Fanfiction-La noche Junto Al Masacre (1/?)

Aug 24, 2011 11:06

Título: La Noche Junto Al Masacre
Personaje / Parejas: RD, Jamaica, Haití
Clasificación: mayores.
Advertencias: Violencia.

Notas: Gotta love la revolución Haitiana. Fue tan karmaravillosa para esos desgraciados que eran los franceses en ese entonces. Voy a dar puntazos de esos, pero es algo históricamente fail, como diría Cucolla.

Nota 2: Saint Domingue y Santo Domingo, eran los nombres coloniales de ya saben quiénes. Masacre es un rio que anda por la frontera entre Haití y RD. Tiempo antes de la revolución Haitiana, Francia era dueño de toda la isla.

Nota 3: Es realmente un Oneshot, pero LJ es un tacaño con el espacio para publicar. Oh, y por alguna razón, pareciera que mi beteo se fue por el carajo, así que tuve que hacerlo de nuevo. Si ven algún error, notificar para su eliminación. Gracias.

Capítulo I

La enorme cama se encontraba revuelta, con varias de sus sabanas rozando el suelo o directamente en el. En ella, tres sujetos descansaban, cada uno en su propio mundo.

Alexander Marlin era conocido por ser el único país que adoraba tanto la marihuana como su religión. Y ambos amores juntos no eran rivales para su desprecio por las actividades homosexuales. Por lo mismo, si alguien le hubiera dicho que acabaría en una cama, fumando hierba con otros dos sujetos, no se lo hubiese creído. Más bien lo hubiese perseguido por toda la calle, encabezando una turba homofóbica.

Haití estaba ensimismado en sí mismo, jugando con su muñeco vudú sin decir palabra. Parecía ni siquiera notar que había alguien más en la habitación.

Y República Dominicana solo reposaba allí, con las manos detrás de la espalda y una cara llena de estúpida satisfacción.

El homoerotismo se respiraba en el aire. Pero realmente nadie había tocado a nadie. Cualquiera pensaría que habían hecho la más pervertida orgía desde los tiempos de Roma, pero solo era uno de los efectos secundarios de la fumadera que había tenido lugar.

-Arcoíris -murmuró Jamaica, sonriendo con mirada extraviada, y tratando de tocar el arco inexistente frente a sus ojos.

-Heh, si mi jefe o el pueblo me vieran, me lincharían -comentó Gregorio para luego suspirar y reírse de los intentos de Jamaica.

-No veo porqué, solo estamos formando lazos entre países. O algo así -comentó René, sin siquiera voltearse a verlos. René

-Si -dijo Alexander en un suspiro-. Entre latinos nos entendemos. No como esas horribles potencias.

-Y aquí vamos de nuevo -dijo República Dominicana, rodando los ojos.

En efecto, Jamaica empezó a mal hablar al Reino Unido sin parar succionar su cigarrillo, contando todos los problemas por los que había pasado durante ese tiempo con el mínimo detalle. Una vez empezaba, no había forma de callarlo hasta que este se sintiese desahogado.

-Realmente tiene que pagármelas algún día -decía, con expresión somnolienta, pero eso era la hierba haciendo su trabajo.

-¿Terminaste? Solo para cambiar de tradición, ¿Qué tal si yo te cuento como logre mi independencia? -Preguntó Gregorio, estirando los brazos para luego continuar, sin esperar contestación-. Todo comenzó cuando España, ese hijo de perra, me dejo a cargo de Francia…

Gregorio continúo su historia, tomando el silencio como atención. Pasaron al menos quince minutos antes de que le diese fin a su resumen, porque eso era un resumen.

-¡Y así fue como le di una paliza al señor Haití aquí presente y conseguí mi independencia! -celebró levantando el puño al aire.

Jamaica rió exageradamente, mientras saltaba sobre la cama. Sentía una extraña urgencia de mostrarle al mundo -o en su defecto, a los dos países- su ropa interior decorada de hojas de marihuana. Y quizás quitársela y pasárselas para que la vean mejor.

- ¿Y tú, René? -preguntó, mirando al joven que parecía ensimismado en su mundo. Ni siquiera se había molestado en contestarle algo a Gregorio y su versión algo surrealista de los hechos.

-Eso fue hace mucho tiempo -contestó el país-. Realmente lo he olvidado.

-Cosas de la edad -le dijo Gregorio a Alexander, pare luego reírse entre ellos.

