PARA:
nai_malfoyDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título: TRES LATIDOS
Fandom: Harry Potter
Personaje/pareja(s): Harry/Draco
Rating: R. No apto para menores de cincuenta jajaja.
Resumen: Draco deslizó sus manos por los fríos barrotes…
Disclaimer: Nada mío, todo de otros.
Advertencias: PWP, sexo explícito, juegos de poder, “pégame que me gusta”… ¿latigazos?
Notas: Un agradecimiento a mi beta ¡eres un regalo, F.! ¡Y felices fiestas para todos! :D
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TRES LATIDOS
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Draco deslizó sus manos por los fríos barrotes y dejó escapar un profundo suspiro. El calor de su respiración -tan contrastante con el frío de la oscura celda- se convirtió en blanco vaho cuya mera presencia lo hizo tiritar. Estaba helando; su mente no lo engañaba y la poca ropa que llevaba no ayudaba.
-Potter, me congelo -dijo, apoyando su cabeza en los barrotes. Su pelo estaba algo más largo que como lo usaba en el colegio y cayó sobre su frente. El barrote estaba frío y, masoquistamente, Draco no se alejó de él sino que recargó un poco más de peso. El metal era áspero y helado, muy parecido a cierto toque que añoraba.
La nada y el silencio de la oscuridad fue la única respuesta que Draco recibió.
Uno, dos, tres latidos de corazón pasaron antes de que Draco se animara a volver a hablar:
-Potter, no sé qué clase de jueguito tienes en mente, pero dejar a un prisionero semidesnudo en una celda no creo que sea el procedimiento normal de los Aurores- dijo, agregando mentalmente "a menos que me haya saltado esa clase".
En una de las esquinas se intuía una figura de pie hacia la cual Draco hablaba. Recargada contra la pared, posiblemente de brazos cruzados, observando. Al forzar la vista uno podía llegar a dilucidar -gracias a un pequeño vestigio de luminosidad- el lustrado de sus zapatos y el final de su túnica... que era la de un auror. Pero dicha figura no se movía ni parecía reaccionar a las palabras del mago dentro de la celda.
Draco se alejó de los barrotes y se intentó cerrar la camisa abierta. Había sido desprovisto de su túnica de auror, la cual comenzaba a extrañar por abrigadora, y su ropa estaba prácticamente toda desabrochada.
Suspiró nuevamente, girándose hacia el otro lado de la celda. Dio dos pasos tentativos -siete, ocho latidos más de su corazón pasaron y dejó de contar-; dándole la espalda a la oscura silueta en el cuarto. Cerró los ojos unos segundos para finalmente tomar aire y volver a encarar a la figura.
-¡Potter! -volvió a decir, esta vez un grito contenido, y se lanzó contra los barrotes-. ¡Potter, no sé que enfermos juegos tengas en mente, pero súeltame! -hizo una pausa en la cual la nube de vaho blanco se diluyó en la oscuridad, antes de agregar como última opción-: ¡O calienta la puta habitación!
De haber tenido suficiente claridad, Draco habría notado la sonrisa que se curvó en los labios del otro mago antes de avanzar desde su lugar en las sombras hacia la tenue luz.
-¿Enfermos, Malfoy?
El auror recién ahora visible tenía poco del Harry que había terminado Hogwarts hacía años con él, y eso mismo hizo que se le empezara a formar un nudo de anticipación en el estómago al rubio. Los latidos de su corazón se aceleraron cuando, inconscientemente, contuvo la respiración.
Draco se obligó a suspirar de nuevo, a mantenerse firme:
-Completamente enfermos -enfatizó.
Harry sonrió, ahora de pie junto a la celda. Su cabello seguía siendo el desastre de siempre, pero su expresión era diferente... más madura, incluso oscura. La niñez lo había abandonado tiempo atrás y la vida lo había ido curtiendo constante y profundamente.
Un destello en la solapa de su túnica llamaba la atención: la insignia del Jefe de los Aurores.
