La cortina de agua es tan espesa que es imposible distinguir las formas al otro lado del cristal. Las luces quedan desdibujadas a través de las gotas, las figuras distorsionadas, y si Víctor no llevase casi dos días mirando exactamente el mismo punto de la calle no tendría ni idea de si está mirando una farola o a una persona inusualmente alta.
Se mira las mangas de su camisa, metiendo los dedos por los ojales y moviéndolos en cículos lentos y trágicos. La noche anterior volvió a la casa en un ataque de debilidad en busca de sus gemelos, la llave temblorosa sobre la cerradura, pero sólo se encontró un apartamento silencioso y vacío- también se encontró con que los muebles estaban ligeramente cambiados de sitio y se fue dando contra todas las esquinas, pero ese es un recuerdo más ridículo que dramático así que no le sirve para este momento.
Suspira, y su suspiro le tiembla un poco en lo alto del pecho.
- Vamos a ver, chico. - Holly empuja la puerta con su pie, balanceando una bandeja enorme en sus manos y el olor a té y a pastas viaja directamente hasta el estómago de Víctor, lo que le recuerda que no ha comido casi nada en los últimos días. Holly posa la bandeja con cuidado sobre una mesa a su lado, frotando sus manos entre sí. - Ya me he cansado de ti. Es hora de ponerse a curar ese corazón roto.
- Mi corazón no está roto. - Murmura Víctor de mala gana, estirando una mano para coger una pasta. Holly se lo impide con un golpe rápido y certero. - ¡Au!
- ¡Entonces nada de pastas! - Holly resopla, cogiendo una silla y sentándose a su lado, sus ojos oscuros mirándole con algo que se parece peligrosamente a la compasión. - Chico, tus suspiros se oyen desde Bath.
- No sé de qué me hablas. - Refunfuña e intenta mirar por la ventana, pero Holly no le deja y le sujeta firmemente la barbilla.
- De que a todos nos pasa alguna vez. - Dice ella, meneándole con intención, como queriendo que entienda algo de vital importancia. - No hay nada de malo en querer a alguien, chico. Incluso cuando duele.
- Yo no le quiero, Holly. - Víctor se cruza de brazos y se aparta de ella, mirando con deseo las pastitas que se apilan sobre un plato tentadoramente. - Y mi corazón está perfectamente, ¿vale? Sólo tengo hambre.
- Mira, sé que Charles-
- No Holly. - Víctor frunce el ceño, siguiendo con un dedo las líneas rectas de su pantalón. - No sabes nada.
- Ah, ¡por dios! - Holly levanta las manos en una plegaria muda y se pone en pie, alisándose la falda con las palmas metódicamente. - Lo que sé, Víctor, - Éste levanta la vista, pillado completamente por sorpresa porque esta debe ser la primera vez en tres años que utiliza su nombre. Holly sonríe un poco. - Lo que sé, es que por muy bien que se nos dé mentir, por muy acostumbrados que estemos, hay cosas que simplemente no se pueden fingir.
Víctor traga con dificultad e intenta calmar el latido de su corazón, que de repente amenaza con salírsele del pecho, mientras Holly sale de la habitación entre un revuelo de tela y le deja pensando en todas esas cosas en las que (casi) no ha pensado en días. Concretamente en Charles y en todas las pequeñas pistas que ha dejado caer y que Víctor ha sido demasiado idiota o demasiado cobarde para entender.
Piensa en cómo le mira (un poco diferente que al resto de personas) y en sus ridículos regalos y en su manía de no llevar ropa decente por casa, y también en la manera en la que a veces se queda callado, quieto, y escucha a Víctor hablar durante horas de los nuevos inventos que llegan de América, aunque está seguro de que no entiende ni la mitad de lo que está diciendo. Piensa en sus estúpidos complementos y en su desmesurado amor por el teatro y en cómo a veces Víctor le mira por el rabillo del ojo, sólo porque Charles está guapo siempre pero especialmente cuando cree que nadie le está mirando, todo párpados suaves y ángulos limpios, y cómo a veces pilla a Charles haciendo exactamente lo mismo y ambos apartan la mirada, haciendo como que no se han dado cuenta. Pero sobre todo piensa en las cosas que sabe desde siempre pero que nunca han significado tanto como en ese momento- como por ejemplo en cómo cualquiera le vale a Charles para una noche, pero cómo igual, quizás, sólo Víctor le vale para todo el tiempo del mundo.
Víctor se frota la frente, sintiéndose idiota y melodramático y se pone en pie, sin saber muy bien a dónde va pero sabiendo que tiene que ir ahora mismo. Coge su chaqueta del respaldo de la silla y mira por la ventana una vez más, para encontrarse con que la lluvia ha parado momentáneamente y que el sol asoma entre las nubes, brillando por primera vez en días.
