Título: El ABC de nuestros días
Título del Capítulo: Desvirtudes romanas
Género: Romance
Clasificación: PG / T
Advertencias: La boca sucia de Lovi
Prompt: #8 "Humillar"
Palabras: 350
Link a la tablaLovino siempre se había sentido inferior, la oveja negra, en comparación con Feliciano. Sin embargo lo quería, es decir, era su hermano después de todo y su falta de habilidad en las artes y demás no eran la culpa del italiano del norte.
Lo que sí era molesto y humillante para el sureño, era ser comparado con él por los demás. Especialmente por el idiota de Antonio.
Por esa misma razón un día en que el tema de Feliciano había salido en su conversación por enésima vez en la semana, Romano estaba listo para asesinar, por lo menos verbalmente, a quien había sido su jefe hacía un tiempo atrás.
Le preguntó a gritos por ejemplo, por qué no se iba con su hermano menor si tan maravilloso era, si tan grandiosas eran sus habilidades culinarias, su maestría en el arte; por qué demonios no dejaba de humillarlo de una puta vez; por qué no iba de una vez por todas a por Feliciano, si Lovino era su reemplazo nada más.
Cuando el griterío terminó y el italiano tuvo que devolver el aire a sus pulmones, Antonio, que hasta ese momento se había quedado en silencio y algo sorprendido oyendo al muchacho de boca sucia; no tuvo mejor idea que abrazarlo y tratar de reconfortarlo aunque Lovino no quería saber nada de eso e intentó zafarse de los brazos del español.
Pero el toreador lo tomó suavemente del rostro y lo obligó a mirarlo. Serio, le dijo que eso no era verdad. Claro que adoraba a Itachan, pero nunca de la manera que adoraba al mayor. Que por más fantásticas virtudes tuviese el menor jamás en la vida lo cambiaría, ni aunque Romano sólo fuese un manojo de defectos. Por último añadió que para el único que tenía ojos era para el sureño, que no debía preocuparse.
Unos segundos después las mejillas de Lovino ardían notablemente y Antonio sonreía brillantemente. Arruinó de manera casi olímpica su discurso cuando agregó que le encantaba verlo celoso, que era lo más tierno, por lo que se ganó un golpe. Pero aun así continuó sonriendo.