(EXOfic) Kaisoo

Nov 14, 2014 18:20


Título: Adiction
Pairing: Kaisoo(Jongin/Kyungsoo)
Palabras: 3067
Capítulos: 1
Advertencias: Mención muy leve al sexo.
Comentarios: Esto es un Music fic (creo que se lllaman así, idk), es decir, está inspirado en una canción (en Como Camarón de Estpoa, para ser más exactos) y no se si he de dar créditos a alguien por ello? en fin xD Está sin betear, osea lo he repasado un par de veces pero soy horrible así que si alguien ve typos o alguna falta o algo que me lo haga saber, porfa ;___;
Sinopsis: Jongin es adicto a Kyungsoo. Lo sospechaba pero después de verlo hablar con Chanyeol e ignorarle deliberadamente durante casi una semana ya está seguro de ello.

Adiction.
"Y que me cuentas del tiempo
que pasa en tu pestañeo
y que me trae por esta calle
de amargura y de lamento.

Que yo sé que la sonrisa
que se dibuja en mi cara
tiene que ver con la brisa
que abanica tu mirada" Como Camarón - Estopa

Jongin es adicto a Kyungsoo. Lo sospechaba pero después de verlo hablar con Chanyeol e ignorarle deliberadamente durante casi una semana ya está seguro de ello. Le parece patético como él, alguien que no necesita esforzarse para que la gente le adore, alguien con quien todo el mundo quiere hablar y que no necesita enamorarse de nadie para estar acompañado cada noche porque cualquiera en quien él ponga un ojo se rinde ante su media sonrisa y su mirada más seductora, esté admitiendo que es adicto a alguien como Kyungsoo. Pero lo está y no hay marcha atrás. Y le jode, le jode mucho porque hasta hace dos semanas Kyungsoo era suyo cada noche todo él pero por su culpa ya no lo es y probablemente nunca lo será de nuevo.

* * *

Él nunca se había propuesto fijarse en aquel chico, el de las gafas de culo de botella y peinado de champiñón de la clase, el que siempre iba de negro y siempre estaba solo en las horas de la comida. O eso pensaba él. Kyungsoo era el cerebrito de la clase y todo el mundo lo despreciaba por no parar de sacar notas altas. Jongin también lo había despreciado, y se había reído de él a sus espaldas (y delante suyo cuando la situación lo requería), pero el chico se había limitado a mirarle fijamente por encima de sus gafas con aquellos sorprendentes ojos enormes y oscuros como un día sin sol, dejándole claro que sus risas y sus insultos le hacían más bien poca gracia.

Nunca se lo había propuesto pero después de haber conseguido ligarse a buena parte de la población femenina del curso y a más de uno y más de dos chicos, sus amigos le habían retado a ligarse a la persona con menos sex appeal de todas. Y lo había hecho, por supuesto. Kyungsoo había caído con una facilidad casi decepcionante. Había bastado un simple “me acompañas a...” dicho a escondidas a la salida del instituto para que el chico lo hubiese mirado como si lo hubiese visto por primera vez antes de aceptar la petición con un asentimiento seco de cabeza.

Habían ido al centro comercial, lo había llevado a una tienda de libros con el pretexto de que necesitaba una novela porque hacía tiempo que se aburría (cosa totalmente cierta), y como Kyungsoo siempre tenía un libro en la mano sabía que había sido una buena opción. Y había acertado. El siempre callado chico había estado toda la tarde hablando, recomendándole libros intercalando sus palabras con alguna que otra sonrisa, y Jongin había descubierto que a pesar de lo aburrido que parecía a simple vista, tenía una conversación agradable e interesante, mucho más que cualquiera de sus anteriores ligues. La tarde acabó con una rapidez increíble, parecía que hubiesen pasado cinco minutos en vez de las cuatro horas que estuvieron en la librería.

Al anochecer, Jongin lo había acompañado a su casa, por supuesto, porque entraba en el plan para ligarse a cualquiera, y lo había besado en el portal. El beso había sido tímido e inexperto por parte de Kyungsoo, pero hubo algo que hizo que Jongin no lo finalizase a los pocos segundos -ya que después de ganar la apuesta de aquella manera no necesitaba nada más- y lo alargase hasta no poder más. Porque sí, Kyungsoo era inexperto pero tenía una manera de besar como si estuviese bebiendo directamente de su alma que le había hecho perder un poco los esquemas. Cuando le miró después, al ver sus labios hinchados y el parpadeo frenético y sorprendido de sus ojos mientras el aire de la noche le abanicaba el pelo, se había notado sonreír estúpidamente, y lo peor era que le había dado igual estar haciendo el ridículo.