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- ¡¡¡Dios!!!! ¡Me has- me has disparado!
- Eh. - Charles mira el revólver entre sus dedos y lo deja caer, levantando pequeñas nubes de polvo del suelo por el impacto. Luego lo piensa mejor y lo recoge de nuevo, frotando nerviosamente las piedras brillantes de la culata. - Eso… ¿creo?
- ¡Joder, Charles!
- ¡Esto parecía una buena idea hace un rato, vale! - Grita Charles, saltando de un pie para otro, nervioso.
De hecho, le pareció una idea perfecta después de tener que estar escuchando a su hermano hablar durante horas, utilizando repetidamente todas las palabras que le dan pesadillas.
(- Es tu responsabilidad contraer matrimonio cuanto antes, Charles. - Dice Henry, quitándose los guantes pomposamente. - Formar una familia respetable es uno de los fines más importantes de la nobleza, así que pronto tendrás que ponerte a engendrar un heredero.
Charles está seguro de que le ha salido un tic en alguna parte del cuerpo a estas alturas, y es que su hermano es la única persona sobre la faz de la tierra capaz de hacer que la idea de ponerse a engendrar suene terrible.)
Fue entonces cuando empezó a verlo todo claro, como si su visión hubiese estado empañada y le hubiesen pasado una metafórica manga por delante, dejando ver lo que hay realmente al otro lado- quién ha habido al otro lado todo este tiempo. Charles empezó a palpar a su alrededor, algo desesperado, pero pronto se hizo evidente que sus posibilidades se reducían a o bien saltar del coche en marcha y arriesgarse a que su chaqueta favorita se estropease, o bien utilizar el pequeño revólver que había recuperado a espaldas de Víctor semanas atrás. Y bueno, así visto estaba clarísimo.
Mira a su alrededor para ver si viene alguien pero la carretera sigue estando tan desierta como hace cinco minutos. Sólo están él, el conductor de bigotes rizados esperando con las manos levantadas y Henry, que le lanza dagas con los ojos desde el suelo mientras se sujeta la pierna donde empieza a asomar una preocupante mancha roja.
- ¡Pero se puede saber por qué mierda has hecho eso!
Charles parpadea un poco, sorprendido porque nunca ha oído a su hermano utilizar tantas palabras malsonantes en un período tan corto de tiempo. Qué curioso.
- Es sólo que no- no puedo, ¿vale? - Intenta explicar con urgencia, agitando la pistola a su alrededor, Henry y el conductor siguiendo su trayectoria con miradas aprehensivas. - No puedo hacerlo. Creía que sí, y luego que no, y luego que daba igual porque tendría. Pero no, ¡no tengo!
- Lo que tienes que hacer-
Charles le ignora, paseando de un lado para otro, emocionado.
- -porque ¡Henry! me he dado cuenta de que no tengo que hacer nada excepto luchar por lo que merece la pena.
Lo que merece la pena y que igual intenta matarle nada más verle, claro, pero que merece tanto la pena que hace que Charles esté dispuesto a correr el riesgo. Dios, completamente dispuesto.
- No sé de qué coño estás hablando, - Sisea su hermano, oprimiéndose la pierna y apretando los dientes, su cara entera contraída en una mueca de dolor. - pero no te creas que vas a dispararme y a seguir tan tranquilo. Hay cosas que no se pueden hacer, Charles, cosas que incluso tú-
Charles deja de escucharle casi automáticamente, exactamente igual que cuando eran jóvenes y Henry empezaba a sonar como un tutor cincuentón más que como su hermano pequeño, y se despeina la parte de atrás de la cabeza mirando al conductor en busca de asistencia, pero éste sólo se encoge un poco de hombros con cautela. Mira la culata de su pistola y vuelve a mirar al conductor, que asiente casi imperceptiblemente.
- ¿Me estás escuchando, Charles? ¡Cuando volvamos a casa te vas a enterar! - Chilla Henry.
- No, no vamos a volver. - Acaricia la culata una vez más y Henry palidece a toda prisa, como si le hubiesen borrado el color de la cara de golpe. Charles agita las manos, rectificando rápidamente. - No, no. No no no. Quiero- quiero decir que yo no voy a volver, tú sí. - Carraspea. - Naturalmente.
Henry frunce el ceño.
- ¡Déjate de gilipolleces y llévame a un pueblo antes de que me desangre! - Charles mira la mancha de sangre teñir el polvo del camino y empieza a temer que su hermano no esté exagerando por una vez en su vida.
