PARA:
rossette_uchihaDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título:Simple Necesidad
Fandom:Twilight
Personaje/pareja(s):Edward/Jacob
Rating:NC-17
Resumen:No pueden evitar lo que hacen cuando se ven, eso de simplemente querer sacarse la ropa a mordiscos, aunque luego los consuma la culpa.
Disclaimer: El universo de Twilight y todos sus personajes pertenecen a Stephanie Meyer. Yo hago esto sólo por complacer a mi AI y no gano dinero con ello.
Advertencias:Muerte de un personaje, spoilers generales de la saga
Notas:Gracias a
michan-kitamura que me beteo el fic
Los minutos eran horas, las horas días, y los días años. El tiempo transcurría lento, causando que su conciencia lo molestara aún más, con insistencia y sin tregua.
Era la guardia más extensa que había hecho, pero eso no tenía nada que ver con el tiempo que llevaba allí; todo era por culpa de los malditos recuerdos que no lo dejaban tranquilo. En un principio sintió miedo, si alguno de los miembros de la manada pudiera entrar en su cabeza y descubrir las cosas que hacía él, Jacob Black, el alpha por derecho, con Edward Cullen, aquel asqueroso vampiro; perdería todo, sería una vergüenza para el clan.
Por eso indagó las mentes de sus compañeros, escuchando con agudeza sus pensamientos. Como lobo que era, podía sentir a cualquiera de su manada que estuviera en su forma base prácticamente sin que estos se dieran cuenta, sin darles la posibilidad de ocultarse, incluso si estos lo intentaran.
Sin sorprenderse demasiado se percató de que estaba solo, solo con sus culpas y pesares. Corrió rápido y lejos, siendo consciente del crujir de las hojas al pisar sobre ellas, el silbido del viento a su alrededor, el movimiento sinuoso de los árboles que parecían estar danzando para el deleite de los visitante del bosque; la humedad era notoria, se respiraba en el aire la llegada de la primavera, una época que siempre le había gustado por sobre las otras, no sabía la razón; quizás porque el pasto era más verde, las plantas florecían, y todo tenía un aroma delicioso; aroma que le recordaba el perfume de su hermana, la misma que ahora estaba imprimada de Paul; soltó un gruñido, se sintió idiota al no poder pensar en algo mejor.
Sin darse cuenta, llegó al acantilado, posó sus cuatro patas firmes sobre el suelo, miró hacia abajo, contemplando las aguas tempestuosas. El mar era como su vida, a veces aparentemente calmo, pero cuando menos lo esperaba, cuando todo estaba tranquilo, una ola gigante arrasaba con todo, haciéndolo tambalear, incluso caer; pero él no se rendía, de todas formas seguía luchando, tratando por todos los medios de conseguir esa calma que tanto anhelaba.
Sonrió un poco imaginando la cara que podría un turista si viera un lobo, seguro gritaría de espanto al ver a un animal salvaje suelto en un lugar público, pero en el fondo sabía que no ocurriría; estaba en una parte del bosque que solo él y otra persona conocían. Aunque prefería no pensar en quien era, ni porque conocía su refugio; ese lugar donde meditaba sobre sus problemas, veía el horizonte y jugaba a soñar, a creer que la vida era fácil y color rosa, que los conflictos no existían, que no era parte de una lucha legendaria, ni de una raza casi extinta.
*
Edward corría buscando su presa, una manada de ciervos que estaban de paso por la zona, debía alimentarse con lo que fuera, a pesar de su preferencia hacia los pumas o animales más grandes, no le quedaba más remedio que recurrir a toda la sangre que estuviera a su disposición si no quería atacar a Bella.
Llegó a un lugar donde el follaje era más espeso, pero un olor fuerte lo hizo parar a comprobar; el aroma inconfundible de un licántropo se detectaba en el aire. Sabía que ese sitio era territorio de nadie, no formaba parte de ninguno de los lugares que debían patrullar los lobos o los vampiros, por eso le extraño encontrarse uno ahí, quiso advertir su presencia antes que lo atacara sólo por instinto; eso podría ser muy perjudicial para el tratado que estaba precariamente vigente entre las dos razas.
