Título: Valle Letargo
Fandom: Naruto.
Resumen: De no haber sido porque su instinto de superviencia tomó el mando, en lugar de estar huyendo por los techos de Valle Letargo, Naruto estaría tirado a la mitad de la calle en medio de un charco de sangre. Línea temporal: antes del examen para chuunin.
Raiting: PG-13.
Género: Sobrenatural/Aventura
I.-
Valle LetargoII.-
UikoIII.-
RuinasIV .-
BibliotecasV .-
Comida y floresVI.-
VI. Aragaki Tatsuya VII.- Los siete sellos
Sakura nunca había visto un atardecer más lento. Respiró profundamente y comenzó a hacer girar el kunai que sostenía en sus manos; sabía que el gesto no la tranquilizaría, pero no pudo evitarlo. Tenía miedo. No había enfrentado a las criaturas, como Naruto, pero en más de una ocasión se había asomado a la ventana durante la noche y las había visto. Eran horribles, con esos rostros sin expresión y esos ojos brillantes; terribles, con sus garras afiladas que habían causado aquella herida en la pierna de Kakashi.
La chica miró a su alrededor, tratando de recordar si las mujeres a las que había escuchado mencionaron si el sello se encontraba afuera o dentro de la casa de Uiko. Sacudió la cabeza. Lo que ellas habían dicho era que lo rompieron mientras se arrastraban, lo cual no era claro para nada. Sakura decidió que lo más prudente sería enfocar sus sentidos, los cuales estaban magnificados por la ansiedad y la anticipación.
Ella actuaría primero, y eso sería todo. Notificaría por el radio a Sasuke, quien al romper el suyo llamaría a Naruto, y luego este a Kakashi. Cuando cada uno de ellos cumpliera su cometido, se desplazaría al punto más cercano donde se encontraba el siguiente sello, por lo que los últimos los romperían con el siguiente orden: Naruto, Kakashi y, por último, Sasuke.
Sakura apretó las manos contra su pecho; eso quería decir que la gloria final le correspondería a su Sasuke. Deseó estar ahí en el momento en que él completara esta difícil misión: eso compensaría el hecho de que a ella sólo le hubiesen asignado un sello a romper.
Las órdenes que había recibido Sakura eran quedarse en la casa de Uiko, donde las criaturas se volverían inofensivas después que ella cumpliera con su parte, más que nada porque Kakashi no la creía capaz de salir incólume de un encuentro más largo con esos monstruos. No lo había dicho de manera explícita, pero Sakura comenzaba a sentirse vagamente ofendida por la insinuación. ¿Acaso no había podido Naruto esquivarlos por un lapso mucho más largo de los siete minutos que duraría su misión actual? Si él, que era mucho menos observador y menos hábil para la estrategia que ella, Sakura muy bien podría cruzar el pueblo para atestiguar el momento triunfal de Sasuke.
El momento llegó por fin: el sol se ocultó del todo. No hubo ningún estremecimiento de tierra ni ninguna corriente de aire helado, pero sí se elevó un silencio sepulcral, pues los animales, que sabían lo que vendría a continuación, se habían retirado al bosque o a sus madrigueras, donde tenían la certeza de permanecer a salvo.
Un último suspiro y Sakura vio aparecer una pequeña multitud de esferas brillantes, a cuyo alrededor se materializaron los cuerpos grises de los demonios de Uiko. Por supuesto que ellos vieron a la kunoichi, pero no brincaron encima de ella al momento, ni siquiera apresuraron su paso; no hacían más que deslizarse, pero comenzaron a formar un círculo alrededor de Sakura.
La chica tragó saliva y se forzó a darse cuenta de que paralizada perdía un tiempo valiosísimo. Controlando su respiración, giró la cabeza para buscar el sello que debía romper. Lo vio en el marco de la puerta, un trozo de papel alargado de color amarillento, de bordes irregulares, con caracteres grandes escritos con tinta roja -¿sangre?-, del que parecía desprender un suave brillo que la hizo comprender cómo se sentían las polillas al ver una flama.
