ANTERIOREl cielo parece más grande fuera de la ciudad, casi infinito. Se levanta, enorme y azul e impoluto para luego curvarse sobre los límites de la tierra, que se eleva en montañas diminutas como si estuviese dándole la bienvenida. Angel no se había percatado de hasta qué punto la ciudad había cambiado su percepción, pero estar ahí, en un lugar tan inmenso, le hace pensar que aunque ocupen tanto espacio dentro de su cuerpo sus secretos parecen, en comparación, terriblemente insignificantes.
-¡Ha elegido un día fantástico para volar! ¡Un día espectacular, sí señor! -el hombre le sonríe con ganas, sus ojos arrugándose en las comisuras. Un barco levanta el vuelo unos metros más allá, su barriga pesada elevándose como si fuese más ligera que una pluma, y el sonido ensordecedor de los motores hace que el hombre tenga que gritar mientras caminan, una mano sujetándose la boina-. ¡Me llamo Frank, por cierto! ¡Frank Ruehl, ése es mi nombre!
Angel deja escapar un sonido que espera que valga como asentimiento. A Frank parece bastarle. El sol cae en picado sobre el asfalto, que absorbe el calor y lo expulsa en oleadas, haciendo que se creen espejismos en la comisura de la pista: pequeñas olas transparentes que ondulan en la base de los barcos voladores, como un mar de aire.
-¿No lleva equipaje? -pregunta, mirando ambas manos de Angel como buscando alguna maleta escondida.
-No -contesta Angel, sin más.
-¡Perfecto, perfecto! -contesta, con una palmada-. ¡Viajar ligero es la mejor manera de viajar por el aire!
Las turbinas de los barcos crean corrientes que le agitan el abrigo en todas direcciones, y Angel encoge los hombros para protegerse los oídos, los dedos curvándose con tanta fuerza alrededor del papel que tiene miedo de que se deshaga en su mano.
-¡La Normanda es una nave noble, señor! -Frank sigue gritando aunque Angel puede oírle perfectamente, y su entusiasmo no decae, ni cuando se está quedando sin aire. Asiente y repite-, ¡Una nave noble!
Y la Normanda puede haber sido una nave noble en algún momento, pero ahora es una masa tan monstruosa y destartalada, la pintura roja desconchándose en grandes parches, que Angel lo contará como un milagro si consigue despegar. Frank golpea con un par de dedos una sartén que cuelga de un gancho en la superficie del casco, por alguna extraña razón, y sonríe.
-¡No puede negar que tiene carisma!
Angel estudia con ojos entrecerrados las turbinas de vapor, que parecen listas para despegarse del resto de la nave, y suspira.
-Supongo que no puedo.
-¡Claro que sí, claro que sí! ¡Ése es el espíritu! -Frank le da un par de palmaditas en el hombro y toca una campana que está al final de la rampa de embarque, que parece tan precaria como el resto, la madera tambaleándose contra el viento. Le sonríe-. Pues aquí estamos, ¿me permite ver su billete?
Angel se muerde los labios, y sabe que ésta es la última oportunidad para echarse atrás, que es ahora o nunca, que si sigue adelante, si sigue-
-Aquí tiene -dice Angel, sacando el papel de su bolsillo, intentando alisar los bordes curvados sin mucho resultado.
Frank le echa un vistazo al estado del billete mientras busca su nombre en una lista.
-Mmm, ¿miedo a volar? ¡No se preocupe! Verdana es la mejor piloto que tenemos en este puerto aéreo, así que está en buenas manos -le asegura, dibujando un tick junto a su nombre, con cierto aire de finalidad. Angel no se molesta en intentar explicarle que el miedo a estrellarse está casi al final de su lista de miedos, en este momento.
Si Angel estuviese en condiciones de fijarse en lo que tiene a su alrededor vería la ropa tendida de las jarcias, las ristras de cristales tintineando al final de las velas, los marineros fumando y riéndose en la popa. O quizás esas otras cosas, un poco más sutiles, como la mujer que está cantando una canción de Candara mientras friega el suelo con energía, o las formas familiares en el mapa que sujetan los marineros. Pero Angel no está en condiciones, evidentemente, y sólo puede mirar el número dos hasta que le duelen los ojos, escrito sobre una puerta verde que marca la entrada a la cubierta. Las últimas palabras de Frank resuenan en su cabeza.
