Viñetas no tan viñetas y un poco de bla bla bla

Mar 22, 2008 02:27

He descubierto que un día sin livejournal puede resultar inofensivo, pero que de ninguna manera lo es, porque he estado tan aburrida que he leído cosas en Wikipedia y descubrí que JKR en verdad es humana y no una simple diosa que creó a Sirius y a Remus (*cof**cof*para que estén juntos*cof**cof*) y a James, porque si, cometió demasiados errores en los libros que una por despistada no nota, pero que están ahí.

También he descubierto que todas por aquí tenemos la manía de cambiarnos el nick en cada página en la que nos inscribimos, hoy, por ejemplo, descubrí que nuestra amiguita albaclara tiene una doble personalidad en fanfiction y yo ni por enterada. Ya saben, una con tantos nombre como R.S.Black, isa y aisatnaf ya se enreda por si sola.

En fin, que además de estar tan aburrida, mis musas regresaron de sus vacaciones a hawaii y me trajeron además de agua de coco un leve flash de imaginación, por lo que escribí tres viñetas. Dos son para 30vicios y otra es para la comunidad de albaclara que se llama 10instantes con la cual estoy actualmente casada y con planes de tener hijitos, ya les dije que tienen la obligación de pasarse por ahí y escoger una de las maravillosas tablas que flor creó, así que no digo mucho más.

En fin, que me dejo de parlotear y les dejo las viñetas no tan viñetas porque son un poco largas.

Autor: aisatnaf
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pareja/Trío: Gryffindor
Tema: #5 - Deseo

Advertencia: leve slash y spoilers del último libro.


Al verse en el espejo, solo ve a un rostro demacrado con demasiadas arrugas y con una nariz demasiado torcida, a un par de ojos azules que danzan tras los lentes de media luna y que lo miran con tristeza tras ese halo de sabiduría y decisión. Algunas veces incluso, puede jurar que por un segundo, puede ver en ellos al chico buen mozo que su madre Kendra le decía que era.

Puede ver al joven de cabello cobrizo y mirada alegre que caminaba por los pasillos con aire tranquilo y sabiondo hace ya muchos años atrás, cuando la magia que recorría por sus venas era inexperta y su varita revoloteaba alegre y chispeante en el bolsillo de su túnica con el escudo de Gryffindor y la placa de prefecto instalada orgullosamente en su pecho.

A veces piensa que fue demasiado ciego cuando solo era un muchacho que deseaba ser poderoso y sabio, piensa que las ansias de poder fueron suficientes para que no se diera cuenta de que tenía una vida y varias responsabilidades más allá de las cartas que se enviaba con Gellert, que su realidad era ser la cabeza de una familia de tres en la que además de él, estaban Aberforth que siempre fue más noble, y Ariana, la niña de mirada vacía que murió siendo demasiado joven e inocente.

Cree muchas veces que no hizo las cosas bien, que todos eses pequeños pasos que dio no eran necesarios y que los caminos que decidió seguir, no eran los correctos, que debió haber ido por los otros y no haberse dejado vencer por el mero deseo de ser alguien grande y situarse sobre aquellos que no eran iguales a él.

Hay situaciones en las que se sorprende a sí mismo pensando en la cantidad de veces que la lechuza de Grindelwald atravesó su ventana a las tantas horas de la noche con un pergamino atado a una pata en el que Gellert le contaba sobre su ferviente deseo de encontrar las Reliquias de la Muerte y de ser lo suficientemente poderoso para dominar al mundo mágico.

Hubo ocasiones en las que sintió temor de lo que la mente de su amigo y sus capacidades de comprensión pudieran ocasionar sobre las demás personas. Se sintió tan maravillado al tener la oportunidad de conocer a una persona con pensamientos tan parecidos a los suyos que no encontró necesario prestarle atención a lo demás que los rodeaba.

Fue un gran verano, sin duda, pero también el peor de todos. La muerte de su madre fue sorpresiva, claro, pero la de la pequeña Ariana fue un golpe demasiado bajo para los Dumbledore. Aberforth nunca le perdonó que hubiera sido tan inconciente, y lo entendía porque él tampoco se lo perdonó nunca.

-Profesor ¿Qué es lo que ve usted en el espejo?

-Yo, Harry, me veo a mi mismo sosteniendo un par de gruesos calcetines de lana, uno nunca tiene suficientes calcetines y nadie me regaló ni un solo par para Navidad, no entiendo por qué todos insisten en regalarme libros.

Eso no es lo que ve, claro, lo que el espejo de Erised le muestra en realidad es a su familia viva y reunida mientras que Aberforth lo perdona por todos sus errores y vuelven a ser los mismos hermanos que nunca se hubieran lanzado hechizos aún sin intención, ni se hubieran roto la nariz en un funeral.

