Título: Regalos sin significado alguno
Autor:
arkady_Universo: SG-1
Pareja: Carter/O’Neill
Spoilers: Detalle sin apenas importancia de la 3ª o 4ª temporada.
Rating: G
Palabras: 193
Resumen: Posible explicación a algo que vemos a principios de la temporada ¿4?
- ¡Ey, Carter! Mira, pasaba el otro día por un mercadillo que había en el pueblo y me compré esta pulsera. - Enseñó su muñeca y sonrió enseñando los dientes. - Guay, ¿verdad? - Buscó algo en su bolsillo y sacó otra pulsera. - Vi esta y pensé que te podría gustar. - La puso sobre la mesa del laboratorio.
Ella había alzado la vista del microscopio nada más oír su nombre y había observado sus movimientos con una sonrisa. El regalo la sorprendió; alzó la vista y preguntó:
- ¿Señor? Gracias, señor... - La cogió con reverencia, examinándola brevemente antes de intentar ponérsela con una mano.
- Déjame. - Se la quitó de las manos y rodeó su muñeca con ella, atándola sin apartar la vista de la muñeca.
Sam sentía sus ojos quemándole la piel pero tampoco alzó la vista. Le gustaba ver cómo sus dedos grandes se movían haciendo un nudo suave pero firme que sólo podría deshacer con cierto esfuerzo.
Durante las próximas semanas se les pudo ver a los dos con manga larga o con las pulseras bien visibles a cualquier hora. No hablaron de ello. Nada cambió. Teal’c y Daniel las miraron sin comentar.
Título: 5 cosas que temer en una estrella de combate
Autora:
arkady_Universo: Battlestar Galactica
Personajes: Jack Fisk (algo Fisk/Tigh), Kara Thrace (algo Kara/Cain), Gina Inviere (Cain/Gina, Gina/Gaius), Laura Roslin (algo Laura/Lee), Galen Tyrol (Galen/Sharon)
Rating: PG
Spoilers: 2x12 Resurrection Ship II
Palabras: 1.148 (272 + 188 + 399 + 174 + 115)
Resumen: Serie de drabbles que interpretan el canon desde el punto de vista de cinco personajes durante los capítulos de Resurrection Ship.
Notas: Me di cuenta demasiado tarde de que a Roslin no me la imaginé en una estrella de combate, pero pongamos que pasaba la noche en Galáctica. xD (Que si no el título no mola tanto.)
Tabla:
Sentimientos 100% BSG. Casilla #12 Miedo.
I - Jack
Tigh no entendió el comentario de su compañero de borracheras. Fisk le dio la espalda, reticente pero seguro, como ella le había enseñado; se acercó a Adama y esperó.
Esperó a que todo acabara. O al menos la batalla. Todo parecía más sencillo desde allí: oían cómo los viper se acercaban al objetivo, oían cómo disparaban, oían a los pilotos radiar las explosiones, oían cómo la nave resurrección estallaba, y alguien veía parpadear una luz en el dradis - y desaparecer.
Vio cómo la gente a su alrededor estallaba de alegría, aliviados, y deseó parte de ese alivio para sí. La inquietud le pellizcaba las venas. Escuchó al oficial de comunicaciones pasarle la llamada a Adama, y esperó.
El teléfono permanecía aferrado junto a su oreja por una mano muerta, al fondo de su mente se daba cuenta de que ya se le había empezado a dormir el cuerpo - eso era bueno -, mientras oía el eco de la voz de la almirante sobre la respiración que ahora ocupaba la línea.
- Eso es todo.
Cerró medio segundo los ojos y respiró. Le devolvió el teléfono a Adama. Y cuando Tigh le ofreció un trago se echó a reír. Rio como lo hacía en el bar con sus amigos de toda la vida, jugando a las cartas, cuando entraba la dueña y alguien hacía un comentario. Su risa infinita inundó la habitación e hizo sonreír hasta al comandante. Oyó de fondo la voz de una mujer diciéndole lo que más le gustaba de su risa, y se tranquilizó, volvió a la guerra. Algún día tendría que ser él el que pusiera el alcohol.
II - Kara
Los ojos de la almirante la penetraban, entraban hasta donde estaba prohibido y saltaban la verja, llegaban hasta las palizas de su madre, hasta la vergüenza de una niña que no hacía nada bien, recorrían el miedo que tenía durante una décima de segundo cada vez que se montaba en un viper para salir al espacio y desvelaban las palabras exactas de Adama, urgiéndola a cumplirlas.