-Su camarote está en la cubierta dos -dijo, con una sonrisa-. Espero que lo encuentre de su agrado -y antes de que Angel pudiese empezar a subir por la rampa, añadió, mirando el registro en su lista-. ¡Ah! Y parece que su compañero ya está esperando por usted.
Angel respira hondo, intentando calmar el temblor de sus manos, y gira la manilla.
La cubierta dos es la más pequeña de todas, más una hendidura en el casco del barco que una cubierta real, pero los muros que la rodean hacen que la pequeña balaustrada que da al exterior esté más protegida del viento. Angel contiene la respiración durante el medio segundo que tarda en reconocer al hombre que está apoyado contra la balaustrada, su sombra recortándose contra la claridad de una forma inconfundible, el pelo negro como el cielo a medianoche levantándose alrededor de sus sienes.
-Kai -y es un susurro, más una exhalación de aire que una palabra real, pero Kai tiene que oírle, de alguna manera, porque se gira al instante.
Angel se ha imaginado este momento tres millones de veces en los últimos tres días, tocando con manos nerviosas el billete de barco que apareció en su buzón de forma misteriosa. Ha hecho una lista mental con todas las cosas que quiere decirle a Kai, todas las cosas que no quiere decirle pero que va siendo hora que le diga, todas las preguntas que le quedan por hacer, y se ha imaginado todas las posibles respuestas y todas las explicaciones, las combinaciones de expresión en la cara de Kai. Pero en realidad y como suele pasar, ninguna fantasía podría haberle preparado para la verdad, para ver a Kai así, la boca entreabierta, las manos temblando- las manos de Kai, que son firmes y competentes y precisas en cualquier situación, suspendidas a ambos lados de su cuerpo como se hubiese olvidado de cómo utilizarlas.
Y aunque esto sí que tendría que haberlo visto venir, tampoco se imaginaba que verle otra vez fuese hacerle sentir así.
Da uno, dos, tres pasos, hasta que la cara sorprendida de Kai es más clara de lo que lo ha sido nunca, como si no supiese si esperar un puñetazo o un beso, y le sujeta por la nuca, los dedos entrando en su pelo, desesperados por sujetarse a algo. Le sujeta, le tira de la chaqueta, la respiración de Kai impactando rápida y húmeda contra sus labios, y le besa como si no les quedase tiempo, como si tuviesen una cuenta atrás particular entre ellos.
El beso parece durar horas, los dedos de Kai clavándose con fuerza en el pulso de su cuello, como si quisiese comprobar que está vivo de verdad, y Angel no sabe quién está sollozando dentro de la boca de quién, pequeños hipidos que se pierden entre la humedad, o si es que están llorando los dos o si es otra cosa o si importa siquiera, a estas alturas, cuando puede sentir el cuerpo de Kai sólido y real y lejos de todo daño.
Por suerte o por desgracia, Kai sigue siendo un genio, así que es él el que se separa para poder respirar. Pero sólo un poco, dejando puntos de contacto imprescindibles aquí y allí.
Le mira, los ojos rojos y las pestañas abriéndose como un abanico, y le sujeta por el cuello, la otra mano buscando la placa de metal por encima de su camisa. Ambos están jadeando pesadamente, y sus pechos se encuentran a medio camino con cada respiración.
-No sabía si vendrías. Pensaba. Pensaba que igual no vendrías -se lame los labios, húmedos todavía por el beso. Abre la boca, duda-. Lo hubiese entendido si no hubieses venido.
-Yo tampoco sabía si iba a venir. No estaba seguro en absoluto -contesta, bajito, apresurado, porque supone que no hay más tiempo ni espacio libre para mentiras entre ellos.
Kai exhala. Asiente.
-¿Les has contado todo?
Angel no necesita que le explique a quién se refiere.
-No. No todo -dice, y toca uno de los mechones negros de Kai, que se desliza suave entre sus dedos.
