¿Nunca han sentido esa sensación de estar riendo y llorando al mismo tiempo después de ver una película? ¿Si? Entonces me entienden.
Esta mañana me desperté cuando mi hermana encendió la luz para arreglarse porque tenía que ir al preuniversitario, me levanté a las diez (cosa que para mí, es como si me levantaran a las siete) y fui al cuarto de mis papás para ver televisión porque el mío estaba muy desordenado.
La cosa es que, al buscar que ver, me encontré con que estaban dando Ghost, les juro que esa película siempre me la quise ver completa y nunca pude, entonces me dije "Ya que está, veámosla..." y después de eso, no saben lo estúpidamente patética que me veía llorando y comiendo maní.
Es que la trama es tan perfecta, los efectos especiales no son muy buenos, pero ver a Demi Moore hablando sola en su departamento provocó que me sintiera taaan mal, y mejor no les cuento como me sentí cuando vi a Patrick Swayze viendo su cuerpo tirado en la calle y extremadamente desesperado por salvar la vida de su único y verdadero amor.
Lo sé, soy una cursi sin remedio, pero tenía que decirlo.
En fin, que además de contarles sobre lo sensible que me puse viendo esa película, quiero decirles que estoy enamorada de una serie que empecé a ver desde hace ya un tiempito. En serio, la serie se llama Dead like me y es, en pocas palabras, una de las mejores series (además de queer as folk y pushing daisies *giggles*) que he visto.
Les dejo unas imágenes para que vean de lo que hablo.
Amo esta foto por muy propaganda que sea xD
¿Y? ¿No se enamoraron de ninguno de ellos después de ver las fotos? ¿No? Si es así, no sé qué más decir para que comprendan mi estado de fangirl histérica y enamorada xD
Sé que el post es muy largo, pero aún me falta mostrar las viñetas de Sirius que escribí. Espero y les guste.
Autor:
aisatnafFandom: Harry Potter
Personaje/Pareja/Trío: Sirius Black
Tema: #13 - Tatuaje; #24 - Reloj; #11 - Déjà vu
La mansión Black huele a celebración durante todo el día y a comida de elfos recién hecha. La casa está inundada de un aire asfixiante de elegancia y distinción y, cuando el reloj marca las diez menos cuarto, Sirius siente que algo en su interior se desvanece poco a poco y que el corbatín le saca el aire.
A las diez en punto, las escaleras se acortan y forman una línea estrecha entre el deber y la libertad. Sirius nota como se estrechan y lo acusan de pecador, como susurran entre ellas los secretos más escondidos del primogénito de los Black y le hacen ver lo que es. Un marginado.
Y a toda honra.
Ve a su madre cerca de la puerta recibiendo a los invitados, con ese aire de grandeza que intimida y te hace ver pequeño al ojo de los demás. Provoca que te sientas insignificante, y que tu orgullo llegue a ras de suelo si te atreves a mirarla a los ojos. Acusándola. Retándola. Desafiando a la naturaleza.
-Arréglate el cabello, Sirius, me estás avergonzando.
-Con todo gusto, madre.
Lo dice con doble sentido, claro, como casi todo. Su madre le lanza una advertencia muda con la mirada centellándole en la superficie gris que lanza hielo fundido cuando menos te lo esperas. Y Sirius está cansado de esperar.
A las diez y media, con el whisky de fuego en una mano y el alma en los pies, Sirius escucha a su padre hablar con uno de los del Ministerio. No sabe quien es, pero uno de los botones de su chaqueta está pendiendo del ojal y amenaza con sacarle un ojo.
-…Y el Ministerio se está echando a perder, con esa tonta defensora de los muggles de Millicent.
-¿Y cree usted que lo haría mejor que ella, señor?
Sirius no lo puede evitar. Sonríe mientras nota la mirada de Orión sobre él y, después de tomar de su vaso, nota como ese hombre de prominente barriga lo mira con el ceño fruncido y una sonrisa incómoda y falsa.
-¿A qué te refieres, muchacho?
-A que no creo que usted ni su prominente estómago puedan gobernar mejor que Millicent Bagnold, señor.-Sirius puede ver el leve color rojo que adquiere el rostro del hombre frente a él y la manera en que su padre intenta disculparse y obligarle a él a decir algo.
-Lo lamento, padre, pero no es culpa mía que los hábitos alimenticios de este hombre no sean tan favorables, permiso.
Sirius sabe que se está metiendo en serios problemas, y cuando el reloj de pie marca las once en punto y su padre le toma del brazo y lo lleva a su despacho, se da cuenta de que esa noche, otro rostro va a ser borrado del árbol familiar.
-Has traspasado el límite, Sirius, y lo sabes.
-Perfectamente, padre.