Harry sacó su varita y Draco se obligó a no retroceder.
-¿Necesitas apuntarme cuando estoy encerrado y desarmado? -inquirió Draco, intentando dar alguna clase de pelea pero sin moverse de su lugar.
Con la punta de su varita, Harry le corrió un mechón de pelo rubio que le caía sobre los ojos y luego llevó esa misma mano hacia atrás de la cabeza de Draco, en una casi caricia que se convirtió en un puño de acero alrededor de sus cabellos.
Draco sintió el mango de la varita clavársele en la nuca y cerró los ojos soportando el fuerte jalón que lo acercó a los barrotes de la celda bruscamente. Su mejilla impactó contra el frío material y el nudo en su estómago se intensificó. Los latidos de su corazón se agolparon en sus oídos por el impacto.
-Sabes lo que necesito -susurró Harry junto al oído del rubio, sin aflojar el agarre sino intensificándolo. Su voz era dulce al punto de hipnotizar, una cadencia que se mezclaba con la oscuridad como miel en leche caliente, desapareciendo en la nada que los rodeaba dejando su dulzor en el aire.
-No -dijo Draco, negándole la satisfacción de escucharlo-, no tengo idea de lo que... quieres, Potter.
Entonces Harry aflojó el agarre, convirtiéndolo en una suave caricia por la blanca nuca y el cuello. Su voz siguió con la misma entonación; la utilizada con un amante, con un niño, pero sus palabras no acompañaban.
-Sí que lo sabes, ¿o prefieres que te refresque la memoria?
Draco ocultó su rostro en las sombras.
-No tengo idea de lo que me hablas, Potter.
La negativa, más que alejar a Harry, pareció alentarlo a continuar.
-Como prefieras, Malfoy.
Un hechizo no verbal movió a Draco como una marioneta y lo obligó a subir los brazos, para luego sujetarlos mágicamente a los barrotes de la celda por encima de su cabeza. Con el brusco movimiento, la manga izquierda de su camisa descendió, dejando ver la Marca Tenebrosa, cubierta de pequeños cortes que la ocultaban.
-Esto seguro que te ayuda a recordar.
El pecho del rubio, con la camisa completamente abierta, denotaba el cambio en su respiración ante la forzada postura y el frío le erizaba toda la piel visible. Harry lo observó de arriba abajo, con los ojos hambrientos, alimentándose del espectáculo de indefensión que se le presentaba, antes de abrir la puerta de la celda, para luego dejarla cerrarse por su propio peso.
La puerta rechinó para, finalmente, azotarse. El ruido retumbó hasta perderse en el espacio, como la onda producida por una piedra al caer en un sombrío estanque.
Draco cerró los ojos, haciendo esfuerzos por controlar los latidos de su corazón y su respiración, sabiendo que ahora el auror estaba en el mismo recinto que él. Por mucho que los barrotes hubieran estado puestos para limitar su escape... también funcionaban como barrera y daban una falsa sensación de seguridad, pero ahora -en la misma jaula que el león, por usar una metáfora muy aplicable-, comenzó a sentirse profundamente expuesto.
Harry, lentamente, se acercó al rubio, quien ahora no podía verlo, y Draco se removió ansioso en sus ataduras sin poder evitarlo.
-¿Potter? -murmuró Draco al sentir el fantasma del otro cuerpo pegarse al suyo, lenta y casi dolorosamente hasta pasar de un toque totalmente etéreo a uno extremadamente carnal, invasivo incluso.
Había magia en el aire, una magia oscura y salvaje.
Draco tragó saliva, sintiendo sorpresivamente su boca muy seca.
-¿Potter? -volvió a preguntar, queriendo romper el silencio-. ¿Qué quieres?
