PARA:
michan_kitamuraDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título : White is in the winter night
Fandom: Harry Potter
Rating: PG-13
Personaje/pareja(s): James P./Lily E., Harry, Remus/Sirius, Sr. Potter/Sra. Potter.
Disclaimer: Harry Potter es propiedad intelectual de JK. Rowling y de la Warner Bross, Bloomsbury Books y todos los demás que hayan comprado parte de los derechos, escribo esta historia sin ánimo de lucro con el único objeto de pasar un buen rato.
Resumen: Ha llegado Yuletide a Godric’s Hollow, y es especial, porque es el primera de Harry.
Advertencias: AU pre-canon, fluff, mayormente gen.
Notas:¡Feliz Yule! En cuanto vi lo que pedías se dibujó el fic en mi cabeza, y ya no pude parar de pensar en él hasta que estuvo escrito. Espero que disfrutes leyéndolo tanto como yo lo he hecho escribiendo. Es mi primera vez con el pairing, así que no sé mucho de él, o cuales son tus expectativas al respecto, pero espero haberlas cumplido. Y estoy segura de que volveré al pairing!! Es encantador ^_^
WHITE IS IN THE WINTER NIGHT
Lily iba cargada, las asas de las bolsas repletas de comida se le incrustaban en los dedos y el aire helado le cortaba las mejillas y los labios. Hacía tanto frío que le costaba respirar y le dolían las aletas de la nariz.
Nada importó cuando llegó al comienzo del camino y contempló la casita de piedra gris y tejado de pizarra, el humo saliendo alegremente de la chimenea, el jardín cubierto por un grueso manto de nieve, el sendero de guijarros que serpenteaba hasta el porche flanqueado por poinsethias, hechizadas para que no les afectara el frío, y los árboles del jardín, iluminados por titilantes lucecillas. Estaba en casa.
Antes de entrar, dejó las bolsas en el suelo y se sentó en el banco de la entrada para regodearse en el increíble silencio. La luz del sol reflejaba en la nieve, cegándola. Rebuscó en una de las bolsas y sacó una galleta de jengibre y canela. La mordisqueó, estaba crujiente, aunque una vez la masa tocaba su lengua, se fundía, embargando sus papilas gustativas con su sabor aromático, picante y cálido. Sólo eran las diez de la mañana y ya estaba molida. Pensar en todo lo que le esperaba aquel día le daba ganas de vaciar toda la caja de galletas para coger fuerzas.
Como el tiempo estaba siendo excepcionalmente frío, y Harry hacía poco había estado malito, no quería sacarlo de casa por la noche, de modo que decidieron que sería buena idea celebrar la Vigilia de Yule en Godric’s Hollow. Y todo ello conllevaba preparar una cena digna de sus suegros y suficiente para estómagos como los de James, Sirius y Remus, tener la casa inmaculada y darse una paliza de órdago para que todo fuese perfecto. Pero todo eso le daba igual, disfrutaba como una niña organizando saraos.
Suspiró con satisfacción cuando el ambiente caldeado de la casa la envolvió al entrar. El ramillete de muérdago sobre el quicio de la puerta la hizo sonreír. James se había emperrado en colocar uno en cada puerta de la casa, para que no tuviera excusas para no besarlo, ¡cómo si le hicieran falta! Levitó las bolsas hasta la cocina y empezó a vaciar la compra. Si no se daba prisa, James y Harry llegarían de ver a Dumbledore antes de que hubiera adelantado nada de trabajo.
Canturreando un villancico puso a hervir agua y subió a cambiarse de ropa. La tetera silbó y con un movimiento de varita comenzó a hacerse té. Cuando estuvo listo, encendió el horno y agrupó en la mesa de la cocina los ingredientes por platos.
Le resultaba curioso ser incapaz de cocinar utilizando tan sólo la magia, quizá era porque había aprendido todo lo que sabía de su abuela, quien, obviamente, era muggle. No obstante, hacía alguna trampa para que todo fuera más rápido, ¡y menos mal! Si cocinara sin magia, habría tenido que empezar a preparar la cena que tenía pensada tres días antes, y con la cantidad de trabajo que tenía tras reincorporarse a la editorial después de tres meses de baja…hubiera sido imposible.
Dio un sorbo al té y con varios movimientos de varita los utensilios de cocina comenzaron a bailar. En la mesa de madera del centro se picaban las cebollas, las zanahorias eran torneadas y las patatas peladas. En el banco se batían huevos, y en uno de los fogones comenzaba a derretirse un trozo de mantequilla fresca.
Se guardó la tarea de picar los ajos, por el simple placer de poder olerse los dedos después, y los rehogó con la mantequilla, a la que añadió un buen puñado de tomillo y salvia, que había recogido de su jardín. Cuando tuvo las cebollas, moradas y blancas, y las chalotas picadas, las puso a pochar en la mantequilla aromatizada.
Mientras la tabla de cortar se limpiaba, peló las manzanas y las puso a cocer con una rama de canela, una vaina de vainilla, la piel de una naranja y de un limón y un par de clavos de olor. Echó un chorrito de vinagre a la mezcla y se deleitó en el aroma que ascendía de la cazuela.
Observó por la ventana como copos cada vez más pesados caían sobre el manto de nieve ya existente, y esbozó una sonrisa al comprobar con un hechizo la temperatura del exterior, ocho grados bajo cero.
- Oh, the weather outside is frightful- canturreó- But the fire is so delightful, and since we’ve no place to go, let it snow, let it snow, let it snow…
Bailoteó por la cocina, disfrutando de estar, por una vez, sola en casa, sin que James se burlara de ella por las cosas que hacía. Aunque Kara, la gatita callejera que habían acogido la primavera antes de nacer Harry, y que solía refugiarse allí cuando llovía o hacía más frío del habitual, la miraba con extrañeza tumbada cómodamente en la repisa de madera que James había colocado para ella sobre el radiador. Lily le sacó la lengua y acarició la cabecita peluda, obteniendo un maullido quejumbroso del animal.
