Certezas

Apr 05, 2011 21:09

¿Sabéis a qué hora me levantaré mañana? Exactamente a las 7.30. No es que me moleste la hora en sí (aunque también), sino el hecho de saber con absoluta certeza que será esa. Del mismo modo que sé lo que haré a lo largo de toda la mañana, qué comeré, qué haré durante la tarde y cómo terminaré el día. Con un sencillísimo ejercicio de imaginación y estádistica, incluso podría predecir las conversaciones que tendré mañana y con quién serán. Los chistes que haré. Las historias que volverán a contarme, con ligeras variaciones y licencias poéticas. Y, así, un día tras otro.

Todo esto me hace sentir como si ya me hubiesen contado el final del libro, y fuese un final tan decepcionante que no me apeteciese seguir leyéndolo. Y también como si el tiempo se hubiese detenido, y todo fuese un constante déjà vu. Todo es tan predecible en mi vida de adulto trabajador que casi me parece estarlo recordando. Hace un tiempo le leí a Terry Pratchett "Allí el tiempo no discurría, sino que se iba amontonando como nieve. Mañana no sería más que las sobras recalentadas de hoy". No consigo quitármela de la cabeza.

Al final, no es que la vida me vaya mal, sino que se han dado un cúmulo de pequeñas circunstacias. La más puñetera de ellas, supongo, es que acabo de volver de Edimburgo, de visitar a una amiga que está viviendo una especie de segunda Erasmus allí. Y el estamparme de nuevo con la rutina ha hecho que me parezca mucho más dura y gris, y me ha hecho preguntarme cuándo volveré a vivir sin saber qué será de mí al día siguiente. Al final es la misma historia de siempre, claro: soy un inmaduro que no quiere hacerse mayor. Como todos. Por mucho que sepa que el romanticismo no pone comida en la mesa, sigo soñando con recorrerme el mundo sin más preocupación que preguntarme qué quiero hacer hoy.

Supongo que eso y un mal día en el curro (tan malo que he tenido que mirar el saldo de la cuenta del banco, para recordarme a mí mismo por qué hago lo que hago), han provocado esta morriña de tiempos en los que fui más pobre, pero también más libre.

Por suerte, acabo de redescubrir por qué escribía: puesto por escrito, todo suena mucho más trivial que haciendo eco en mi cabeza. Voy a abrirme una cerveza y a planificar algún viaje (tan bueno como el que acabo de hacer a Edimburgo, o como los que pienso hacer con mi señora dentro de nada), que ya está bien de mirar hacia atrás.

barcelona, viajes, personal

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