Título: Franela
Autora: guiomar_992
Fandom: QAF
Reto de febrero: Mes blanco
Rating: TP
Género: Catastrófico
Advertencia: Post 513. Referencia a lo ocurrido en el reto anterior
De rebajasDisclaimer: Los Cowlip dicen que Brian y Justin son suyos. No lo serían en ningún color.
Dedicatoria: A
jocsflorals, para demostrarle que puedo cargarme Camelot...
FRANELA
- ¡Quítalas!
- No
- ¿Desde cuando decides unilateralmente la ropa de la cama?
- ¿También necesito permiso para decidir la marca de las espinacas congeladas?
- No desvíes la atención, Justin. Algo muy propio de tí, por cierto, cuando no te gusta lo que oyes.
- ¿Estamos hablando de sábanas o de pelotas? Y ahora que las mencionas quizás es verdad que me faltaron pelotas para negarme a colgar en mi armario ropa que no he comprado.
- ¿Qué?
- Tú me obligas a vestir como quieres, pero yo no puedo elegir las sábanas de nuestra cama.
- Yo no te obligo a nada, fue un regalo y creí que te había gustado. Puedes empaquetar toda la ropa y llevarla al centro de ayuda a indigentes. Pondrán una placa con tu nombre en la entrada.
- Te estás pasando, Brian.
- No voy a dormir con estas sábanas. ¡Quítalas!
- No.
- ¡Joder! Franela de flores en la cama, la puta mansión...
- Que compraste tú.
- Que compré yo en un momento de enajenación mental, lo confieso. ¿Qué será lo próximo, Justin? ¿Batir manteca en el porche? ¿Segar el trigo con una hoz?
- ¡Imbécil! Tienes razón en una cosa, no vas a dormir con sábanas de franela esta noche. Ni siquiera vas a dormir conmigo.
- Dalo por seguro.
*****
Brian conducía el corvette a gran velocidad camino de Pittsburgh. Estaba furioso. ¿Cómo había perdido el control hasta el punto de que lo más excitante de su vida era comprar detergente en el super o elegir la mermelada para las tortitas del desayuno? Y para remate, una pelea por las malditas sábanas de franela sacadas de un episodio de La casa de la pradera.
Hostia. Puta. Joder.
Era Brian Kinney. No un maridito jugando a las casitas. Reinaba o había reinado en Babylon, no en un maldito castillo en medio de la nada.
Fin de la comedia.
Justin estaba atónito.
Brian había salido dando un portazo después de coger las llaves del coche.
Nada de lo ocurrido tenía sentido.
Comprar las sábanas de franela, aprovechando la campaña del mes blanco en los grandes almacenes de Pitts, fue deliberado y divertido porque imaginó el rechazo de Brian y el juego que vendría después, pero la situación se le había escapado de las manos ante una reacción desmesurada que no esperaba y, al sentirse cuestionado y atrapado, había dicho cosas que en realidad no pensaba.
¿Por qué no quitó las sábanas y en paz? ¿Qué coño había pasado? ¿De dónde había salido tanta rabia contenida?
Sacudió la cabeza como para vaciarla.
Brian llamaría cuando llegara al loft. Hablarían y lo arreglarían. Como siempre. No era la primera vez que discutían ni sería la última, aunque ahora se daba cuenta que en las últimas semanas las fricciones habían sido demasiado frecuentes.
Pero Brian no llamó. Ni siquiera pensó en hacerlo, estaba ocupado buscando en Internet.
Cuando más tarde abrió la puerta del loft a su seleccionado sabía que infringía viejas normas que nunca se dieron explícitamente por canceladas. Pero le importaba una mierda. Era su loft, era su mundo y su vida. Iba a recuperarlos.
Justin, consciente de que si Brian no había llamado en las primeras horas ya no lo haría, cogió las llaves del jeep para ir a Pittsburgh. Se habían esforzado mucho para encontrar vías de comunicación que llevaran a puntos de encuentro y no iba a tirarlo todo por la borda a causa de una estúpida pelea.
Pero cuando Justin abrió la puerta del loft y oyó los gemidos, no pudo ni quiso entrar y algo se rompió en su interior.
Cuando Brian oyó cerrarse la puerta del loft sabía que era Justin, pero no pudo ni quiso salir en su busca. Algo se rompió en su interior y, extrañamente, no le importó.
*****
Los siguientes días se evitaron en Kinnetik, hasta que una mañana Justin ya no pudo más y entró sin llamar en el despacho de Brian.
- ¿Cuánto va a durar esto, Brian?
- No lo sé, Justin. Sinceramente, no lo sé.
- ¿Quieres el divorcio?
- ¿Te estás oyendo? Es rídiculo lo que dices. Podría plantearmelo si estuviéramos casados, pero no lo estamos. Me rechazaste, ¿recuerdas?
- No lo hagas más difícil, Brian, es una forma de hablar. Pero ya me has respondido. Cogeré mis cosas y me iré de Britin.
- No es necesario, Justin, no pienso volver. Odio esa maldita casa con todo lo que hay dentro y lo que representa. No, no, no es verdad, joder.
- Haz lo que quieras. Tú la compraste, véndela, quémala... Hostia, quemarla tampoco... Si tengo que firmar documentos, di a tus abogados que me los manden. Te haré saber mi dirección en unos días, pienso instalarme en New York.
- Nunca debiste volver, Sunshine. Es lo mejor.
- ¿Lo mejor? ¿Para quién?
Justin cerró la puerta y Brian recordó un momento parecido con la pesada puerta del loft deslizándose años atras, pero esta vez sin abrazo. Y de repente sintió un frio inmenso que se desplazaba por su interior congelando hasta el más pequeño rincón de su cuerpo. Y de su alma, si es que no la había perdido de nuevo.
¿Lo mejor? ¿Para quién?
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