Voy a comenzar con una obviedad -de algún modo hay que romper un silencio prolongado: llevo mucho tiempo sin escribir en el blog.
La razón es trivial y nada dramática: he estado muy ocupado; ha sido una de esas veces en que se te viene encima un trabajo concreto, tangible, que se cuaja en responsabilidades reales. Por un lado la tesis, que empieza a tener plazos, como creo que ya mencioné, plazos de verdad que hay que cumplir; pero por otro, sobre todo, me surgieron inopinadamente unas clases de Teoría de la Literatura. Sí, habéis leído bien, de Teoría de la Literatura. ¿Que quién necesita clases particulares de Teoría de la Literatura? Pues eso mismo hubiera preguntado yo hace unos meses: pues en este caso, dos chicas de Hispánicas que están haciendo el doctorado en EE.UU (en Delaware, creo, pero no estoy seguro) y se han encontrado con que les exigen unos conocimientos previos en esta disciplina, y las ametrallean con nombres y conceptos, y al parecer los otros alumnos venga a asentir con aire de suficiencia, y ellas venga a no enterarse de nada. Porque encima, como es habitual en las universidades norteamericanas, el tipo de teoría que gastan es la más abstrusa, hermética y jergal: el postestructuralismo (en un sentido amplio, se entiende): Barthes, Foucault, Derrida, Deleuze...; y luego, claro, el batiburrillo mal asimilado allí mismo de todo esto, con sus gotitas de multiculturalismo y politically correctness: estudios culturales, postcolonialismo, feminismo, queer theory y demás: jerga sobre jerga. La cuestión es que estaban aquí de vacaciones -una es granadina, la otra estadounidense-, y querían aprovechar para adquirir un panorama, una suerte de visión de conjunto, sobre todo para contextualizar los nombres que más se repiten en sus clases, en poco tiempo, y eso hacía falta prepararlo bien, no se podía improvisar. Así que he ido a contrarreloj. Ha sido agotador, aunque tampoco me quejo: también ha sido una oportunidad única para desempolvar y sistematizar conocimientos. Ya lo dice, con toda razón, San Isidoro: si quieres saber de algo, estudia; si quieres saber más, búscate un maestro; si quieres saber de verdad, enséñalo tú mismo.
De todas formas, tiempo, lo que se dice tiempo de actualizar el blog, siempre tiene uno. A veces, después de todo el día lo que no tenía son ganas; y al final, todo hay que decirlo, ante la visión del diario tanto tiempo varado y los mensajes acumulándose, empecé a sentir cierto vértigo que acababa resolviendo en confortable procrastinación, sin duda el deporte para el que estoy más dotado.
Pero he vuelto, por fin. Y espero no estar otra vez tanto tiempo sin escribir: si me veo imposibilitado de veras, trataré al menos de teclear unas líneas para comunicarlo.
De todas formas, no es mal día para retomar el blog: hoy ha sido una de esas jornadas en las que suceden ese tipo de acontecimientos nimios, perqueños golpes de suerte que, sin embargo, consiguen ponernos de muy buen humor (a mí, al menos) y que yo estoy convencido que son el verdadero secreto a voces de la felicidad. Pues bien, ha habido tantos que creo que es de justicia hablar de "un día de suerte" en toda regla; tanto que cierto temor supersticioso a oscuras leyes de la compensación me hacer mirar de soslayo en espera del golpe que lo contrarreste... Fijaos:
1) Por la mañana, me llama
bodonisans para decirme que tiene dos invitaciones para el ensayo general del Mitrídate de Mozart (el 23 de junio comienza la
55 edición del Festival de Música y Danza de Granada. Ya era hora, por cierto, de que tuvieran un detalle, siquiera mínimo con los miembros del coro de la OCG -que no participan en este montaje). Yo no había sacado entradas en un alarde moderado de ascetismo (pero sí para otros conciertos, claro), y ahora me encuentro que no me lo voy a perder, y en la mejor compañía. Es más: el ensayo general, salvo catástrofe, es como la representación auténtica, pero con menos público, más silencio... Lo único, que no tenemos libreto, y a mí me gustaría escucharla antes, pero resulta difícil encontrar una ópera tan rara en la biblioteca, y tampoco voy a comprarla de sopetón (las óperas en CD no son baratas.) La encuentro en el emule, pero no es precisamente un hit parade, y apenas si se descarga.