Se embadurnó las manos con la marinada de hierbas, zumo de limón y aceite y comenzó a masajear al pollo, que se había ido deshuesando, cayendo los huesos en la marmita con agua hirviendo para hacer un caldo. Cogió el bol del relleno, le agregó unas pasas, unas grosellas secas y un par de cucharadas de jalea de grosellas y comenzó a meterlo dentro del pollo, tratando que este conservara su forma sin parecer demasiado grotesco. Dio las gracias mentalmente a la Profesora Merryweather por haber insistido en que aprendieran a coser con un encantamiento mientras la aguja de bridar se enhebrara sola y comenzaba a cerrar al repleto animal.
Cuando tuvo los dos pollos listos y guardados en la nevera, para meterlos por la tarde en el horno, se concentró en la crema que rellenaría el tronco de Yule, preparó una crema pastelera aromatizada con café y la refrigeró instantáneamente con un hechizo.
Las manzanas ya eran prácticamente una compota aromática, y aunque quemándose la punta de la lengua al probarlas, no pudo reprimir un “mmmm”
- ¿Qué es eso que hace mamá que huele tan bien, Harry?- escuchó a sus espaldas. Se giró con una sonrisa para descubrir a James, apoyado en el quicio de la puerta, con Harry en brazos, embutido en un grueso anorak azul. Se acercó a ellos y cogió a Harry, besando a James levemente en los labios.
- Chutney de manzana y sopa de cebolla, papá…- contestó haciendo como si fuera Harry, al que hizo saltar en sus brazos- ¿Cómo está mi solete? ¿Te lo has pasado bien con el profesor Dumbledore, Harry?
- Sí, estupendamente- James hizo una mueca, divertido, y metió una cuchara en el chutney- Oh, te has superado, es maravilloso, como si el espíritu de las fiestas explotara en tu boca…mmm.
Comenzó a reírse, pero James la besó profundamente, haciéndole notar que, efectivamente, todo lo que podía recordarle a uno las fiestas estaba en aquel chutney. Se le aflojaron las piernas, y James debió de notarlo, porque le rodeó la cintura con un brazo fuerte, sujetándola. Los labios suaves y sorprendentemente cálidos contrastaban con las mejillas ásperas y heladas de su esposo, enviándole un escalofrío que recorrió toda su columna.
Si no hubiera sido por el tirón de pelo que le dio Harry, se le hubiera olvidado que lo estaba sosteniendo.
-¡Ay!- se quejó, separándose de James y desenredando con cuidado la manita regordeta de su hijo. James se carcajeaba, y el niño hacía gorgoritos divertidos- ¡Oi! ¡Que me ha hecho daño! Tiene fuerza y todo, la pulga pedorra esta…- Le dio un besito en la mejilla sonrojada.
- ¿Sabes que no eres la primera en sufrirlo hoy?- James abrió el frigorífico y sacó las verduras para preparar una ensalada y unos sándwiches mientras ella sentaba a Harry en la trona, tras quitarle el anorak.
- ¿Qué ha hecho mi monstruito bebé?- Le hizo una pedorreta, arrancándole una encantadora carcajada infantil.
- Dumbledore lo ha cogido en brazos, y nuestro hijo, con esa cara de bueno que tiene, ha comenzado a tironearle de la barba…Casi me muero de la vergüenza, Lily- Enterró las manos en la cara, con fingida consternación- Nuestro hijo, ¡faltándole al respeto así a una eminencia!- dramatizó.
- Uy, sí, muertísimo de la vergüenza, Jem, es más “muertérrimo”- se rió. James se apartó las manos de la cara, mostrando su brillante y pícara sonrisa- ¡¡Estabas encantado!! ¡Cómo si no te conociera!
Sirvió un cucharón de papilla de verduras en el platito especial que Sirius había regalado a Harry, en el que un perrito negro corría por el paisaje y lo calentó con un hechizo. Se sentó junto al niño para darle la comida y levantó la cuchara.
- Aaaaaahmm- Hizo planear la cuchara frente a la boca de Harry, que la abrió obediente- Que bueno, ¿eh?- Continuó dándole de comer sin contratiempos mientras James ponía la mesa para ellos y terminaba la comida.
- ¿Cómo ha ido tu mañana?- le preguntó al sentarse.
- Bueno…- se encogió de hombros- He cambiado las sábanas de la habitación de invitados, he ido a comprar al pueblo y he estado cocinando. Aburrida sin vosotros.- Sonrió con dulzura a James, que le tendió un sándwich.
- No mientas, que seguro que has disfrutado como una enana- James le limpió la cara sucia de papilla a Harry y le dio un palote de pan para roer.- Tu madre se ha pasado la mañana bailando y cantando por la casa como si estuviera loca, Harry, como si lo viera, que va de formalita, pero en realidad está más destarifada que tus tíos y yo juntos.
- ¡Oi!- se quejó dándole una palmada en el hombro, sonrojándose levemente ante lo mucho que había acertado James- No le digas esas cosas de mí, que luego se pensará que son verdad…
- Ah, ¿y no lo son?- increpó- Muy cuerda no tienes que estar, si has acabado casada conmigo, Ginger Lily.
- Ahí te tengo que dar la razón, ¿ves?- Se levantó para recoger la mesa, dejando los platos en el fregadero y cogió a Harry en brazos- Pero si no estuviera tan poco cuerda, Harry, tú no estarías aquí, y el mundo sería un lugar mucho más horrible sin ti. ¿Verdad, botoncito?