No quiere, pero pensar en Sim es inevitable: en Cordia apartando el pelo azul manchado de sangre de su frente, en Kai intentando parar la hemorragia, en la pistola cayéndose poco a poco de los dedos Sim y en su propio corazón, cayendo al mismo ritmo.
Angel parpadea, volviendo al presente, y sabe que es inútil esconderle a algo a Kai en las distancias cortas. Intenta sonreír.
-Les he contado una versión mucho más interesante. En ella eras más alto, sabes -dice, pero Kai le está mirando con tanta intensidad que Angel desiste. Suspira-. No tardarán en darse cuenta.
Kai asiente otra vez y se separa de él, apoyándose en la balaustrada con los hombros encogidos, la mirada fija en la pista de aterrizaje de debajo.
-Sabía que no tenía que haberte arrastrado conmigo. No es… Ahora eres un fugitivo por mi culpa, Angel. Un traidor -dice, sonando tan devastado que Angel tiene ganas de volver a repetir lo del beso, y al infierno con las palabras.
En lugar de eso se encoge de hombros.
-Bueno, he sido padre, y soldado, y posadero. Ser traidor y fugitivo desde luego le da un toque final a mi biografía, ¿no crees? -dice, y se apoya junto a Kai en la balaustrada.
Kai le mira, una mueca de concentración torciéndole la boca, como si no fuese capaz de entenderle de todo. Angel sonríe para sí.
-He estado pensando -dice Kai, bruscamente, hablando rápido y agachándose para buscar algo dentro de una maleta que Angel no había visto hasta entonces. Le mira, como si no estuviese muy seguro, y saca uno de los globos de cristal que venden en la parte alta de Nueva Roma. Mira la esfera entre sus manos. Murmura-. No es así como hacemos los funerales, pero había pensado que quizás…
La Normanda decide empezar a despegar en ese momento, el rugir de los motores de vapor silenciando cualquier cosa que pudieran querer decir, y a pesar de que están levantando el vuelo Angel puede sentir el corazón latir lento, pesado, como si estuviese siguiendo el ritmo de una marcha fúnebre. Kai se incorpora, tambaleándose un poco, su pelo arremolinándose alrededor de su cabeza como una gota de tinta en un vaso de agua, y le tiende el globo. Saca un trozo de papel del bolsillo de su chaqueta, estirándolo contra la madera de la balaustrada, y saca una pluma con la que escribe cuatro símbolos grandes y extraños, parecidos a los que tiene Angel grabados en la parte baja de su gemelo.
El sonido de los motores no se calma hasta que han atado la plegaria al cordel del globo, las manos y los pies y el corazón igual de inestables. El viento gira en el recoveco de la cubierta, y el estómago de Angel da un salto mortal cuando mira hacia abajo y sólo ve un mar de nubes partirse en dos alrededor del casco del barco. Se encoge dentro de su abrigo.
-Bueno, y ahora… -dice Kai, pero se calla porque no hay nada que se pueda decir, nada que sea suficiente. No importa cuántas veces se pase por esto, nunca se aprende cómo hacerlo mejor a la siguiente. Angel sospecha que, en realidad, no hay manera de hacerlo mejor.
Dan cuerda al globo y las alas de bronce empiezan a aletear, elevándose de las palmas de Kai y brillando contra el azul de detrás, el papel agitándose al final de la cuerda. La esfera parece ingrávida durante un momento, suspendida sobre sus cabezas como esperando por algo, y luego desaparece, arrastrada por el viento.
Se quedan en silencio, mirando hacia arriba, el sol dibujando sombras rápidas y cambiantes sobre la cubierta. Angel traga saliva con dificultad, intentando reservar ese sentimiento, ese que tiene guardado en el fondo del estómago y que es sólo para Sim, por miedo a que si lo deja salir se vaya con él todo lo que le queda del chico, desapareciendo tan rápido y tan silenciosamente como el globo en el aire. Parpadea.
Cuando mira a su derecha Kai está sujetando la balaustrada con fuerza, nudillos blancos, la mirada perdida en algún punto lejano y azul y la línea de la espalda tan tensa que parece que va a romperse en cualquier momento. Angel frunce el ceño, le toca un poco una mano. Kai explota.