Pero, claro, Harry es demasiado pequeño aún para saber la verdad. Tal vez más adelante, Dumbledore pueda luchar con los fantasmas de su pasado de una vez por todas y pueda contarle al niño que vivió todas esas cosas que no le contaría a nadie más.

Porque los secretos de la familia Dumbledore siempre serán eso, secretos, y Albus Dumbledore está dispuesto a guardarlos por un poco más de tiempo.

Ya saben, lo que sea necesario.

Autor: aisatnaf
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pareja/Trío: Sirius Black
Tema: #1 - Ilusión


No sabe en qué día se encuentra. Si es de día o es de noche o si solo está soñando con cosas sin sentido que pronto, cuando despierte, solo quedarán reducidas a eso. No sabe que ha pasado en ese tiempo que ha estado encerrado, no recuerda si ha comido o simplemente se ha mantenido en pie por las meras ganas de vengarse, solo recuerda que su nombre es Sirius, que es mago y que antaño tuvo un mejor amigo que murió dando su vida por un futuro mejor para su hijo y que fue traicionado por un maldito cobarde llamado Peter Pettigrew.

Está aburrido de ver siempre las mismas paredes de piedra. De oler la misma inmundicia de ese lugar, mezclado con la comida rancia que le pasan por la puerta. La esperanza de salir de ahí lo abandonó hace mucho tiempo y ahora solo tiene a las ratas y a los dementores para hacerle compañía.

Hace doce años que está obligado a dormir en esa celda, que se tiene que abrigar con esos harapos rotos y sucios, que el cabello le creció hasta los codos y que su rostro se deformó provocando que lo que aún queda de Sirius Black no sea ni siquiera la sombra de lo que había sido en sus años mozos.

Su rostro demacrado se gira al escuchar el chirrido de la puerta. No sabe que hora es y no lo encuentra necesario, pero la hora de la cena aún no llega y nunca abren la maldita puerta para otra cosa que no sea para dejar un plato lleno de una mezcolanza extraña y maloliente y para comprobar si aún sigue vivo.

Lo primero que ve es un par de zapatos negros y bien lustrados en la oscuridad que predomina en la celda. Al levantar la mirada con un leve halo de demencia, se encuentra con un hombre enfundado en un traje gris y corbata que tiene un diario bajo el brazo y un pañuelo que utiliza para taparse la nariz y la boca en un intento desesperado de no sentir el fuerte olor a suciedad.

Sirius Black, sentado en el suelo de piedra con una pierna extendida y la otra doblada contra el pecho, sonríe lacónicamente al verlo y dirige su mirada al sombrero verde lima que el robusto señor tiene en la cabeza.

-Joven Black.

Sonríe de nuevo al notar la manera en que el señor arruga la nariz por el terrible olor al quitarse el pañuelo y guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta. El hombre se quita el sombrero y lo apoya en su pecho mientras hace una leve inclinación de cabeza como saludo.

-Soy Cornelius Fudge, el ministro de magia.

-Usted dirá, señor Fudge.

Lo dice lento y la voz choca contra las paredes provocando un leve eco. Hace tanto tiempo que no la utiliza que la escucha extraña y más grave que la última vez hace doce años.

-Oh, no, no vengo para nada en especial, solo… bueno...-Fudge suelta una risita nerviosa mientras juega con el sombrero-solo inspeccionaba por aquí y me entró curiosidad por saber como se encuentra, joven.

-Bueno, me siento como se supone que me debo sentir en un lugar como éste.

-¿No se siente usted extraño, joven Black? Digo, ¿No se siente…diferente, tal vez?-Sirius sabe que ese señor se siente nervioso por estar encerrado ahí con él y tampoco lo culpa, la verdad, su aspecto no es, precisamente, el de una persona en su sano juicio.

-Siento frío todo el día, si es a eso a lo que se refiere.

-Oh, bueno, es normal por los… si, bueno, es normal.

-Si.

- Y, dígame ¿Ha pensado en algo últimamente?

Ha pensado en muchas cosas, en realidad. Ha pensado en James y en Lily, en la fotografía del pequeño Harry montado en la escoba de juguete que le regaló para su cumpleaños. Ha estado pensando en que ya está cansado de estar encerrado y en que si algún día podrá volver a ver la luz del sol o si, simplemente, se dejará morir dentro de algunos años. Si Peter se ha arrepentido de lo que hizo o si Remus ha sufrido con la luna llena.

-No mucho, la verdad.

-Oh, bueno, será mejor que me vaya, se hace tarde y el deber me llama.

-Señor Fudge.-lo llama antes de que se acerque a la puerta-¿Terminó de leer el diario?

Observa como el hombre dirige su mirada nerviosa hacia el diario bajo su brazo y la manera en que la conecta después con la suya. Asiente con la cabeza y frunce el ceño levemente.