- Gaaaaaah- balbució encantado, aplaudiendo.
- Así me gusta, Harry, que nos des la razón a tu madre y a mi- James se acercó a ellos y besó la coronilla de Harry, donde se le arremolinaba el pelo, exactamente igual que a él- Yo recogeré- Le dio un apretón cariñoso en la cintura.
La verdad es que un ratito de descanso le iba a sentar como un día de sol, pensó mientras subía las escaleras con Harry recostado en su hombro. Él también había tenido un día duro y estaba cansado. Era muy pronto cuando James se lo llevó a ver a Dumbledore y hacía un buen rato que debería de haber estado haciendo la siesta.
- ¿Tienes sueño, Harry?- Le preguntó tras un amplio bostezo del bebé. Lo tumbó en el cambiador y lo desnudó para cambiarle el pañal y ponerle un pijama. - Ay, estás todo gorrino y ni te has quejado, mi pequeño valiente, ¿no estás incómodo, chiquitín?- Terminó de abrocharle el mono de felpa verde y se sentó en la mecedora, con él sobre su pecho.
Se meció un rato en silencio. Le gustaba escuchar la respiración de Harry, y cómo su corazón latía a toda velocidad contra su pecho, lleno de vida. Rozó con la mejilla la parte superior de la cabecita y aspiró el aroma peculiar de su hijo. No podía definirlo como un olor concreto, era una mezcla de la colonia que le ponían, del champú para bebés que utilizaba, a leche un poco agria...y a Harry. Su madre le había dicho, cuando fue a contarle que esperaba un bebé y en un extraño momento de lucidez, que siempre reconocería a su hijo como algo suyo y que eso era una magia que todas las mujeres del mundo tenían la suerte de experimentar.
Su madre llevaba muchos años enferma, y aunque la habían visitado sanadores de San Mungo, no habían podido curar el Alzheimer que padecía, algo que incrementó el rencor de Petunia hacia ella y que sólo contribuía a acrecentar la sensación de tristeza al haber perdido a su familia. Mientras vivió su padre y antes de que su madre cayera enferma y hubiera que internarla en una residencia, porque no podía cuidar de si misma, aún iban a casa a comer algún domingo, pese a los constantes comentarios hirientes y malas caras de su hermana y su cuñado. Le dolía que su padre no pudiera conocer a Harry, y que su madre, aunque lo llevaba con ella cuando iba a visitarla, no pudiera disfrutarlo.
Suspiró, tratando de sacar los pensamientos tristes de su cabeza. Hacía ya dos años que su padre falleció, y no podía hacer nada para mejorar la situación de su madre, que estaba bien atendida por las religiosas que llevaban el centro que James y ella pagaban, porque su hermana no contribuía a ello para nada, alegando que Vernon estaba comenzando en la empresa y tenía un sueldo bajo con el que debían mantenerse los tres y pagar la hipoteca de la casita que se habían comprado en Surrey.
- Mñaghañañañañaaaaa- Balbució Harry somnoliento contra su pecho, y no pudo evitar esbozar una amplia sonrisa. Era un niño tan dulce...
- ¿Mamá no te deja dormir con sus malas vibraciones, Harry?- Acercó su dedo a la mano de Harry, y éste lo agarró con fuerza.- Es que echo mucho de menos poder hablar con mi mamá...y ver a mi papá. ¿Tú sabes que la abuelita Rose es mi mamá, Harry?- Recostó a Harry en sus rodillas y le cogió las manos- Mi papá se murió antes de que tú nacieras, pero me hubiera gustado mucho que lo hubieras conocido, hijo, era muy divertido...
Continuó hablándole a Harry como si pudiera entenderla. Podía hablar de cosas con él de las que no sabía cómo hablar con James, porque no encontraba las palabras, o el modo de decirlo sin que sonara estúpido, y porque no quería que James se sintiera mal por ella. No quería que nadie la compadeciera, bastante tenían ya de qué preocuparse por la situación en la que se encontraba el mundo mágico. Pero con Harry podía hablar, porque no necesitaba que la entendiera, sólo necesitaba que un ser humano la escuchara...y a Harry parecía gustarle el sonido de su voz cuando susurraba, y la miraba con esos ojos verdes, tan parecidos a los suyos y a los de su padre.
- Bueno, pequeñito- Cuando los ojos del niño comenzaron a cerrarse, se levantó y lo depositó con cuidado en la cuna.- Ahora a dormir un poquito, ¿eh?- Lo arropó con la colcha de patchwork que le había regalado Alice, y Harry se metió el pulgar en la boca, emitiendo una profunda y satisfecha respiración. Cogió del suelo el peluche del ciervo y lo introdujo bajo la colcha, y ya prácticamente dormido, Harry lo rodeó con un bracito regordete. Fue el primer regalo que le hizo James, y desde aquel momento jamás se había separado de Prongs para dormir. Sonrió con orgullo de madre y bajó las escaleras tras activar el hechizo de vigilancia, que la avisaría si Harry se despertaba.
James estaba estirado en el sofá leyendo Cosmos, un libro de un divulgador científico muggle que le había llamado la atención, porque explicaba el universo desde un punto de vista que ellos no habían aprendido. Se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro con un suspiro. James le rodeó los hombros con un brazo y se hizo con una guedeja de pelo, que acarició entre sus dedos.
- ¿Ya has dejado KO con tu cháchara a nuestro retoño, Ginger Lily?- le preguntó sin levantar la vista del libro.
- Ja, ja, muy gracioso, Jem- Hizo ademán de apartarse, pero James la retuvo con firmeza, apretándola contra su pecho. Le quitó una pelusa invisible del jersey, sólo por tener la excusa de tocarlo, aunque sabía que no era necesario. James esbozó una sonrisa y dejó a un lado el libro.- ¿Qué te ha contado Dumbledore? ¿Cómo estamos?