El otro cuerpo detrás del suyo se afianzó más en su posición, sin brusquedad pero como el agua: avanzando constante e insaciable, hasta acomodarse a la perfección detrás del rubio. Los ásperos barrotes rasparon la blanca mejilla de Draco y este intentó alejar su rostro del metal. Pero la cabeza de Harry estaba muy pegada a la suya, su boca cerca de su oído y su cálido respirar en todas partes, y Draco no pudo moverse.
-Sabes lo que quiero -dijo Harry y, a través de la tela de sus pantalones, empezaba a notarse la clara presión de una erección.
Draco se acomodó de manera que esta se presionara sobre su trasero y dejó escapar un imperceptible suspiro. Todo su cuerpo estaba en tensión, la necesidad empezando también a bullir en su sangre pero mucho más lentamente.
Junto al oído del rubio, los labios de Harry se curvaron aún más y sus manos fueron a los costados de Draco con firmeza. Harry se mordió ligeramente el labio antes de volver a susurrar, esta vez un tinte diferente en su voz.
-¿Asustado, Malfoy?
La sonrisa fue más fuerte que la resistencia de Draco.
Harry hijo de re mil puta… pensó, pero se obligó a seguir el juego.
-Ya quisieras.
Pronto, Draco fue agarrado nuevamente del pelo y unos labios chocaron con los suyos. La posición era más que incómoda y el beso bestial, pero los suaves sonidos que ambos magos dejaron escapar no eran por la incomodidad física. El agarre no se fue suavizando, todo lo contrario. En un movimiento brusco de Harry, el cuello de Draco dolió poco placenteramente y el rubio se lo hizo saber rompiendo el beso con una mordida.
Al separarse la pasión ya estaba encendida en ambos.
-No te tengo miedo, Potter.
-Deberías-murmuró Harry y un escalofrío de placer recorrió al otro mago.
Harry se alejó y el frío reclamó su lugar contra la espalda de Draco. En la celda solo se escucharon los pasos de Harry hacia atrás, un sonido aterrador y medido, la respiración alterada del rubio y una gota de agua que caía en algún lugar perdido en la negrura.
Draco trató de controlar su respiración y concentrarse en ella, intentando infructuosamente calmar los latidos de su corazón, pero el sonido de un látigo contra el piso rompió la falsa dulzura del momento. Harry había transmutado su varita.
Draco sintió sudor frío en su espalda y erizársele la piel. Tragó saliva.
No todos los trucos de Bellatrix habían fallecido con ella, al parecer.
El segundo latigazo Draco lo sintió cerca de su cabeza. La celda retumbó de una manera que helaba los huesos y la magia negra del hechizo -que el mismo Draco le había enseñado a Harry en una ocasión que ahora se antojaba muy lejana-, comenzó a palpitar en el recinto como otra presencia.
-¿Cómo está tu memoria, Malfoy? -preguntó Harry, disfrutando el temblor que inconscientemente recorrió todo el cuerpo de su pareja.
Draco tragó de nuevo, su boca seca como un desierto y su excitación tan dura como una roca. Su cuerpo denotaba el temblor del deseo en cada centímetro, y su piel clamaba por el castigo, por el placer más culposo de todos: el único que de la sangre nace y en ella cava su tumba.
-¿Cómo está tu memoria? -repitió el jefe de los aurores.
-Mal, muy mal.
Harry tuvo que obligarse a calmarse para seguir manteniendo el decadente ritmo que haría todo mucho más divertido. La palma de su mano hormigueó con anticipación en torno a la varita transmutada.
Draco mantenía los ojos cerrados y la frente presionada contra los barrotes, esperando que su provocación rindiera los frutos esperados. Por eso, cuando el látigo rozó su espalda como una caricia, una sensual serpiente de magia recorriendo ascendentemente el centro de su espalda, la sorpresa fue mayor que el dolor esperado.
La mágica caricia lo hizo temblar, era poder contenido, era deseo y era oscuridad. Era todo lo que Harry guardaba para él y solo para él. Lo que era suyo y Draco debió sujetarse de los barrotes para que no se notara que sus rodillas comenzaban a flaquear y el pre-eyaculatorio ya manchaba la punta de su erección y humedecía su ropa interior.
