Hoist The Colours - Cuarta Parte

Sep 04, 2014 23:30

Masterpost



Estaban a punto de acabar de coserle la herida a Kris, que había caído en una semi-inconsciencia fruto del dolor, cuando Virus entró por la puerta del camarote. Xiumin levantó levemente la mirada de la herida para verle aparecer y después volvió a su tarea. Aun así no pudo evitar fijarse en cómo había perdido el sombrero con el que solía aparecer en público con toda su pompa y el pañuelo que llevaba debajo amarrando su pelo estaba algo movido. La ropa estaba sucia, de sangre y polvo, y la camisa algo desgarrada por varias partes. La chaqueta estaba abierta y debían de haberse saltado un par de botones pero no atendía con ella. Llevaba una sonrisa de felicidad en los labios que a Xiumin le retorció el estómago, no por la sonrisa en sí, sino por lo que significaba. Los piratas ganaban y aquellos pobres desgraciados con mala estrella iban a ser abandonados a su suerte.

-¿Cómo va mi segundo al mando? -preguntó a Lay, que estaba acabando de lavarse las manos y guardando el instrumental. El médico se giró cuando notó la mano en su hombro y saludo con una leve inclinación a su capitán.

-Fuera de peligro, capitán. Necesita descanso pero no era una herida mortal.

-Bien. En ese caso quedas relegado de tus obligaciones hasta nuevo aviso, ¿entendido Kris? -sentenció, acercándose a la cara del susodicho que frunció el entrecejo nada contento con la noticia. -Ni se te ocurra quejarte. Ahora tienes que recobrar fuerzas, seguro que D.O. te hará toda la comida que necesites para mejorar, ¿verdad? -mencionó mirando al cocinero que estaba detrás de él pero cerca de la mesa de donde no se había movido mientras curaban a Kris. Este asintió y sonrió levemente.

-Virus… -la voz de Luhan se hizo patente en la calma del camarote y entonces el pirata se dio cuenta de su presencia cerca de la ventana, en el mismo lado que Xiumin y sonrió.

-Luhan. -Le llamó -¿Así recibes a tu victorioso capitán?

Sólo necesitó eso y una sonrisa divertida y socarrona para que Luhan dejase de estar estático junto a la ventana y corriese hacia él para abrazarlo como bien podía. Virus ensanchó la sonrisa y le recibió entre sus brazos como quien recibe a un hermano, apretándole contra él y aprovechando para besarle en la frente dada la diferencia de altura. El resto del camarote los miraba sonriendo pero para Xiumin, que acababa de terminar de coser la herida de Kris, era algo raro. Aquella muestra de cariño tan obvia le descolocaba. No sólo por la naturaleza que siempre había creído ver en Virus, sino porque también veía a Luhan tan a gusto y dependiente del otro que no podía evitar pensar en hasta qué punto su relación era tan estrecha. Para su desgracia estaba mirándolos con demasiado descaro porque la mirada de Virus y la suya se cruzaron después de depositar un beso en la frente del chino.

-Veo que tienes enfermera nueva, Lay. -dijo haciendo que todo el camarote mirase a Xiumin esperando la reacción de éste y las palabras del capitán.

-Me ha ayudado mucho desde que lo nombraste ayudante de Luhan.

-Querrás decir enfermera. -corrigió el pirata sonriendo hacia Xiumin. El castaño sabía qué pretendía: cabrearlo para que hiciese algo que le condenase a un castigo. Así que no iba a darle el gusto. Contó hasta diez tratando de tranquilizarse y apretó los dientes todo lo que pudo.

-Cierto, tenéis razón, capitán. -Lay contestó a su corrección y Xiumin se sintió mal por el médico porque sabía que no le consideraba un simple ayudante.

-En ese caso, enfermera, id a mi camarote. Vais a curarme la herida del hombro.

-¿Es grave? -preguntó Luhan separándose de él e intentando ver la herida sin éxito.

-No es nada, tranquilo. -le sonrió cogiendo la mano sana y besándola casi con adoración; gesto que no pasó desapercibido para Xiumin. -¿No me has oído?

No quiso tentar a la suerte así que recogió aguja e hilo y los puso en la bandeja que Lay había traído con él. Miró hacia el médico pidiéndole permiso y este asintió dejándole marchar con su instrumental. El camarote estaba en silencio cuando salió, todos mirándole y tanteando la situación, salvo Virus que seguía hablando tranquilamente con Luhan que sonreía al verse el centro de la atención del capitán.

El camino hasta el camarote del capitán era corto pero Xiumin hizo con rabia cada paso hasta que entró en él y cerró la puerta. Cuando se le pasó un poco el enfado se dio cuenta de que era la primera vez que estaba allí. Dejó la bandeja en un estante que había a su izquierda y desde el centro de la habitación miró a su alrededor. Comparado con los demás camarotes era grande, no tanto como el de Luhan pero era espacioso y seguramente habría sido el del primer oficial (sabía que el de Luhan era el que estaba destinado inicialmente al capitán porque el chino se lo había dicho). Había una cama en la pared que pegaba contra el otro camarote y Xiumin no tuvo duda de que estaba allí puesta para oír si por las noches Luhan tenía alguna pesadilla. El darse cuenta de eso le fastidiaba, no sabía muy bien porqué. Quizás porque significaba que todas aquellas noches hablando con el chico y contándole cosas de su vida en su isla habían sido escuchadas por otra persona que no quería que escuchase nada.

También había un par de baúles con cosas, otra mesa cerca de la ventana y un par de libros por el suelo. Encima de la mesa cercana a la ventana había algo que le llamó la atención. Era una katana con empuñadura y funda negra y dibujos en plata grabados. El dibujo era un pájaro envuelto en fuego que parecía surgir de su cola. Le recordó a Fenghuang pero no pudo indagar más porque en ese instante el capitán entró por la puerta.

Se giró para verle, toda su altura imponiendo respeto, e hizo una leve reverencia casi automáticamente. Estaba a punto de preguntar algo cuando Virus se sentó en la cama y en dos hábiles movimientos se quitó las botas lanzándolas lejos. Xiumin arqueó una ceja confuso pero no tuvo tiempo para preguntarse qué pasaba porque el capitán ya se había levantado y quitado la chaqueta para empezar a trastear con el cierre de los pantalones. El castaño ya no sabía qué hacer ni a dónde mirar y estaba empezando a plantearse que igual el capitán no quería que le curase cuando Virus le miró, vio su cara de pánico y se rió. A carcajadas.

-Relájate, Xiumin. -y era la primera vez que le llamaba por su nombre. Ni enfermera, ni salvaje; Xiumin. -Coge instrumental porque vas a tener trabajo.

Por un momento dudó en si estaba hablando en broma o no, hasta que se abrió la camisa y la dejó resbalar por el hombro derecho hasta el codo. Entonces Xiumin vio que no estaba de broma. Había una herida abierta por el filo de un sable desde el hombro hasta casi la cintura. Si hubiese sido más profunda hasta le habría cortado el brazo. No sangraba ya, pero había sangre reseca formando una costra falsa y Xiumin sabía que iba a tener que quitarla toda, ver que había debajo y coserla. Corrió a acercarse a verla.

Cuando veía una herida se transformaba en el chamán que su padre había querido que fuese, el que ayudaba a todos por igual. Así que se olvidó por un momento de que estaba curando al asesino de su padre. Tanteó la herida con sus manos y pensó que el estremecimiento del capitán fue fruto del dolor así que supo que debía darse prisa. Fue en busca del instrumental y obligó a Virus a sentarse en la silla que había junto a la mesa de la ventana. Así tendría más luz para ver bien lo que hacía. La habitación estaba silenciosa mientras trabajaba y podía sentir la tensa calma que había entre ellos. Parecía que habían firmado un pacto de no agresión, al menos por ahora.