-Aunque recuerdo algunas cosas generales… -volvió a hablar René-. Como cuando decapitaba a los blancos o los ahorcaba. Mi knife brings all the heads in the yard, en tu idioma. Aunque también los usábamos en ceremonias de vudú. ¿Te he contado de las ceremonias de vudú?

-Okey, ¿Qué hora es? -Interrumpió Gregorio, mirando al reloj que colgaba en la pared-. Tarde, nos vamos de aquí.

El dominicano pegó un brinco como si la cama estuviera en llamas, recogiendo su ropa que andaba por todo el piso y saliendo por la puerta rápidamente.

-¡Los espero afuera! -gritó, cuando ya iba algo alejado.

-Que mente tan simple -musitó René, volviendo a centrarse en su muñeco.

-…¿Eso era para que Gregorio se fuera, verdad?

Jamaica no estaba tan fumado como para no darse cuenta de eso. O quizás sí, y lo notó por pura casualidad.

-Claro que sí. En los días cuando me liberé de Francia, temblaba apenas de oír mi nombre. No quiero recordarle malas memorias.

-Entonces, ¿vas a contarme?

-No, voy a llevarte allí.

Alexander no comprendió, pero se quedó observando a su compañero, quien empezó a hacerle algo extraño a su muñeco Vudú.

Sin pestañear, René hurgó su muñeco hasta que pudo quitarle el hilo que hacía de boca, y entrando sus dedos en ella.

-¿Esto es alguna cosa de vodoo?

-Vudú -le corrigió René.

-Eso.

-Para ponerlo en palabras que tu entiendas, esto te llevara en un viaje.

-…¿No sería mejor si me lo contaras y ya? Creo que ya he tenido muchos viajes hoy.

-Lo hare, pero cuando estemos allí.

-Está bien -fue la extrañamente feliz respuesta.

Alexander no estaba en todos sus sentidos. De haberlo estado, habría protestado un poco más, no, se hubiese negado rotundamente a tener algo que ver con algo tan oscuro como lo era el vudú. Pero en vez de eso, tomo lo que René le ofrecía, y lo llevo a su boca sin reparos.

-Mastícalo y luego trágalo -le instruyó el Haitiano.

Alexander obedeció, empezando a masticar.

-Sabe a trapo viejo -se quejó sin parar de obedecer la orden.

René cerró los ojos y empezó a tararear un cantico en su idioma, mientras se tambaleaba de un lado a otro.

-Sweet… -murmuró Alexander, al ver como la habitación empezaba a dar vueltas y a tornarse borrosa-. Este es el mejor viaje de mi vida…

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-¡Este es el peor viaje de mi vida! -gritó Jamaica, mientras se revolvía los cabellos. Miró con furia a Haití, quien estaba a su lado con demasiada tranquilidad para su gusto-. ¡Sácame de aquí!

Cuando la habitación dejo de girar, Alexander se encontró en medio de algo que casi había olvidado: Un campo de esclavos negros. Aquello no le hubiese chocado tanto si todavía estuviese bajo las influencias de la droga, pero al parecer, lo que sea que René le dio, le quito todo rastro de la hierba, dejando su mente totalmente esclarecida y con capacidad para saber que estaba siendo parte de alguna magia vudú.

Empezó a gritarle a su compañero Haitiano toda clase de improperios y amenazas de una vida sin dientes, a lo que Haití respondió que había oído peores de Gregorio. Entonces empezó a suplicar que por favor lo enviara de vuelta, a lo que René respondió que no le apetecía y que iba a mostrarle algo.

-The power of god compels you to send me back! -le gritó Alexander, haciendo una cruz con los dedos y señalando con ella al Haitíano.

René arqueó una ceja.

-¿No crees que estás exagerando un poco?

-¿Es que no comprendes lo que acabas de hacer? -le reclamó Alexander, sintiéndose hirviendo de rabia-. ¡Me hiciste participar en una de tus cosas satánicas! ¡Ahora me voy a ir al infierno!

-No seas tonto -mencionó René, cruzándose de brazos-. Ya estamos ahí.

Haití frunció el entrecejo al ver a Jamaica palidecer de miedo.

-No ese infierno, ¡ESTE infierno! - exclamó, extendiendo los brazos hacia los alrededores.