Sakura se tensó y, sin pensar -hubiera sido terrible detenerse a pensar-, brincó hacia su blanco.
El movimiento funcionó como un disparador. Las criaturas se abalanzaron sobre la ella como si supieran lo que Sakura planeaba hacer, como si parte de su misión fuera guardar lo que se encontraba en ese lugar.
Sakura encontró a dos de esa cosas interponiéndose en su salto. La kunoichi apenas pudo dar un giro en el aire para burlarlas. Tan pronto como el pie de Sakura tocó tierra, se impulsó hacia un lado, buscando una abertura para acercarse al sello. Finalmente la encontró, a fuerza de brincar de un lado al otro. La chica actuaba por instinto; había entrado en un trance que convirtió en su único objetivo destruir ese papel maldito.
Más tarde, le fue imposible recordar cómo lo había logrado. Sakura sólo sabía que nunca antes en su vida se había movido tan velozmente, y que, cuando se dio cuenta, su kunai había atravesado el sello y ella había gritado por el transmisor el nombre de Sasuke, añadiendo que lo había conseguido.
-
-¡No necesitas gritar!-gruñó Sasuke entre dientes, pero había en su voz un ligero tono de alivio.
Antes de ocultarse el sol, el chico se había apostado en un parque al suroeste del pueblo. De acuerdo al mapa que Sakura y él habían elaborado, el sello de ese lugar debía aparecer en un radio de diez metros de una fuente en la que Sasuke había averiguado había una media docena de cupidos rechonchos labrados en piedra, que adoraban (quizás) un enorme corazón al centro de todos ellos.
Por fortuna, Sasuke no tenía tiempo para preocuparse por cursilerías: lo que debía hacer era esperar a que Sakura le informara que ella ya había cumplido con su parte. A partir de ese momento, contaba con sesenta segundos para hacer lo suyo y hacerlo saber a Naruto. Tras ello, tendría un poco menos de cinco minutos para trasladarse al lugar donde lo esperaría el último de los sellos de Uiko.
Cuando aparecieron los demonios, Sasuke se dio cuenta de que el tiempo que había pasado preparándose mentalmente para enfrentarlos no fue suficiente. Los había visto a través de la ventana, desde la seguridad de la casa de Iwahara, pero ahora, que estaba frente a frente con ellos, sin rejas de por medio, descubrió que eran mucho más voluminosos de lo que parecían, y que sus garras se veían mucho más afiladas.
Sasuke frunció el ceño y sacó uno de sus kunai. Aquellas cosas se acercaban a él con lentitud; lo estaban cercando. Si esperaba demasiado para moverse, se haría demasiado difícil evadirlos, pero observarlos y tratar de apreciar patrones de comportamiento podría resultar en la diferencia entre la vida y la muerte.
Con mucho cuidado, Sasuke deslizó el pie derecho, adoptando una posición que le permitiera esquivar con relativa facilidad un ataque desde casi cualquier dirección. Habia sido, por supuesto, lo bastante precavido como para cubrir su espalda con un árbol particularmente grueso.
El chico se dio cuenta, por como se comportaban los demonios, que se comunicaban de alguna manera invisible para él -¿telepatía?-, lo cual elevaba de manera exponencial el peligro que representaban. Pero no había manera de echarse atrás; no sólo había vidas en juego, sino que, si Naruto había logrado sobrevivirlos, cuanto más él, que era el más apto de los genins de su generación.
Sasuke brincó a la rama más baja del árbol, y luego se impulsó hacia el centro del follaje. Desde ese lugar, pudo ver el famoso sello, el cual se destacaba por sus colores claros sobre el gris oscuro del corazón de piedra en medio de la fuente. Sólo con eso, había cumplido con buena parte de su misión; ahora sólo quedaba esperar.
Esperar y saltar. Dos de las criaturas brincaron hacia donde él estaba, rompiendo a su paso las rama que les estorbaban con un simple movimiento de sus garras que en apariencia no les causaba el menor esfuerzo.