Su mano derecha llevaba varios segundos revoloteando alrededor del cinturón y sabía que no debía moverla, no debía llamar la atención, pero no podía estarse quieta; tampoco era como si ella fuera uno de esos soldados de acero y fibra, como Lee. Dioses, le echaba de menos.
Escuchó las palabras del comandante sin apartar la vista de Cain, suplicándole en silencio que la perdonara, segura por alguna razón de que ese sería su fin, no habría peleas, no habría dificultades.
Siempre se preguntaría por qué no le dijo nada, por qué no le quitó el arma, por qué sólo se la quedó mirando mientras a ella sólo le faltaba dibujarle un mapa con los labios que delatara el plan de El Viejo.
III - Gina
Sentía el cañón de la pistola frío contra sus manos al cogerlo. No se atrevió a acercarla hasta la piel. Le pidió que la ayudara, sabía lo que querían decir sus miradas, sus gestos, los había visto mil veces antes de llegar a Pegasus - y aún allí -, y sabía que lo haría.
Pero cuando le dio la pistola algo hizo ‘click’ en su interior, y la miró. ‘No tengo que morir yo, puede morir ella, pueden morir todos’ resonaba en su cabeza.
Gaius la ayudó a llegar al camarote de la almirante, donde se escondió esperando su vuelta. Ya no recordaba el olor de la habitación ni el orden de los libros; se fijó en que el cordón ya no estaba en su lugar, había desaparecido todo rastro de ella y ahora se veían presidir la habitación a un par de ilustraciones de los modelos humanoides (cada vez que apartaba la vista no podía recordar si había alguna que no fuera de una seis) abiertos para ver su interior metálico o destrozados de forma que sólo quedaban piezas alrededor de lo que una vez había sido un ser vivo. Oyó la puerta y se acurrucó más en su rincón, esperando a ver lo que hacía, esperando el momento para salir.
No contaba con que la escena tan cotidiana que iba a presenciar le trajera buenos recuerdos, de un tiempo antes de la guerra. Observó cada centímetro de su cuerpo mientras daba la vuelta, se quitaba la chaqueta, estiraba el cuello... Y entonces se puso de pie y esperó a que la viera.
No la miraba con odio, sólo sorpresa. No parecía querer patearle el hígado, pero cuando la apuntó con el arma reglamentaria hubo una pequeña convulsión en su rostro y las amargas palabras salieron como una sentencia:
- Que te follen.
Y recordó todas las espinas que le había clavado durante los últimos meses, todas las palizas, los abusos, todo el odio que le había demostrado después de que ella le entregara su corazón...
- No eres mi tipo - dijo casi con asco, con desprecio. Y disparó.
Al ver caer su cuerpo sin vida al suelo todo desapareció. Sólo quedaban tinieblas a su alrededor, un sudor frío y una sensación incómoda en el estómago. Salió de allí con prisa pero sin poder evitar echarle un último vistazo a los ojos abiertos y el rostro sangriento de Helena.
IV - Laura
La vida se le escapaba de las manos. Se iba muriendo poco a poco, no le quedaba mucho, y no podía hacer nada por evitarlo. Pero seguía siendo la Presidenta de las Colonias. Y no se podía arriesgar a dejar al comandante a cargo de todo, no con esa mujer como su superior, él no tendría las agallas para enfrentarse a ella - o decidiría que no era honorable, no era lo que debería hacer un buen oficial. Era casi igual que su hijo en ese sentido.
Aún así se alegró de no estar tratando con Lee cuando le dio la única solución, tajante, convencida. No la miró fijamente demasiado tiempo, preguntó y se dejó convencer. Más tarde serían las miradas del joven Adama las que le harían desear no estar allí, no tener que enfrentarse al odio de todos por cada uno de sus pequeños errores y menos al de él, él que conocía el peor de sus pecados, él que no lo quería entender porque era demasiado bueno para este mundo, Lee Adama.
V - Galen
Se visualizó estrellando su gancho de derecha contra la nariz obscena del soldado, la sangre le salpicaba la cara, siguió sus pasos tambaleantes sin dejar de golpearle hasta que se cayó contra la mesa...
Y entonces sintió los brazos de Helo sujetándole y gritándole al oído que tenían algo más importante que hacer. Volvió a enfocar la habitación, ruidosa y colorida, y salieron de allí corriendo.
Al llegar a la habitación, la vieron chillando y sollozando con los pantalones bajados. Esta vez nadie le detuvo, y vio a cámara lenta cómo el oficial encargado de los interrogatorios se caía hacia un lado y daba con la cabeza contra la pared, quedándose inmóvil en el suelo.