Cuando quitó la costra se dio cuenta de que la herida era profunda pero no mortal así que examinó la carne roja bajo la piel y luego enhebró la aguja dispuesto a coser. No había mucho que limpiar por lo que usó el agua que había en una jarra para dejarla limpia y proceder a coser. Virus no se quejó en todo el proceso pero su cuerpo sí que tembló y se retorció a cada momento en que la aguja tocaba su piel. Xiumin prefirió concentrarse en la herida pero no pudo evitar mirar más de la cuenta la espalda semi-descubierta de Virus. Había heridas viejas ya cicatrizadas y luego estaba lo que le llamaba verdaderamente la atención. Una línea roja que apareció en el borde la camisa y se hundía bajo ella. Con prudencia apartó un poco la camisa y vio que el dibujo se perdía más abajo de lo que su vista alcanzaba. Tan sólo distinguió el patrón de una llama que se unía a otra y otra. No supo porqué pero tuvo la impresión de que acaba de descubrir algo importante.

Se recuperó de su curiosidad y terminó de coser la herida de Virus que parecía ansioso porque terminase. Cuando lo hizo miró su trabajo y suspiró. Iba a arrepentirse de lo que iba a decir y lo supo antes de hacerlo.

-Es una herida profunda. Debería mirarla Lay. -le dijo alejándose de él para que pueda volver a vestirse.

-No. Lay no sabe guardar secretos para Luhan y no quiero que se entere.

-¿Por qué? -le preguntó apoyándose al lado del instrumental. No lo entendía. Virus sonrió.

-No te importa.

-Sí. Sí me importa porque voy a tener que volver a curarla y coserla más veces y si voy a mentir a Luhan quiero saber porqué lo hago. -se estaba pasando y sabía que si quería, Virus podía matarle en ese mismo momento. Solo tenía que coger la katana y clavársela.

-Se preocupa por todo demasiado. -acabó admitiendo el capitán para sorpresa de Xiumin. -Tan solo que no lo sepa. Yo estoy bien, no me voy a morir y no quiero que se preocupe para nada. Cuando se pone nervioso la costra suele dolerle más.

-En ese caso lo haremos según mis reglas. -aprovechó que parecía estar de buen humor, tomando ventaja. -Voy a curarte esa herida pero a mi modo.

-¿Y cuál es tu modo? -le preguntó el pirata echándose hacia atrás en la silla.

-Vas a seguir al pie de la letra lo que te diga. Y vas a dejarme curarla como yo quiera. ¿Lo tomas o lo dejas?

-Lo tomo, lo tomo. -le contestó sonriendo y extendiendo la mano que Xiumin apretó con fuerza.

-Bien, en ese caso ahora déjala al aire para que los puntos se afiancen. Esta tarde, antes de la cena, volveré a mirarla y traeré un ungüento para que cicatrice mejor. -Virus puso cara de incredulidad al oír lo de su remedio. -Es una pasta de hierbas cicatrizantes, ¿qué os pasa a todo el mundo con los remedios naturales?

-Suenan a cosa de chamanes.

-¿Ah, sí? ¿Pues sabes qué? ¡Yo soy un chamán! Y usamos hierbas para curar. Si quieres que te cure y que Lay no se entere vas a soportar mis ungüentos de hierbas y no te quejarás.

Parecía un hermano mayor regañando al pequeño y ya de por si eso era raro, como lo fue el que Virus se riese al ver su expresión y no pensase en castigarlo. Tan solo se rió, como si hiciese mucho tiempo desde la última vez, moviendo exageradamente las manos y cerrando los ojos llenos de lágrimas por la hilaridad del comentario. No supo exactamente porqué pero lejos de ofenderle, verle riéndose le enorgulleció porque había sido él quien consiguió hacerlo.

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Tras curarle la herida por primera vez, Xiumin había vuelto a su camarote algo confuso. No sabía muy bien porqué había hecho aquello. Curarle y tratarle como una persona normal, hasta había conseguido que se riese de su estallido estúpido de patriotismo hacia su condición de chamán. Fuese como fuese, la verdad es que se había quedado con la intriga. Intriga que se había convertido casi en obsesión cuando, antes de la cena, había vuelto a curarle la herida de nuevo, esta vez con el ungüento de hierbas, y había vuelto a ver parte de aquel dibujo que parecía ocupar parte de su piel. Vendó la herida y le recomendó no hacer movimientos bruscos con la mano derecha. Virus no había dicho nada, sólo había sonreído y le había visto guardar las vendas y demás para luego irse, alegando que era la hora de cenar de Luhan.

Pero no había podido quitárselo de la cabeza. Ni lo que parecía ser un tatuaje en la piel de Virus, ni su comportamiento con Luhan, ni la katana de su camarote, ni que cada vez pareciese más humano y menos pirata sanguinario. A partir de ese momento sus esfuerzos se centraron en descubrir más sobre el capitán de mano de la tripulación. Salvo que esta no fue de gran ayuda. D.O. apenas pasaba por la cocina ya que ahora era la enfermera de Kris, así que no pudo interrogarle. Suho era demasiado comedido en todas sus respuestas así que estaba descartado (aunque probó por si había suerte y se dio de bruces con la pared de sus respuestas políticamente correctas). Lay no sabía gran cosa porque no hacía tanto que estaba en el barco. Tao y Sehun eran los recién llegados así que no tenían información de nada. A Kris no pudo preguntarle por estar convaleciente y su única esperanza fue Baekhyun. (A Chen descartó preguntarle en el momento en el que el contramaestre decidió hacer una broma sobre si el capitán ahora le gustaban los salvajes como aperitivo antes de la cena.) Para su suerte, Baekhyun sabía del tema; poco, pero algo.

Le contó de nuevo la versión que ellos sabían de la leyenda que corría sobre aquel barco. La hechicera, el engaño, el barco y la imprudencia de Virus. Pero nadie sabía realmente el porqué de la maldición que afectaba a Luhan ni porqué le afectaba a él y no a Virus. Al final Xiumin tuvo que preguntarle a la verdadera fuente.

-Luhan -le dijo llamando su atención del libro que leía echado en la cama antes de irse a dormir. El chino le miro interrogante y Xiumin cogió aire para preguntarle. -. ¿Por qué tienes tú la maldición?

No necesitaba hacer una pregunta larga y rebuscada para que Luhan le entendiese. El chico suspiro y cerró el libro para mirarle, quizás sopesando los pros y los contras de lo que iba a contarle. Al final sonrió y palmeó con el pie el lado de la cama que ya estaba asignado a Xiumin. Este se acomodó a su lado y espero pacientemente la respuesta.

-¿Qué has oído? -le preguntó, quizás alejando así el momento de contestar para poder encontrar las palabras.

-Rumores. Leyendas. Cuentos de tabernas.

-¿Y qué dicen esos cuentos? -sonrió para el chamán y éste le correspondió comenzando a explicarse mejor.

-Que Virus quiso arrebatarle el barco a su dueña, una hechicera con malas pulgas, y le salió mal la jugada. Ella se dio cuenta y le maldijo. Pero la maldición la llevas tú, no él.

-Él lleva su propia maldición. -dijo casi en un susurro, mirando más allá de Xiumin, hacia la pared; perdido en su mente. -¿Cuál crees que es nuestra relación?

-No soy quien para hablar de esas cosas. -le dijo cuando consiguió recuperarse de lo inesperado de la pregunta.

-Eres demasiado correcto -se rió el chico -. Venga, algo pensaras, ¿no? Está bien, si no lo dices tú ya lo haré yo. Todo el mundo piensa que somos pareja, que yo soy algo como su amante y por eso llevo la maldición.

-¿Y no es así? -preguntó tanteando el terreno.