Justo cuando Sasuke descendía del árbol, escuchó el grito de Sakura, el cual le hizo perder un poco el equilibro y caer sobre una rodilla, pero se repuso pronto. Al lanzarse Sasuke hacia la fuente, los demonios reaccionaron como si entendieran lo que estaba a punto de hacer, lo que obligó al genin a realizar maniobras evasivas y a tratar de acercarse con movimientos al azar.
Estaban a punto de acabarse sus sesenta segundos de margen cuando, aprovechándose de un repentino golpe de suerte, logró introducirse entre dos cupidos. Apoyó un pie en la cara regordeta de uno de ellos y llegó al corazón justo cuando uno de los demonios arrancaba de cuajo las alas de una de las estatuas.
-¡Naruto!-exclamó, sin darse cuenta de que lo hacía en el mismo tono de voz en que Sakura lo había llamado a él.
-
-¡Ya escuché!-gritó Naruto. El rubio lanzó tres kunai al poste donde se encontraba el sello que le correspondía romper en ese momento. Ninguno de ellos dio en el blanco, rechazado como fue por los demonios, pero él no lo esperaba; Naruto rodeó por la derecha, hizo la finta de ir por la izquierda, y, finalmente, dio un triple salto mortal y rasgó el papel con la suela de su zapato.
-¡Ja!-exclamó el genin, formando una V con los dedos tan pronto los demonios se volvieron transparentes -. ¡Tomen eso, monstruos estúpidos! ¡Listo, Kakashi sensei!-añadió en su transmisor.
-
Cualquiera diría que estos niños no aprendieron en la Academia que la discreción era parte inherente a su profesión, pero no era ese momento de aleccionarlos al respecto. Sin embargo, Kakashi sí archivó en su mente que debía hablar con Iruka cuando regresaran a Konoha; además de lo recién mencionado, estaba el detalle de que Naruto no tenía idea de cómo abrir cerrojos.
El jounin había descubierto que esas criaturas seguían ciertos patrones de comportamiento, aunque muy sutiles. Parecía como si se deleitaran en el terror que infundían en sus víctimas y, atacaban cuando estaban seguros (o cuando creían) que aquellas estaban paralizadas por el terror. Kakashi odiaba las tácticas de ese estilo, si bien sabía por experiencia propia que en ocasiones no había más remedio que utilizarlas. Pero siempre como último recurso, añadió para sí, salvaguardando su dignidad.
A Kakashi le tomó menos de veinticinco segundos desde la llamada de Naruto romper el papel con antiguos caracteres rojos que apareció en el mostrador de la central de autobuses.
-Hecho -dijo con tranquilidad a través de su micrófono, aunque dudaba sentar un precedente.
-
-¿Tan pronto?-gimió Naruto. Todavía le faltaban unos metros para llegar al lugar donde lo esperaba su segundo sello y ya tenía sólo sesenta segundos para romperlo. Apretó el paso dentro de lo posible, mientras esquivaba las criaturas que le salían al paso. Ya lo había hecho una vez, por una distancia y un tiempo mucho más largos, pero también en una situación en la que podía permitirse mucho más pánico. En ese momento, era responsable de muchas vidas humanas, y de romper la maldición que pesaba sobre Valle Letargo, tal y como había querido hacerlo desde que se enteró de su existencia. No obstante, detener a estos demonios se había convertido para Naruto en más que un simple paso más para convertirse en hokage, era un asunto personal; el genin sentía la necesidad de vengar la herida que Kakashi había sufrido por culpa suya.
Naruto tuvo la suerte de pronto ver el suave brillo que emanaba sello justo en una de las columnas de madera que servían de entrada a uno de los museos del pueblo. De haber sido posible, hubiera podido llegar y destruirlo él sólo, pero las circunstancias le exigían que utilizara el Kage Bunshin no Jutsu. Y así lo hizo. Las criaturas, que ya habían probado ser incapaces de descubrir la diferencia entre los clones y el original, destruyeron algunos de los primeros, mientras que el segundo tuvo algunos problemas para no descubrir de pronto que su cabeza había salido volando en dirección contraria a la de su cuerpo.