James suspiró y se tensó levemente para después relajarse.
- Por suerte, gracias a la ortodoxia de Voldemort respecto a las tradiciones de nuestra cultura, Yule es un periodo de tregua entre tribus enfrentadas, que no se levantará hasta pasado Hogmanay…aún tenemos unos días de tranquilidad, Ginger Lily.- Lo abrazó, perdiéndose en el aroma a sándalo y cítrico de la colonia que le regaló por su cumpleaños.
- Jem…disfrutémoslos, ¿de acuerdo? Hagamos que sean unos días por los que nos valga la pena luchar.- Cerró los ojos, dejándose llevar por la cadencia de la respiración de James.- Aunque a veces me parece que arriesgamos demasiado…ahora no estamos sólo nosotros, Jem.
- Harry se merece poder vivir en un mundo libre de la amenaza de ese engendro, Lily- le pasó los dedos por el pelo.- Sólo pensarlo me invaden las ganas de levantarme, ir a por él y estrangularlo…- suspiró y se relajó- Pero sí, disfrutemos de estos días de tranquilidad.
James cogió el libro y ella se recostó, apoyando la cabeza en su regazo, quedándose ligeramente traspuesta mientras él le acariciaba el pelo de forma ausente.
Se despertó cuando escuchó el silbido de la tetera. James se había levantado y la había tapado con una mantita. Se desperezó con un bostezo y fue a la cocina, donde James vertía el té en las dos tazas. Le tendió una con una sonrisa.
- Ha llegado una lechuza de Sirius, dice que llegarán sobre las ocho, y mis padres estarán aquí a las siete y media.- Miró el reloj de la pared. Las cuatro en punto. Aún tenía tres horas para dejarlo todo listo, arreglar a Harry, cambiarse de ropa y poner la mesa. James se sentó en la silla y le hizo un gesto para que se sentara encima de él.
- Oye, ¿has metido los pollos en el horno?- James apoyó la frente en su espalda y la abrazó por la cintura.
- Sí, Ginger Lily, cuando has subido a acostar a Harry.- La hizo saltar un poco- Y también he terminado el chutney, he enrollado el tronco de Yule y lo he cubierto con chocolate, y la sopa sólo falta gratinarla en los cuencos pertinentes.
- Estás en todo, Jem…-dio un sorbo al té- Ah, Lady Grey, ¡sí que estás realmente en todo!
- Ay, como a veces te quejas del té que compramos en el Callejón Diagon porque tiene mezcla de muchas cosas y a ti te gusta lo más simple posible…- Subió la mano por su torso- ¿Qué no haría yo por ti, Lily?- Añadió con seriedad. Se giró para mirar los ojos castaños que siempre la llenaban de calidez y se alegró de haber hecho el esfuerzo de conocer mejor al niño que fue, aunque fuera un esfuerzo muy grande, para poder amar al hombre que era hoy.
- Pues alguna cosa habrá, estoy convencida- Replicó, puñetera.
- Ah, pero no será nada importante, Ginger Lily- Se inclinó para darle un beso, pero cuando estaba a punto de hacerlo, el hechizo de vigilancia emitió un silbido. Harry se había despertado.- Voy yo, termina de merendar.
Se sentó en la silla que James acababa de abandonar y cogió una de las galletitas de jengibre. La miró, observando su forma de muñeco y en un momento de perversa gula, le arrancó la cabeza de un mordisco. Masticó la galleta y se rió.
James bajó con un Harry de ojos somnolientos y pelo aún más revuelto si cabe. Tenía los labios hinchados de dormir y las mejillas rojas como manzanas. Cuando la vio, alargó los bracitos hacia ella, que lo cogió, regodeándose en el calor que emanaba su hijo.
- Ay, mi principito…que carita de enfurruñado- Harry escondió la cara en su hombro, e hizo un ruidito indignado.- Oye, que te has despertado tú solo, ¿eh? A papá le hubiera encantado que hubieras estado durmiendo al menos media horita más…
- Una hora, Ginger Lily, ¡no me subestimes! Puede que ya no sea un jovenzuelo, pero aún tengo mi aguante- se ofendió James. Besó la cabecita de Harry y lo sentó en su regazo.
- Eso ya lo veremos luego, ¿eh, campeón?- le guiñó un ojo con sorna, ganándose una mirada iracunda de su esposo- Papá te va a poner la merendola, Harry, ¿verdad, papá? Un bibe de leche calentita con miel…
- No, si al final me tendré que poner celoso…a mi nadie me pone la merienda.- Hizo un mohín, pero llenó el biberón de patitos dibujados y le agregó una cucharadita de miel.
- Pobrecito Jem, pobrecito- Dejó a Harry en la trona y se acercó a James por detrás, abrazándolo por la espalda- ¿No te cuida nadie? ¿Tus amiguitos te ignoran? ¡Dime quien te trata mal y le pongo un ojo a la funerala en un momento!
- Jajajajajjajaaja- se rió Jame, echando la cabeza hacia atrás para apoyarla en la suya. Le dio un beso en la oreja.- Me encanta cuando te pones vengadora, Lily.
- ¡En mi casa nadie se queda sin merendar!- Lo soltó y le tendió su taza de té y el platito con galletas- Come, no sea que luego tu madre me diga que te cuido mal...
- Mi madre te adora, Ginger Lily, no se puede creer cómo una mujer sensata como tú está con un cabra loca como yo.- Meneó la cabeza y acercó levitando el biberón a Harry, que se enganchó a la tetina y comenzó a succionar con fruición.