-No. Nunca hemos tenido esa clase de sentimientos el uno por el otro. Para mí, Virus es como un hermano. Hemos crecido juntos, llevamos juntos casi toda la vida; así que somos lo más parecido a una familia el uno para el otro. Eso es lo que nos une realmente. -cuando Luhan hablaba de Virus los ojos se le iluminaban con un amor que ahora Xiumin entendía como cariño, un profundo amor fraternal que hacía su relación tan especial.

-Entonces, la maldición… -Luhan suspiró antes de contestar.

-La hechicera considero que haría más daño a Virus poniéndome a mí la maldición que a él. Después de todo yo era lo único que le importaba en el mundo.

-Y lo sigues siendo. No se desviviría por ti de no ser así. -el chico sonrió con algo de tristeza.

-Me sigue queriendo pero no soy lo único en su mundo. Tiene el barco, la tripulación y mucha más gente que le aprecia. Me temo que a veces tan sólo le recuerdo que está maldito por mi culpa.

-No creo que sea así. Yo creo que te quiere sino como antes, puede que más. -los ojos de Luhan se llenaron de lágrimas al oírle decir aquello.

-Lo siento, soy tonto. Me ha emocionado lo que has dicho. -trató de quitar las lágrimas más rebeldes de su cara y controlar sus sentimientos. -Espero que tengas razón porque, para mí, él es todo lo que tengo.

-Seguro que sí, pero eso no me aclara porqué tú tienes la maldición y no él.

-La tengo porque no soy un marinero experimentado -ante la cara de confusión de Xiumin, Luhan se rió aún más. -Verás, la hechicera nos impuso una especie de misión. Existen cuatro piedras especiales consagradas a una diosa.

-Fenghuang.

-Exacto. Dichas piedras son como rubíes con un poder especial. Dentro de ellas tienen un líquido que llaman las lágrimas de fuego de la Fenghuang. Se dice que quien consiga extraer el líquido, conseguirá el poder de curar varias enfermedades, entre ellas esta maldición. -levantó el brazo enfermo para enfatizar sus palabras. -El problema es que nadie parece conocer la fórmula para extraer el líquido sin romper las piedras.

-¿Qué pasa si se rompen? -preguntó con curiosidad Xiumin; el tema le parecía interesante y cuadraba con la historia que le había contado su padre.

-No lo sabemos. No hemos intentando nada con ellas. Todavía las buscamos.

-O sea, no las tenéis todas.

-No. La vuestra era la tercera. Falta una, pero no sabemos cómo llegar a la isla donde se encuentra escondida.

-Ya veo. Y dices que si conseguís las piedras y alguien que sepa utilizarlas, ¿podrían romper tu maldición?

-Esa es la teoría, pero aun no lo hemos probado ni nada. ¿Sabes tú de alguien que pueda saber usarlas? Después de todo, tu pueblo custodiaba una.

-Me temo que no. -le estaba mintiendo. Si sabía dónde estaba la isla que buscaban y sí sabía la teoría del uso de las piedras. Lo que sucedía era que aún no sabía si debía usar su poder para ayudarles. Por mucho que Luhan le cayese bien y el resto de la tripulación (incluido el capitán), no fuesen tan mala gente, no significaba que pudiese revelar fácilmente sus secretos y traicionar a su diosa. -¿Pero esto qué tiene que ver con Virus y su maldición? Suponiendo que tenga una, claro.

-La tiene. Aunque no es una costra. Es un tatuaje. La hechicera le impuso un tatuaje en la espalda. Le abarca media espalda y cada semana crece un poco más. Es parecido a mi costra. Por eso hay días que no sale de su camarote, el tatuaje crece y le provoca un dolor insoportable, como si estuviesen haciéndolo en ese momento. Las agujas clavándose y la tinta penetrando... -le explicó esperando que le pareciese tan horrible como a él. -Yo le he visto retorcerse de dolor mientras el tatuaje crecía en su piel. Es horrible. Tanto como mi maldición. No se lo deseamos a nadie.

Hubo un momento de silencio en el que ambos se sumieron en sus pensamientos hasta que Luhan volvió a hablar, sonriendo con tristeza.

-Se que para ti no ha sido fácil Xiumin. Sehun me contó que Virus torturo y mató a tu padre en tu presencia. Sé que es difícil tenerle aprecio por cómo se comporta cuando es el capitán pero dale una oportunidad, ¿sí? No es tan mal tipo cuando le conoces.

-No puedo prometerte nada Luhan… -le confesó suspirando, era algo difícil de aceptar. Que Virus fuese humano y agradable trastocaba su convicción de vengarse. -Pero puedo intentar verle desde otro punto de vista.

-Te lo agradecería. Yo creo que podéis llevaros bien.

La buena voluntad de Luhan era increíble pero no era tan fácil para él. Aun así trato de hacer su mejor esfuerzo y mientras le curaba la herida, trató de ver la parte buena de Virus. A veces lo conseguía, siempre que el pirata no tuviese un día especialmente malo y se mostrase como un completo idiota a los ojos de Xiumin. A veces, hasta tenían conversaciones medianamente decentes sobre cosas interesantes. Los cinco días que duró la cura de su herida le dieron tiempo para intentar entenderle más profundamente y para darse cuenta de por qué Luhan le defendía tan fervorosamente. Al final tuvo que reconocer que la curiosidad era mayor que otra cosa.

-Os ayudaré. -le soltó el último día tras cerrar por última vez le herida y vendársela con cuidado.

-¿De qué hablas? -fueron las palabras de Virus, que le miraba confuso.

-Luhan me ha contado la historia. La de la maldición. -le costaba encontrar las palabras para explicarse, mucho más cuando Virus le miraba así, suspicaz y cauteloso.

-A veces pienso que debería amordazarle. -suspiró el pirata mientras se abrochaba la camisa de nuevo.

-Yo puedo ayudaros. -Virus le miró medio riéndose de sus palabras. -Se donde está la última lágrima. -solo los verdaderos conocedores del poder de las piedras las llamaban así; lágrimas. Virus le miró sopesando sus palabras, decidiendo si podía confiar en él.

-¿A qué te refieres?

-Dejémonos de rodeos. No nos caemos bien pero queremos ayudar a Luhan. Yo quiero ayudaros a los dos, porque ayudarte a ti implica ayudar a Luhan también así que...os ofrezco mi ayuda. Os diré cómo llegar a la isla.

-Me parece buena idea. ¿Un pacto de no agresión? -Xiumin asintió. -¿Algo más?

-Déjame ver las lágrimas. -Virus pareció dudar y le miró arqueando las cejas en un gesto de desconfianza. Xiumin suspiró. -Creo que se usarlas.

-¿Usarlas cómo? -preguntó el pirata aguantando la risa. -¿De sujeta-papeles?

-No. Creo que puedo extraer su líquido e intentar curar a Luhan.

Entonces sí que tuvo toda la atención de Virus, que se levantó de un salto de la silla y le miró con una mezcla de cautela, ilusión y desesperación. Xiumin tuvo que sonreír muy orgulloso de su efecto porque no todos los días uno puede hacer que un capitán pirata muestre tan obviamente sus emociones y sus intenciones.

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Lo primero que hizo tras hablar con Virus fue ir a ver a Suho; en parte fue una especie de orden del capitán, quizás creyendo que el cartógrafo averiguaría mejor sus intenciones. No se equivocó, pero tampoco le salió como esperaba. Sus intenciones eran buenas así que Suho tuvo que decirle al capitán que Xiumin realmente quería ayudarles. Tras la primera reunión, por llamarlo de alguna forma, el chamán y el cartógrafo se centraron en localizar y trazar una ruta hacia la isla. Mientras ellos nadaban entre mapas y median distancias, el barco enfilaba hacia el puerto pirata de donde había salido: la famosa isla donde todos los piratas del Pacifico reunían sus barcos y donde el Red Ruby era temido y codiciado a partes iguales. Aún iban a tardar unos días en llegar pero el trabajo de Xiumin y Suho implicaba que todos los cálculos debían estar hechos cuando atracasen en el puerto.

