Extraño fin de semana

Sep 25, 2005 02:00


Estoy escribiendo casi por obligación, la mente está en blanco, me sitúo frente al ordenador ya tardíamente mientras escucho una lenta y triste melodía, a veces me interrogo si seré masoquista, pero a su vez me recuerdo tantas acciones que he efectuado anteriormente, acciones contra mí misma que han dejado alguna huella en mí vida y que he tenido que ocultar tan minuciosamente, algunas son externas, visibles, pero siempre explicables, otras en cambio son internas, interminables y tortuosas, que jamás he podido llegar a explicarme, que se mantienen constantes en mí interior, cruel remordimiento que se restriega en mis entrañas, causando ardor punzante cada vez que logran dar con aquel punto en el cual la herida reabre.

Vuelvo a concentrarme en la melodía, y me perdono silenciosa este arranque de masoquismo, recuerdo una tarde anterior, y la casi imperceptible prueba de acciones anteriores, un año ya y sigue allí, quizás nunca se borre, al igual que las heridas que tengo en mí interior, aquellas que han cicatrizado pero que sin embargo se reabren con tanta facilidad, cuanto cuesta cerrar una herida y que tan fácil es reabrirle, solo basta una palabra, una mirada o un recuerdo, y todo parece volver atrás, distintos ojos, distinta piel, distinto martirio, misma herida que cada vez se hace más profunda, me pregunto, hasta cuanto podrá aguantar, y si en el instante en que toque fondo entonces desaparecerá totalmente el dolor o caeré muerta, si expiraré mi tiempo en este cuerpo, o moriré en vida volviéndome un témpano de hielo, o quizás finalmente tome la decisión que hace tanto ronda en mí mente, entregar mí vida a aquella causa que poco a poco me ha comenzado a afectar.

Me asombra como lentamente situaciones propias me han dejado de conmover.

Pero pobre se quien esté cerca el día en que tras de traer a mi memoria la sonrisa de un niño note el cambio en mí, la sonrisa se borra y mi respiración se vuelve irregular, pañuelo deberá traer para retener y secar todas las lágrimas contenidas que surcarán mis mejillas, por que no sé como ni desde cuando, pero mi corazón parece desgarrarse al solo pensar en que hay niños que no merecen un sufrimiento, y que sin embargo deben vivirlo diariamente, una pesada cruz inmerecida que llevan a sus espaldas, que les pesa invisiblemente, y que parece golpearme en el pecho al simple pensar, se hunde, hiere... duele.
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