- Es que soy tan encantadora...- Cogió otra galleta y se sentó junto a Harry para darle el biberón. En lo referente a Harry prefería hacerlo todo por si misma, criar a su hijo con magia le parecía hacer demasiada trampa. Tener un hijo era una responsabilidad que conllevaba un esfuerzo, y saltárselo no le parecía ético. Y al resto del mundo debía de parecerle igual, porque había muy pocos hechizos específicos para bebés.
Pasaron el resto de la tarde entre preparativos. Los pollos, una vez listos, fueron sacados del horno y puestos a reposar. Hicieron una salsa espesa y aterciopelada de grosellas y oporto con el jugo que iba soltando el pollo, y confitaron unas patatas nuevas en mantequilla para acompañar. Montaron un par de festivas ensaladas con escarola, granada, nueces y queso de cabra, con una vinagreta de frambuesa, capricho de un día que llevó a James a Fortnum & Mason y como aperitivo, James hizo su especialidad: colocar diferentes tipos de mermeladas en cuencos y meter en el horno una gran pieza de queso brie, para luego cortarle la tapa y mojar daditos de pan en el queso fundido, acompañándolo de la mermelada.
No tenía muy claro qué podía traer Sirius como aperitivo, pero confiaba en el criterio de Remus para que fuera algo acorde con la cena, y los padres de James traerían la bebida, ya que habían vuelto de su viaje a España cargados de vino.
Puso la mesa con la vajilla nueva que había comprado para la ocasión. Dio un par de pasos atrás para contemplar el conjunto con orgullo. Los cubiertos resplandecían bajo la luz de las velas, y las copas emitían destellos en todas direcciones. El mantel blanco con lirios rojos lo había bordado su madre cuando cumplió los dieciséis años, y su hermana tenía uno igual con petunias color malva.
Se lo hizo expresamente para su ajuar, y recordó con cariño cuanto le molestaba que estuviera haciendo algo así en aquella época. Ella se consideraba una mujer moderna, y ni muerta la pillarían casándose antes de tener su futuro profesional encauzado. Pero su madre la había mirado por encima de las gafas y le había dicho “Algún día, Lily, conocerás a alguien y todos esos planes de futuro no serán más que planes B, porque tu prioridad será compartir tu vida con él, y no te importará tanto tu carrera”
Y había tenido razón.
Vestir a Harry fue una odisea, ya que una vez despierto era increíblemente difícil mantenerlo quieto. Se notaba que había descansado durante su siesta. Pero al final, y tras vestirse James, pudieron enfundarlo en el peto de pana marrón con la camisita color beige.
Con el tiempo justo, se puso el vestido que James le había regalado por su cumpleaños, y que aún no había podido estrenar, porque en aquel momento estaba embarazada. Era un vestido color verde botella, con la falda por encima de la rodilla y entallado hasta la cintura. Le dijo que era lo más parecido a sus ojos que había encontrado.
Estaba terminando de arreglarse cuando sonó el aviso de que alguien llegaba por la Red Flú. Bajó las escaleras a tiempo de ver aparecer a su suegra en la chimenea. La Sra. Potter era una mujer que imponía respeto. Alta y majestuosa, de facciones grandes y ojos castaños que amedrentaban a quien no sabía ver su brillo pícaro. El Sr. Potter en cambio era un hombrecillo dicharachero y simpático, alto y desgarbado, con las rodillas huesudas que su hijo había heredado, al igual que el rebelde cabello, ya más gris que negro.
- Hola Harry- La Sra. Potter alargó los brazos al niño para cogerlo.- ¡Míralo que grande está! Has crecido mucho desde la última vez que te vio la abuela...- Y toda imagen de majestuosidad se desvaneció con la tierna sonrisa que curvó sus labios severos.- Míralo, Owen, ¡si ya tiene cara de hombrecito!- El Sr. Potter se quitó el sombrero y sonrió burlón.
- Sí que es verdad, Catherine, parece que ya le veo la sombra del bigote...- Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla, haciéndole cosquillas con el bigote.- ¿Cómo estás, hija? ¿Te dejan tranquila mis descendientes?
- Sí, Sr. Potter, de momento los mantengo a raya y aunque a veces me tengo que poner un poco dura, se portan bien.- Bromeó, colgando las chaquetas en el perchero- ¿Por qué no se sientan? ¿Quieren tomar alguna cosa?
- Pues no te diré que no a un martini seco, querida- James se acercó al mueble-bar para servirle el cocktail a su madre.
- ¿Sigues teniendo ese whisky de fuego de Speyside, James?- preguntó el Sr. Potter tomando asiento junto a su esposa, que sostenía a Harry en sus rodillas.
- Creo que aún quedan un par de medidas que podamos disfrutar.- James rebuscó en el armario y sacó la botella, de la que quedaba bastante más de dos medidas.- Lily, ¿quieres beber alguna cosa?
- Ay, pues una copa de vino blanco, si eres tan amable.- Sonrió con dulzura y se levantó para preparar unos platitos con cosas para picar.
- Espera, James.- El Sr. Potter acercó la bolsa que habían dejado junto a la chimenea y sacó una botella de vino color verde oscuro.- Abre éste.
- ¿De dónde es, padre?- preguntó mirando la botella, intentando descifrar algo de lo que ponía en la etiqueta.
- De una provincia de la costa este, bastante al sur de Cataluña, no es muy conocido, pero nos pareció que era muy fresco y suave. Se supone que tiene el nombre de la región, que ellos la llaman la alta marina, o algo similar.
Sacó a la mesa un cuenco con patatas fritas, un vaso largo con colines de queso y un plato de crudités con salsa de ajo y eneldo. James le tendió su copa de vino con un guiño. Dio un sorbo, estaba realmente bueno.