Vacilante avanzó hasta donde creyó oler al lobo. A pesar de poder leer la mente, esta vez no pudo descubrir con certeza a quien pertenecía; estaba casi en blanco, sólo las mentes de la manada a la que pertenecía revoloteaban por el cerebro de aquel lobo, pero no podía saber su nombre, por lo que decidió actuar con cautela, olvidándose de la caza. Creyó percibir decepción, rabia, frustración, dolor y tristeza en esa mente. Aunque no poseía la habilidad de Jasper, podía recurrir a otros medios para saber que sentían exactamente las personas que tenía alrededor; una vez Carlisle le había dicho que era muy perceptivo, él creía que con la experiencia había aprendido a distinguir con precisión las diferencias entre verdad y mentira, entre rabia y furia, era cierto que un hilo delgado las separaba; pero en sus casi cien años de existencia, gran parte de su tiempo había sido dedicado a experimentar con sus poderes.
Sintió el olor de los ciervos y simplemente, no pudo contener el hambre, salió al claro sin dudarlo, quedó paralizado al ver al lobo ahí, a punto de caer, como si quisiera suicidarse.
Así lo había encontrado la primera vez, tal como ahora; la diferencia radicaba principalmente en su mente. Ese día estaba en blanco, como las hojas de un cuaderno nuevo, tranquilo; pero ahora eran tantas las imágenes que repentinamente invadieron su cabeza que no pudo evitar sentirse mareado, caminó hacia él con su característico paso suave, pero aún así, gracias a su poderoso sentido de la audición, el lobo lo escuchó.
El siguiente movimiento fue igual a las veces anteriores, sin cambiar la rutina del momento, pero sí de su fría y eterna existencia.
El lobo corrió abalanzándose sobre el vampiro y cambiando de forma, transformándose en un hombre. Jacob Black, quedó sobre él, el calor de su cuerpo desnudo lo hizo estremecer, y a la vez, desear un poco de esa vitalidad.
La primera vez Edward lo miró indescifrablemente, sin entender como no se avergonzaba de su desnudez, ni su reacción, ni la furia en su mirada (“fuera de aquí” “yo solo pasab…”; el gruñido en el pecho del licántropo resonó en el bosque, instintivamente el vampiro rodó hasta estar sobre él, y todos los días trata de convencerse que el beso que le siguió al movimiento también fue puroinstinto). Ahora, en cambio, se percibía picardía en sus ojos, pero sobretodo lujuria, una gran e irrefrenable lujuria.
Black dejó de pensar y se lanzó a los labios de Edward cómo si no hubiera otra cosa, cómo si el mundo sólo se redujera a ellos dos, lo besó con rabia, con odio diría el vampiro; lo atacó, mordiéndole el labio inferior, saboreándolo.
Igual que en un duelo, ambos tratan de dominar (con su cuerpo, con sus manos, con sus lenguas), y como siempre (como la primera vez) Edward puede declararse vencedor, posicionándose sobre Jacob. Le muerde los labios hasta sacarle sangre, queriendo causarle dolor, para que no se olvide (para que él mismo no olvide) que se siguen odiando, que la rabia ciega que hubo un día entre ellos sigue intacta, que el fuego que borboteaba en sus pechos cada vez que se veían no se ha convertido en otra cosa, que sigue siendo odio, solamente eso; el vampiro separó unos milímetros su cuerpo del licántropo, y con la punta de la lengua recogió cada gota de la sangre dulce y exquisita de Black.
Jacob no pudo contener el gemido que escapó de sus labios, era excitante, no podía decir lo contrario por más repugnante que pudiera resultar.
―Me gusta ―jadeó, y a pesar de que no reconocería haber pronunciado esas palabras, estas seguirían resonando en la mente del lobo.