-Lo repetiré una vez más, Malfoy -dijo Harry, acariciando los hombros del rubio con el látigo mágico, disfrutando la forma en el cual la vibrante energía contrastaba con la blancura de la desabrochada camisa y de la piel de su amante, de su pelo, de su aura-. Sabes lo que quiero… ¿me lo darás por las buenas… o por las malas?
Draco no sentía frío alguno, su cuerpo era un hervidero de necesidad. Quería “las malas” y las quería ya, quería frotarse con los barrotes, quería soltar sus manos y masturbarse furiosamente y cambiar papeles y cogerse él a Harry, lo quería todo. Y lo quería inmediatamente. Ya. Pero no iba a darle a Potter el gusto de rogar como lo pedía. Al menos no tan fácilmente.
-No me asustas -fue la respuesta que sentenció el primer latigazo. Aunque Draco lo esperaba, su mente no pudo controlar a su cuerpo y el primer grito escapó de sus labios mezclado con un gemido de dolor y placer.
El segundo latigazo fue en el centro de su espalda y la sangre empezó a manchar la blanca camisa, profanando su pureza.
Solo fueron dos golpes, las heridas superficiales, pero el dolor suficiente para que Draco sintiera su cuerpo lleno de adrenalina, su corazón latiendo desbocado y la sensación de que cada latido bombeaba en las heridas recién abiertas, en su piel, en su cuerpo, en su todo. Aprisionada en sus pantalones, su excitación clamaba por ser liberada con la misma furia con la cual su mente pedía lo contrario.
Se escucharon unos pasos y Draco supo que Harry se estaba acercando nuevamente. Pero con los ojos cerrados, prefería no mirar y concentrarse en las vibraciones del aire. La magia lo inundaba todo… oscura y sexual, tomando posesión de sus deseos y de sus pensamientos. Solo podía pensar en sus atadas manos, aferrándose a los barrotes y en la calidez de la sangre derramada.
-¿Te gusta que te azote, Malfoy? -preguntó Harry cerca de su oído, depositando luego un camino de besos por su cuello y su hombro.
-No -mintió Draco, pero su excitación no podía ser mayor. Su cuerpo temblaba, su erección dolía, sus pupilas estaban dilatadas y al mirar a Harry supo que no necesitaba rogar en voz alta esta vez, que todo lo estaba transmitiendo con esa sola mirada.
De igual manera, el jefe de los aurores no lo dejaría librarse tan fácilmente.
-Pídemelo.
-No.
-¡Pídemelo!
-¡NO! -gritó Draco y obtuvo su recompensa, porque nuevamente la magia oscura del látigo acarició su piel con brusquedad, un impacto que para otros resultaría repulsivo pero que para él fue un paso más hacia su perdición.
Harry no repitió la acción más de dos veces más, desapareciendo luego el látigo para recuperar su varita.
-Pídemelo -esta vez, el comando fue acompañado por una caricia. Las rodillas de Draco habían dejado de sostenerlo y solo sus encadenadas muñecas le impedían caer al piso.
Su respiración era acelerada y cuando giró el rostro para mirar a Potter supo que ya era el momento. Para él, para ambos.
-Te lo pido…
-Quiero que lo ruegues…
Draco tragó saliva, perdiéndose en el verde de aquella mirada tan conocida ya.
-¡Dilo!
Y las palabras salieron fáciles:
-¡Te lo ruego, Harry!
Harry volvió a reclamar sus labios, pero esta vez el beso empezó suave y fue ganando pasión conforme Draco descubrió sus manos ahora libres y sus brazos cayeron sobre los hombros del otro mago, atrayéndolo. Costaba respirar entre un beso tan demandante, que empezaba a ser un juego de poderes donde la magia de uno se entrelazaba con la otra, pero Draco prefería morir mil veces y pudrirse en el infierno al cual se condenaba todos los días que romperlo.