2) A las 12:30 tenía dentista; me han hecho la puñeta con la limpieza, todo hay que decirlo. Pero a la hora de pagar, resulta que, sin haber transcurrido matemáticamente un año, como la última me la hice en 2005, no me la ha cobrado (el seguro de la Universidad me cubre una limpieza al año).
3) Ha venido el agente de Círculo a traerme el pedido del bimestre: los
Ensayos sobre la libertad de Raymond Aron e Isaiah Berlin. Pero el pedido incluía sorpresa: la Tarjeta Oro del Club, que te permite descuentos en comercios museos, etc (por ejemplo, en el Parque de las Ciencias o para las entradas de la OCG tienes un 25%). Vale 50 € al año, pero los agentes eligen a tres clientes para regalársela, y él presentó mi "candidatura" y prosperó; o algo así me ha dicho. El caso es que me la han dado.
3) Tenía que subir a la Facultad esta tarde, porque me cumplía el plazo de devolución de unos libros; por si acaso, he mirado si podía renovarlos a través de Internet, y, en efecto, podía; en contra de lo que pensaba, era mi primera renovación. Me he ahorrado trasponer hasta arriba con el calorín.
4) En un arrebato de inspiración y pensando que es imposible, dados los fondos modestos que tienen, miro el catálogo de la biblioteca pública por si estuviera el Mitridate. ¡Lo tienen! En la version de Cecilia Bartolli. Podía pasarme hoy mismo y escucharla mañana.
4) Quería también recoger las entradas del Festival, y he caído de repente, a las siete menos cuarto, que cerraban la taquilla del Corral del Carbón a las siete. He echado a correr con esa sensación estúpida de estar haciendo algo inútil pero que a la vez te obstinas en continuar haciendo: no podía darme tiempo. El caso es que llego a la parada y justo pasa el autobús. Fluye éste entre las obras infinitas del centro y llego a la taquilla a las siete y siete. Están cerrados ya. Entreabro la puerta. Pregunto con un hilo de voz si es posible aún recoger entradas. Una matrona a mi derecha, contando billetes de cincuenta euros, me dice que están haciendo caja, que no. Respondo con humildad que gracias, que que se le va a hacer, y la chica joven de la izquierda, con un suspiro olímpico, se apiada y me dice que bueno, que le dé el carnet... Consigo las entradas. Además, me da dos libretos del Mitridate. Imagino que porque mi pack de entradas incluye dos para el estreno de la ópera, el 23 -la inauguración del Festival- que me encargó Juan Andrés. Así que como el ensayo es el 21, podemos usarlos.
5) Como está al lado, no puedo resistir pasarme por la librería de viejo "Atlas". Encuentro una obra que buscaba desde hace tiempo: Los años de aprendizaje del joven Wilhelm Meister de Goethe, novela que inaugura el género, tan germánico, de la Bildungsroman o novela de iniciación (donde un joven pasa de la adolescencia a la madurez y toma conciencia de su estar en el mundo y su vocación artística... Como El retrato de Joyce o el Demian de Hermann Hesse). Como la cubierta es tipo Planeta Directo, no me fío. Pero resulta que la traducción es la de Cansinos Assens, cedida de Aguilar. 4,5 €. Estupendo.
6) Camino de la biblioteca, por la grabación del Mitridate, me topo con un quiosco de la ONCE. Me acuerdo de que me han sobrado justo 50 céntimos del billete de 5 € que he dado para pagar el Wilhelm Meister. Se me ocurre comprar un Rasca de esos de los duendes bizcos de borra naranja... Lo rasco con la llave de casa y...
Bueno. No podía salir todo tan perfecto ¿no? Sería para acojonarse.
Algo después, cuando el gol de Túnez, pensé que aquí llegaba el reverso tenebroso de todo un día feliz, no sin cierto alivio egoísta, lo confieso porque, si a fin de cuentas todo se conjuraba con la derrota de España, bueno, a mí tampoco me va tanto en ello (y además, todavía podrían clasificarse). Pero luego ha llegado la remontada épica y el día se ha redondeado del todo, porque mi corazón traidor y cobarde se ha alegrado sinceramente, y aun enardecido con el golazo del niño Torres... Por cierto, por mucho que haya metido un gol, mayormente oportunista, Raúl no pintaba nada ahí; cuando hemos visto el cambio en el segundo tiempo, y perdiendo, nos hemos echado a temblar... Tenía que decirlo, hala. Si algo no soporto es la idolatría contra la razón y la objetividad.