Como si hubiese estado esperando aquella señal, un grito se dejó escuchar por todo el campo. No, un grito no, más bien un alarido desgarrador.

Alexander tuvo que cubrir sus orejas para evitar dañarse los tímpanos. René bajó los brazos y su rostro adquirió una expresión sombría.

-Detrás de ti -le murmuró al Jamaiquino.

Alexander se volteó con inseguridad.

Un hombre blanco hasta la palidez estaba de espaldas a él, dándole garrotazos a un esclavo, quien se retorcía en medio de un saco roto de algo que parecía ser harina.

-¡Maldito perro inútil! -le insultaba el hombre, descargando su furia sobre el otro-. ¡¿Es que no puedes hacer nada bien?!

A Alexander se le revolvió el estómago. Aquella escena le inspiró de inmediato compasión, pero más que eso, le llenó de sorpresa y más que nada, asco.

-Déjalo -murmuró, caminando hacia el hombre instintivamente, aunque luego empezó a correr-. ¡Déjalo!

Alargó su mano para tomar al verdugo por el hombro y hacerlo voltearse para luego pegarle por toda la cara. No le importaba si estaba realmente en el infierno e iba a meterse con un demonio, no podía permitir algo así. No de nuevo.

Su mano atravesó al capataz como lo hubiese hecho con el reflejo de la luna en el agua. La figura del hombre se revolvió un poco y volvió a tomar su composición original. En ningún momento pareció darse cuenta de aquello o dejó de golpear al esclavo.

Alexander miró su mano unos momentos y se volteó a mirar a René, confundido.

-Esto no es un viaje en el tiempo -le explicó René, empezando a caminar hacia él-. Es un viaje en mis memorias. Querías saber cómo fue la revolución, ¿no? Vamos, yo te mostraré.

Haití atravesó impasiblemente la figura del hombre blanco y el pobre negro en el suelo, quien lloraba y suplicaba en su lenguaje Creole.

Jamaica miró a los lados, como los otros esclavos fingían ignorar la escena. Aunque sus caras tensas y marcadas por arrugas y cicatrices les delataba.

Rodeó la figura de los protagonistas de aquella violencia y corrió un poco para alcanzar a René.

-Esos sacos no han sido reemplazados nunca, están viejos desde hace mucho tiempo-. Empezó a hablar Haití, apenas Jamaica estuvo a su lado-. Nunca los cambian hasta que se rompen, y entonces golpean a quien lo cargaba, aunque no fuese su culpa. Luego lo golpean hasta que se cansan o los matan. Antes eran menos violentos, pero ahora están tensos, por lo que se desquitan por ellos.

-¿Por qué? -pregunto Alexander, intentando no ver nada más que a René.

-Revoluciones -respondió el Haitiano, mirándolo de reojo-. Ha habido muchas últimamente, y esa es su forma de evitar que haya más. Esa y…

René se detuvo de golpe y miró hacia la izquierda.

Jamaica le siguió con su mirada.

El camino de tierra se desviaba hacia una pequeña colina con un enorme y solitario árbol en el centro de la misma que desplegaba ramas huesudas a todas partes. Los miserables cuerpos de más de diez esclavos estaban tendidos debajo del árbol. Y otros más se balanceaban tristemente de las ramas del mismo. Numerosas casas, casas de esclavos, yacían a los lados. Aquello era una advertencia para ellos, un recordatorio de lo que les pasaría si se atrevían a desobedecer.

Alexander apartó la mirada, sintiendo nauseas ante la escena. Su mayor dificultad era que al haber vivido sus propias pesadillas personales, no podía evitar compararlas con lo que René le mostraba. No solo estaba viendo el pasado de René, también estaba recordando el suyo y haciendo una comparación. Con lo mucho que le había tomado olvidarse del horror que vivió en la antigüedad en su propio campo de esclavitud.

Haití atrajo su atención al empezar a hablar.

-Hace poco, hubo un intento de revolución en donde envenenaban a sus amos con veneno. Después de todo, nadie tiene mayor acceso a la comida que un esclavo. Y los conocimientos de veneno vienen de nuestros ancestros africanos Todos estaban tan asustados… que desastre.

René sonrió con cierta perversión al recordar las caras pálidas de los esclavistas, mirando a todos lados y dejando de comer aun el fruto que ellos mismos tomaban de los árboles “embrujados”.

Jamaica no respondió.

Continúa en Cap. 2

... y eso xD *corre*

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