- ¿Qué tal la vuelta al trabajo, querida? ¿Cómo llevas el no estar con Harry todo el día?- preguntó la Sra. Potter con una sonrisa afable.
- La vuelta ha sido genial, Sra. Potter. No esperaba reengancharme tan rápido, y bueno, tampoco echo tanto de menos al pequeñito...sólo paso dos o tres horas en la oficina. Todas las correcciones las hago desde casa.- Se sorprendió de que la misma pregunta se la hubiera hecho su hermana apenas dos semanas antes, y la sensación que le había dado era bastante distinta. Petunia la hizo sentirse insultada, como si trabajar en algo diferente al hogar fuera hacerse peor cargo de su familia.
- ¿Cómo está tu madre?- La Sra. Potter le cogió la mano, dándole un apretón cariñoso.
- Ay, Sra. Potter...- tragó saliva- Igual, aunque cada día un poco más avanzada la enfermedad.
- Qué rabia, hija, que no se pueda hacer nada.- Se indignó el Sr. Potter, que era Sanador en Canterbury.
Sonó el timbre de la puerta, y aliviada, porque no quería volver a ponerse triste hoy, se levantó para abrir. Sirius y Remus entraron en estampida, frotándose las manos.
- ¡Uuh!- Sirius le dio un par de besos apresurados.- ¡Qué frío!- Se quitó la bufanda a estirones y la dejó encima de la silla.
- Hemos decidido aparecernos porque a estas horas está saturada la Red Flú, y claro, desde el límite de la barrera hasta la casa, hay un caminito.- Remus se había quitado el abrigo, colgándolo con pulcritud. Cogió el que Sirius le tendía, y lo colocó bien antes de colgarlo junto al suyo.- ¡Feliz Yule, Lily!
- ¡Feliz Yule!- Abrazó a su amigo, que la estrechó con cariño- ¿Qué tal? Te veo mejor...
- Sí, bueno- Remus se retiró el pelo de los ojos.- Cada vez me cuesta menos la transformación...y no sé si eso me alivia o me asusta.
- No digas tonterías, Remus- Sirius le rodeó los hombros con un brazo.- Las cosas nos van mejor, y te aceptas más a ti mismo, por eso te cuesta menos, no porque estés dejando que el lobo gane.- Sirius la miró con preocupación- Es lo que él creía.
- ¡Hey!- los saludó James desde el salón- ¿Pensáis venir o estáis de secretitos en el recibidor?
- No seas impaciente, Prongs, tenemos amor para todo el mundo.- Sirius entró en el salón con una sonrisa de oreja a oreja y James y él se abrazaron como dos hermanos que hacía tiempo que no se veían, aunque sólo hacía tres días que habían comido juntos.
- Sirius Black, mi hijo adoptivo- La Sra. Potter pasó a Harry a su esposo y se levantó alisándose la falda. Se abrazaron con cariño.- Aún tienes bastantes cosas en casa, así que si las necesitas, siéntete libre de venir a por ellas.
- Me sorprende que no haya cambiado la cerradura, Sra. Potter- bromeó cogiendo a Harry de brazos del Sr. Potter- Yo lo hubiera hecho.- Le hizo cosquillas a Harry en la barriguita, y el niño se rió encantado.- Ah, pitufillo, no te caben los ojos en la cara, ¿eh?
- Dadadadadadadadada- canturreó Harry agitando los pies y las manos. Todos rieron.
- Sra. Potter- saludó Remus, besándole la mano- Sr. Potter- estrechó la mano al padre de James.- Me alegro de volver a verlos.
- Igualmente, querido- La Sra. Potter tomó asiento de nuevo.- Es siempre un placer compartir una velada con alguien tan educado como tú, Remus, en comparación con tus alocados amigos.
- ¡Madre!- se quejó James, indignado.- Ni que no fuéramos educados nosotros.- Sonrió ampliamente.- Hoy no sé que le pasa al mundo, todos me acusan de ser un descuidado, un flojo, estar majareta...
- Todo el mundo no, Jem, tu madre y yo.- Lily se sentó en sus rodillas.
- Mira, Ginger Lily, hasta que Harry pueda hablar para dar su opinión, mi madre y tú sois todo el mundo para mí.
- Oh, Jem...- se recostó contra él.
- Sirius, déjame coger a Harry un momento.- Remus alargó los brazos hacia el niño, que le sonrió feliz.
- No, es mío- Los ojos de Sirius brillaron con divertida avaricia.- Puedes hablar con él así.
- ¿Queréis tomar algo?- Interrumpió.
- ¿Me lo estás preguntando en serio?- bromeó Sirius.
- De acuerdo, una pinta para tí, ¿Remus?- preguntó.
- Si tienes jerez, no te diré que no a una copita.- En un momento de distracción de Sirius ante la visión de la espumosa cerveza, Remus se hizo con Harry.
- ¡¡Eeeeh!!
- Aah... ¡Ahora Harry es mío!- exclamó triunfal.- ¿Verdad que sí, chiquitín?
- Titototito- Harry canturreó agitando una manita frente a la cara de Remus, que se rió encantado.
- Ay, pequeño, ¡cómo me conoces!- Remus levantó la mano y comenzó a cantar- Cinco lobitos tiene la loba, cinco lobitos detrás de una escoba.- La carcajada fue general cuando Remus terminó la canción con un ataque de cosquillas a Harry, que se retorcía muerto de la risa en su brazo.
- Tu copa, Remus.- Se acercó a él, tendiéndole la copa y cogió a Harry.- Si no os importa, voy a darle la cena ya, y así luego estaremos tranquilos.
- No, no, querida, tranquila. Voy contigo- Su suegra se levantó y fueron a la cocina. Sentó a Harry en la trona y la Sra. Potter lo entretuvo mientras ella servía la papilla de la cena en el platito especial.