Suspira, dándose por vencido. - Bueno, situaciones desesperadas…
- ¿Qué-
Coge la pistola por el cañón y golpea a Henry en la cabeza en un movimiento rápido. Su hermano se desploma contra el suelo, inconsciente, y Charles le mira durante un momento.
- Esto de estar callado te sienta muy bien, Henry, deberías probarlo más a menudo. Y no sé qué te molesta tanto, de verdad - Se encoge de hombros. - si ahora el conde eres tú.
El conductor le mira con cierto aire de aprobación, su largo bigote meciéndose un poco en el viento, y Charles se balancea sobre sus dos pies, algo incómodo porque no está seguro de cuál es la etiqueta en estos casos.
- Bueeeno. - Se guarda el revólver en la parte interior de la chaqueta, con cuidado, y se frota las manos entre sí. - Parece que se ha quedado un buen día, ¿eh?
- Eso parece, señor. - Asiente el conductor.
Charles da un par de palmadas.
- Pues yo- - Hace un gesto circular con su mano. - Me voy yendo. A hacer cosas importantes, como- pensar cómo volver a Londres, por ejemplo. E intentar que no me maten. Ah, y también declarar mi amor. Cosas de esas. - El conductor asiente de nuevo, sin parpadear. Charles señala vagamente hacia su hermano. - Usted- usted cuide de Henry, ¿vale? Es un capullo pero tampoco quiero que se muera. Demasiado.
- Vale, señor, lo intentaré.
Charles gira sobre sus talones, sujetándose las solapas de su chaqueta, sintiendo el corazón ligero y silbando algo que suena terriblemente desafinado mientras camina, y si antes de darse la vuelta ve al conductor abofetear a Henry con más fuerza de la necesaria para despertarle, pues bueno, Charles no es quién para juzgarle.
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Lleva cinco minutos mirándose al espejo casi opaco de la entrada, intentando alisar la parte de su pelo que siempre queda ligeramente levantada. Se lame dos dedos y se los pasa por el flequillo repetidas veces hasta que suspira, dándose por vencido.
- Pero qué estás haciendo. - Víctor suspira, apoyando las palmas sobre el mueble de la entrada, tocando las líneas temblorosas de la madera y respirando hondo. - Si ni siquiera sabes dónde está. Ni si querrá verte, ni si te odiará, ni si harás el ridículo más absoluto-
El golpe en la puerta es tan suave al principio que Víctor cree que se lo ha imaginado. Después de todo, Holly se ha marchado hace cinco minutos.
(- ¿A dónde vas? - Se preguntan los dos al mismo tiempo. Luego se fruncen el ceño el uno al otro y Holly se encoge de hombros.
- Fuera. Voy fuera. - Hace un gesto vago con una mano.- A hacer cosas.
- Vale. - Víctor carraspea dentro de la curva de su mano. - Vale. Yo- yo también me iré. A hacer cosas.
Asienten al unísono, mirándose con cierta desconfianza pero decidiendo que es mejor no preguntar y Holly se da la vuelta para salir por la puerta, arrastrando una bolsa sospechosamente pesada a sus espaldas.)
Cuando el golpe suena por segunda vez Víctor decide que sí, que definitivamente están llamando a la puerta y frunce el ceño, preguntándose qué se habrá olvidado Holly, pero naturalmente y como suele pasar en estos casos, cuando abre la puerta, el frío metálico del pomo consquilleándole los dedos, no es Holly quién está esperando, altísimo y completamente empapado al otro lado de la puerta. Vicky siente que la garganta se le cierra, que el estómago le salta y que se le seca la boca. Todo al mismo tiempo.
- Vale, Vicky, antes de que digas nada-
- ¿Charles? - Víctor está seguro de que el corazón se le ha mudado a alguna parte imprecisa entre el pecho y la garganta, para latir ahí a toda prisa. Charles levanta una mano empapada, el agua resbalándole por las líneas de su traje para formar charquitos circulares en el suelo.
