Título: Primera cita
Fandom: Roswell
Claim: Jim Valenti/Amy DeLuca
Advertencias: Ninguna
Summary: Cuando Jim Valenti le pidió que salieran en una cita, Amy DeLuca sólo atinó a aceptar por miedo a su autoridad como jefe de policía de Roswell. Lo que jamás podría haber sabido, es que llegaría a quebrar su sagrada regla de la primera cita con él.
Notas: Viñeta dedicada a
sara_f_black por el meme de besos. Aquí va lo que creo que pudo haber sido el primer beso de la pareja madura de la serie. Espero que lo haya hecho maduramente, jeje.
La comida había estado buena. La carne justo en su punto, los condimentos de la ensalada no hacían picar la boca y la temperatura del vino estaba perfecta. El restaurante no estaba muy lleno, por lo que era bastante agradable conversar y la decoración tampoco se quedaba atrás: sencilla, pero con clase.
Sin embargo, a Amy DeLuca esos detalles que nunca se le escapaban en cada cita, parecían ser casi insignificantes en comparación con la conversación.
A veces se reía al pensar que unos quince años atrás, lo menos que le preocuparía sería cómo era la conversación con su cita. Se fijaría con más ahínco en el sabor de la comida al paladar y en la tela de los manteles. Y luego, pasaría a perderse en fantasías originadas por alguna de las características que le habían atraído del hombre en cuestión.
Amy DeLuca ya bordeaba los cuarenta, y con una hija en plena adolescencia; simplemente se limitaba a definir en exactitud con quién saldría. No había tenido suerte en todos esos años, pero aún no perdía la esperanza de encontrar a alguien que la hiciera sentirse completa.
-¿Nos vamos? -preguntó Jim Valenti, ofreciéndole el brazo para que se apoyara al momento de levantarse.
Jamás habría pensado en salir con él hasta que un día al que tuvo que ir a la estación de policías a hacer un papeleo respecto de su negocio, él la abordó y luego de un par de minutos conversando de banalidades, le preguntó si querría salir con él en una cita.
Tan confundida se encontraba por aquel suceso, que ni a Maria le había contado que saldría con él. Sólo se limitó a decirle que aquella noche cenaría afuera y le pidió su opinión respecto a su vestido. Ella le dijo que le quedaba mejor el morado, observándola con confusión. Estaba demasiado nerviosa por salir con el comisario, que le estaba pidiendo consejo a su hija cuando ella ya había demostrado su desaprobación por sus constantes pretendientes.
-¿Es necesario? -sonrió, doblando la servilleta.
-No me gustaría que llamaran a la policía por no desalojar el local -se inclinó un poco-. Me dan dicho que es un hombre sumamente estricto y nos podría incluso llevar a la cárcel.
-Nunca pensé escuchar ironía en tu voz -comentó honestamente. Aceptó el brazo, y se puso de pie-. Me gusta -aceptó mientras tomaba su cartera y pudo sentir que la sonrisa de él se ampliaba.
Ambos eran padres solteros, por lo que el tema de los ex y de criar a hijos en un mundo tan acelerado, fue uno de los primeros que se dieron. Pero con el paso del tiempo y la llegada del vino, Amy descubrió con placer que les gustaban las mismas películas: las clásicas del viejo oeste. Y hablaron de ello por una eternidad; comentando cada título memorable y actor que retratara las increíbles aventuras sobre caballos, en bares del desierto y con las pistolas al cinto.
En el transcurso de la cena, ella se sorprendió de estar pasándola bien con ese hombre aparentemente tan serio. Tenía siempre una observación muy interesante respecto a todo, la escuchaba sin distraerse en nada y había algo que le encantaba de sus ojos. Tal vez fuera la manera en que sus pupilas grises la miraban. Se pregunto por qué siempre usaba lentes de sol. Se habría animado a ser amistosa con él con anterioridad al ver el brillo en su mirada.
-Vaya, no tienes reproductor de CDs -dijo, una vez que estaban en su camioneta.
-Mi entendimiento llegó hasta los cassettes. Supongo que a veces Kyle está en lo cierto cuando dice que soy del milenio pasado -se encogió de hombros.
-Nuestros hijos técnicamente nacieron en el siglo pasado…
-Buen punto -se rió. Miró hacia ambos lados antes de girar el volante-. Usaré ese argumento la próxima vez que mi hijo me ataque por mis gustos de antaño -le dijo, mirándola de reojo.
Se estacionó frente a la casa de Amy. La luz del porche estaba encendida, tal como le había pedido a Maria. Se aseguró su hija no estuviera espiándolos, como cuando pequeña hacía. Ya no tenía esa costumbre, pero seguía observando a su ventana cada vez que llegaba a casa con un hombre. No le gustaba que ella los viera, porque luego le hacía preguntas incómodas o simplemente la miraba como si fuera un monstruo en el desayuno. Por muchos años, Maria conservó la esperanza que su padre y ella se reconciliaran. Y de hecho, ella también, pero esos sueños murieron con rapidez.
-Oh, gracias -Jim le abrió la puerta, y le tomó la mano cuando dio un paso hacia afuera-. La pasé muy bien esta noche…
Caminaron hasta el porche, en silencio. Algo realmente bizarro debía tener el jardín o la casa, porque Amy siempre se sentía incómoda. No sabía qué decir ni cómo despedirse. Muchas veces creía que la falta de conversación inteligente en ese momento, mataba la posibilidad de citas futuras.
-¿En serio? -dijo él, de repente. Ella se giró y frunció el ceño, sin entenderle-. Cuando te invité aceptaste por cortesía… ¿De verdad lo has pasado bien? -preguntó, con un dejo irrefutable de duda en su usual segura voz.
Así que lo notó, se dijo y se sintió avergonzada por ello. No creyó haber sido tan obvia cuando él la invitó el otro día. Sí, había sido realmente extraño y hasta por susto aceptó, pero la noche resultó ser inesperadamente agradable.
-He tenido muchas citas, pero ésta le ha ganado a muchísimas. Superó mis expectativas -dijo con honestidad. Y sonrió al darse cuenta que le decía la verdad no por miedo a molestar al jefe de policía de la ciudad, sino porque quería hacerlo-. La he pasado de maravilla.
Su rostro daba a entender que aún no le creía, y por eso Amy violó su primera regla de citas.
Se le acercó con rapidez, pero le besó con mucha calma. Sintió algo agradable en su pecho, algo que no había experimentado hacía muchos años, y cuando los labios de él se movieron bajo los suyos, supo al instante que se trataba por besar exclusivamente a Jim Valenti.
-No suelo besar en la primera cita -abrió los ojos y se encontró con los de él aún cerrados-. ¿Me llamarás mañana, no?
-Con toda seguridad -asintió con una gran sonrisa.
-Buenas noches, Jim. Y gracias por probarme que debía haber salido contigo hace mucho tiempo atrás -se despidió, sacando las llaves de su cartera.
Una vez que cerró la puerta tras de sí, Amy suspiró en medio de la oscuridad de la casa.
Sin lugar a dudas, esa había sido la mejor primera cita de su vida y el primer beso más memorable de todo el universo.
FIN