Edward sonrió contra los labios de Jacob; succionó un poco más, degustando las gotas cálidas que entraban a su boca fría. Se estremeció, tanto por el calor del cuerpo de Jake, como por el ronroneo que salió de sus labios; sonrió, besando, lamiendo y mordiendo la piel cálida hasta llegar a su cuello, penetrándolo con sus colmillos. El licántropo saltó de dolor, pero las oleadas de placer que le entregaba la mordida era superior a todo, su cabeza le daba vueltas, era cierto ese mito que decía que las mordeduras de vampiro eran excitantes, sensuales de una manera difícil de explicar.
Cullen embistió sin proponérselo, jadeó cuando la erección de Jacob chocó con la suya, que estaba encerrada en sus pantalones; siguió marcando un ritmo inconsciente mientras succionaba, rápido, con fuerza, queriendo más; sus ojos cambiaron de color, volviéndose de un dorado intenso, casi amarillo. Lamió la herida que había causado en los labios del otro, cerrándola, pero no por eso se alejó del licántropo; pasó los colmillos por la piel, le encantaba tenerlo a su merced, bajo su cuerpo, sentirlo estremecer… pero lo que más le gustaba a Edward era poder comportarse como su instinto le decía, embestir con fuerza, sin frenarse, dando rienda suelta a todo lo que ser vampiro significaba; sentir el latido de la sangre fresca, sin tratar de controlarse como lo hacía cada vez que estaba con Bella.
Bella
Bella, Bella, Bella, Bella, Bella, Bella, Bella, BellaBellaBellaBella…
El nombre resonó en su mente, dando vueltas, la culpabilidad se volvió tan fuerte que, a pesar de que no tuvo el valor de separarse de Jacob, no pudo realizar ningún movimiento más; simplemente se quedó ahí con todo su peso sobre el hombre lobo, no despegó los dientes de su cuello, pero tampoco siguió succionando.
Sintió las manos de Jacob colarse por debajo de su camisa, ásperas; manos que contaban una historia, su gusto por la mecánica, por tallar. Trazaban símbolos abstractos en su piel fría, una de ellas bajó, y tocó su entrepierna sobre los pantalones; dio un respingo involuntario, respiró profundo, mientras sentía esos dedos que se habían vuelto expertos, abrir el cierre, y colarse dentro de su ropa interior, tuvo que inhalar, y al hacerlo, solo el aroma a sangre entró en su nariz, mientras la otra mano de Jacob le agarraba por el culo, acercando sus caderas, haciéndole gemir.
Después de eso, no le importó nada, a pesar de Bella no podía contenerse aunque quisiera, había traspasado la línea. Se liberó con rapidez de su ropa, quedando las prendas desperdigadas por el suelo; casi sin separar sus cuerpos, Jacob le cogió la polla, moviendo la mano de arriba abajo, bruscamente, provocándole un gruñido.
Y es que Edward se quema joder, se quema. Puede ser un puto vampiro, sin pulso, frío como el hielo, pero con las manos de Jacob sobre su cuerpo se derrite.
Bruscamente lo tomó por la nuca, tratando de acallar sus gemidos con los labios del otro, no pudo evitar mover las caderas contra su mano, descontrolándose; comienza a besarlo con mucha saliva, mucha lengua y poca concentración; se hace espacio entre sus cuerpos para poder tocar, imitando a Jacob. Quiere que se corra ya, porque él no aguanta más. Jalaba de su cabello mientras acercaba la boca a su cuello, volviendo a penetrarlo con los colmillos; sabía que eso le gustaba, que amaba que le chupara la sangre; mordisqueó su cuello, haciéndole gemir y gruñir al mismo tiempo, lamió el lóbulo de su oreja y susurró con voz ronca
―Córrete para mi cachorro, sé que te gusta.
―No... ―Jacob soltó algo que sonó como un ohDiossí ―…me gusta.
El licántropo se corrió en su mano, manchando su abdomen, entre gemido y gemido, pronunció el nombre del vampiro; en un gruñido bajo que le arañó el oído. Edward no pudo contenerse, ni siquiera pensó en controlarse, y rápidamente también alcanzó el orgasmo. Cayó sobre el cuerpo cálido de Jacob, recuperando la respiración poco a poco; a pesar de que no necesitaba respirar, por alguna extraña razón sus pulmones le pedían oxigeno.
