Contemplar comer a Mike, de cierto modo, es todo un espectáculo.
No porque sea maleducado; a decir verdad, cada vez que se lleva una patata frita a la boca o una tableta de chocolate, lo hace con calma, como si fuera una rutina. A su vez, mastica silenciosamente y no hace ningún tipo de gesto grosero.
No, no es eso.
Resulta un espectáculo…
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