- -antes de que digas nada, sé que no puedo pedirte que me perdones. - Charles cuadra los hombros y habla a toda prisa, como si tuviese miedo de que Víctor fuese a dejarle con la palabra en la boca. Víctor sujeta el pomo con fuerza. - Llevo cagándola tantas veces desde que nos conocimos por primera vez que pedirte que me perdones es casi como darte los buenos días. Una costumbre terrible, el cagarla sin pensar y esperar que me perdones sólo porque siempre me perdonas. Pero esta vez es diferente. Sé que esta vez no puedo aparecer aquí y regalarte unos gemelos o llevarte al teatro o intentar convencerte de que en realidad no estás enfadado conmigo, porque tienes todo el derecho del mundo a estarlo y-
- Charles-
- Espera a que termine, ¿vale? - Charles entra en la casa y Víctor le sigue con la mirada, cerrando la puerta con manos temblorosas. Charles se quita la chaqueta y la deja caer sobre una mesa, la tela mojada de su camisa dibujando las largas líneas de su cuerpo. - Esta vez necesito, necesito que me escuches, y que entiendas. Porque tienes razón, y soy un mentiroso pero te equivocas si crees que eres como los demás para mi. Si no te lo conté fue por razones estúpidas y completamente egoístas que sólo tienen que ver con que yo sea un cobarde. Pero Vicky, - Charles se acerca dos pasos, duda un poco y se acerca un poco más, hasta que Víctor puede ver la sombra entre sus clavículas y olerle la lluvia en el pelo, como si Charles se hubiese traído la tormenta con él. - no hay nadie ni remotamente parecido a ti. Para empezar nadie, nadie me aguantaría durante tanto tiempo.
- Charles.
- Pero no es sólo eso, ¿sabes? - Charles parece dudar con las manos en el aire, y luego las deja caer sobre sus hombros, frías y fantásticas y electrizantes aun a través de la ropa. Le sacude un poco, mirándole fijamente a los ojos, el verde brillando como nunca alrededor de su pupila. - No es sólo que seas mejor conmigo de lo que me merezco, es que a veces creo que eres mejor de lo que nadie se merece. - Charles suspira, sus manos deslizándose por su pecho hasta que las deja caer. - Y necesitas saberlo, Vicky porque no estoy seguro de que lo sepas, y porque yo venía a decirte- - Víctor puede ver su nuez moverse arriba y bajo por detrás de la piel, nerviosamente, y siente su corazón a punto de salírsele por la boca. - Vicky, yo- yo- - Charles suspira y se despeina la parte de atrás del pelo, mordiéndose el labio inferior. - Yo-
- ¿Tú…?
Charles supira y se da por vencido, levantando las manos.
- Yo- ¡te quiero, vale! Te quiero y probablemente te he querido desde el primer momento en que te vi, y me encantaría que me perdonases porque no es que no pueda vivir sin ti pero mi vida sería considerablemente peor si tú no estuvieses en ella. - Víctor abre mucho los ojos y Charles se encoge un poco de hombros, algo desesperado. - Pero en el trayecto de venida me he dado cuenta de que no podía pedirte esto, porque esta vez más que nunca no merezco tu perdón. Así que, bueno, yo- sólo quería que lo supieras y ahora supongo que-
Charles hace un gesto nervioso hacia la puerta pero no se mueve y Víctor respira hondo, abriendo y cerrando las manos espasmódicamente, y no le importa en absoluto cuando su voz le traiciona un poco al preguntar,
- ¿Ya has acabado?
- Eh. - Charles parpadea y frunce un poco el ceño. - ¿Supongo?
Víctor suelta todo el aire de golpe y siente como si hubiese estado esperando toda la vida para hacerlo.
- Jesús, ya era hora. - Charles abre mucho los ojos pero Víctor no le deja que diga ni una maldita palabra más, y extiende las manos hasta que hunde los dedos entre los mechones castaños y mojados de Charles, que se rizan suaves alrededor de sus yemas, y le tira ligeramente de las orejas para que se arquee un poco y así poder besarle de una maldita vez.
La primera vez que se besan es como si fuese la primera vez que besan a alguien en la vida, las manos de Víctor imposiblemente enredadas en el pelo de Charles y las de Charles avanzando un poco temblorosas por su cintura. Cuando sus labios se encuentran por primera vez es casi como si chocasen por casualidad, fríos y nerviosos y torpes sobre los del otro, ambos con los ojos abiertos todo el tiempo por miedo a perderse algún detalle importante. Se besan con cuidado, despacito, como niños o como si el otro fuese a romperse por el contacto, antes de separarse para mirarse durante un segundo a los ojos.
Pero a partir de ahí.
A partir de ahí Charles parece despertar y suelta todo el aire por la nariz, y atrae a Víctor contra su cuerpo, sus dedos hundiéndose con más fuerza de la necesaria en los músculos de su espalda. A partir de ahí Víctor gime contra su boca, que está húmeda y caliente y fantástica contra la suya, y le busca la lengua y la encuentra y hace cosas con ella que no sabía que pudiesen hacerse con una lengua, la piel de Charles caliente y mojada bajo sus dedos. A partir de ahí Charles empieza a empujarle contra todas las superficies de la casa, y le besa contra la pared y contra el espejo y sobre la mesa, su cuerpo encajando contra el suyo y frotándose en movientos lentos y circulares que hacen que la polla de Víctor le duela de los pantalones y que los besos se descoordinen y que al final sus labios estén más tocándose que besándose, abiertos y desesperados. A partir de ahí Víctor explora con su lengua todas las líneas perfectas del cuello de Charles, y descubre que estar tres años pensando cosas que ni siquiera te atreves a pensar hacen que cuando por fin se cumplen no puedas callarte en absoluto.