A Xiumin le gustaba trabajar con Suho porque era fácil tratar con él. Detrás de la postura de chulo que parecía adoptar hacia el resto de la tripulación, había un chico que realmente amaba los mapas y los libros. Le fue fácil congeniar con él, sobre todo cuando empezó a contar las cosas que sabía para llegar a la isla. Suho abría los ojos, concentrado en sus palabras, e iba anotando cada detalle en una libreta que siempre llevaba con él. Era un cuaderno de notas que parecía tener muchas cosas allí apuntadas. Una vez intentó leerla por encima de su hombro pero el cartógrafo fue más rápido y la quitó de su vista casi al instante. Unas tres reuniones después parecían tener todos los cálculos ya de la isla.

-Creo que con esto bastará. -había asegurado el cartógrafo.

-¿Ah, sí? ¿Crees que con eso Virus se creerá de una santa vez que no tengo ninguna intención oculta? -preguntó sonriendo, sabiendo que había dado donde más dolía.

-Tienes que entenderlo Xiumin, el capitán…

-¡Si lo entiendo! Yo lo entiendo. Quien parece no hacerlo es él. Así que no me sermonees a mí, sino a él cuando le lleves los cálculos.

No esperó respuesta del cartógrafo y salió del despacho sin mirar atrás. Buscó consuelo en Baekhyun, que sonrió divertido en cuanto le vio subir la escalera hasta el timón. Como siempre, no dijeron palabra hasta que Xiumin estuvo sentado en la balaustrada que daba a la cubierta, casi volando a la vez que el barco surcaba las olas y el agua cristalina del Pacífico bajo el casco.

-¿Tan difícil es creer que quiera ayudar? -preguntó más al aire que a Baekhyun. Sin embargo, éste le contestó.

-A veces la gente necesita una ayuda que les haga inclinar la balanza hacia un lado u otro.

Quizás no era el consejo que esperaba o que necesitaba pero fue el que decidió seguir. Aquella noche, cuando salió a llevarle una manta a Tao que hacía guardia en el timón, aprovechó la oportunidad. Ya había observado un par de veces que Virus subía de noche a la cubierta y miraba el mar desde la proa. Quizás lo hacía para relajarse o para pensar, no era algo que le importase en ese momento. Tras dejarle la manta a Tao y desearle una buena vigilancia, bajó las escaleras y recorrió la cubierta hasta la proa. Sabía que el vigía y Tao observaban sus movimientos pero no le importaba; no iba a hacerle nada al capitán.

-Han pasado tres días -dijo a modo de saludo -. ¿Sigues sin confiar en mí?

El pirata se giró levemente para mirarle mientras Xiumin se apoyaba a su lado en la madera de la balaustrada. Miró al mar iluminado por la luna creciente un segundo, tratando de relajarse, antes de girar la cabeza hacia Virus. Éste le miraba con atención, creyendo desentrañar el misterio que parecía rodearle, salvo que no había ningún misterio. Xiumin sonrió.

-Desde el primer momento pensé en matarte. Vengarme por cómo asesinaste a mi padre. -confesó, volviendo su mirada al agua mientras hablaba. -Antes de morir me pidió que sobreviviese y yo entendí que eso era una clara forma de pedirme que vengase su muerte. Sólo que no lo era. -su mirada se volvió a posar en Virus que le miraba expectante. -Nuestro pueblo no sabe qué es la violencia, ni la venganza, ni el odio. Lo he intentado, te aseguro que lo he hecho; pero me lo habéis puesto difícil. Hasta Kris es amable cuando no está en modo oficial al cargo. -suspiró estirándose contra la barandilla. -Lo que intento decir es que quiero ayudaros, de verdad. A Luhan y a ti. A pesar de haber empezado con mal pie. -se separó del borde y recompuso su ropa, carraspeando un par de veces antes de volver a hablar. -Empecemos de nuevo. Hola, soy Xiumin, encantado.

Tendió la mano hacia Virus, que tardó unos segundos en procesar todo lo que acababa de decirle para luego estallar en una sonora carcajada que le asustó un poco. Pensaba que iba a reírse de él a la cara pero en vez de eso, el pirata cogió su mano y la estrechó con ganas.

-Yo soy Virus, capitán de este barco. Encantado. -le respondió con una sonrisa que Xiumin solo había visto hasta ahora dirigida a Luhan. Algo dentro de él se expandió al ver que se había ganado algo casi exclusivo.

-Bien. Ahora que ya nos conocemos… déjame ver las lágrimas.

Xiumin sabía que había sido un movimiento arriesgado pero pareció convencer a Virus que tras sonreírle divertido por su atrevimiento, le indicó que le siguiese. Cruzaron de nuevo la cubierta y Xiumin se despidió de Tao antes de entrar en las entrañas del barco para que el chico estuviese tranquilo. El trayecto duró poco ya que el camarote de Virus estaba cerca. Xiumin casi se sentía familiar con él aunque no había reparado en el armario al que fue directo el pirata. Era tan simple que pasaba bastante desapercibido. Cogió una caja con cierta dificultad y la dejó encima de la mesa cercana a la ventana. Xiumin se acercó llevado por la curiosidad y la cautela. Virus deshizo los amarres de la caja y la abrió. Metió la mano y, cuando la sacó, uno de aquellos rubíes tan especiales estaba en su mano, protegido con sus dedos.

Xiumin alargó la mano y cogió la piedra entre ellas. Era la primera vez que cogía una pero en cuanto sus manos la rozaron pudo sentir la corriente de poder que emanaba, tan poderosa y letal. Fijándose un poco apreció el líquido rojo de su interior, que se movía a sus anchas encerrado en las paredes minerales de la piedra. La movió un poco mientras veía el líquido moverse de un lado a otro. La curiosidad era tan intensa que por un momento se olvidó de que Virus estaba allí, a su lado.

-¿Y bien? -le preguntó impaciente el capitán. Xiumin pareció salir de su ensoñación y mirarle, enfocando lentamente y parpadeando con la misma velocidad.

-Perdona, me quedé hipnotizado.

-Lo sé. Son muy bellas, ¿verdad? -le aseguró el pirata sonriendo orgulloso de su botín. -Pero no te he traído aquí para que las observes como un tonto. ¿Podrás hacer algo?

-Sí. Creo que sí. No prometo resultados, no sé cómo afectarán a Luhan, pero conozco la técnica y creo que podría hacerlo.

-No me sirve sólo con que creas. Hablamos de Luhan y de la única esperanza de curarle.

-Y de curarte. -le recordó mencionando su parte de la maldición. Virus frunció el ceño.

-Eso no tendría que habértelo contado.

-Venga ya, no era lógico que Luhan llevase la maldición si habías sido tú la mente que ideó el robo. Tenias que sufrir tú también de alguna forma.

-Aun así. -le replicó, mirándole sin ápice de amabilidad. -No estamos hablando de mí. Lo que importa es curar a Luhan.

-Como ordenéis, mi capitán.

Ambos sabían que el chamán no había aceptado las condiciones del trato pero no le quedaba otra solución. Sin embargo, Xiumin tenía claro que no iba a usar todo el poder de curación de las piedras solo en Luhan, Virus también tenía derecho a curarse. Y en cuanto ese pensamiento alcanzó su mente, Xiumin supo que algo había cambiado dentro de él, porque hacía diez días quería matarle y ahora quería ayudarle. Cada vez se sentía más perdido respecto a lo que hacía en aquel barco.