Aquel día se había sentido bien consigo mismo, había disfrutado de una cita por primera vez en su vida, había dado el mejor beso en siglos y, además, había ganado la apuesta. Al día siguiente sus amigos tuvieron que comprarle la comida, y se la seguirían comprando por lo que restaba de mes. Era su premio y se lo había ganado con creces.

A la semana siguiente, volvió a pedirle una cita a Kyungsoo porque se había terminado el libro que le había recomendado y necesitaba más. Aunque lo que más necesitaba era una tarde como la del centro comercial, pero no se había atrevido a reconocerlo. No aún, cuando la gente de su clase se seguía riendo de Kyungsoo porque el chico seguía pareciendo un estropicio con patas. Lo que no sabían era que detrás de aquellas gafas de culo de botella habían unos ojos oscuros e inteligentes capaces de congelar a cualquiera con tan solo una mirada, o que aquel chico de aspecto horrible era, en realidad, mucho más interesante e inteligente que todos los que se reían de él juntos. Incluido él mismo.

Kyungsoo aceptó la cita con una leve sonrisa y esa vez fueron al cine a ver una película de la que ya ni se acordaba porque estaba seguro que no miró a la pantalla ni un solo segundo. Había tenido cosas más interesantes a las que mirar, como por ejemplo la forma tan absolutamente cautivadora que tenía el chico de subirse las gafas y parpadear justo después con lentitud, como recreándose en ello. Kyungsoo tampoco habría sido capaz de recordar la película si le hubiesen preguntado, por supuesto, porque cuando Jongin no le estaba mirando como si no hubiese nada más bonito en el mundo, lo estaba besando con avidez, casi con necesidad. Esa tarde fueron un poco más allá. Antes de acabar la película salieron huyendo a los lavabos del cine, y allí Kyungsoo descubrió las maravillas que podía hacer Jongin en su torso con la lengua.

La siguiente vez que quedaron no habían perdido el tiempo yendo a una cita, Jongin directamente había invitado al chico a su cuarto. Esa tarde hablaron, hablaron mucho sobre muchos temas, y la forma de los labios de Kyungsoo al hablar le había parecido a Jongin tan absolutamente sugerente que lo había cortado a media frase con un beso urgente que había acabado evolucionando y habían pasado a mayores. A Jongin se le había parado momentáneamente el corazón al descubrir que la piel de Kyungsoo era igual de pálida y delicada en todo el cuerpo pero que además, las pecas que ya se le adivinaban en el cuello por encima de los cuellos de los jerséis negros que solía llevar no paraban de multiplicarse a cada centímetro nuevo que destapaba. Había querido besarlas todas, pero los gemidos del chico, soltados a través de aquellos labios suyos, lo había encendido como si de una mecha se tratase y no había podido evitar dejar esa tarea para más tarde.

El chico también había sido inexperto en su primera vez pero, como en su primer beso, lo había sabido compensar muy bien exigiendo más de él a cada minuto. Más rápido, más fuerte, más besos, más caricias, más miradas, más, más y más, y Jongin se lo había dado todo porque, ¿Quien era él para negarse a sus órdenes? Sobretodo a unas órdenes que se moría de ganas por cumplir.

Kyungsoo durmió allí aquella noche, y fue la primera de tantas. Durante el día Jongin lo ignoraba en el colegio, lo dejaba leer solo en su asiento mientras todos se reían de él y por la tarde, al salir de la universidad, se encontraban en su sitio secreto y se iban a pasar la tarde juntos para, por la noche, ir a casa de Jongin y beber el uno del otro con avidez, como si a la noche anterior no lo hubiesen hecho. Como si no lo hubiesen hecho cada noche desde hacía semanas.

Sin embargo, todo comenzó a cambiar el día que una de sus antiguas amantes le había recordado que hacía tiempo que no le hacía caso a ninguna, que estaba raro, que no era propio en él. Y tenía razón, no era propio en él. ¿Que le pasaba? ¿Había perdido los papeles por Kyungsoo? Imposible. Era el cerebrito de la clase, la paria, la cosa de la que cualquiera se burlaba. No estaba hecho para él. ¿Para una noche? Vale, pero no para nada más. Entonces, ¿que habían sido esas últimas semanas?

Aquel día le dijo a Kyungsoo que esa tarde no podían verse, que tenía otras cosas que hacer. Fue el primer día después de tantas semanas que no pasaron la tarde juntos. También fue la primera vez que Jongin se buscó el calor de otra persona desde que descubrió el calor de Kyungsoo. La primera de tantas que vinieron después. Los días que pasaba con el chico, tan comunes antes, empezaron a escasear progresivamente, pero el chico no se quejó ni una vez. O no pudo quejarse porque nunca, ni una sola vez, habían hablado delante de los otros de la clase, y nada más salir de clase Jongin corría a refugiarse en los brazos de alguien. Alguien que no era él.