- Quiero- quiero hacer todo contigo, Charles. - Le dice, mientras le lame la caracola de la oreja y le busca la erección por debajo de la ropa mojada. Charles gime contra su cuello, embistiendo ligeramente contra su mano. - Quiero bajarte los pantalones y quiero descubrir a qué sabes en todas las partes que tú me dejes probar, y quiero hacerte gritar mi nombre y quiero besarte entre las pienas y quiero follar contigo todo el día y toda la noche y toda la puta vida, después de eso, porque-
- Cállate. - Gime Charles, mordiéndole el cuello y jadeando contra su piel. - Deja- deja de hablar de una vez y vamos-
Y no acaba la frase pero no hace falta, porque está tirándole de la mano impacientemenye, llevándole hasta la habitación más cercana (que por suerte no es la de Holly), cerrando la puerta con un pie y quitándose la camisa mojada en un movimiento experto, tirándola contra una esquina. La respiración de Víctor se queda encajada en lo alto de su garganta cuando ve todos esos planos que ha estado imaginando toda su vida y tocando hace un segundo, sin nada de por medio, y es que la espalda de Charles es larguísima, casi dorada, y se curva en las direcciones más perfectas, en todos los lugares apropiados. Charles para un momento y le mira mirarle, su mano en el botón plateado de sus pantalones.
- ¿Todavía- - Le mira, algo nervioso por debajo de sus mechones mojados, y se acerca un par de pasos, su mano tocándole el estómago. - ¿Todavía quieres hacer esto?
- Dios. - Suspira Víctor, la piel ardiéndole bajo la ropa. - Diossí.
Charles gruñe y sus manos le desvisten rápidamente, acariciando con reverencia cada centímetro de piel que se le pone a la vista y haciendo que Víctor no tenga tiempo a sentirse poca cosa a su lado, aunque Charles esté perfectamente formado y tenga la piel más caliente de toda Gran Bretaña, porque le está lamiendo un pezón como si le fuese la vida en ello mientras le tumba sobre la cama y la cabeza no le da para pensar mucho más. Cuando están los dos sobre la cama, el cuerpo de Charles larguísimo e intoxicante sobre suyo, Víctor se arquea cuando los dientes de Charles le muerden el pezón de una manera que debe estar prohibida y hace que sus pollas se choquen por casualidad, calientes y mojadas y Charles jadea contra su piel y grita Vicky y Víctor de repente necesita más. Muchísimo más.
- Charles- Charles-
- Sí. Sí, dios-
Charles le busca los labios y le besa profundamente, como si se estuviese muriendo, y es brillante y Víctor tarda un buen rato en darse cuenta de que han girado sobre la cama, de que ahora está entre las piernas de Charles y en realidad no le da muchas vueltas porque desde este nuevo ángulo puede embestir todo lo que quiera y el contacto hace que toda clase de cosas fabulosas pasen, como que le dé vueltas la cabeza o que Charles abra más las piernas para dejarle espacio, sujetándole el culo y susurrando vamosvamosvamos.
- Vamos, Vicky. - Le dice Charles otra vez, gruñendo bajo su mandíbula y clavándole los dedos en el culo. - Fóllame. Fóllame de una vez.
- Sí, vale, s- - Víctor se separa un poco, el corazón latiéndole como un loco en las muñecas, y le mira. - ¿C-cómo has dicho?
- Sí, venga, venga. - Insiste Charles, estirando su cuello y ondulando contra él, las gotas de sudor rodando por los valles profundos de su cuello y el pelo como un halo castaño sobre la almohada, y la verdad es que en ese momento es la cosa más absolutamente follable que Víctor ha visto en toda su vida. - Quiero que me folles.
- Vale. - Víctor traga saliva, repentinamente nervioso, y asiente frenéticamente. - Vale, sí. Lo que tú quieras.
Se separa un poco y se pone de rodillas frente a Charles, mirando a su alrededor algo perdido. Charles abre un poco los ojos, solo una rendija, y se sujeta la erección, acariciándose arriba y abajo lentamente. Jesucristo.
- ¿A qué estás esperando?