Pronto, Harry estuvo sobre Draco en el frío piso y presionó su excitación sobre la del rubio, ambos vestidos y dolorosamente duros.
-No seas hijo de puta… -murmuró Draco, cuando Harry dejó sus labios para morderle su delicioso cuello-, no me hagas esperar más. ¡Me estás matando!
Sin querer esperar tampoco, Harry hizo desaparecer la ropa de ambos, con excepción de la camisa del rubio para que sus heridas no entraran en contacto con el suelo. Y el placer, el calor y el frío, la sensación del otro cuerpo desnudo contra el suyo fue abrumadora. Draco era todo exquisitez, una capa de piel helada por el clima pero el fuego latiendo bajo la cubierta. Su sangre, sus labios llenos, las palabras que de vez en cuando dejaba escapar y que iban perdiendo cordura conforme sus erecciones se frotaban y encontraban. Todo era deliciosamente abrumador.
Obligándolo a recibirlo entre sus piernas y a cerrar las mismas alrededor suyo, Harry murmuró otro hechizo sin varita y reclamó nuevamente la boca del rubio. El beso acalló el profundo sonido que nació de la brusca penetración. Sin aviso, sin antesala… solo la magia lubricando el camino y el grueso y ardiente falo de Harry deslizándose por el estrecho canal. Draco gritó y se deshizo, clavándole las falanges de sus dedos en la espalda de su amante, arqueándose ante la brusca intromisión, pidiendo más y rechazándola al mismo tiempo. Su cuerpo tenso como la cuerda de un violín y su rostro una oda al erotismo y al dolor bien recibido.
Harry, igualmente, esperó a la señal física de aceptación para empezar a moverse. Lento y profundo al principio, más fuerte conforme Draco le iba pidiendo, cada vez más extrovertido con sus insistencias, pidiendo “más”, “más duro”, “¡porfavormás,Potter!” y consiguiéndolo hasta que el placer terminó de consumarse, naciendo desde sus bolas hasta explotar entre ambos cuerpos, sin necesitar más estímulo que la dura y profunda penetración, un clímax dolorosamente intenso, en el cual todo se cuerpo clamaba por morirse..
Draco se tensó al alcanzar el orgasmo, explotando en una intensa y profunda eyaculación que lo dejó sin fuerzas y le borró toda sensación del mundo por un tiempo indeterminado. Harry no necesitó más que dos o tres penetraciones adicionales para seguir el mismo curso, dejándose ahogar en un placer que lo consumió como una implosión, dejándolo sin fuerzas para respirar de otra forma que no fueran jadeos desordenados, cayendo rendido sobre el otro cuerpo en el suelo de la celda.
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Cuando Draco despertó, estaba en su cama, limpio y arropado, y Harry lo observaba con una expresión tan Gryffindor que hizo que Draco se sonriera.
-Algún día -dijo Draco, aún con la sonrisa en los labios ganándose un beso por el solo hecho de despertar, su voz seguía ronca de las actividades anteriores-, vas a perder tu trabajo por el uso indebido que le das a las celdas cuando tomas el turno nocturno, Harry. ¿No te preocupa?
Harry se acercó más hasta abrazarlo.
-Para nada.
-¿Seguro? -preguntó Draco, aprovechando ese abrazo e impregnándose del aroma a jabón de Harry y del perfume a limpio de las sábanas.
-Segurísimo.
-¿Y no está en tus planes cansarte tampoco?
Harry ni dudó al responder:
-Jamás.
Draco se separó como para observar a Harry a los ojos, como cerciorándose de que hablaba en serio. Lo que vio allí seguía confirmando lo que siempre confirmaba, y Draco no necesitó más. Volvió a entregarse al abrazo, preparándose para seguir durmiendo.
-Me alegro -murmuró entre sueños.
Ninguno de los dos necesitó más palabras para volver a dormirse juntos.