Parece mentira cuántos jardines hay en la Gran Bretaña. Sobretodo jardines de gente mágica y rica, que crecen y se enmarañan y necesitan un jardinero. Hay un jardinero en concreto que se llama Noah y no para de trabajar. Su pequeña empresa, en al que él era el único jefe y el único empleado, ha crecido considerablemente en un año. Ahora son dos, él que hace el trabajo y la señora Higgs, que es una abuelita adorable de Portree que le lleva la contabilidad, porque él con las plantas vale, pero con los números es un desastre.
Hoy, Noah el jardinero está en Londres porque su fama se ha extendido más allá de los pequeños límites de su pueblo. Acaba de terminar su turno, que le han contratado una familia que vive por aquí. Tenían un jardín enorme, casi como todo Portree entero, pero tan descuidado que Noah necesitará dos semanas sólo para quitar las malas hierbas.
Sólo pensar esto, Noah, que camina por una calle de aspecto pijo con su ropa de trabajo y va hacia su moto, resopla.
Esto de ser ayudante de Gloria White, la diseñadora, resultaría agotador para cualquier persona, pero no para Camilla. No hace dos años que ha terminado Hogwarts todavía, está empezando. Y a los que están empezando les toca llevar café, ir haciendo recados de un sitio a otro, cargar telas que pesan toneladas y cosas así. Es lo que la gente normal hace, a diferencia de los enchufados.
Y Camilla decidió hace ya un tiempo que ella no sería una enchufada.
Es emocionante, y el aire de novedad hace que Camilla no esté agobiada todavía. Ahora mismo está trabajando, y si va cargada de bolsas es porque son parte de su trabajo. Ahora no tiene dinero para comprarse tanta ropa, a no ser que se lo pida a sus padres.
Y cuando alza la vista de la caja de memos (después de comprobar los tres memos que le ha mandado Gloria en los últimos diez minutos), le parece ver una aparición. No sería la primera vez que le pasa.
Quiere irse corriendo pero no puede, sus piernas siguen adelante como si nada pasara.
A ver si se acuerda de dónde demonios ha dejado la moto,a ver. Antes era una moto muggle normal, pero cuando empezaron a salirle trabajos fuera del pueblo se la tuvo que tunear, que si no tardaría eones en llegar a los sitios. Ahora es una moto voladora y tarda como media hora en plantarse de Portree a Londres. Podría aparecerse, pero la verdad es que le gusta volar
( ... )
Quiere apartar la vista, para poder no saludarlo sin parecer maleducada. Si no le mira, puede hacer que no le ha visto. Y si él la llama, le saludará, y sonreirá y todo, pero si él no lo hace, ella hará ver que no lo ha visto.
El problema es que no puede apartar la vista, y que si quiere simular que no le ha visto, no va a colar.
Está más guapo de lo que recordaba. Y más alto. Es muy alto y oh, cómo le gustaría escuchar aquella voz tan grave que le gusta recrear en su cabeza. Lleva ropa de jardinero. Se da cuenta y se acuerda otra vez más de lo que pasó hace ya más de dos años. Pero está cambiado, se le ve tan autosuficiente... Ella también está distinta, espera, y ha abandonado las medias doradas y colorines por las negras (como la falda de tubo que lleva ahora) y el pelo emarañado por el liso, que la hace más adulta. Aunque ahora no piensa en eso.
Es que está tan guapo que aquello que creía que no había sido más que un enamoramiento infantil vuelve a ella de pronto, como un flashback. Tendrá que saludarle.
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Hoy, Noah el jardinero está en Londres porque su fama se ha extendido más allá de los pequeños límites de su pueblo. Acaba de terminar su turno, que le han contratado una familia que vive por aquí. Tenían un jardín enorme, casi como todo Portree entero, pero tan descuidado que Noah necesitará dos semanas sólo para quitar las malas hierbas.
Sólo pensar esto, Noah, que camina por una calle de aspecto pijo con su ropa de trabajo y va hacia su moto, resopla.
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Y Camilla decidió hace ya un tiempo que ella no sería una enchufada.
Es emocionante, y el aire de novedad hace que Camilla no esté agobiada todavía. Ahora mismo está trabajando, y si va cargada de bolsas es porque son parte de su trabajo. Ahora no tiene dinero para comprarse tanta ropa, a no ser que se lo pida a sus padres.
Y cuando alza la vista de la caja de memos (después de comprobar los tres memos que le ha mandado Gloria en los últimos diez minutos), le parece ver una aparición. No sería la primera vez que le pasa.
Quiere irse corriendo pero no puede, sus piernas siguen adelante como si nada pasara.
No se lo está imaginando, es él. Él.
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El problema es que no puede apartar la vista, y que si quiere simular que no le ha visto, no va a colar.
Está más guapo de lo que recordaba. Y más alto. Es muy alto y oh, cómo le gustaría escuchar aquella voz tan grave que le gusta recrear en su cabeza. Lleva ropa de jardinero. Se da cuenta y se acuerda otra vez más de lo que pasó hace ya más de dos años. Pero está cambiado, se le ve tan autosuficiente... Ella también está distinta, espera, y ha abandonado las medias doradas y colorines por las negras (como la falda de tubo que lleva ahora) y el pelo emarañado por el liso, que la hace más adulta. Aunque ahora no piensa en eso.
Es que está tan guapo que aquello que creía que no había sido más que un enamoramiento infantil vuelve a ella de pronto, como un flashback. Tendrá que saludarle.
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