- A. No tenemos. - Víctor hacer un gesto a su alrededor, y luego repite el mismo gesto, señalando la dirección general de Charles. - No tenemos nada con que-
- Ah. - Charles se incorpora sobre sus codos, las clavículas formando un ángulo obtuso y marcado bajo su piel y mira a su alrededor también, antes de encogerse de hombros. - Pues tendremos que arreglárnoslas.
- ¿Cómo-
Víctor pretende preguntar ¿cómo se las arregla uno en estos casos? porque no tiene ni la menor idea, acostumbrado como está que sus parejas no necesiten nada extra, pero lo descubre pronto cuando Charles le agarra la muñeca y se mete dos de sus dedos en la boca. Víctor jadea cuando siente el calor de su lengua rodearle los dedos, y Charles le mira fijamente todo el tiempo, las mejillas ahuecadas y los ojos brillantes. Víctor siente que la poca sangre que le quedaba en el cerebro cae en picado hasta su entrepierna, y su erección empieza a palpitarle con urgencia.
- Ay dios. - Jadea, cuando Charles saca los dedos mojados de su boca con una sonrisa que es casi tímida, y los coloca entre sus piernas. - Ay dios.
Al final es todo bastante más fácil de lo que Víctor se temía, y empieza con un dedo y después el otro, casi como si fuese una chica sólo que no, porque la erección de Charles le golpea la nariz cuando se acerca a inspeccionar lo que está haciendo. Se ríe un poco y su aliento hace que Charles gima, así que Víctor prueba a larmele un poco, probando, sólo para ver, mientras mueve los dedos en su interior, retorciéndolos experimentalmente.
- Ah joderjoderjoderjoderjoderjoderjoder Vicky. - Jadea Charles incontrolabmente, sujetándole la cabeza y presionándola contra su erección para después apartarle. - Para, para. Para.
- ¿No te- - Víctor aparta su boca a toda prisa, preocupado, y se seca los labios en el dorso de la mano. - ¿No te gusta?
- ¿Qué? - Jadea Charles. - ¿Qué? No. No, me encanta. - Le asegura, respirando rápidamente y mirando al techo. Traga saliva. - Me encanta tanto que vas a hacer que me corra antes de tiempo.
- Ah. Ah.
Víctor siente el color treparle por las mejillas y se siente idiota porque que le entre la vergüenza a estas alturas es completamente ridículo, pero Charles lo ve y sonríe, los bordes suaves y los párpados caídos, y le coge de la mano, susurrando ven aquí. Le besa despacio, delicado, empezando por los labios y siguiendo por su cuello, sus dedos dibujando surcos entre su pelo y por la línea de su nuca, haciendo que se le erice la piel.
- Llevo tanto tiempo esperando por esto que no me gustaría nada que se acabase demasiado pronto. - Murmura contra sus labios.
Víctor asiente y Charles le empuja poco a poco contra su cuerpo, levantando las piernas a su alrededor, y Víctor empieza a penetrarle casi sin darse cuenta, besándole profundamente cuando siente el calor envolverle, la increíble sensación viajándole desde la polla hasta la el final de los dedos de los pies. Víctor jadea, sintiendo la piel demasiado pequeña para su cuerpo, el corazón demasiado grande para su pecho.
- Joderdios- ah- ¿estás- estás bien? - Pregunta, algo tembloroso, apartándole el flequillo de la cara a a Charles, que tiene los ojos cerrados y la mandíbula apretada.
- Sí. - Dice finalmente, abriendo los ojos y relajándose un poco a su alrededor. - Pero voy a dejar de estarlo como no empieces a moverte ahora mismo, Vicky, te lo digo en serio.
Víctor se ríe contra su mandíbula, casi sin aire, y le besa la mejilla antes de empezar a moverse forma experimental. Al principio es un poco extraño, la fricción demasiado pronunciada y el ángulo algo incorrecto, pero Charles hace algo debajo suyo, susurra espera, vuelve a colocar sus piernas a su alrededor de alguna manera mágica y secreta y cuando se mueve otra vez, Charles grita algo alto e initeligible que está seguro que se oye hasta en la calle.
Los dedos de Charles se le clavan en los hombros, y en el cuello y en la espalda, y no deja de susurrarle cosas al oído, de decirle Vicky-Vicky-, haciendo rodar el nombre sobre su lengua con práctica, como si lo llevase diciendo toda la vida. Su orgasmo le late en los lugares más extraños- en la parte de atrás de las rodillas y en la punta de la lengua, y se le acumula en la parte baja del estómago, y cuando Charles se aquea contra él, masturbándose a toda prisa con la boca abierta y los ojos cerrados, Víctor se agarra de las sábanas a ambos lados de su cabeza y le besa con fuerza, corriéndose con él.