Fue uno de sus clones el que rompió el sello, y justo a tiempo, porque Naruto había encontrado un guijarro inoportuno y había perdido pie. Las criaturas de inmediato formaron un cerrado corro a su alrededor, y sus garras atravesaron al genin, pero no de la manera que ellos esperaban. El chico suspiró con profundo alivio y notificó a Kakashi.
A su maestro no le tomó demasiado tiempo romper el penúltimo sello e informarlo a Sasuke. La ventaja de la experiencia, gruñó Naruto para sus adentros, cruzándose de brazos. Ahora, Sasuke liberaría al pueblo de la maldición. Sí, era la oportunidad para... para que Sasuke se llevara toda la gloria. Naruto se jaló los cabellos. ¿Por qué no lo había pensado? Al final, Sasuke rompería la maldición, Sasuke sería recordado como un héroe y no él, que había enfrentado a los monstruos en primer lugar y descubierto la conspiración que se ocultaba tras esa fachada de alegre pueblito turístico diurno. Sólo había una manera de solucionarlo, y esperaba aún estar a tiempo.
Alegrándose de estar cerca, Naruto corrió hacia donde se suponía que se encontraba el último sello; quizás aún tenía oportunidad para convertirse en el salvador de Valle Letargo. No obstante, cuando llegó a la zona, el genin hizo un descubrimiento espeluznante: todos los demonios del pueblo parecían haber decidido concentrarse en ese lugar. Aquellos que venían de los lugares donde se habían roto los sellos anteriores (reconocibles por ser translúcidos) recuperaban su cuerpo físico al cruzar una barrera invisible, pero bien definida, unos metros antes de donde Uchiha se esforzaba no por romper ese trozo de papel final, sino por sobrevivir. Y no sólo él, también Sakura tenía problemas para evadir las criaturas que estrechaban el cerco a su alrededor.
Naruto apretó los puños. ¿Qué estaba haciendo Sakura ahí? Se suponía que ella se quedaría esperando en la casa de Uiko, donde no correría ningún riesgo.
El genin rubio se dispuso a dar un paso hacia adelante para ir a ayudar a sus compañeros de equipo, pero de pronto escuchó su nombre y se sintió rodar por el suelo hasta detenerse contra una pared. Cuando se recuperó un poco, vio la figura de Kakashi de espaldas hacia él, en pose de defensa.
-¡Naruto! ¡Ve por sello!-exclamó Kakashi.
-¡S-sí!
Naruto se levantó a toda prisa y escudriñó a su alrededor, buscando símbolos rojos sobre un fondo amarillento. Los vio un poco más allá de donde se encontraba Sasuke, pegado debajo del antepecho de una ventana.
-¡Date prisa!-gritó Kakashi.
Naruto utilizó de nuevo el Kage Bunshin no Jutsu. Envió a dos de sus clones para ayudar a Sakura y a Sasuke, y el resto -y él mismo- hacia donde estaba el sello.
-¡Naruto! ¡Espera!-gritó Sakura.
Al escucharla, Naruto se sonrojó. ¡Sakura, aún en medio de su propia batalla, estaba preocupada por él! Se frotó la nariz y esbozó una media sonrisa.
-¡Estaré bien, Sakura-chan!-respondieron todos los clones a la vez. Sakura les había levantado el ánimo; ahora Naruto se creía capaz de cualquier cosa. Todos los clones brincaron por encima de los demonios, algunos de los cuales se habían alejado de Sasuke y Sakura para dedicar su atención en los Narutos que corrían por todos lados.