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Incapaz de esperar mucho más, al día siguiente Virus apareció en el camarote de Luhan con las piedras bajo el brazo y una sonrisa más que satisfecha. Lay le acompañaba algo cohibido e incrédulo por lo que podría suceder a partir de ese momento. Virus excusó la presencia del médico por precaución.

-¿Qué precaución? -preguntó Luhan

-Por si las piedras no funcionan o algo sale mal.

-¿Qué piedras? -preguntó para responderse a sí mismo al segundo siguiente. -¡No! Me niego. No vais a hacer que Xiumin lo intente. Olvidadlo.

El chino se alejó de la ventana, negando a la vez que ponía tierra entre ellos para que no pudieran convencerle u obligarle a la fuerza. Xiumin trató de seguirle pero un manotazo se lo impidió. Virus tuvo que intervenir.

-Luhan, él se ha ofrecido. -el chico asintió detrás de él para enfatizar sus palabras. -Ninguno se lo hemos pedido.

-Pero dijiste que no sabías de nadie que supiese hacerlo. -recriminó al chamán, mirándole dolido. Xiumin bajó la cabeza azorado.

-Mentí. -confesó sintiéndose rastrero. -No sabía si debía ayudaros.

-¡Ah! ¿Y ahora sí lo sabes? -la mirada de Luhan se clavó como un puñal, se la merecía pero eso no significaba que no doliese.

-Luhan, es normal. Maté a su padre, ¿pensabas que iba a ser tan confiado? -esta vez fue Virus el que salió en su ayuda, haciendo que el resto de los presentes abrieran los ojos sorprendidos por su acción. Luhan suspiro ante su argumento.

-Tienes razón, pero… Me ha dolido.

-Lo sé. Ahora tan sólo déjale que lo intente, ¿vale?

Virus le acunó un segundo entre sus brazos y tras un pequeño suspiro el chino asintió y se dejó ordenar. Xiumin dispuso que se echase en la cama por si el proceso era doloroso o incómodo de alguna forma. Una vez situado en ella, Xiumin fue a por una de las piedras. Lay se unió en la mesa, preocupado mientras Virus hablaba con Luhan.

-¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

-Se lo debo a Luhan.

-No me refiero a eso, me refiero al proceso. -el médico parecía realmente inquieto por lo que iba a suceder en ese momento.

-Sí. La teoría me la sé, he visto la práctica varias veces. Rézale a tu dios para que funcione.

-Le rezaré a tu diosa para que sea benevolente con ellos. -fue la respuesta de Lay antes de dejarle marchar.

Xiumin sintió en ese momento el peso real de lo que iba a hacer. La maldición era obra de su diosa. Fenghuang había establecido que Luhan y Virus llevasen ese castigo por su agravio, ¿quién era él para desobedecerla? Tan solo era un aprendiz de chamán de una pequeña isla del Pacífico.

Se acercó cauteloso a la cama y ocupó el espacio que le había dejado Virus en el lado donde solía dormir. Observó de nuevo la piedra y suspiró. Trató, en vano, de hacer una broma y luego miró a Luhan, pidiendo su permiso; éste tan solo asintió y cerró los ojos dispuesto a aceptar lo que viniese. La mano de Virus estaba aferrada a la sin costra del enfermo que temblaba un poco, mezcla de la emoción y el miedo. La piedra tenía un tacto rugoso y frío entre sus manos pero en cuanto comenzó a concentrase en lo que debía hacer fue cogiendo calor. Murmuraba palabras que nadie en la habitación entendía a la vez que focalizaba su propia energía interior en la piedra que sujetaba.

Su amuleto le servía de catalizador de la energía que enviaba directamente a la piedra hasta que alcanzase la temperatura suficiente para devolvérsela, esta vez siendo puramente la del interior del rubí. Ninguno supo con seguridad cuánto tiempo estuvieron así pero fue el suficiente para que Luhan casi se durmiese, Lay decidiese sentarse en una silla y Virus comenzase a pensar que Xiumin les estaba tomando el pelo. Quizás fue el sentir la proximidad del fracaso lo que hizo que la piedra reaccionase del todo a sus deseos y le devolviese lo que pedía.

La energía pura de su interior comenzó a recorrerle el cuerpo casi como una descarga eléctrica. La habitación notó el cambio en el ambiente y todos contuvieron el aliento mientras Xiumin trataba de concentrar la energía en sus manos para luego llevarla hasta la costra. Abrió los ojos y miró a Virus, buscando su entendimiento. El pirata asintió y, en ese momento, Xiumin soltó el rubí que cayó sobre la colcha, para al segundo después poner sus manos sobre la costra del brazo de Luhan. Virus recogió la piedra que le dio una sacudida y le hizo temblar todo el cuerpo con su energía. Mientras, Xiumin canalizaba, con todo lo que su destreza le dejaba, la energía de la piedra hacia el interior de la piel de Luhan, que parecía sentir el calor casi abrasador de dicha energía. No se quejó pero su cuerpo comenzó a temblar en respuesta al estímulo de la cantidad de energía que estaba entrando en él. Virus les miraba esperando un resultado a la vez que Lay había dejado la silla y se había acercado a mirar qué sucedía.

Una vez toda la energía pasó al cuerpo de Luhan, éste hizo un efecto rebote qué provocó que Xiumin saliese despedido hacia atrás. El brazo de Virus impidió que acabase en el suelo de espaldas ya que el chamán apenas tenía fuerzas en ese instante para mantener el equilibrio. Se dejó sujetar y acercar en su abrazo, esperando un resultado. Se le hacía complicado hasta mirar pero debía hacerlo para saber si había tenido el resultado querido. La costra de Luhan brilló con un resplandor rojizo antes de apagarse por completo. Pensaron que no había sucedido nada hasta que el chino abrió los ojos y movió la mano, algo entumecida ya. La costra que había recubierto parte de su mano y muñeca se desprendió con facilidad y cayó sobre la colcha. Xiumin sonreía satisfecho mientras los otros tres miraban el milagro impresionados.

-¡Oh, dios mío! -exclamaba Luhan moviendo la muñeca libre como hacía una semana que no podía hacer.

-¡Es un milagro! -decía Lay mientras examinaba, sin quitar la sonrisa, dicho milagro.

El único que no comentaba nada era Xiumin, que a duras penas podía mantener los ojos abiertos, más lejos de la consciencia a cada segundo que pasaba. Virus se dio cuenta y le apretó más contra él, quizás en un gesto propio de la euforia.
-Descansa. Te lo has ganado, chamán.

Xiumin sonrió ante la definición de su habilidad, la primera vez que le llamaba así, y se dejó vencer por el cansancio, desmayándose en los brazos del capitán pirata. En otro momento hasta se habría asqueado de su comportamiento, ahora solo podía pensar en sus pequeños momentos de lucidez, que el cuerpo de Virus era fuerte y seguro.

-----------.

Despertó unas horas después en su propio camastro sumido ya en la oscuridad. Abrió los ojos molesto y gimió cansado porque, por primera vez en mucho tiempo, había dormido y descansado. Oyó una risa a su lado y cuando giro la cabeza se encontró a Luhan sentado en una silla al lado de su cama, un libro en la mano y la sonrisa aun sin decaer.

-Bienvenido al mundo de los vivos. -bromeó mientras acercaba su mano a su frente y miraba si tenía fiebre. Xiumin se estiró sobre la cama con un gruñido antes de preguntarle nada.

-¿Cuánto he dormido? -sabía que se había desmayado de puro agotamiento y estaba seguro de que habría dormido un buen rato, quizás días.

-Solo un par de horas. Lay no estaba seguro de si despertarías hoy o mañana pero decía que estabas bien, tan solo agotado.

-Usar las piedras roba mucha energía. -confesó mientras se sentaba en la cama intentando desperezarse del todo.