- Espero que estés utilizando mi plato para alimentar a tu hijo, Lily Evans.- Amenazó Sirius desde el quicio de la puerta.
- Ay, Sirius, de verdad, parece que no me conozcas.- Lo miró con los brazos en jarras.- Oye, tanto platito y tanta cucharita para el enano y no le has dado ni una sola vez de comer, ahora que lo pienso.
- Ya, bueno, Lily, eso es algo que...creo que no...vosotras sí, porque...- La Sra. Potter lo miró con las cejas enarcadas.
- A ver qué es lo que vas a decir, Sirius Black, porque puedes firmar tu sentencia en una habitación con dos mujeres como nosotras.- Se rieron.
- ¡No!- exclamó Sirius, entrando en la cocina.- Quiero decir que no creo que pudiera hacerlo, se me dan fatal los niños, y tenerlo un rato en brazos bien, o jugar con él...pero darle de comer, no sabría ni por donde empezar...Me acuerdo de la hija de mi prima Andrómeda, que me dijo de darle de comer y acabé con papilla hasta detrás de las orejas.- La Sra. Potter y Lily se rieron, pero a Sirius le recorrió un escalofrío.
- Pero Harry es un niño muy bueno, Sirius, no te va a dar ningún problema.- Aseguró la Sra. Potter.
- No estoy tan seguro, Sra. Potter, al fin y al cabo es digno hijo de su padre.- Lily lo miró ladeando la cabeza y esbozó una sonrisa sardónica.
- ¿Me estás diciendo, Sirius Black, que no te atreves a darle de comer a un niño tan dulce?- le retó, aguantándose la risa.
Sirius la miró, y podía verse en su rostro el conflicto de pensamientos que cruzaban por su mente. No quiso mirar a su suegra, porque intuía que estaba pensando lo mismo, y si la miraba, las dos se partirían de risa.
- Está bien, lo haré.- Sirius cogió un delantal que había colgado en un perchero y se lo anudó a la cintura. Le quitó la cucharita de Harry de la mano y se arremangó antes de sentarse.- NO se escupe al tío Sirius, ¿eh? La comida entra en la boca y no vuelve a salir por ella, ¿de acuerdo?
- Ñamñamñamñam- exclamó Harry con júbilo.
- Bueno, parece que al menos le apetece comer.- Sirius hundió la cuchara en la papilla de merluza y la levantó hasta la boca de Harry.
- Aaaaaahmm- dramatizó Harry abriendo mucho la boca. Lily estalló en carcajadas. Era lo que ella siempre hacía antes de darle de comer, y le hizo mucha gracia que Harry la imitara. Sirius metió la cuchara en la boca del niño, que la aceptó obediente, y entonces la miró circunspecto.
- ¿Qué pasa?- Las observó de hito en hito.- Ha comido, ¿no?
- Sí, sí, tú lo has hecho muy bien, Sirius- Se enjugó las lágrimas.- Es lo que le digo yo siempre, con la primera cucharada de comida que le doy.
- ¿Me estabas enseñando cómo hacerlo, pitufillo?- Harry hizo una pedorreta y abrió la boca.- ¿Quieres más, eh, pequeño tragón?
Continuó dándole la papilla mientras la Sra. Potter y Lily observaban divertidas. Harry abrió la boca ante cada cucharada, y hacia la mitad del plato Sirius dejó de titubear y cogió velocidad. Al final, el plato estaba vacío y Harry sólo tenía las comisuras de la boca manchadas de papilla. Lo limpió con el pechito y sostuvo el biberón de agua para que Harry bebiera.
Notó una sonrisa curvando sus labios. Los hombres cobraban un brillo especial cuando los veía a cargo de un bebé o siendo cariñosos con sus padres. Fue cuando vio a James despedirse de su madre en King’s Cross antes de sexto curso que dejó de pensar en él como un imbécil redomado y comenzó a verlo de un modo que antes jamás se hubiera planteado.
Fue aquel año que descubrió que lo daba todo por sus amigos, que era estudioso y ordenado, que siempre tenía una palabra amable para los más pequeños del colegio, que su sonrisa iluminaba la habitación, que sus ojos brillaban divertidos y traviesos, que se podía hablar con él aunque estuvieran sus amigos delante, que tenían tantas cosas en común que no podía evitar pensar en James cuando veía o escuchaba algo que sabía que apreciaría…
Como leyó de Mr. Darcy “no podía concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras que asentaron los fundamentos. Cuando se dio cuenta de que había principiado, se hallaba ya a medio camino”. Y la adoración que James le profesaba, su constante atención, su insistencia…sólo hizo arraigar más profundamente ese afecto que se abría paso con timidez.
- Querida- la voz de su suegra la sacó del ensimismamiento.- Los caballeros demandan su cena, ahora que nuestro tesoro está alimentado.
- ¿Eh?- sacudió la cabeza, Sirius había sacado a Harry de la trona, y lo hacía saltar en su brazo, con el rostro radiante de orgullo por haber completado con éxito su misión.- Sí, sí. Vaya a sentarse, Sra. Potter, por favor. Sirius- éste la miró, con Harry estirándole de un mechón de pelo- puedes dejar a Harry en el parque, si quieres, y mándame a James.
- Hemos traído el pan especial de Remus para la cena.- Sonrió, los dos sabían cuanto le gustaba aquel pan, que durante el último curso en Hogwarts horneaban en las cocinas, a las que se escabullían los viernes por la noche, y lo comían durante las largas sesiones de estudio.- ¿Le digo que lo ponga en la mesa?