Naruto (el original) estaba tan concentrado en llegar al sello que no se dio cuenta de que Sasuke iba corriendo a su lado hasta que Uchiha se le adelantó un par de pasos. Naruto rugió. ¡Oh, no! Ya había decidido que Sasuke no le iba a arrebatar la gloria, y ahora, enfrente de Sakura, mucho menos. Naruto imprimió más velocidad a su carrera; cuando volvieron a ir al parejo, los chicos intercambiaron miradas y descubrieron en ellas la intención del otro.
Al mismo tiempo, llevaron la mano a los bolsillos que tenían en el cinturón y sacaron cada uno un kunai. Los lanzaron hacia la ventana.
El de Naruto se estrelló contra el vidrio y el de Sasuke rebotó dos pulgadas demasiado a la derecha.
Sin embargo, un tercer kunai se impactó justo en el centro. Al momento, los demonios lanzaron un suspiro colectivo y se desvanecieron en el aire.
Sasuke y Naruto giraron la cabeza al unísono. Kakashi estaba aún en la posición de lanzamiento. Poco a poco, su maestro relajó la postura.
-Justo a tiempo -dijo, limpiando el sudor de su frente.
Naruto, por su parte, se dio cuenta que Sakura había caído al suelo de rodillas, jadeando. Con el resto del mundo convertido en un ruido lejano, corrió hacia ella, para asegurarse de que estaba bien, y para agradecerle por haberlo alentado. Naruto sintió latir con fuerza su corazón cuando Sakura levantó los ojos y los clavó en él. Entonces, ella se puso de pie de un salto y gritó:
-¿Cómo te atreves a arrebatarle la crédito a Sasuke-kun?
Naruto se paró en seco.
-¿Sa-sakura-chan?
-¡Era Sasuke-kun quien debía acabar con la maldición!-continuó la chica-. ¡No tú!
-Al final, fue Kakashi-sensei -intervino Sasuke; tenía las manos en el bolsillo y una expresión de desenfado en el rostro.
Sakura se tensó y dejó caer su mandíbula tras haber girado hacia donde estaba Kakashi, quien sonrió y agitó la mano en forma de saludo.
-
Ahora que el problema había terminado, Kakashi comenzó a pensar en los castigos para cierto par de desobedientes. Sakura y Naruto se habían arriesgado de nuevo innecesariamente, ambos por la fijación que tenían en Sasuke, además de que la rivalidad entre los dos chicos casi había arruinado la misión. Si Kakashi no se hubiera dado cuenta en el último segundo... Ah, pero mejor que decidiera pronto; el exceso de esfuerzo en su pierna no tardaría en cobrar cuentas, y el jounin quería aplicar justicia, no reflejar su mal humor en sus alumnos.
Mientras sopesaba las posibilidades, una columna de luz apareció en medio de los cuatro, elevándose desde el suelo. Ante su sorpresa, poco a poco se fue perfilando la figura de una mujer de baja estatura, cabello negro, largo y suelto sobre un vestido color blanco, contra el que destacaba un cinturón de color rojo.
-¿Quién es?-preguntó Naruto.
-¿Uiko-san?-aventuró Sakura.
La figura sonrió.
-Así es, pequeña, mi nombre es Uiko. Veo que mi maldición se ha roto, ¿ha sido a causa de ustedes? Me alegro -añadió al ver que Naruto asentía-. No hace mucho que hice un pacto para acabar con este pueblo, pero...
-¿Está arrepentida, Uiko-san?-preguntó Naruto.
La sonrisa en el rostro de la mujer se acentuó; Kakashi sintió un escalofrío que le recorrió toda la espalda y se preparó para literalmente cualquier cosa.
-Por supuesto que no-respondió Uiko, su voz toda dulzura-. Ellos mataron a mi hijo, y deben pagar.
Kakashi se tensó aún más de lo que ya estaba, las cosas no pintaban nada bien.
-¡Espere!-intervino Sakura-. ¡Tal vez fue sólo un accidente!
Uiko frunció el ceño.
