Croissant #11: Lupita
Croissant: Croissant #11: Libre Albedrío.
Título: Lupita.
Palabras: 240
Lupita lucía extraña. Sus largas trenzas negras se encontraban cuidadosamente arregladas sobre la almohada blanca, sus mejillas y labios enrojecidos con demasiado maquillaje eran un contraste con su vestimenta escolar, el escudo de la escuela estaba prendido con un alfiler al bolsillo de la blusa y las calcetas bien puestas hasta la rodilla; los zapatitos negros habían sido desempolvados y lustrados para completar la imagen de pulcritud y que a su vez no ensuciaran el cobertor de la cama.
Era la sonrisa perenne de Lupita lo que confería el aspecto antinatural a la estampa, una sonrisa inocente o cruel dependiendo de quien la mirase.
Sobre su pecho sus manos se cruzaban oprimiendo una tijera.
Alguien susurraba alguna plegaria arrodillada frente a ella cuando la señora de la casa abrió las puertas de la habitación espantada, alertada quizá por alguna de las sirvientas.
- ¡María Fernanda!, ¿Que le has hecho a Lupita?, Niña ¿Estás loca?
- Lupita quiso morirse, no le gustó vivir aquí. Fue su voluntad y no pude negársela.
La madre de María Fernanda miró a Lupita y su sonrisa de plástico, los bracitos estaban abiertos y fláccidos y el relleno había formado un reguero de perlitas de poliestireno en la alfombrilla. Un mal presentimiento le hizo un nudo en la garganta a la dama: El libre albedrío hasta donde sabía era una cosa de humanos... Y esa era la tercera muñeca que su hija había ayudado a suicidarse.
Título: Lupita.
Palabras: 240
Lupita lucía extraña. Sus largas trenzas negras se encontraban cuidadosamente arregladas sobre la almohada blanca, sus mejillas y labios enrojecidos con demasiado maquillaje eran un contraste con su vestimenta escolar, el escudo de la escuela estaba prendido con un alfiler al bolsillo de la blusa y las calcetas bien puestas hasta la rodilla; los zapatitos negros habían sido desempolvados y lustrados para completar la imagen de pulcritud y que a su vez no ensuciaran el cobertor de la cama.
Era la sonrisa perenne de Lupita lo que confería el aspecto antinatural a la estampa, una sonrisa inocente o cruel dependiendo de quien la mirase.
Sobre su pecho sus manos se cruzaban oprimiendo una tijera.
Alguien susurraba alguna plegaria arrodillada frente a ella cuando la señora de la casa abrió las puertas de la habitación espantada, alertada quizá por alguna de las sirvientas.
- ¡María Fernanda!, ¿Que le has hecho a Lupita?, Niña ¿Estás loca?
- Lupita quiso morirse, no le gustó vivir aquí. Fue su voluntad y no pude negársela.
La madre de María Fernanda miró a Lupita y su sonrisa de plástico, los bracitos estaban abiertos y fláccidos y el relleno había formado un reguero de perlitas de poliestireno en la alfombrilla. Un mal presentimiento le hizo un nudo en la garganta a la dama: El libre albedrío hasta donde sabía era una cosa de humanos... Y esa era la tercera muñeca que su hija había ayudado a suicidarse.