-¿Te gusta poner en vergüenza a tu familia?
-Vivo para eso.
Cuando el reloj marca las doce, los invitados miran como un chico demasiado alto y demasiado rebelde atraviesa el umbral de la puerta de Grimmauld Place con la mano derecha desasiendo el nudo del corbatín y la otra cerrada en puño.
-Madre, padre, señores…
-Deberías avergonzarte, Sirius. Si traspasas esa puerta, juro que me olvidaré de que tengo dos hijos.
-No sabes cuanto me desagrada la idea, madre.
A las doce y un minuto, el tapiz del árbol familiar tiene un nuevo rostro quemado.
Porque Sirius, aunque lleve el apellido pegado en la piel como un tatuaje, ya no hace parte de esa familia.
Y eso era inevitable.
Aún tiene los párpados caídos cuando baja las escaleras de la mansión de los Potter con un James demasiado entusiasta a sus espaldas coreando la letra de una canción verdaderamente extraña.
Hace ya muchos años atrás que el día de su cumpleaños le dejó de importar. Siempre lo vio como la excusa perfecta para que su madre presumiera de su linaje frente a personas igual de elitistas y cabezas huecas como ella.
Ahora que está en la casa de las únicas personas que han sabido ver lo que es de verdad y que no solo es un rostro con facciones elegantes y el porte de un verdadero rey, la simple idea de cumplir diecisiete años no le resulta tan desagradable como creía.
-Jimmy, en serio, si no te la sabes, no cantes.
-¡Pero es que cumples la mayoría de edad, Black!
James canta a viva voz el estribillo y la mirada le baila al mismo tiempo. Sirius pone los ojos en blanco y, tras suspirar, salta los dos últimos escalones que faltan para llegar a la primera planta.
Hay algo raro en el ambiente, algo diferente que le hace sentir extraño. El señor Potter está sentado en su sillón favorito frente al fuego de la chimenea con el profeta tapándole el rostro, como siempre, y la madre de James tararea en la cocina mientras mueve cosas a diestro y siniestro con la varita.
Ahora sabe de dónde sacó James su afición por la música de melodías extrañas.
-¡Oh, Sirius!
Segundos después, lo único que siente es el abrazo cálido y maternal de la señora Potter igual de entusiasmada que su hijo por su cumpleaños y las palmadas cariñosas de Charlus Potter en su espalda mientras entona un “te estás haciendo mayor, muchacho”.
Al separarse, su vista se detiene en una pequeña caja en las manos de la madre de su mejor amigo envuelta en un papel con un perro negro y grande a la luz de una luna estampado en él.
Sirius sonríe por la ocurrencia. “Cornamenta” es lo primero que se le viene a la mente.
-James insistió en envolverlo, cariño, no pude evitarlo.
-Ya veo por qué está tan deforme, señora Potter.
Toma el paquete con cuidado. Nadie más a parte de James en ese lugar sabe el verdadero significado de esa cajita y siente que una cuerda le oprime el pecho y le forma un nudo en la base del estómago.
Un reloj.
De oro y con manecillas de plata que giran al contrario. Sonríe al recordar la tonta tradición de los relojes al cumplir la mayoría de edad y que ahora que le está sucediendo precisamente a él, no le resulta tan tonta como antes.
Los ojos se le humedecen y, al mirar a su lado, ve a James sonriendo de manera extraña, como si estuviera tan emocionado como él.
-¿Estás llorando, Canuto?
-No, capullo, solo se me metió un poco de polvo en el ojo.-dice, mientras se restriega los ojos con el dorso de la mano-muchas gracias, señora Potter, es el mejor regalo que me han dado.
Al ponérselo, siente que le cosquillea la mano y que algo que no sabe muy bien qué es, provoca que le retumbe la cabeza y que vea todo borroso por un segundo.
Tal vez en verdad está madurando.
Es difícil regresar a ese lugar. Puede percibir como las paredes se encojen sobre él para susurrarse entre ellas los secretos que aún están escondidos en todas y cada una de sus esquinas “Es él, el marginado, el amigo del hombre lobo” “Es Sirius Black, el hijo de Walburga, el que mató a su mejor amigo”
El aire es pesado desde que lo recuerda. El piano sin teclas aún está ahí, en esa esquina apartada de la habitación que aún ha guardado el olor a whisky de fuego durante todos esos años, como si tuviera memoria y recordara la última noche de los merodeadores en ese lugar.
-¿Y qué vas a hacer, Cornamenta?
Hay una botella de whisky de fuego en medio del círculo que han formado los cuatro. Peter mira a James con ojos llorosos y un leve temblor en el labio inferior por el efecto del alcohol.