-Me diste un buen susto cuando te vi desmayado en brazos de Virus, ¿sabes? Pensé… pensé que te había pasado algo. -confesó el chino mordiéndose el labio. -No quiero que vuelvas a intentarlo. Sí, hace efecto contra la maldición, pero tú también acabas agotado y a la larga puede ser peor; y no quiero que eso suceda.

-Tranquilo Luhan. Sé lo que hago. -dijo intentando tranquilizarle y consiguiendo todo lo contario. El chico le miró con decisión.

-Nunca más, Xiumin. Por mucho que te insistan los demás. Prométemelo.

-Pero…

-Prométemelo. -volvió a insistir sin darle tregua para quejarse. El chamán suspiro y asintió.

-Te prometo no volver a usar las piedras para curarte, a pesar de que me parezca una terrible idea.

-Virus me ha contado que sabes dónde está la isla. Encontraremos la última lágrima y luego ya pensaremos en algo más. -le cogió de la mano, preocupado. -Sé que suena raro pero prefiero que la maldición se extienda a que alguno sufra por mi culpa. -Xiumin negó con la cabeza y le apretó la mano.

-Eres tú el que no lo entiende, Luhan: sufrimos porque no podemos ayudarte y sólo queremos curarte. Por eso queremos hacer todo lo posible por salvarte de la maldición. -el chico sonrió algo tímido.

-Ahora has hablado como él. -Xiumin no tuvo que preguntar para saber que se refería a Virus.

Resultaba cómico pero habían hecho una fiesta en honor de Luhan. Era gracioso porque realmente nadie sabía qué celebraban pero todo el mundo se había apuntado. La tripulación, en su mayoría, pensaban que era porque en un par de días volverían a casa y por fin tocarían tierra durante más de veinticuatro horas. Tenían planeado pasar una media de tres días mientras se abastecían, aunque aquello se podría alargar si hacía falta algo especial para el viaje. Así que todos celebraban la vuelta a casa con ron y música.

Cuando Xiumin apareció por la cubierta después de que Luhan le explicase lo de la fiesta y le dijese que él se iba a dormir, que no se preocupase, ésta estaba en pleno apogeo. Habían quitado todos los barriles posibles de la cubierta y los que habían quedado eran improvisados asientos y mesas para la tripulación que bebía, bailaba y reía. Todos parecían una piña y, de nuevo, Xiumin se sintió un extraño en aquel barco, sin saber muy bien cuál era su lugar o su cometido.

-¡Xiumin! -le llamó Baekhyun desde la parte alta de la cubierta. El chamán miró hacia allí y vio a los oficiales reunidos frente a una improvisada mesa, jugando a algo que parecían dados. -Pensábamos que ibas a seguir durmiendo y perdiéndote toda la diversión. -como muestra de ello la mesa estalló en aplausos cuando Suho le ganó a Chen su apuesta y sonrió muy seguro de sí mismo.

Sehun y Tao también estaban allí, bebiendo mientras miraban a sus superiores jugar. Chen parecía molesto con Suho pero no perdió la sonrisa cuando le propuso la revancha. Kris descansaba en una silla un poco más allá, sonriendo al lado de D.O., que parecía algo preocupado por si el oficial cogía frío y no dejaba de colocar la manta que le envolvía. Hasta el capitán parecía de buen humor porque bromeaba con el médico que parecía algo azorado por la atención del pirata. En definitiva, todos se lo pasaban bien. Tao le paso un vaso de ron y él también se unió a la fiesta.

Conforme la noche pasaba los cantos se hacían menos claros, la música tenía más notas fallidas y el ron iba desapareciendo de las bodegas poco a poco. Algunos tripulantes se rendían a los efectos del alcohol sobre la madera de la cubierta, otros eran arrastrados de vuelta a las entrañas del barco mientras otros improvisaban una nueva canción. Estaban en aguas conocidas y bastante seguras para ellos, así que se habían tomado la libertad de desinhibirse un poco y, ante la falta de mujeres, las conversaciones empezaron a hacerse más deslenguadas y llenas de detalles sobre lo que harían cuando llegasen a puerto y consiguiesen una en su cama. Xiumin oía a medias las conversaciones y no podía evitar sonrojarse ante algún detalle demasiado escabroso para sus inocentes oídos.

En la parte alta la gente había ido desapareciendo poco a poco. Kris fue el primero en abandonar la sala con solo un vaso de ron bebido por expreso deseo de D.O., que no consideraba bueno para él estar tanto tiempo sentado. Con una sonrisa de resignación Kris se dejó conducir por D.O. y Lay de vuelta a su camarote para descansar a pesar de que seguramente le llegaría el sonido de la fiesta de cubierta. Tao y Sehun hacía tiempo que habían abandonado a los oficiales y estaban en la cubierta baja, mezclándose con la tripulación. Tao siempre un ojo en Sehun por si alguno parecía tener intenciones nada claras. El chino había mostrado sus habilidades en las artes marciales a ritmo de un improvisado tambor y dejado maravillado a toda la tripulación. Xiumin le había mirado con orgullo hasta que Chen se había apoyado a su lado en la balaustrada.

-Interesante, ¿verdad?

-¿El qué? -preguntó suspirando. Hablar con Chen siempre era agotador para él porque al contramaestre le encantaba hablar en clave.

-Lo que cambian las cosas. -Xiumin le miró un segundo sin saber a qué se refería; Chen ensanchó la sonrisa. -No hace tanto tú eras parte de ellos, incluso era menos que ellos porque eras un rehén. Ahora… bebes ron con los oficiales. Da que pensar, ¿no?

-Si lo que insinúas es que me he vendido…

-No insinuó nada, Xiumin. -le cortó antes de que pudiese seguir hablando. -Sólo te digo que las cosas pueden cambiar en muy poco tiempo. Un día eres un simple hombre con una vida simple y al siguiente estás en un barco pirata rumbo a quién sabe dónde. La vida son cambios, tú decides si son buenos o malos.

Tras decir aquello Chen se fue de su lado, dejándole pensar mientras observaba al resto de la tripulación divertirse. En parte tenía razón, hacía menos de tres meses que estaba en aquel barco y muchas cosas habían cambiado. Antes, su única preocupación era la de encontrar una buena esposa entre las chicas de la isla, casarse y ser un buen chamán. Ahora vivía cada día pensando en qué tendría que hacer para sobrevivir, en cuando se cansarían de su presencia o dejaría de serle útil a Luhan con sus cuidados. Era algo extraño, su vida había cambiado demasiado en tan poco tiempo y él no se sentía raro. Todo lo contrario, sentía como que no había vivido los primeros veinticuatro años de su vida; como si a partir del momento en que subió al Red Ruby despertase de un letargo y había empezado a vivir de verdad. No sabía muy bien qué pensar de aquella revelación.

Apuró la copa de ron y fue a servirse más, encontrándose con Virus en el proceso. El capitán le rellenó la copa con la botella que sostenía y le hizo un gesto para que brindase con él. Tenía los ojos brillantes, quizás de la alegría y del ron, y sonreía sin parar. Parecía más joven, menos pirata, más aquel joven que había crecido con Luhan que el pirata que decían que era. Xiumin le devolvió la sonrisa tímidamente y bebió de un trago el vaso. Mientras Virus se lo rellenaba por segunda vez, hablo.