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La luz de la mañana entra en rectángulos alargados y grises que se rompen sobre las aristas de los muebles, fragmentándose en nuevas e interesantes formas geométricas. Víctor extiende la mano desde la cama y mira su sombra proyectarse sobre el suelo, haciendo lo posible porque se parezca a un conejo.
- Mmm, ¿pero qué haces despierto? - Pregunta una voz algo amortiguada por la amohada. Lo único visible por fuera de las mantas es una cabeza rizosa y despeinada, pero Víctor sabe perfectamente que es Charles quien está ahí, su piel rozándose por debajo de las sábanas, y el pensamiento hace que el estómago le dé un salto mortal o dos. - Esta no es una hora decente para estar despierto, Vicky. - Charles se da la vuelta y bosteza, sin abrir los ojos. - Ni siquiera me parece que sea una hora decente para estar vivo.
Víctor suelta una risa por la nariz, y apoya la cabeza contra la almohada para estar a la misma altura que Charles, y cuando éste abre los ojos no pueden evitar sonreírse el uno al otro.
- Hola.
- Hola.
Se miran un rato más como idiotas, hasta que Víctor carraspea y se recupera, incorporándose un poco sobre un codo.
- ¿Sabes? Al final no me contaste cómo conseguiste convencer a tu hermano para que te dejase marchar.
- Ah, eso. - Charles se incorpora también, y la sábana revela un hombro y un poco de espalda que distraen a Víctor durante un minuto entero. - En realidad le pegué un tiro y escapé.
Charles se encoge de hombros y Víctor se deja caer sobre la almohada, gruñendo y frotándose los ojos.
- Jesús, por qué no me sorprenderá.
- Porque me conoces demasiado bien. - Le sonríe Charles, dándole un beso rápido en los labios que hace que a Víctor le tiemble un poco el corazón. Charles frunce el ceño. - Pero la verdad es que ahora me preocupa ligeramente que intente volver a por mi. Henry es de esos.
- ¿De los que no se dejan disparar así como así?
- No. De los pesados.
- Bueno, creo que tengo una solución.
Charles le mira con las cejas levantadas mientras Víctor se pone en pie, enroscándose una camisa que recoge del suelo (la de Charles) alrededor de la cabeza a modo de turbante. Charles se apoya contra la pared, algo líquido todavía por el sueño, mirando divertido cómo rebusca en los cajones de la habitación.
- Sí, tenías razón. Ver cómo te paseas desnudo con mi camisa en la cabeza arregla totalmente las cosas.
- Calla, idiota. - Le dice, con la cabeza metida en un baúl.
- Te lo estoy diciendo completamente en serio. Nunca me había fijado de lo estupenda que era la vista desde aquí-
Víctor le hace callar lanzándole un cojín que impacta con su cara, y corre a sentarse sobre la cama con las piernas cruzadas, una baraja de cartas entre las manos. Charles le mira, excéptico.
- ¿Un poco tarde para jugar al strip poker, no crees?
- Voy a echarte las cartas del tarot, pobre infiel. - Dice Victor, completamente serio. Charles se muerde los labios para no reírse y asiente, diciendo adelante, adelante.
Víctor coge las cartas y las baraja solemnemente, haciéndolas silbar entre sus dedos, y cuando se da por satisfecho le ofrece el abanico de cartas a Charles.
- Venga, coge tres.
- ¿Qué modalidad de tarot es esta, exactamente?
- Una muy antigua y muy secreta. - Agita el abanico de cartas, impacientándose. - ¡Coge tres!
Charles sonríe sin poder evitarlo y coge tres cartas al azar, que Víctor coloca sobre las mantas de la cama, moviéndolas boca abajo de un lado para otro mientras murmura oooohm. Charles a estas alturas está riéndose abiertamente y Víctor tiene que luchar para que no se le escape la sonrisa por la comisura de los labios.
- Bueno, vamos a ver, la primera carta. - Le da la vuelta a la que está a la izquierda, y murmura un mmm, frotándose la barbilla. - El colgado. Esta claramente te representa a ti.
- ¡Oye! - Protesta Charles, cruzándose de brazos.
- Lo dicen las cartas, no yo. - Dice Víctor, encogiéndose de hombros, y dándole la vuelta a la segunda carta. - Oh, mira. La fuerza. Este soy yo.
- Claro que eres tú, esta lleva un vestido.
Víctor pasa de él olímpicamente.
- Soy yo porque estoy a tu lado para ayudarte a estabilizarte.
- Me resulta irónico que sea yo el inestable cuando tú estás echándome el tarot desnudo con una camisa en la cabeza.
Víctor frunce el ceño.
- ¿Quieres que te de una solución o no?