-Tengo que arreglar esto.
-Eh -Angel parpadea-. ¿Qué?
-¡Que tengo que arreglarlo!
-Pero. Quiero decir. ¿El qué?
-¡Esto! -dice, moviendo las manos a su alrededor. Explica-. ¡Todo! No he estado enfocando bien el problema. He empezado por lo general en vez de lo por particular. Lo he hecho todo mal, ¿no lo ves? He intentado destruir cuando lo que tenía que haber hecho era arreglar -dice, frenético-. Es evidente.
Angel abre la boca. Duda.
-¿Lo es?
-Sí, sí, la idea. La idea es. La idea… -Kai cierra la boca de golpe. Frunce el ceño y suspira, girándose para estudiar la inmensidad azul-. La idea está bien, pero no sé cómo... No sé cómo hacerlo.
Lo dice y suena como una disculpa- como todas esas disculpas que aún tienen que pedirse, entre todas tantas cosas que tienen que hacer todavía, que están flotando entre ellos como un millón de globos de cristal.
Angel duda unos segundos antes de imitar la posición de Kai: apoyado en la balaustrada, la espalda encorvada, los codos contra la madera. Siente el sol caer sobre su cara, el viento gélido colarse entre los pliegues de su ropa, pero cierra los ojos contra la claridad y siente cómo se le calienta la sangre bajo la piel.
-Mmm, pero a mí eso no me preocupa -dice, finalmente, haciendo que sus brazos se choquen un poco. Kai le mira con las cejas enarcadas como signos de interrogación-. ¿Sabes por qué?
Mira hacia abajo y las nubes se dispersan durante un momento, descubriendo la gran expansión detrás- las manchas coloridas de los tejados, las líneas brillantes y sinuosas de los ríos, la tierra arrugándose como si fuese de papel, y Angel no es tan inocente como para pensar que todo es tan sencillo, o que no hay peligro, o que todo está bien entre ellos dos, pero Kai le está mirando con expectación y Angel piensa que, quizás, esto es algo que él puede ayudar a arreglar.
Empezar por lo particular, entonces.
Sonríe de medio lado, aunque su corazón de metal está traqueteando como loco en su pecho, y dice,
-Pues porque, Kai, quién puede haber mejor que tú para inventar algo.
FIN
Notas de la autora
¡Intentaré ser breve! Primero de todo, muchas gracias a quien haya aguantado hasta el final, porque sé que no es fácil con casi 40000 palabras, especialmente éste tipo de palabras. Y digo esto como si estuviese segura de que alguien va a llegar COSA QUE NO ESTOY EN ABSOLUTO, pero en el caso de que así sea, ¡muchísimas gracias, you brave little soldier! :D
Segundo, esta historia ha sido básicamente la historia de mi verano. La empecé hace como un millón de meses (o, vaya, 3), pero con todo esto de irme a vivir a otro país y tener una salud algo penosa se me alargó el acabarla. En muchos momentos pensé que no la acabaría, in fact, que volvería a casa por Navidad, como el turrón, y tendría todavía a Angel y a Kai y a todos los demás, esperando con toda su ficticia impaciencia a ser escritos. Pero ahora está acabada, para bien o para mal, y aunque mis inseguridades son tan terribles como siempre es un alivio haber dejado ir a estos personajes. Por un tiempo, al menos :)
¡Por último! No sé hasta qué punto os habrán quedado preguntas, si habrá tenido sentido todo esto para vosotros, pero una vez llegados al final me figuré que era mejor no contestarlo todo. Creo que todas las cosas que podáis imaginaros serán mil veces mejores que mi "verdad". Y supongo que os habréis dado cuenta del detalle NADA SUTIL de los nombres. What can I say! al principio me pareció ingenioso, y luego me di cuenta que la línea entre lo ingenioso y lo estúpido es muy fina pero era demasiado tarde para cambiarlo. En cuanto a la música de acompañamiento he escuchado la usual mezcla rara de mi PC, y
aquí tenéis un mix que podéis descargar si os apetece :D
¡Y eso es todo, my dears! Siento mucho el palabreo, pero hey, sólo dije que intentaría ser breve :P