, pero Hinata se le había adelantado, como siempre.
A pesar de eso, en aquellos momentos, Kageyama empezó a tener muy claro que aquel había sido el primero, pero ahora que ya sabía lo que le pasaba por la cabeza a Hinata, no iba a ser su último beso.