- Por supuesto. Discúlpeme, O gran maestro. - Charles hace una pequeña reverencia, agitando la mano pomposamente.
- Bien, pues veamos la última carta. - Víctor descubre la tercera con gran ceremonia, poniéndola boca arriba sobre las mantas.
- ¿El mundo? - Pregunta Charles, apoyándose sobre sus manos y leyendo del revés.
- Oh. - Dice Víctor, sonriendo sin poder evitarlo.
- ¿Oh?
- Sí, oh. Esto significa cambio, movimiento. - Le dice Víctor, y Charles empieza a sonreír también aunque no entiende muy bien por qué. - Esta carta indica claramente que tenemos que irnos de aquí.
- ¿Irnos de aquí? - Pregunta Charles, pillado por sorpresa.
- Sí, irnos a- - Víctor mira teatralmente entre sus cartas. - A Berlín. Las cartas dicen a Berlín.
- Las cartas dicen a Berlín. - Repite Charles, intentando digerir la información.
- Sí, dicen que- - Víctor se encoge un poco de hombros, mirándole a través de las pestañas. - dicen que ahí va mucha gente como nosotros.
- ¿Los timadores van a Berlín ahora? - Pregunta Charles, saliendo de la cama y acercándose a Víctor hasta que sus rodillas se están rozando.
- Sí, supongo que ellos también. - Le sonríe Víctor, sintiendo el corazón acelerarse cuando Charles se acerca aún más para quitarle con cuidado la camisa de la cabeza, sus dedos quedándoe un poco entre sus mechones.
- Pero Víctor, yo no sé nada de alemán.
- Ah, yo tampoco. - Víctor sonríe aun más al sentir las manos de Charles posarse en los laterales de su cuello, familiares y perfectas, y añade, un segundo antes de besarle. - Pero confío en que vayamos aprendiendo sobre la marcha.
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Víctor ve la obra desde arriba, vigilando los focos y los efectos de luz, dando instrucciones a sus ayudantes en un alemán que resbala algo torpe por su lengua. Los actores se mueven enérgicamente de un lado a otro del escenario, recitando sus líneas con el entusiasmo propio de las compañías amateur.
Son algo nuevos, pero no son malos en absoluto y hacen que el público se ría con ganas en los momentos adecuados, pero si Víctor tuviese que ser completamente, absolutamente, íntegramente sincero, cosa que es un poco más ahora que ha cambiado de profesión, admitiría que se ha pasado toda la obra mirando sólo a uno de ellos. Uno que absorbe las luces del escenario y que las refleja, que pronuncia las frases como si fuesen suyas, en un alemán tan perfecto que nadie diría que no es su primera lengua, y que de vez en cuando, cuando no es el centro de atención en la escena, mira hacia arriba y le guiña un ojo perfilado de negro, haciendo que Víctor tenga que esconder una sonrisa en la curva de su mano.
Fin
Notas extra con un montón de datos innecesarios para la historia que te puedes saltar totalmente :D
Bueno, tres capítulos y unas 17000 palabras después, por fin acabo esto. No sabéis, no tenéis ni idea de lo que ha significado para mi que leyéseis esto porque no es sólo una de mis historias más largas, si no que es la primera historia original que publico, y si he llegado hasta aquí ha sido completamente gracias a vosotros :)
En principio esta era una historia para escribir entre exámenes, que iba a tener unas 10000 palabras menos y que se hizo una bola (CÓMO NO) y acabó siendo mucho más de lo que me esperaba. Los personajes, Charles de Gaulle y Víctor Hugo, se llaman así por el ex presidente de Francia y por el famoso escritor francés, y Holly es producto de mi amor por Breakfast at Tifanny's, pero básicamente se llaman así porque me gusta utilizar nombres preexistentes (Fanfic much?). La historia se sitúa a principios de los años 20, como habréis deducido, justo en ese período extraño e inestable de entreguerras, y al final cuando Charles y Víctor se van a Berlín no lo hacen porque a mi me dé la gana, que también-- pero vaya, que se van especialmente porque la República de Weimar en ese momento se consideraba the place de la libertad sexual, y muchos homosexuales e inconformistas se fueron a vivir allí (entre ellos
Christopher Isherwood, que escribió sus Berlin Stories allí, en las que luego se basó el musical Cabaret). Como podréis imaginar ésta situación no se mantuvo mucho tiempo, y todos los problemas de la República acabaron desembocando en la II Guerra Mundial, pero podéis estar seguros de que estos dos ya estaban muy lejos de allí cuando pasó ;)
Muchas gracias otra vez, pajaritos, por acompañarme en esto :) ¡HA SIDO GENIAL!