Cerró los ojos, sin moverse, principalmente porque no le daba la gana; Jacob se quejó y lo empujó hacia un lado, cuando escucharon el sonido de un móvil. Buscando con la mirada, Cullen se levantó con pereza, rebuscando entre sus pantalones; pero que inoportuna era la gente, joder.
Cuando vio quien era, agradeció que ninguno de los vampiros de su clan pudiesen leer la mente, y que Jacob tuviera el poder de desactivar los poderes de Alice, porque justamente ella era quien llamaba.
―¿Qué pasa? ―respondió tratando que su voz sonara lo más normal y uniforme posible.
―Es Bella, creo… ―Alice hizo una pausa, y el corazón de Edward se detuvo un poco
―…creo que va a nacer el bebe, está muy mal Edward ―sabía que ella preguntaría donde estaba, así que cortó el móvil rápidamente; no necesitaba preguntas, menos ahora.
―Me voy ―se puso los pantalones y la camisa a toda prisa, sin preocuparse de lo sucia que la ropa pudiera estar.
―¿Qué pasa? ―Edward respondió a la pregunta de Jacob con rapidez, la verdad es que a pesar de todo, estaba realmente preocupado.
―Voy contigo ―el vampiro no se preocupó en contradecirlo, sólo tenía una persona en mente, Bella.
*
Bella yacía en una camilla, llena de sangre. El deseo de Edward no había sido cumplido; la bebe estaba al lado de su madre, que se encontraba inmóvil, pálida, sin los colores de una persona llena de vida, o simplemente de una persona viva.
Jacob paso la mirada por toda la habitación, lo único que veía era sangre; un olor a oxido impregnaba el aire, mientras Edward abrazaba a Bella con desesperación, murmurando una y otra vez su nombre como esa nana que tanto le gustaba a ella.
El hombre lobo no fue capaz de soportar esa imagen, salió corriendo sin mirar a nadie, aunque no alcanzó a llegar a la puerta, cuando unas manos frías lo sostuvieron sin dejarlo escapar de su dolor, de la culpa que lo carcomía por dentro; porque en la habitación, no sólo se fijó en Bella, sino también en la camisa medio abierta de Edward, esa que tantas veces había sacado y que ahora estaba cubierta de la sangre de la chica.
Carlisle lo retuvo ―cálmate, quédate aquí ―lo dejó un poco descolocado la voz paternal del doctor; así que se quedó de pie en el lugar, sin moverse.
No supo cuanto tiempo paso, cuando sintió los pasos de alguien que bajaba las escaleras, supuso que era Edward, pero no, Rosalie bajaba con la niña en brazos, arropada con una manta: le pareció macabra la situación, ¿cómo es que podía mirar con tanta felicidad a una bebe muerto?
Quiso quitársela, pero cuando llegó hasta ella se dio cuenta que la niña respiraba tranquilamente, lo pudo escuchar antes de verla, antes de que ella clavara su intensa mirada en sus ojos marrones, como si le estuviera pidiendo protección. Una suave voz habló en su cabeza (“cuida de ella” ). Por eso se comprometió consigo mismo a darle cariño, entregarle todo; le prometió a Bella, mientras esperaba que ésta se encontrara en un lugar mejor, que era lo que la chica merecía, que su vida iba girar en torno a ella; para borrar un poco la culpa que sentía en su interior.
Se acercó poco a poco ―¿Puedo? ―le preguntó a Rosalie, ésta miró a Carlisle, seguro el vampiro hizo algún gesto a su espalda, porque a pesar del récelo que siempre demostraba hacia él, la vampira pasó el bebe a sus brazos.
La pequeña no era fría como había esperado, tenía la temperatura de un humano normal; la niña se acurrucó en sus brazos, apegándose a él, buscando su calor. Una sonrisa boba se coló en sus labios, se reprimió mentalmente por eso, ¿cómo podía estar así de animoso cuando Bella acababa de morir?, pero la niña en sus brazos le hacía sentir algo inesperado, el instinto paternal era tan fuerte que se asustó un poco.