Lo hizo pensando que así volvería a ser el de antes, el Jongin ganador, el que tenía a quien quería y cuando quería. Pero había cambiado, porque daba igual cuantas camas visitase o cuantos cuerpos y bocas nuevas besase, ya no era lo que quería. Se esforzó, nadie podía decirle lo contrario, se esforzó en disfrutar alguna de aquellas otras veces, pero no disfrutó ninguna. Se esforzó en borrar la huella de Kyungsoo sobre su piel pero incluso en las noches que no dormía en su cama, soñaba con él. Soñaba con el chico mirándolo desde arriba en la penumbra de su cuarto, sentado encima suyo totalmente desnudo, con su piel pálida reluciendo en la oscuridad mientras se balanceaba a un lado y a otro, a un lado y a otro, primero despacio, luego deprisa, y otra vez despacio, y Jongin se despertaba totalmente sudado, con el corazón a mil por hora y con unas ganas horribles de sentir los labios de Kyungsoo en todos los recovecos de su cuerpo.

En las clases la gente murmuraba, decían que había perdido los papeles, que ya no sabía ni lo que hacía. Y puede que tuviesen razón, pero Jongin no quería parar hasta volver a ser el de antes. No podía conformarse con menos. Hasta que un día, estando en medio de algo con una chica de la cual no sabía ni el nombre, la puerta de su cuarto se abrió de golpe, y al girarse al ver quien era, se encontró con la mirada de Kyungsoo por encima de sus horribles gafas fijos directamente en él. Jongin se quedó paralizado y la chica empezó a preguntar ruidosamente, pero Kyungsoo no dijo ni una palabra. Un sentimiento de autodesprecio se removió dentro de Jongin porque el chico lo estaba viendo desnudo en su cama con otra chica, también desnuda, haciendo lo que llevaba tiempo evitando hacer con él. Kyungsoo se acomodó las gafas con manos temblorosas y Jongin lo llamó con un hilo de voz, tratando de hacer algo para mejorar un poco aquella situación tan violenta, pero enmudeció al ver como algo intenso brillaba en sus ojos, empequeñecidos de repente por las lentes, justo antes de girarse, salir de la habitación y cerrar la puerta tras él con cuidado. Pocos segundos más tarde, Jongin escuchó como la puerta de la entrada de su casa se cerraba, también con cuidado.

Aquella noche durmió durante diez horas seguidas, y los sueños fueron aún más vívidos. Soñó con Kyungsoo, como era habitual ya, en la lenta parábola que dibujaban sus pestañas cada vez que cerraba los ojos al gemir, en sus labios entreabiertos, en la constelación de lunares que tenía en la base de la espalda y en la que tenía en el cuello. También soñó en la manera que tenía de aferrarse a su pelo cuando todo le superaba y en como, luego, acariciaba su pecho con suavidad, como si estuviese tocando la más delicada de las sedas. Soñó mucho y se despertó totalmente sudado, con las manos engarfiadas enredadas en las sábanas, unas sábanas que colgaban precariamente por lo bordes de la cama. Le dolía todo el cuerpo de tenerlo en tensión y le faltaba a Kyungsoo entre sus brazos. Había sido tan estúpido por haber osado pensar que cualquier otra persona podría sustituir al chico en su vida... Pensaba hablar con él nada más verle, pedirle perdón, y camelárselo para que olvidase lo que vio la tarde anterior. Decidió dejar de ignorar lo que sentía cada vez que lo miraba o pensaba en él.

Sin embargo, sus planes se vieron totalmente aplastados cuando, al llegar a clase, se encontró con todo el mundo bisbiseando por Kyungsoo de una manera diferente a la habitual. Sí, porque el chico no había cambiado el vestuario, de peinado ni se había quitado las gafas en todos los años de instituto y universidad pero aquel día había decidido ir con una camiseta blanca, unos pantalones tejanos, unas botas y una camisa de cuadros rojos y negros abierta. Además, lo que antes había sido un casco totalmente negro de pelo liso y sedoso, ahora era un revoltijo de pelo rojo con los lados cortos y oscuros que le quedaba demasiado bien como para se cierto, y al parecer, debía de haber pasado por la óptica, porque las gafas tan horribles que llevaba siempre habían desparecido y sus enormes y sorprendentes ojos estaban a la vista de todos sin ningún escudo delante, capturando todas las miradas. Jongin se lo quedó mirando al entrar y no paró de hacerlo en todo el día, esperando su oportunidad de hablar con él. Sin embargo, nada más sonar la campana de final de clases, Kyungsoo le dedicó una sonrisa brillante a la puerta. En ella, apoyado contra el marco, estaba el chico más alto de la otra clase: Chanyeol, que le sonreía de vuelta. En medio del pasmo, Jongin vio como su oportunidad de hablar con Kyungsoo, de abordarlo a la salida como era habitual, le era arrebatada cuando el chico se colgó la mochila en la espalda y salió de clase hablando animadamente con Chanyeol. ¿Que había pasado?

