Este hacerse mayor sin delicadeza

Apr 30, 2007 23:55


[inspirado por una americana guapa, joven, inteligente y, sobretodo, excelente amiga]

No sé cuántas veces he oído eso de que uno por fuera se hace mayor pero por dentro se sigue sintiendo igual. No dicho así, porque sonaría demasiado impersonal como para parecerme digno de atención (a mí se me suelen quedar grabados los comentarios en primera persona, tal vez porque desde que tengo uso de razón no dejo de preguntarme cómo será lo de existir para el resto de las personas). Sé que la primera vez que lo escuché lo dijo alguien de mi familia, tal vez mi abuela, pero no estoy segura. Y sé también que desde esa primera vez lo he vuelto a oir de distinta gente muchísimas veces, siempre comentado con nostalgia. Porque hacerse mayor es duro para todos, aunque sea el lujo que no se pueden permitir los que por una razón o por otra no llegan jamás a viejos. Supongo que es una mezcla de las etapas que ya has dejado atrás (la infancia, el tiempo de estudiar y decidir qué camino tomar, los primeros amores, los primeros trabajos, el descubrimiento de tus padres como seres humanos ni buenos ni malos, simplemente normales y tantas otras cosas) con su consecuente regusto agridulce por los "y si hubiera..." que nunca responderás y todos los buenos recuerdos acumulados, en conjunción con la inevitable traición del cuerpo, que va cambiando, sin prisa, pero sin pausa (en el caso de los afortunados que no padecemos ninguna enfermedad devastadora), en lo que parece un robo injusto de algo que te pertenecía por derecho (a ninguno nos parece bien no poder mantenernos para siempre fuertes y guapos, da igual que sea ley de vida, no deja de ser una canallada).

Hay siempre una parte de uno que no deja de sentir pena por el implacable deterioro de esa imagen que por fin habías conseguido reconocer como tuya (aunque, en honor a la verdad, yo a mis treinta años soy de las que todavía, algunos días, no consigue encontrarse en el espejo). A mí, además, me sigue pareciendo divertido poder experimentar todas esas cosas que me parecían intrigantes y fascinantes de pequeña, envejecer era una de ellas. Es como haber comprado entrada para "una vida", en el precio, señora, vienen incluídos todos lo detalles, no hemos ahorrado en nada (yo no sé los demás, pero creo que si me lo hubieran ofrecido me habría comprado esa entrada sin dudarlo, soy demasiado curiosa como para dejar pasar cosas tan interesantes como la montaña rusa de la existencia). Por supuesto, incluso aunque vayas haciendo las paces -al menos hasta donde resulta humanamente posible- con ese proceso de desvirtuación de la persona antes conocida como tú, hay incovenientes que nunca dejan de ser amargos: pierdes el atractivo -más o menos deprisa, dependiendo del nivel de partida, lo que tus genes digan sobre la elasticidad de tu piel y la calidad de tu tono múscular y lo que te cuides, cierto, pero aunque te haya tocado la lotería genética y seas realmente disciplinado, no te libras, antes o después lo pierdes- y además llegan las goteras, lo que te duele esto, o aquello, lo que te cansas ahora, que antes no era así, y los problemas médicos serios que ahora persiguen a la generación de mis padres y acabarán por alcanzar a la mía. Y al final pasa a preocuparte el hecho de que la gente con la que has crecido y que te ha ido acompañando en la duración del espectáculo de variedades que es tu vida se vaya muriendo y te deje solo, rodeado de personas que no están en el mismo punto de su historia que tú. Porque al final eso es lo que hace que todo este ir y venir sea de verdad entretenido, tener gente con la que ir pasando por cada etapa mientras intecambias opiniones, traumas incipientes, verdades de esas que ya te habían contado pero tenías que experimentar tú misma, problemas que ni se te ocurrió que se podían tener pero ahí están, ataques hormonales, crisis existenciales y demás enredos que nos engordan la trama para que vayamos acumulando recuerdos que repetiremos machaconamente a generaciones venideras cuando seamos ancianitas y ancianitos encantadores de esos que aburren a las ovejas.

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