Cuidaría de ella, fuera como fuera; era el único legado de Bella, además se veía tan inofensiva en sus brazos, tan pequeña, con las mejillas sonrojadas. Cuando puso más atención a sus ojos, se dio cuenta que eran chocolate, igual que los de su madre, Jacob sintió que sonreía un poco, solo las comisuras; la niñita le sonrió ampliamente, si hubiera estado menos concentrado en ella, podría haberse dado cuenta que un recién nacido no se comportaba así, y menos era tan vivaz.
―¿Cómo se llamará? ―le preguntó a nadie en particular, sabía que Bella le quería llamar Renesme, y esperaba que respetaran su decisión.
―Renesme ―dijo Edward desde las escaleras, Jacob se volvió para mirarlo, le dolió la angustia que vio en sus ojos.
No sabía si preguntar o no por Bella, pero no le quedó otro remedio, no pudo evitarlo. No obtuvo respuestas, pero no las necesitó, Edward se acercó a paso lento, con la mirada perdida en algún punto impreciso, le tendió a su hija, pero este no la recibió.
―Dice que le agrada tu calor ―el vampiro le acarició la mejilla a su hija, tocándola con delicadeza, ella le sonrió, atrapando su dedo en sus pequeñas manitos; la mirada de Edward cambió por completo, de dolor a ternura, de pronto sus ojos se llenaron de orgullo, esa mirada que tantas veces había visto Jacob en Bill.
―Tómala, es tu hija ―Edward la recibió con cuidado.
―No quiere separarse de ti.
Jacob sintió un calor extraño colarse en su pecho ―Serás un gran padre ―no sabía porque le decía eso al vampiro, quizás porque aunque no tuviera poderes mentales, sabía como se sentía, sabía el dolor que recorría su cuerpo, ese que él mismo sintió cuando Bella le dijo que no tenía ninguna posibilidad con ella; la perdió aunque no de una forma física, por eso para él su muerte no era tan fuerte, ya se había acostumbrado a no tenerla, era más como perder a una amiga, sí, dolía, pero estaba claro que no tanto como debía dolerle a Edward.
Edward sonrió tristemente ―te quiero ―le respondió a su hija, sabía que si pudiera llorar, ahora lo estaría haciendo, nunca se había sentido tan roto. Necesitaba que alguien lo abrazara, que lo apoyara en estos momentos, y al más cerca que tenía era al licántropo con el que engañaba a Bella. Más que el dolor por la perdida, era la culpa de saber que los últimos momentos que estuvo viva, él los paso con Jacob, y no con ella, la mujer que supuestamente amaba; lo que más lo espantaba y aterrorizaba era que parecía estar enamorado de su sangre, de ese olor dulzón que tanto le gustaba, estaba aterrorizado de sí mismo, y de sus sentimientos.
Sintió el momento exacto en el que Jasper alivió un poco el ambiente, relajando a todos los presentes, pero no podía alejar sus sentimientos del todo, Jasper lo miró con curiosidad, estaba seguro que se había dado cuenta de lo que sentía, sabía todas las preguntas que se estaba haciendo mentalmente ( “¿culpa?, ¿no debería sentir dolor, por la muerte de su amada? si Alice muriera…” sólo imaginárselo provocó que se le apretara el pecho) y Edward sólo pudo sentirse peor, aún más confundido de lo que estaba, él ni siquiera sentía una parte del dolor que sintió Jasper al pensar en la muerte de su hermana, y ésta ni siquiera era real.
No podía soportar ver todas esas caras tristes, él había integrado a Bella a la familia, y ahora, ahora no entendía como podía afectarle tan poco; escuchó movimiento a su derecha, miró sobre su hombro, era Carlisle, su padre, que posó la mano sobre su hombro, esa muestra de afecto lo reconfortó, pero no fue por mucho tiempo, otra sensación lo recorrió por entero, tenía que arrancar de ahí, no soportaba más las miradas de tristeza y entendimiento de los demás, solo Jacob parecía comprender lo que pasaba, quizás estaba viviendo lo mismo que él.