- Oh, por favor, Sirius, como si estuvierais en vuestra casa.- Comenzó a preparar los platos de los aperitivos, y metió la pieza de brie en el horno. Estaba cortando el Stilton cuando unas manos la cogieron por la cintura, y el aliento cálido de James rozó su cuello, haciendo que un escalofrío recorriera su columna.
- ¿Necesitas de mis servicios, Ginger Lily?- susurró provocador.
- De esos ahora no, Jem.- Sonrió, aquella noche sería divertida.- ¿Podrías ir haciendo plato?
- Como desees- Le dio un beso húmedo detrás de la oreja y se separó de ella. Tuvo que respirar hondo para volver a centrarse en lo que estaba haciendo. Cuando James tuvo los platos listos con la porción de pollo, la guarnición de patatas, zanahorias y cebollas francesas glaseadas, regadas de la salsa espesa y brillante, los hechizó para mantenerlos calientes y para que aparecieran en la mesa.
Levitando los platos de aperitivos frente a ellos se dirigieron al comedor, donde ya estaban sentados sus suegros, Sirius y Remus, Harry jugaba con una snitch de peluche hechizada para revolotear a su alcance, sentado en su parque.
- ¡Por fin!- exclamó Sirius dando una palmada- Ya pensaba que nos ibais a matar de hambre.
- Sirius…- Le reconvino Remus bromeando.
- ¿Qué pasa Moony?- Sirius sonrió- Es totalmente cierto y sabes que tengo razón, tu estómago aúlla desde hace un buen rato.
- Remus, si tenías hambre ya podrías habernos dicho algo, que hay confianza.- James le dio una palmadita en la espalda y se sentó junto a su padre.
La comida transcurrió entre risas y bromas. Cuando estaban James, Sirius y Remus juntos, y Peter que no había podido acudir por tener un compromiso familiar previo, no podían evitar volver a ser los jóvenes divertidos y bromistas que habían sido en la escuela.
Los platos iban vaciándose, y con ello aumentando su satisfacción por el trabajo bien hecho. La Sra. Potter la felicitó por su buen hacer, y todos alabaron el chutney y el pollo relleno. El vino maridaba a la perfección con la cena y el tiempo voló hacia la medianoche.
Llegó el momento de encender el tronco de Yule y pronunciar el salmo tradicional que ella, como anfitriona y madre, era la encargada de hacerlo. En silencio y abrigados, salieron al jardín mullido de nieve, James cargado con el tronco decorado y la Sra. Potter con un adormilado Harry en brazos.
Se situaron en círculo y James se adelantó a colocar el tronco en el centro, impermeabilizado el suelo mediante un hechizo, y prenderlo. El fuego cobró fuerza con rapidez, y las llamas se elevaron danzarinas, iluminando sus rostros y caldeando el ambiente. Se cogieron de las manos, y James estrechó la suya con fuerza. Lo miró con una sonrisa.
- Voz de la Tierra, te escuchamos…En el sonido de los pájaros cantando al amanecer; en el correr de las aguas del arroyo; en la respiración de los árboles compartiendo su sabiduría; en la belleza de una flor que se abre; en nuestras conciencias al preocuparnos por Ti y en nuestras almas cuando vivimos en Paz.
- A todos en la Tierra, paz y buena voluntad- pronunciaron a coro.
El tronco ardía despacio, y todos los lazos y ramitas de acebo y muérdago que le habían colocado hacían que las llamas fueran de distintos colores.
- Garantícenos, oh Espíritu, vuesa protección; en la protección, fuerza; en la fuerza, comprensión; en la comprensión, conocimiento; en el conocimiento, verdad; en la verdad, amor; en el amor, el amor por toda la existencia; y en ese amor, el amor por la vida en toda la Tierra.
- ¡Eso decimos todos!- exclamaron al unísono y entraron en casa.
Cogió a Harry para quitarle el abrigo y se sentó con él en el sillón más cercano a la chimenea. Tenía las mejillas rojas y frías y una llamita de preocupación se encendió en su estómago. James repartió los tazones de vino caliente con especias y dio un beso a Harry en la frente antes de sentarse en el brazo del sillón que ocupaban.
- Mmm, James, está realmente bueno- Alabó la Sra. Potter.- Lily te ha enseñado bien, hijo.
- Gracias, madre.- Alargó la mano para acariciar la de su madre, tendida hacia él.- Sí es cierto que hemos aprendido mucho juntos.
- ¡El amooooor!- Se burló Sirius.
- ¡Oi! ¡¡Cómo si tú no tuvieras!!- se quejó, mirando a su amigo con falso reproche.
- Bueno, pero nosotros no vivimos en un pastel algodonoso con merengues, envuelto en tul, revoloteado por querubines gordinflones que van tirando confeti de color rosa en forma de corazón y suenan canciones de Celestina Warbeck mientras bailamos en una pista de azúcar glace y pajaritos cantan a nuestro alrededor…
- Eso lo dirás por ti, Padfoot- Remus esbozó una amplia sonrisa- Has descrito exactamente mi mundo…
- Ooooh, ¡el amooooooooor!- se burló James esta vez, riendo todos del color rojo que teñía las mejillas de Sirius.
- Sois lo peor- Sirius se hundió en el sofá y dio un largo sorbo al vino.
Siguieron metiéndose el uno con el otro, sobre cual tenía la vida más ñoña. Harry se había quedado dormido en sus brazos, y emanaba un reconfortante y saludable calor. James jugueteaba con su pelo, distraído, Remus observaba divertido como Sirius y James se picaban, el Sr. Potter metía baza para defender a su hijo de vez en cuando y la Sra. Potter observaba la escena con una sonrisa divertida.
Por primera vez en toda la noche dejó de dolerle no tener a nadie de su familia allí. Como había dicho James, todas las personas que componían su mundo estaban rodeándola.