-¿Lo pregunta por algo en especial, joven?

-Oh, no, por nada en especial, es solo que extraño los crucigramas.

-Ah, ya veo.

El ministro de magia está sorprendido y lo mira vacilante mientras carraspea nervioso. Al final, decide que no hay nada de malo en dejarle el diario y se lo pasa con cautela.

-Gracias.

-Hasta luego, señor Black.

Cuando el ministro sale de la celda en la que Sirius está encerrado, el hombre de sonrisa quebrada desenrolla el papel con calculada rapidez y ojea un poco buscando algo que leer. En la primera página hay una fotografía en blanco y negro de un grupo de personas que saludan efusivamente a la cámara mientras una enorme pirámide egipcia se muestra imponente a sus espaldas.

“Funcionario del Ministerio de la magia recibe un gran premio”

Sirius lee el pié de foto y la vuelve a apreciar más detenidamente. El tal Arthur Weasley debía ser el hombre calvo a la derecha de la fotografía que rodeaba a una mujer baja y gordita por los hombros. Los hijos debían ser las otras siete personas, los tres más altos estaban al lado de dos chicos iguales que sonreían a la cámara, la única niña se veía aún demasiado pequeña al lado del niño larguirucho que la rodeaba protectoramente y que tenía una rata a la que le faltaba un dedo en el hombro derecho.

Pettigrew.

Sirius se apresura a detallar a la rata. Demasiado vieja para serlo de verdad, con más pelo en la cabeza que en las otras partes del cuerpo, gorda y sin un dedo en una de las patas delanteras. No hay duda de que ese es Peter en su forma de animago, maldito cobarde, se ha estado escondiendo durante doce años de…

No puede creerlo, encuentra inconcebible lo que ese traidor ha hecho en todos esos años sobreviviendo a punta de los cuidados de esa numerosa familia.

Sirius siente como el corazón le palpita emocionado. Siente como la esperanza de salir de ahí crece de manera inesperada y la ilusión de al fin poder vengar la muerte de James nace en su interior haciéndole sonreír por primera vez desde hace tanto tiempo.

Se pone de pie rápidamente, lee por última vez el pié de foto y, la última frase se le queda grabada en la memoria “… el nuevo año escolar de Hogwarts, donde estudian actualmente cinco hijos del matrimonio Weasley.”

Es su oportunidad de buscar venganza. Es su oportunidad de al fin saldar cuentas con Peter Pettigrew y de poder salir de ese lugar.

Rasga el papel con ímpetu y lo estruja con las dos manos asimilando todo lo que ha pasado.

Esa noche, Sirius piensa en la manera en que su sed de venganza aumenta, y un está en Hogwarts retumba en su cabeza hasta que se duerme pensando en que un día no muy lejano, su suerte va a cambiar y va a poder tener un mejor futuro que el pasado que le tocó vivir.

Autor: aisatnaf
Fandom: Harry Potter
Claim: James Potter/Lily Evans
Tabla: Sentidos (tacto)
Advertencias: leves spoilers del séptimo libro, leves, claro, pero son spoilers al fin y al cabo.


Sabe que la mira desde esa esquina apartada de la biblioteca en donde la luz no llega lo suficiente como para iluminarle el rostro. Que los ojos que se esconden tras esos lentes redondos chispean como mareas enfurecidas cuando la observan detenidamente de a ratos largos.

Lo sabe, porque lo ha visto y lo ha notado, es un brillo que se extiende por toda esa superficie achocolatada en la que solo se permite perderse en sueños, si, porque Lily Evans es humana, tiene diecisiete años y se puede dar el derecho de soñar, y que sea James Potter quien le roza la piel con esas manos de nudillos grandes, no es algo que le importe demasiado en esos momentos.

-Cistem Aperio.

Intenta concentrarse en el encantamiento para no prestarle atención a nada más. Pero es difícil cuando en lo único en lo que puede pensar es en que unos pasos más allá, un chico la mira desde hace ya varias horas provocando que un cosquilleo le recorra hasta la punta de los pies.

-Cistem Aperio.

No puede, le es imposible estudiar con tranquilidad si James Potter no aparta su mirada penetrante y noble por naturaleza de ella. Cierra el libro, le coloca la tapa al frasco de tinta, recoge las plumas y enrolla el pergamino antes de levantarse y ajustarse el bolso al hombro para dejar el tomo de encantamientos en su respectivo lugar.

Se interna entre estanterías que huelen a tinta, polvo y a pergamino viejo. Busca entre los lomos el nombre que corresponde al anterior tomo del libro que tiene en sus manos, al encontrarlo, se tiene que poner en puntitas de pie porque no recordaba que estaba tan alto. Deja el bolso en el suelo y lo intenta de nuevo, sin éxito claro, pero lo intenta.

-Estabas con él.