-No pude darte las gracias. -empezó mirándole sin perder la sonrisa. -Te desmayaste antes de que Luhan pudiese siquiera hacerlo. -Xiumin se sonrojó un poco recordando su debilidad y cómo había dejado que Virus se encargase de que no se estrellase contra el suelo, sosteniéndole. -Muchas gracias, de verdad. Lo que has hecho por Luhan… sé que no empezamos con buen pie, yo no fui precisamente un modelo de conducta. -esta vez la sonrisa parecía más triste y el corazón de Xiumin latía con fuerza al pensar en lo que iba a suceder. -Pero quería pedirte perdón por lo que sucedió. No me siento muy orgulloso de las vidas que he quitado para conseguir las lágrimas y la que más parece pesarme es la de tu padre. -el pirata suspiró y dio un trago a su vaso. -Sé que ahora es poco consuelo pero cuando todo esto acabe, te llevaré de nuevo a tu isla. Podemos considerarlo una especie de trabajo. -hizo una pausa para ver si el otro seguía su razonamiento. -Tú nos ayudas a encontrar la última lágrima y a curar a Luhan y yo me comprometo a devolverte a tu isla para que puedas continuar con tu vida.

Virus se calló entonces, dejando que pensase todo lo que acababa de decirle. Xiumin estaba seguro de que mucho de lo que había dicho era producto del alcohol pero no por eso menos verdad, tan sólo había ayudado a que saliese a la luz. El que estaba allí, a su lado bebiendo, no era el capitán pirata, ni el marinero, era alguien más que parecía estar muy escondido bajo la ropa roja y el ala del sombrero; alguien de quien Luhan ya le había hablado. El chico con el que había crecido y cuyo nombre Xiumin no sabía pero que estaba allí, debajo de todo. El que tenía aún palabra y honor suficiente para intentar arreglar sus errores. Y eso implicaba intentar devolverle su anterior vida.

-Sé que no será igual, que te arrebatamos de tu hogar y te costará volver a la rutina pero la promesa también implica que te llevemos a otro sitio. Te dejaremos donde nos pidas y desapareceremos de tu vida. -le prometía eso, un nuevo comienzo, y Xiumin no sabía muy bien qué decir. -Tan solo piénsalo, ¿vale? No me siento bien obligándote a ayudarnos sin nada a cambio. Es solo una garantía para cuando esto termine.

Tras decir aquello se alejó de allí, dejándole sumido en sus pensamientos. El corazón le latía velozmente y bebió un trago tratando de calmarse; cosa que no logró. Eran demasiadas cosas para pensar con la cabeza embotada por el alcohol. Se quedó allí, en la balaustrada de la popa, mirando el mar en calma, donde habían echado el ancla para celebrar la improvisada fiesta, unos cuantos minutos. La luna había crecido hasta casi ser llena y Xiumin recordó entonces una antigua plegaria que su madre solía hacer a la luna cada mes. Murmuró en su lengua nativa sin dejar de mirar a la luna y añadió algo de sus propios pensamientos implorando por una señal que le hiciese saber cuál era el camino correcto. Luego se dejó arrastrar.

Baekhyun le obligó a volver a la fiesta y le rellenaba el vaso cada vez que notaba que bajaba de nivel mientras entonaba canciones que no sabía con el resto de la tripulación. En algún momento se fijó en que había gente que desaparecía en parejas o grupos disimuladamente, todo lo que puede ser un barco pirata lleno de borrachos. En otras circunstancias no le habría importado esperar para averiguar lo que pasaba pero el alcohol le hacía más atrevido y curioso. Aprovechando que Baekhyun estaba rellenándole el vaso de nuevo, le preguntó sobre el tema.

-¿Por qué la gente desaparece así? -señaló con la cabeza hacia un par de ellos que se iban riéndose, apoyados uno en el otro, hacia las escaleras. Baekhyun se rió con ganas, todo el cuerpo temblándole y casi derramando el ron.

-¡Ay, Xiumin! A veces se me olvida lo inocente que eres. -lejos de gustarle su descripción el chamán frunció el ceño y los labios en un gesto que arrancó más risas del timonel. -No te enfades, anda. Te lo explicaré. -le dijo, sentándose a su lado, pasándole un brazo por el hombro y acercándose a él en tono confidente. -A veces, los hombres tienen necesidades que cubrir y no tienen cerca lo que necesitan para ellas así que…. usan lo más parecido, ¿me explico? -sin alcohol en vena quizás lo habría entendido pero en esos instante no sabía de qué le estaba hablando.

-Pues… No. -Baekhyun se volvió a reír de aquella forma explosiva y le habló más claramente.

-¡Joder, Xiumin! ¡Que quieren follarse a alguien y no hay ninguna mujer en este barco!

El chamán tardó dos minutos enteros en darse cuenta de lo que hablaba, su cerebro demasiado lento para procesar a más velocidad. Cuando lo comprendió todo tuvo la decencia de sonrojarse violentamente, haciendo que Baekhyun se riese aún más y le palmease la espalda en señal de apoyo.

-Tranquilo, no creo que se te acerquen con esas intenciones. -le consoló al verle tan afectado por la noticia.

La verdad es que le había preocupado. No era algo nuevo, después de todo había tenido que partirle la nariz a uno que intentó propasarse con Sehun y él no hacía tanto, pero parecía ser que no había acabado de asimilar del todo lo que había pasado. En la isla donde vivía aquello no sucedía, los intentos de violación; la gente se amaba sin importar el sexo y, aunque la obligación de todos era procrear y continuar con la existencia de la tribu, sí es cierto que había gente que tenía amantes de su mismo sexo. No es algo que vieran raro pero descubrir que fuera de la isla también sucedían esas cosas era… extraño. En sus visitas a los puertos parecía que todo el mundo buscaba alguien del otro sexo para establecerse y tener descendencia, pero nadie hablaba de relaciones con los del mismo. Descubrir que, a pesar de las apariencias sucedía, era raro. O quizás era el alcohol que no le dejaba pensar con claridad.

Decidió que había tenido bastante por ahora. Le gustaba la fiesta y el ambiente pero, si no le fallaban los cálculos, se había bebido él solo una botella de ron y eso era suficiente para alguien como él, que sólo ingería en los festivales de los dioses. Se despidió de Baekhyun, que le sonrió y deseo buenas noches mientras se giraba para seguir hablando con Suho, y se incorporó tambaleante y buscando un apoyo para empezar su descenso hasta su camastro. El pensamiento de poder dormir algo más fue suficiente para darle fuerzas y llegar hasta las escaleras que bajaban a la bajo cubierta. Tropezó con un escalón y casi se cayó de morros, pero tuvo los reflejos suficientes para agarrarse a la barandilla y recuperar el equilibrio. Sin embargo, su propia torpeza le hizo reírse y buscar la pared para seguirla como guía. Pasó el camarote de Virus, el de Luhan y vio la pequeña puerta del suyo. No sabía si Sehun había vuelto ya para dormir pero tampoco importaba porque él iba a caer redondo al segundo de posar la cabeza en la almohada. O eso pensaba hacer hasta que abrió la puerta y, con el pomo en la mano y la puerta apenas abierta centímetros, llegó a sus oídos aquel gemido.

No era algo que escuchase todos los días así que el sonido sacó a su cerebro de la neblina del alcohol y se quedó allí, quieto, escuchando, tratando de explicar el motivo de tal sonido, que volvió a repetirse a los dos segundos. Pero no era el mismo, era otra voz. Eran dos voces, dos gemidos distintos y un balbuceo que sonaba lejano en medio de ambos. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía volvió a ponerse rojo como un tomate de los que D.O. custodiaba en la cocina. Cerró la puerta todo lo rápido y silenciosamente que pudo y se apoyó en la pared que había entre las dos puertas, la del camarote de Luhan y la del suyo, pensando en qué hacer. Había notado que había algún tipo de relación más que fraternal entre ellos pero jamás se esperó que Sehun dejase a Tao avanzar tan rápido en su relación. Sabía que ahora tendría material para meterse con los dos chicos una buena temporada pero en ese momento lo único que le importaba era que estaban ocupando su camarote y él quería dormir. Descansó la cabeza en la pared y suspiró, cansado; tenía que sopesar sus opciones. No quería molestar a Luhan pero tampoco quería tener que dormir en los camarotes comunes que seguramente estarían llenos de miembros de la tripulación haciendo las mismas cosas que aquellos dos tras la puerta.