-La verdad me fue revelada por los espíritus del mismo fuego que se llevaron a mi pequeño Shiro: un hombre vino a buscarme para pedirme que le vendiera un compuesto, y al no encontrarme, buscó entre mis recetas por toda la casa. Él comenzó el incendio, al dejar caer una vela sobre la cama. Después huyó, sin importarle que dejaba dentro a mi pobre niño.
-No tenía por qué castigar a todo el pueblo por culpa de una sola persona-dijo Sakura.
-Todo el pueblo debe sufrir porque todo el pueblo ha decidido mantenerlo al frente de sus asuntos -dijo Uiko.
-Aragaki...-murmuró Kakashi. Tenía sentido; por eso el alcalde no quería que se supiera nada en el exterior.
Uiko asintió.
-Pero ahora que están rotos todos los sellos, las cosas volverán a la normalidad, ¿no es así?-dijo Naruto, sonriendo ampliamente.
Por una fracción de segundo, Kakashi deseó poder compartir ese candor. El jounin se movió para colocarse detrás de los tres genins.
-Ahora que están rotos los siete sellos -dijo Uiko levantando las manos al cielo- puede abrirse el octavo.
La mujer cerró los ojos y recitó unas palabras en un idioma extraño. Tan pronto como salió de su boca la primera sílaba, la tierra comenzó a estremecerse.
Kakashi empujó a sus alumnos hacia el exterior de Valle Letargo.
-¡Corran!-gritó.
-¡Pero...!-dijo Sasuke.
-¡La gente!-dijo Sakura.
-¡Tenemos que avisarles!-dijo Naruto.
-¡No hay tiempo de...!
Un horrible crujido se elevó de la tierra interrumpiendo a Kakashi. Del centro del pueblo surgió una enorme lengua de fuego que se expandió con gran rapidez, saltando de casa en casa, de árbol en árbol. Los tres genins se apretaron contra su maestro, mientras, tras unos segundos de silencio total, Valle Letargo comenzaba a lanzar gritos de terror.
Una multitud salió de sus casas. Algunos tenían la suerte de abandonar casas en las que aún no se había prendido fuego, pero los otros salían con las ropas envueltas en llamas que no se apagaban ni aún cuando se revolcaban en agonía en el suelo; eran ignorados a pesar de que levantaban sus manos en busca de ayuda, sus gritos de dolor diluidos entre tantos otros.
Kakashi arrastró a sus alumnos, quienes, conmocionados, no oponían casi resistencia. El jounin trataba de mantener bien sujetos a los tres; el caos era demasiado como para arriesgarse a perderlos de vista. Entre toda la gente que pululaba a su alrededor, Kakashi creyó distinguir a lo lejos la silla de ruedas de Iwahara empujada por la esposa de éste. No había manera de ir a comprobar, así que se limitó a desear que así fuera.
El temblor de la tierra aumentó justo cuando Kakashi y su equipo habían alcanzado el lindero del bosque. Se hizo tan fuerte que la parte del risco en que se encontraba el pueblo comenzó a desgajarse y a caer sobre el mar, piedra por piedra, casa por casa.
Fue un trabajo calculado: nada que se encontrara más allá del pueblo sufrió daño alguno. Poca gente logró salvarse. Kakashi no vio entre los supervivientes a Aragaki, y no pudo menos que alegrarse de cierta manera; qué terrible hubiera sido si el causante directo de todo hubiese quedado vivo cuando tantos de quienes lo habían designado para que los gobernara habían sufrido destinos tan espantosos.
Kakashi no escuchó nunca a Uiko lanzar una larga carcajada maligna, como hubiera esperado de cualquier persona que hubiese llevado a cabo una venganza de esa magnitud, planeada con tanto detalle y ejecutada tan a la perfección. Lo único que le preocupaba era lo que le diría a Sasuke, Naruto y Sakura tan pronto como se repusieran, cómo los convencería de que ellos no habían causado la destrucción del pueblo, sino que Valle Letargo atrajo el desastre contra él mismo, cuando decidió continuar creyendo que el dinero estaba por encima de la vida humana.
Fin.