Deja caer el libro por la sorpresa y ahoga un grito con ambas manos mientras da un respingo.
La voz grave proviene de sus espaldas y, al voltear, se encuentra de frente con el cuerpo alto e imponente de James Potter que la mira con tanta intensidad que provoca que se sienta pequeña.

Es más alto cuando está así de cerca, Lily deduce que si alarga un poco la mano derecha puede rozar su pecho amplio escondido tras el uniforme de quidditch sucio que aún no se ha quitado, puede percibir, también, que el olor que posee James en ese momento (sudor, tierra húmeda y pasto recién cortado) no va a ser fácil de olvidar en esas circunstancias.

-¡Circe bendita, Potter, casi me matas de un susto!

Es una buena excusa ¿No? Eso de quejarse y alejarse de él al mismo tiempo. Tiene que hacerlo, por su bien, porque está segura de que si dura un segundo más tan cerca de él, todo por lo que ha luchado se va a esfumar y no está dispuesta a eso.

“No sabía que era tan alto”

No sabe muchas cosas. No sabe a qué sabrán sus labios a primera hora de la mañana. Si le gustan las tostadas con mermelada, solas, o con mantequilla. No sabe que se siente que rodee su cintura con sus manos y la acerque a él para besarla como hacen los protagonistas de las telenovelas que ve su madre lo fines de semana, o si algún día la defenderá de un villano como en las películas de acción favoritas de su padre en el que el protagonista siempre queda con la chica bonita.

O si su barba mal afeitada es tan áspera como parece.

-No sabía que volviste a hacerte amiga de él.

Tampoco sabe de lo que está hablando, James solo es una figura borrosa a la que intenta descifrar sin mucho éxito, si le dijera qué es lo que quiere saber tal vez ella pueda entender un poco mejor todo ese asunto.

-¿De qué hablas?

-Bien sabes de lo que hablo, Lily.

Y tal vez lo sabe (como casi todo) pero no recuerda que es lo que se supone que debe saber. Todo se vuelve tan confuso cuando él está así de cerca y así de atractivo.

“Merlín, Lily, pareces estúpida”

-¿Tenía que ser Quejicus, Lily? ¿No podía ser alguien más?

Y ahora lo recuerda. Severus y ella bajo el árbol frente al lago esa tarde, las disculpas, las evasiones y las despedidas dolorosas de un pasado como amigos y la bienvenida de un futuro como desconocidos.

-Lo siento, Lily.

-Yo también lo siento, Severus.

-¡¿Es que acaso nunca vas a perdonarme?!

-¿Vas a dejar de juntarte con ellos?

-No lo creo.

-Entonces no.

Debería sentirse alagada porque James se preocupa ¿No? Debería decirle que esa amistad ya acabó, debería sonreír, coquetear y decir gracias. Debería lanzarse a su cuello y besarlo de una vez por todas para quitarse de encima todo ese peso que no la deja tranquila. Pero, en cambio, está enojada, está furiosa con él por meterse de esa forma en su vida y de preguntarle algo así pisoteando su orgullo.

-Eso es algo que no te incumbe en lo más mínimo, Potter.

-Si me incumbe, Lily.

-¿En serio? ¿En qué aspecto?

-En el aspecto de que todo lo que te pase a ti me preocupa.

-Pues mejor preocúpate de otras cosas y deja de controlar mi vida como si fuera tuya.

Bufa levemente, levanta la barbilla y toma el libro y el bolso del suelo para salir de ahí lo más rápido posible. El aire ya no huele a tinta, polvo y a pergamino viejo, ahora huele a hombre. A Quidditch. A James.

No quiere seguir compartiendo ese espacio con él, porque los sentidos se le nublan y el aire se condensa provocando que le duela el pecho y que piense en cosas sin sentido. Como si James duerme con o sin camiseta en verano o si sus manos huelen a palo de escoba después de entrenar.

Pasa a su lado con pose orgullosa y, antes de salir de las estanterías, siente como todas sus defensas se desmoronan rápidamente al rozarlo sin querer con el brazo por unas décimas de segundo, y, aún después de pedir el libro atropelladamente y salir de la biblioteca con paso inestable, siente como las rodillas le tiemblan y el corazón le palpita de tal manera que le duelen los oídos.

Descubrió al rozarlo, que después del olor a sudor y tierra mojada, existe otro casi imperceptible a crema de afeitar y a colonia mentolada.

Y, cuando llega a la Sala Común, las sienes le palpitan por sobarlas tanto en el camino al intentar en vano sacar de su cabeza la idea de despertar todas las mañanas oliendo a James.

"¡Es Potter, maldita sea!"

Porque es una idea bastante atractiva, claro, pero imposible al fin al cabo.

Y eso era gente, demasiado para un día, lo sé, pero estaba aburrida y muchas neuronas qué quemar.

Besotes!
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