*
Los ojitos de la pequeña niña miraban todo con entusiasmo, el bosque era inmenso, iba tomada fuertemente de la mano de una de las personas que más quería, Jacob Black; paseaban por el bosque, como todos los días, él le enseñaba a cazar, a correr entre los árboles, jugaban a las escondidas, la hacía reír.
Olió el aroma de sangre fresca, sólo tuvo que compartir una mirada con Jacob para que éste supiera lo que pasaba; de inmediato cambio de forma, volviéndose un lobo de pelaje chocolate, largo y suave, nunca olvidaría la primera vez que lo vio en aquella forma (la risa estridente de la niña resonó en el bosque, unas pequeñas manos aplaudiendo, que luego acariciaron al lobo con cariño).
Renesme corrió rápido, sin esforzarse demasiado, era divertido pasar tan veloz, pensar que un simple humano sólo vería su sombra, y sin embargo su respiración ni siquiera se agitaba; el lobo la seguía de cerca, como siempre llegó él primero dando una revisión rápida de los animales antes de que ella saltara a su garganta y los mordiera.
Jacob se transformó detrás de un árbol, poniéndose rápidamente unos pantalones cortos; escucho una risa detrás suyo, no necesitó darse vuelta para saber quién era, lo reconocería en cualquier parte, fijó su vista en Renesme, que tomaba tranquilamente la sangre de un ciervo con los ojos cerrados, la típica expresión de placer que veía en el rostro de Edward cada vez que tomaba de su sangre, un escalofrió recorrió su espalda, los recuerdos inundaban su cabeza, conoció el momento exacto en el que él vampiro le leyó la mente, descubriéndolo.
Los dedos fríos le recorrieron la espalda desnuda, y mentalmente le gritó que se apartara, Renesme los iba a descubrir.
―Está bien, cachorro ―le dijo el vampiro, ganándose un gruñido de Jacob.
―Hija ve a casa, Alice quiere verte ―Renesme alzó la vista, sonriéndole a ambos, sus ojos brillaban de alegría.
―Voy papá ―fue hasta donde ellos, abrazándolos a ambos; el contraste era evidente, sus personalidades muy distintas, su temperatura, sus razas, y sin embargo ella los quería por igual, sin diferencias. Tomó rumbo a casa, esperando encontrarse con su tía Alice que tanto la consentía.
Vampiro y lobo se quedaron solos en el bosque, en el mismo lugar donde Edward recibió aquella llamada que cambio su vida; hacia 2 años que tenía una hija preciosa, hacia 2 años que no se separaba de Jacob. Sonrió pícaro, trazando una caricia lenta por la espalda de éste, capturó sus labios, esos que ya se sabía de memoria, pero de los que siempre conseguía algo distinto; fue un beso lento, moviendo perezosamente los labios sobre los del otro.
Jacob le mordió el labio inferior, en sus besos siempre terminaban mordiéndose, era algo natural entre sus especies, la diferencia radicaba en que ellos no lo hacían para dañarse.
―¿Cuándo nos vamos? ―Le preguntó contra los labios, no podía creer que toda la manada les hubiera creído; no fue nada fácil mentirles a todos ellos, su plan era simple, sólo la familia Cullen sabía la verdad, y no es como si no les hubieran puesto problemas, tuvieron que hacerles creer a todos que él se había imprimado de Renesme, que su corazón le pertenecía a esa niña, cuando la verdad era muy diferente.
―En una semana ―Edward no se separa del licántropo, principalmente porque no quiere hacerlo, están casi abrazados. Es en ese momento en que se da cuenta de la diferencia entre lo que sentía por Bella, y lo que ahora siente; a Jacob no se lo puede imaginar muerto, no es sólo por su sangre dulce y fresca, sino que es todo, su personalidad, esa chispa de alegría que lo abarca todo, por eso esta seguro de que esta vez no hay vuelta atrás.
Simplemente lo quiere.
FIN