Feb 06, 2007 03:06
A veces, si estoy estresada o algo me da vueltas en la cabeza (y si el tiempo lo permite), me da por salir a la calle y pasear. Sola, con la música en los auriculares. Doy vueltas y más vueltas por el centro. No sé si con el objetivo de acallar al estrés o por eso de que uno piensa mejor cuando camina. ¿No os sucede? Cuando estoy dándole vueltas a una idea o algo me pone nerviosa, empiezo a caminar por la calle. Deprisa, nada de paseos livianos pero tampoco una carrera de cien metros lisos. Lo justo como para sentir esa especie de cosquilleo que te corroe por el cuerpo cuando estás a punto de tocar algo con la punta de los dedos si te pones lo suficientemente de puntillas.
Hago videoclips mentales con la música que oigo. También observo a la gente, siempre de reojo, e imagino cómo serán sus vidas. Dónde viven, quién les espera en casa, cuáles son sus ambiciones, qué desayunan por las mañanas. Cuando nos mandaron ese ejercicio para el taller me hizo gracia. Y, a la vez, es un proceso tan mental que me aterroriza el plasmarlo con palabras. Con frases que a veces no hacen justicia a lo que estoy pensando.
El doble filo de este arma que son los paseos musicales solitarios viene conformado por mi afán de perra consumista. Claro que siempre con conocimiento de causa y sólo pequeñas cosas, detalles que se me habrían escapado en otro tipo de paseo. A veces es una diadema de estrellas. Otras veces una vela de olor a canela para mi altar de Lennon. Hoy han sido unas zapatillas de estar por casa (alpargatas como yo les digo) con estampado de cebra. Y por un precio tan ridículo que casi me alegra, porque tiendo a destrozar el calzado con una facilidad que asusta. Que conste que ha sido mi madre la que me ordenó prácticamente que cambiara de alpargatas y la he hecho inmensamente feliz al comentarle la buena nueva por teléfono :P
No sé a qué viene este post. Quizá mañana me arrepienta de soltar estas patochadas que sólo me interesan a mí xD O puede que no. Quizá se vea influido por el hecho de que son las tantas de la mañana y he tenido noche peliculera. Una noche de cine seguida de un día que bien podría haber pertenecido al teatro de lo absurdo. Hoy me han pasado tantas cosas surrealistas que me río sólo de pensarlo; y ni siquiera me apetece rememorarlas. El estrés, el caos a veces también es bueno. El principio está en el caos... No sé quién lo dijo pero mi padre el físico lo dice siempre.
El caos también puede ser hermoso. Mi cuarto, mi antro personal, es un buen ejemplo de ello. Entras y te encuentras folios escritos a mano tirados por el suelo con apuntes o ideas para relatos, incluso dibujos que luego tiro a la basura. Una peluca rosa colgada de una lámpara de lava roja que ya no funciona. Un tazón de cereales que rellené con caramelos para que los coja quien quiera. Peluches encima de la tele, figuras y botellas de cerveza de los lugares más variopintos en la estantería. La figura de un hada colgando del farolillo azul. Y la mesa. La mesa...
Creo que mi vida podría escribirse con tan sólo echarle un vistazo a esa mesa.
Lo que sea. Basta de introspecciones estúpidas. Me voy a dormir.
psique