Sep 26, 2005 20:46
Necesitaba escribir algo así, nisiquiera se los motivos o el por qué, simplemente siento como si estuviese de luto, y es por ello que esto nació sin razón de ser, o quizás es el grito interno que no sabe como darse a conocer, busca formas sin encontrarlas, y halla leve consuelo en la pantalla silenciosa, que no recrimina pero si alivia (momentáneamente).
"Despedida"
Con la tenue luz que lograba colarse por las persianas llevó sus pasos cautelosos, logró acercarse a la puerta y a tientas abrir el cerrojo, sus manos temblaron expectantes al saberse libre de salir de aquella oscura habitación, mas el temor le fue carcomiendo su interior al notar que en el exterior le aguardaba una oscuridad aún mayor de la que jamás pensó.
Sin embargo atrevió a proseguir su marcha, con dificultad y temor fue acostumbrando su vista a aquella nebulosa que se apreciaba frente a sus ojos. Cada espacio parecía ser tan igual al anterior en su desconocimiento, cada rincón tan desconocido ante su inexperta mirada.
Pero prosiguió, una voz en su interior le guiaba de forma inexplicable, llevándole por senderos casi irreconocibles, siguiendo sus pies un vaivén del cual jamás fue dueña.
Un paso, dos, tres.
Se detuvo secamente al notar que frente a sí, un alma en vela paseaba por las veredas intransitadas.
Quiso devolverse, reconociendo en sí el aceleramiento de su respiración la cual parecía escapar de sus labios inconteniblemente.
Pero no lo hizo.
Continuó su camino y sólo se detuvo cuando estuvo ya frente al desconocido individuo, que ya teniéndole frente a él pudo descubrir sonreía ampliamente y le convidaba a seguirle.
No caminó tras de él y este al notarlo se detuvo con la vista fija en su rostro, extendió su brazo y abrió su mano, invitándole a tomarla con la propia y seguirle silenciosamente.
Los minutos siguientes transcurrieron cual horas, el silencio reinaba y solo era interrumpido por el sonido hueco de sus pasos o la respiración entrecortada que escapaba de sus labios temblorosos por el frío que sentía en su cuerpo.
Y sin embargo su mano oprimida por la de aquel extraño estaba tan cálida.
Un extraño a miradas ajenas pero tan conocido por su alma y espíritu.
Cuatro pasos, cinco, seis.
Se detuvieron ante la entrada de una enorme casa antigua, las paredes desgastadas por el paso del tiempo, el azote del viento y la inclemencia del clima.
Le vio desaparecer ante sus ojos, brindándole previamente una suave y dulce sonrisa que ella no supo responder, entonces de entre sus ropas sacó una pequeña pulsera de plata fina, la cual acarició con ternura y lamento, cual si fuese a escapar de sus manos, cual si se tratase de un niño que llora desolado y es consolado por la tibieza de sus manos.
El sujeto aguardaba por ella en las escaleras, y ella sin dudarlo siguió a este.
El primer paso que dio ocasionó que chirrido por parte de la gastada madera, llevó con cautela su mano a la pared, puesto que el pasa manos hacía tiempo ya había desaparecido.
Respiró hondamente hasta llegar a la planta superior, donde aquel le esperaba frente a la ventana.
Allí donde la luz de luna se colaba, brillando con esplendor sobre su rostro sereno, sus labios se veían más rojos que de costumbre resaltando en aquel rostro de funesta palidez, pero que sin embargo era tan bello, tan sublime.
Se arrodilló con cuidado, minuciosa en cada uno de sus movimientos.
-Mañana me caso- Susurró con un dejo de reproche, ante lo que el muchacho solo sonrió.
-Quisiera fueras tú- Su voz tembló ante aquel reconocimiento, una lágrima insolente atrevió a escapar y escurrir por sus mejillas, casi desapercibidamente, sin embargo no fue así para aquel, quien se acercó lentamente y acariciando su mejilla con el dorso de su mano hizo tentativa de secar aquella.
Pero ella le detuvo, negando con su cabeza y derramando nuevas y constantes lágrimas- Deja que por hoy, derrame aquellas que retuve en el pasado-
El muchacho entonces asintió silenciosamente, tembloroso se acercó y le abrazó con fuerza, como temiendo que al más leve movimiento ella desapareciese, se evaporase entre sus brazos cual ilusión nocturna.
-¿Serás feliz por mí?- Se atrevió a preguntar, hacía tanto no oía aquella grave pero deliciosa voz que recorrió su columna y le hizo trepidar inevitablemente.
-Siempre que estés conmigo- Acotó la muchacha, sintió como aquellas grandes manos entonces acariciaban su cabello para luego detenerse en su nuca y realizar movimientos acompasados que le tranquilizaban ensoñadoramente.
-Siempre- Murmuró a su oído, acariciando cada letra en aquella corta palabra, ella entonces asintió complacida y le entregó la pulsera, la cual este tomó con detenimiento, observándole con un amago de sonrisa en sus labios que sin embargo dejaba entrever una cuota de amargura.
-Perdóname- Confesó para luego poner en su muñeca la hermosa pulsera, manteniendo sus dedos presionando la piel de la muchacha, queriendo con ello retener eternamente aquel tacto que tanto extrañaba.
Ella negó con sus ojos llorosos, conteniendo un gemido en su garganta, pero sin poderlo retener eternamente, se lanzó a sus brazos y rompió en desconsolado llanto.
-Por favor- Susurró en un lamento, acercando sus frentes y conteniendo un dolido alarido, cerrando fuertemente sus ojos, notando como la noche se iba despidiendo y el sol lograba ganar la lucha, su cuerpo fue desapareciendo, aún cuando él no lo desease, la muchacha abrazó entonces con mayor fuerza tratando de retenerle.
-Ahora debes ir con él, prométeme que serás feliz por ambos- Un rayo luminoso coló por las ventanas rotas de la habitación, un leve quejido escapó de labios de la joven y luego quedó en soledad, abrazándose a sí misma, mientras acariciaba con su mano su muñeca y la pulsera, aún sintiendo la calidez de aquella mano suave y fuerte que anteriormente presionase contra su piel, queriendo retener en vida, el tacto de aquel que ha dejado de vivir.
Funde un beso en mis labios el cual sabré reconocer, aún con los ojos cerrados tu sabor quedará impregnado, es que allí entonces habrás plasmado en mí la miel, que sin temer desearé provar, nada hay que deba perder.