Traigo los dos siguientes drabbles de mi tabla amorosa. Tan solo me queda un capítulo que está a medias y termino~ me hace sentir responsable terminar las cosas, de verdad xD.
Antes de ponerlo decir que he puesto una imagen chachi en mi perfil por fin y un modtheme que encontré por ahí decente por fin. Lo gracioso es que me guio más por los emoticonos que por lo que pone en los modos ya que hay cosas que no conozco por mi fail english. Y sin más dilación, los drabbles:
~Primeros instantes~
Titulo del capítulo: Sin saberlo.
Género: Romance. Fluff.
Clasificación: K.
Prompt: 3# Roce.
Advertencias: ninguna.
Palabras: 336
Sus dedos se encontraron al ir a abrir la puerta. Alemania, más alto, apartó la mano con rapidez, volviendo la cara y dejando que fuera el más bajito, el italiano, el que abriera la puerta haciéndose a un lado para dejarle salir. Era casi una rutina los días que debía trabajar fuera de su despacho o del campo de entrenamiento con Italia y Japón: mientras se duchaba, Feliciano preparaba el desayuno y después de tomarlo le abría la puerta para salir, le acomodaba la corbata, le sonreía y le decía que no se esforzase demasiado, que lo quería de vuelta sano y salvo. Le dolía ver como trabajaba tanto, como se esforzaba tanto por sacar a su pueblo adelante, cómo a veces llegaba a casa completamente agotado. ¿Cómo podía tener tanta fuerza de voluntad y disciplina? Le era un misterio.
Y cuando salía por la puerta Ludwig no se volvía a ver como Italia se quedaba en el marco observándole marcharse, seguro de que regresaría a la tarde, cansado sin haber hecho caso a sus palabras al despedirse. Si se volviera vería como sonreía pese a todo al pensarlo.
Esa era su rutina aquellos días.
Ese día fue diferente. Apartó la mano como siempre que sus dedos entraban en contacto sin pretenderlo e Italia tampoco le miró, sonrojado, sabiendo que las mejillas del alemán estaban tan rojas como las suyas propias o más.
-Perdona… -se excusó el alemán en voz baja. Miró de reojo a Italia. Sus mejillas también estaban sonrojadas, se dio cuenta de ello.
-Nada -negó Feliciano, volviendo la cara de nuevo, sonriendo como si nada hubiera pasado-. Ya sabes, no te esfuerces demasiado -le dijo y Ludwig asintió, saliendo. Italia agitó la mano en el aire a modo de despedida.
Esta vez si se giró, pero Feliciano ya había cerrado la puerta. Estaba detrás, apoyado contra la madera, pensando en aquel pequeño contacto.
No podía dejar de pensar en sus mejillas avergonzadas, en su voz al restar importancia al hecho… en el roce de sus manos.
Y así se abrió una pequeña grieta. Sin que ninguno de los dos lo supiera. Pequeña, en el lugar preciso, aún invisible.
Titulo del capítulo: Te lo prometo.
Género: Romance. Fluff.
Clasificación: K.
Prompt: 4# Manos.
Advertencias: ninguna.
Palabras: 578
El ruido del vaso al estrellarse contra el suelo resonó en toda la casa como si de una bomba se tratase. En el silencio envolvente de la noche se pudo oír en todos los rincones del hogar y el rubio abrió los ojos de golpe, alarmado. Se incorporó en la cama y la manta resbaló por el pecho desnudo salvo por el colgante de la cruz de hierro. Escuchó callado. ¿Habrían sido imaginaciones mías? Se había despertado sobresaltado, juraría que por un ruido. Bien pensado podía ser a causa de lo que hubiera estado soñando, tenía la sensación de que no había sido un gran sueño.
Fue a volver a tumbarse cuando oyó algo más. ¿Sollozos? Eso parecía. El alemán se levantó de la cama, definitivamente ocurría algo raro aquella noche. Dudó si coger el rifle pero decidió dejarlo donde estaba: un ladrón no sería tan estrepitoso ni se pondría a llorar en mitad de un robo. No era muy lógico.
Salió del cuarto y recorrió el pasillo, viendo al fondo el brillo de la luz encendida de la cocina. Precavido se acercó con lentitud y sigilo y cuando se asomó por la puerta pudo ver en el suelo, de espaldas a la puerta, a Feliciano. Estaba de rodillas, amarrándose una mano, a su alrededor había fragmentos de cristal. El italiano lloriqueaba, aferrándose la palma herida y Ludwig vio las gotas de sangre manchar el suelo inmaculado de la cocina. Y la piel de Italia.
-¿Qué ha pasado? -preguntó de inmediato al ver tal escena, alarmado.
Abandonando la pose de sigilo, entró y se agachó junto a Italia. Le cogió la mano herida. Él trató de evitárselo pero Alemania tiró de su mano para obligarle a extenderla y ver la herida. Se le habían clavado algunos trozos del difunto vaso.
-Lo siento… -se disculpó Feliciano, aún dando un último tironcito de muñeca. Se resignó a que viera su palma herida cuando no logró soltarse y bajó la mirada al suelo, sintiéndose culpable-. Rompí un vaso.
Sí, de eso ya se daba cuenta… Alemania no respondió ni una palabra, había hecho al italiano extender los dedos para dejar libre la herida y había empezado a quitar los trozos de cristal de su piel. Algunos iban acompañados de perladas gotitas de sangre roja y sollozos de Feliciano que intentaba hacer el menos ruido posible. Pero escocía.
Cuando terminó Ludwig le hizo ponerse en pie y lo llevó hasta la pila del fregadero. Abrió el grifo y le limpió la herida para luego secársela con uno de los paños hasta decidir que no era grave, que la cura ya estaba terminada. Italia seguía mirando al suelo, con las heridas ligeramente sonrojadas.
Si él supiera…
-No vuelvas a hacerlo. Ten más cuidado -pidió el alemán.
A menudo pasa que las palabras significan algo, pero detrás de ellas hay mucho más, significados atados a cómo van unidas, a cómo se pronuncian y a la mirada que pones al hacerlo. En aquella ocasión las palabras eran una orden, el significado era la preocupación, la pronunciación casi una voz cortada y la mirada una de desvelo. Feliciano levantó la cara y asintió. Podía darse perfecta cuenta de lo que aquello significaba: Alemania se preocupaba de él. Aunque tan solo fuera como aliado o como amigo, se preocupaba. Y para preocuparte de alguien tiene que importarte, aunque tan solo sea un poco.
Conforme aquella idea fue calando en su pensamiento el italiano asintió.
-Lo intentaré -prometió.