-¡Mierda! -maldijo su suerte y cerró los ojos tratando de pensar.

-¿Xiumin? -preguntó una voz al otro lado del corredor. Había poca luz pero la que entraba desde la escalera que daba a la cubierta iluminaba bastante el trozo donde estaba la figura que preguntaba y el chamán pudo ver a Virus mirándole interrogante.

-¿Sí? -las palabras cortas eran más fáciles de pronunciar que largas frases en las que se le liaba la lengua.

-¿Qué haces ahí? -el capitán enarcó una ceja y se acercó lo suficiente como para que le distinguiese a la luz del farol del corredor. El chico trató de no mirarle y de pensar cómo explicar aquello.

-No puedo entrar en mi camarote. -consiguió decir sin dejar la pared que le servía de apoyo.

-¿Por qué? ¿Está cerrado?

-Está ocupado. -contestó rápidamente cuando vio que Virus tenía la mano en el pomo, dispuesto a ver si le pasaba algo a la puerta.

El pirata le miro algo confuso un segundo, sus ojos intentando descubrir qué pasaba en los del castaño que no había podido apartar la mirada tan rápido como habría deseado. Como toda aclaración a sus preguntas un gemido, casi grito, se coló fuera de la puerta que sujetaba revelando cuál era el problema. El capitán abrió los ojos al darse cuenta y luego se rió, cada vez con más ganas. Xiumin, al notar como sus risas eran cada vez más altas, actuó sin pensar mucho y cubrió la boca de Virus con su mano pidiéndole silencio.

-¡Te van a oír! -exclamó en un susurro rápido. No midió su fuerza, el alcohol danzando por su cuerpo, así que prácticamente acorraló al capitán al otro lado del corredor mientras este abría los ojos como platos al notar la fuerza con la que le agarraba. Cuando Xiumin se dio cuenta, se separó rápidamente. -Lo siento…el ron me ha sentado mal. -se disculpó mirando hacia el suelo.

-No pasa nada. -le quitó importancia el otro separándose de la pared. -Bueno… eso significa que no tienes donde dormir hoy, ¿no? -afirmó más que preguntó, señalando a la puerta. Xiumin asintió. -Ven. Yo tengo sitio en mi camarote.

-¿¡Qué!? ¡No! No es necesario. Buscaré donde dormir… La cocina seguro que está bien. -intentó escapar de la proposición todo lo que pudo pero Virus le miró, esta vez con su máscara de capitán.

-Es una orden. No voy a dejar que duermas en la cocina después de lo que has hecho por Luhan. Vamos.

No esperó contestación y le cogió del brazo, obligándole a caminar hacia su camarote. Xiumin no opuso resistencia pero tampoco le ayudó mucho, tan solo se dejó guiar hasta allí. La habitación seguía como siempre, quizás con más trastos que de costumbre. El baúl donde guardaba las lágrimas estaba aún sobre la mesa y Xiumin supuso que no había tenido tiempo de guardarlo con el trasiego del barco y la fiesta. Se acercó, hechizado, hacia ellas y las miró de nuevo. La katana estaba a su lado y no sabía porqué pero todo parecía tener algún sentido que se le escapaba. De nuevo la curiosidad pudo con él y se giró para preguntarle a Virus sobre la katana.

-¿Y esta…? -la pregunta quedó en el aire porque el capitán acababa de quitarse la camisa y parecía ir a hacer lo mismo con los pantalones, las botas ya olvidadas en alguna esquina de la habitación. Xiumin tuvo que tragar saliva ante la visión. A pesar de haberle curado la herida del abordaje no le había visto sin ropa nunca, sólo quitaba lo imprescindible de la camisa para que le curase y él estaba más ocupado curándole que mirando.

No como ahora, que tenía todo el tiempo del mundo para recrearse en los brazos dorados por el sol y definidos por el trabajo en el mar; en las pequeñas cicatrices blanquecinas que surcaban su torso, fruto de viejas heridas de batallas pasadas; en los músculos definidos y el poco pelo que se formaba bajo su ombligo y se perdía bajo los pantalones. Las piernas enfundadas en aquellos pantalones gastados por el sol y el salitre, los pies descalzos sobre la madera. Y el tatuaje. Al final veía el tatuaje en todo su esplendor. La cabeza del pájaro nacía en el hombro izquierdo y luego iba dibujándose poco a poco según descendía, la cola formada de plumas que parecían lenguas de fuego entrelazadas entre sí, cada vez más abajo y más grandes. Si los cálculos no le fallaban, casi le llegaban al final de la espalda y la tinta parecía sangre. De color rojizo, surcaba el dibujo, revelando su origen mágico.

Virus parecía no prestarle atención, quizás también algo mareado por el alcohol que había bebido, por eso no parecía importarle su presencia. O simplemente había aprendido a confiar en él, no lo sabía. Sólo supo que su cuerpo tembló cuando sus dedos tocaron el cuerpo del pájaro. Se quedaron un momento en silencio, Virus midiendo las intenciones de Xiumin y éste delineando el dibujo casi sin tocarlo ni darse cuenta.

-Es bonito. -dijo sin dejar de mirarlo. -Cruelmente bonito.

-A tu diosa le gusta la ironía. -fue la respuesta de Virus antes de alejarse de él y coger otra camisa de la silla. Xiumin siguió su recorrido con la mirada, mirando al dibujo hasta que la tela lo tapo. -¿Derecha o izquierda?

-¿Qué? -preguntó confuso por la pregunta. Virus señaló la cama.

-¿Lado derecho o izquierdo?

-¡Oh, no! Puedo dormir en el suelo, o incluso en el sillón ese de la ventana. No te preocupes.

-Insisto. No vas a dormir en el suelo. Hay cama de sobra. ¿Izquierda o derecha?

-La que no uses tú. -acabó contestando algo avergonzado. El pirata sonrió y se echó en el lado derecho palmeando el hueco a su lado.

Xiumin se quitó los zapatos y se acomodó de lado, mirando hacia fuera de la cama, lo más lejos que pudo para no molestarle. Sin embargo, tenía una duda que quería saciar y había surgido al verle el tatuaje.

-Capitán… -le llamó. Éste gruñó, indicándole que le escuchaba. -Al coger la piedra cuando curé a Luhan… ¿no hubo ningún cambio en el tatuaje? -le oyó suspirar al otro lado y moverse un poco en la cama, quizás mirándole.

-Sí. Una de las colas desapareció casi entera.

-Eso es bueno. -dijo incorporándose para mirarle, Virus arqueó la ceja. -Eso significa que pueden servir para curar la maldición del tatuaje también. Podemos probar ahora mismo y ver el resultado.

Xiumin casi se había levantado del todo, impulsado por la euforia del alcohol y los buenos resultados pero una mano, agarrando su cintura, se lo impidió. Giró la cara para ver a Virus echado en la cama, una sonrisa casi triste en la cara, la actitud relajada y la camisa entreabierta.

-Olvídalo, chamán. Es tarde, estás borracho y no pienso molestar a Lay para que te reanime cuando te desmayes. Duérmete.

Tiró de la mano que le retenía y le devolvió a la cama, donde Xiumin cayó a peso casi sin oponer resistencia. Asintió más para él que para el pirata y trató de dormirse. La resultaba difícil teniendo al capitán de un barco pirata a su lado en la misma cama, el mismo que mató a su padre, que acababa de pedirle disculpas y por el que empezaba a sentir una cierta atracción que no sabía cómo manejar. Iba a ser una noche larga.

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eventos:sn, pareja:xiumin/chanyeol, fandom: exo rps, antologia:hoist the colours

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