Título: Cosas sin decir
Autor:
aleenabite Reto: #2
Pareja: Draco/Astoria
Rating: PG
Género: Het
Disclaimer: Todo de la Rowling, Warner, etc, etc,
Astoria no era una mujer fácil. Todos pensaban que sí, pero no lo era. Cuando el mundo mágico se enteró de su boda con Draco Malfoy todos pensaron que era una caza fortunas y sólo le interesaba eso del rubio.
Una gran mentira.
Astoria amaba a su marido a pesar de sus defectos y con todas sus virtudes.
Sonaba muy cliché, pero ella le quería tal y como era. Y odiaba y amaba sus manías como cualquiera.
Amaba cómo se desvivía por su familia y amigos a pesar de que todo el mundo los tuviese en el punto de mira por los hechos pasados.
Adoraba cómo se reía cuando Blaise y Parkinson le contaban algo realmente gracioso y se le marcaban los hoyuelos de la boca de aquella manera.
Si tenía que confesar un secreto, la forma en la que Draco la miraba cada mañana cuando se despertaban acurrucados bajo las mantas en invierno era una de sus favoritas. Aquella mirada limpia y sincera que casi nadie había tenido el honor de conocer.
Y verle jugar con Scorpius era lo que más le gustaba en el mundo. Cómo hacía enfadar al niño que, con dos años, intentaba saltar lo más alto que podía para recuperar su pelota, era todo un espectáculo.
A veces su hermana le preguntaba cómo había acabado con un Malfoy. Ella sólo le respondía que era culpa de los libros. Daphne nunca lo entendía. Era lógico, nunca le había contado que su marido mimaba a los libros más que a cualquier cosa y que eso era algo que compartían los dos. Y en parte, lo que les había unido.
Eso sí, no todo era bonito, precioso y maravilloso en la vida de los Malfoy. Astoria a veces tenía ganas de dejarlo todo y huir lejos cuando Draco no era capaz de lidiar con sus manías.
Porque Draco Malfoy, a pesar de ser un mago oscuro reformado, no podía dejar de sentir aquella malsana fascinación por las artes oscuras que hacía que su mujer viviese eternamente preocupada por lo que podría pasar si algún experimento salía mal.
Y siempre que eso sucedía se peleaban. Y Astoria veía esa mirada fría como el acero que no quería que su esposo le dirigiese y que le hacía tanto daño que no podía casi ni describirlo con palabras.
Luego siempre estaba esa manera en la que el rubio trataba a todos aquellos a los que no consideraba dignos de respirar el mismo aire que él. Porque podría ser algo más permisivo con el asunto de la pureza de sangre, pero seguía siendo un mago aristócrata y como tal no podía evitar ser un petulante narcisista.
Y así fue como Astoria descubrió la cosa que más odiaba que Draco Malfoy, que le mintiese. Cuando le decía que no trataba mal a los funcionarios del ministerio, cuando no se ponía borde con sus empleados o cuando le decía que iba a ver a Blaise y a saber con quién estaba aquellas noches. Descubrió que Draco era un mentiroso excelente y no podía odiarlo más por ello.
Pero casi le odiaba más por haberla engañado con alguien a quien no quería ni podía ponerle nombre ni rostro, tan sólo sabía que había sucedido. Al principio fueron las miradas esquivadas, las noches ausentes, el ceño fruncido siempre, dejar de jugar con Scorpius… todo ello le llevó a preguntarle, presionarle hasta que confesase qué sucedía. Y cuando al fin consiguió la verdad se dio cuenta de que no la quería, porque odiaba al Draco Malfoy que decía verdades tan devastadoras como para convertirla en una sombra de lo que había sido. La había deshonrado con sus acciones y por eso mismo tardó bien poco en dejar todos los regalos de su marido en su habitación, coger su ropa y a su hijo y irse a casa de su hermana.
Daphne preguntó, claro que preguntó; pero no obtuvo respuesta. Después de todo, entre ellos dos había habido más cosas no dichas que dichas.