-Si, Jimmy, ya conseguiste a Evans ¿Ahora qué, le vas a pedir matrimonio?
Sirius toma la botella y bebe un largo sorbo que le deja un calor doloroso en la garganta.
James lo mira culpable, con los ojos bailándole tras los lentes, y se despeina el pelo con la mano derecha. Sirius le devuelve la mirada con una ceja levantada, Remus niega levemente con la cabeza mientras se apoya en una de las patas del piano y Peter mira a James y a Sirius intercaladamente esperando alguna discusión colosal que siempre termina en un par de “idiotas” “chucho pulgoso” y uno que otro trago en Hogsmeade.
-En realidad, sí.
Hay un silencio incómodo por un momento que solo es roto por el susurro de las hojas afuera.
-Vale, idiota, pero quiero ser el padrino.
Una sonrisa nace en los labios de James mientras toma la botella de las manos de Sirius, toma un sorbo y hace un sonido raro con la boca.
-Vale, pero voy a invitar a tu madre.
-¿Qué hacemos aquí?
Había olvidado que no esta solo. Al lado de la cama con sábanas revueltas está el chico pelirrojo amigo de Harry que tiene una pierna rota, el cabello alborotado y varios rasguños en el rostro blanco y pecoso que se contrae con el dolor y el miedo.
-Esperar.
Su voz suena atronadora, tiene un timbre grave y jadeante que hace mucho tiempo no escuchaba. Sus ojos con un toque demente se dirigen a la puerta que es abierta con un chirrido y se esconde en las sombras.
“Está aquí”
-¡Ron!, ¿Estás bien?
“Así que el pelirrojo se llama Ron”
-¿Dónde está el perro?
Suena igual que James a su edad. Con ese tono maduro, pero que guarda diversión en el fondo.
-No hay perro.-Sirius suponía que el pelirrojo iba a decir eso. Está emocionado como nunca antes, va a tener a Harry cerca, le va a poder explicar todo lo que ha pasado y va a poder volver a ser el mismo Sirius Black de antes.-Harry, es una trampa.
-¿Qué…?
-No es un perro, es un animago.
Es la hora de revelarse. Ha esperado ese momento desde que vio la fotografía en el diario. El corazón le palpita como si quisiera salirse de su pecho y la cabeza le funciona tan rápido que puede escuchar los engranajes que se unen en una idea.
Y lo ve. Pequeño, destartalado y con los ojos brillantes por la furia, el odio y la venganza. Los lentes, el cabello, la forma en que aprieta la varita. Todo en él tiene la esencia de James gravada. Los ojos verdes con el toque de ternura de Lily. Es Harry, ése niño maduro de catorce años es su ahijado.
“Soy su padrino, él es Harry”
Intenta sonreír al verlo, pero solo le sale una mueca tétrica que daría terror. Harry, el pelirrojo y la chica con cabello alborotado le miran y, cuando su ahijado quiere acercarse para golpearlo, siente que eso ya le ha pasado y que alguien lo ha visto así alguna vez.
-¡Pudo haber muerto, Sirius! ¡¿Es que no pensaste en esa maldita posibilidad?!
-Pero no fue así, no entiendo por qué te preocupas tanto.
Están en la habitación de los chicos de Gryffindor de quinto año. Sirius está apoyado en la pared de manera despreocupada y James, con el cabello más alborotado de lo normal, lo mira con desilusión y rabia tras los lentes.
-¡Me preocupo por Remus, Sirius! ¡¿Pensaste en él en algún momento?!
“Pensé en él todo el tiempo, idiota”
-No pasó nada ¿Vale? Ahora déjame en paz.
-¡Eres un inconciente!
-¡Y tú un idiota, pero no me oyes diciéndotelo todo el tiempo!
-Yo no soy el que casi mata a alguien, Sirius, yo no traicioné a mi mejor amigo.
Sirius traga saliva, fulmina a James con la mirada y sale de la estancia con un portazo. Sabe que James tiene la razón, pero el dolor se hace un poco más real cuando se lo dice.
Menea la cabeza para apartar el recuerdo del que antaño era su verdadera familia.
En su presente solo hay dolor, angustia y años de olvido al salir de la celda en la que lo tenían aislado y, ahora, en el mismo momento en el que su boca produce un hechizo y las varitas están en sus manos, la historia se vuelve a repetir, pero en cambio de un lobo desdichado y un chico con lentes y pelo revuelto, ahora es solo un pelirrojo con muchas pecas, una chica delgaducha y despeinada y el hijo del hombre que le entregó su vida y él la dejó ir.
¿Y? A mi no me convencieron mucho, pero fue lo máximo que pude hacer en estas circunstancias.
Bueno, demasiado largo el post, pero tenía que decirlo todo.
Besotes!