Durante los tres días siguientes pasó igual. De repente Kyungsoo se había vuelto popular y la gente quería hablar con él, entablar amistad con el chico que había sido una paria pero que ahora era el ser más adorable y bonito del instituto y que encima estaba tonteando con la persona más popular de la universidad después de Jongin. Y al acabar las clases siempre estaba Chanyeol allí para llevarse a Kyungsoo a un lugar al que Jongin no podía llegar. Pero al cuarto día la rutina cambió.

Jongin aprovechó que Kyungsoo se levantó a la hora de la comida para ir al lavabo y lo siguió, abordándolo en el baño después de atrancar la puerta del cubículo en el cual se metió. Le pidió perdón, le intentó explicar las cosas, remarcando lo muy confuso que había estado para, por último, pedirle que volviesen a tener la relación que habían tenido antes con una sonrisa desarmante -la misma que lo había desarmado tantas veces antes-.

Pero el chico ya no era el mismo Kyungsoo de antes y se reveló contra él con una fuerza y una pasión que Jongin solo le había visto en la cama, cuando los dos habían sintonizado de una manera perfecta. Le metió una patada en la espinilla para apartarlo de la puerta mientras le gritaba con rabia “¿Quieres que vuelva a hacer ver en clase que no te conozco mientras encima hago ver que no escucho como te ríes de mi a mis espaldas para luego revolcarme en tu cama cada noche? Ni lo sueñes, desgraciado”, justo antes de irse.

Los días siguientes a ese suceso fueron un infierno. Lo intentó abordar muchísimas veces pero Kyungsoo siempre encontró la manera de darle esquinazo. Jongin empezó a prácticamente dormirse en clase por culpa de no descansar por la noche, y cuando conseguía estar despierto, creía verle en todas partes: en las caras de la gente con la que se cruzaba por la calle o por el pasillo, en la televisión cada vez que la encendía para tratar de sacárselo de la cabeza, en su reflejo en el agua de los muchos vasos que bebía para refrescarse las ideas, e incluso en el brillo de los ojos de sus amigos cuando hablaba con ellos fingiendo que no pasaba nada. Se estaba volviendo loco sin él, lo necesitaba, quería a Kyungsoo como si fuese su droga. Kyungsoo había acabado siendo su adicción y no podía satisfacer sus ganas de él porque el chico se negaba a hablar con él y, además, había encontrado un substituto que caminaba con él por la calle con un brazo por encima de sus hombros y con quien se besaba en casi cada esquina.

* * *

Esa mañana, después de dos semanas de frustraciones, Jongin ha acabado en el bar de la esquina de la calle donde vive Kyungsoo con la mirada puesta en el portal del piso del chico a las siete y media de la mañana y, al darse cuenta de lo estúpido de la situación, ha decidido que no puede continuar así. Por eso ha pensado en hacer la mayor locura de todas.

Nada más llegar a clase, se ha acercado a la mesa de Kyungsoo, donde él estaba leyendo tranquilamente un libro, se ha apoyado en ella y ha inspirado hondo cuando el chico ha levantado esos ojos que no son de este mundo y lo ha mirado con sorpresa.

-Kyungsoo -le dice con voz clara y segura, teniendo muy claro que está tirando por la borda todo su orgullo y toda su reputación porque, de repente, todo se ha quedado en silencio y nota como las miradas de sus compañeros se le clavan en todo el cuerpo -Te quiero. No se lo que me has hecho pero no puedo vivir sin ti, ya no. Sal conmigo, por favor.

Kyungsoo parpadea una vez con esa lentitud que vuelve loco a Jongin, y luego parpadea otra vez. Entonces lo mira y Jongin puede ver de nuevo aquella cosa intensa brillar dentro de sus ojos a la vez que las comisuras de sus labios se levantan ligeramente con lentitud formando una expresión de oscuro triunfo en su cara. Ha ganado.



La sonrisaaaaaaaaaaaa skfgjhgfdshsjdfgjsdf

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