[origfic] actividades para anormales II

Jun 11, 2010 16:53

 

- ¿Es esto realmente necesario?

- Absolutamente necesario.

Lo ha preguntado aproximadamente medio millón de veces en el trayecto de ida, pero Víctor cree firmemente que si lo sigue intentando la respuesta tendrá que cambiar tarde o temprano- tal y como van las cosas probablemente será más bien tarde, pero no se da por vencido.

Resopla e intenta inútilmente separar el alzacuellos de su piel, un dedo enganchado en el borde.

- Dios, esto es incomodísimo.

- ¿Es esa una queja formal a tu nuevo jefe?

Víctor frunce el ceño.

- Tú eres consciente de que no soy un cura de verdad, ¿no? - Charles se encoge de hombros y sigue caminando, mirando los números de las casas y balanceando un bastón plateado entre dos dedos. Víctor frunce un poco los labios, parte molesto y parte celoso porque sólo a Charles le quedaría bien algo tan tremendamente hortera.

Los edificios de la zona parecen una copia repetida, el mismo grabado pastel puesto en hilera, algunos elementos ligeramente cambiados aquí y allí- cosas sin importancia, como el color de una ventana o la posición del buzón, y todo en general tiene un aire siniestro que a Víctor le pone los pelos de punta. Acelera el paso para alcanzar a Charles, intentando no enredarse los pies en la sotana. - Pero vamos a ver. - Razona, enroscando la tela entre sus dedos. - ¿No tendrías que ser tú el cura? Tú vas a llevar el exorcismo.

- Pero yo no soy católico.

- ¡Yo tampoco!

- Pero eres anglicano. Eso es- - Charles aparta una hoja de la pared de una casa para poder mirar el número debajo, y sigue andando. - lo mismo. Básicamente.

- Eso podría ofender gravemente mi sensibilidad religiosa.

- Por suerte para los dos no tienes nada ni remotamente parecido. - Le dice Charles, guiñándole un ojo y sonriendo de una manera que debería haber dejado de funcionarle hace mucho tiempo, y le golpea el hombro. - Deja de preocuparte, Vicky, te aseguro que estás divino.

- Ja, ja. Pero qué risa. - Víctor frunce el ceño y gruñe, rindiéndose parcialmente. - Esto va a ser un desastre.

- ¡Ah, mira! ¡Ésta es! - Grita Charles repentinamente, abriendo una de las verjas idénticas y echando a correr camino arriba, sus zapatos golpeando el suelo de piedra con intención. En sus prisas por seguirle el ritmo se le engancha la sotana a uno de los arbustos que flanquean el camino, y Víctor tira de ella intentando no romperla, maldiciendo en voz alta las faldas de los curas estos.

- Cuidado con esa lengua, Padre. - Le advierte Charles cuando llega hasta la puerta, y Víctor se la saca, sólo porque sí. Charles le ignora, golpeando la aldaba contra la madera un par de veces, y se gira para limpiarle motas invisibles de polvo de sus hombros. Le mira con los ojos entrecerrados, evaluándole, y le coloca el alzacuellos, los dedos lentos y fríos y meticulosos contra su piel. Cuando se da por satisfecho asiente y suspira.

- Ah, mi querido Víctor, estás tan-

Pero Víctor no llega a descubrir qué es eso que está tanto, exactamente, porque justo en ese momento un hombre casi tan ancho como alto les abre la puerta y Charles se separa de él rápidamente. Tiene la cara redonda y preocupantemente roja, el color desapareciendo en un pañuelo amarillo que le rodea el cuello, y sus pequeños ojos vidriosos les estudian durante un momento.

- ¿Señor de Gaulle? - Le pregunta a Víctor, sujetando el pomo de la puerta como si estuviese a dos segundos de cerrársela en las narices. Charles sonríe rápidamente y da un paso adelante, su mano extendida y cordial.

- Yo soy Charles de Gaulle. Este es el Padre Víctor, un experto en la materia. - Víctor tose dentro de su guante y el hombre duda un momento antes de aceptar la mano de Charles.

- Más bien parece un niño. - Le dice, mirando a Víctor con desconfianza, y Víctor está en mitad de un ¡hey! de protesta cuando la mano de Charles impacta contra su pecho, callándole y dejándole sin aire.

- Es que es un genio. Un superdotado. - Dice, sus manos gesticulando en el aire, elegantes. - Un experto, como le digo.

El hombre les mira un momento más y al segundo parece desinflarse, apoyándose contra el cristal de la puerta profundamente aliviado.

- Bien, pasen. No se queden ahí. - Dice nerviosamente mientras les empuja al interior con una mano rechoncha, mirando a ambos lados de la calle antes de cerrar la puerta a sus espaldas. Víctor puede ver pequeños ríos de sudor resbalarle por las sienes y saca la Biblia de su bolsillo izquierdo. Por si acaso.

La casa huele a una mezcla extraña y desagradable de humedad y antiséptico, y el hombre les guía por corredores laberínticos y mal iluminados mientras Víctor y Charles se frunden la nariz el uno al otro. El pasillo desemboca en una sala pequeña, las ventanas cubiertas por grandes cortinas rojas que caen hasta el suelo y lo que parece ser un catre en una esquina, las sábanas revueltas. Las velas parpadean desde las paredes y dibujan sombras temblorosas por la habitación que vuelven curvilíneas y siniestras las superficies planas. Charles mira a su alrededor y junta sus palmas, aclarándose la garganta.

- Bien, señor-

- Highgrass. - Le ayuda Víctor, sin perder un segundo.

- Highgrass, ¿cuál sería el objeto del- exorcismo?

El señor Highgrass gestigula a su alrededor, limpiádose el sudor de la frente con un pañuelo blanco.

- Éste.

- Se refiere usted a-

- Esta habitación

Charles asiente lentamente.

- ¿Podría saber por qué? - Carraspea. - Es necesario... para el ritual.

Víctor pliega los albios dentro de su boca.

- Mi- - El hombre suspira y se frota el labio superior con el pañuelo, mirando en todas direcciones, como si esperase que alguien fuese a aparecer en cualquier momento.. - Mi madre vivió aquí durante sus últimos días. Es posible que no le prestase demasiada atención. - Mira a Víctor y luego a Charles, y retuerce el pañuelo entre sus manos, añadiendo en voz baja. - Y ahora se me aparece todas las noches-cantando Carmen

- ¿Carmen?

- ¡La ópera! - Grita repentinamente, y acto seguido esconde su boca en su pañuelo, murmurando. - Lo cual no deja de ser extraño porque no es que le gustase mucho en vida-

Víctor mira a Charles, que se encoge de hombros.

- Vale, señor Highgrass, no se preocupe. - Le dice, posándole una mano consoladora sobre su hombro. - Déjelo en nuestras manos y le garantizo que su madre no volverá a cantarle serenatas por las noches.

El señor Highgrass se frota las manos y asiente, tan rápido y con tanto entusiasmo que Víctor empieza a temer que vaya a dislocársele el cuello. Charles le hace un gesto con la cabeza y Víctor saca una ristra de ajos de su sotana. Frunce un poco la nariz y se vuelve a repetir que no va a dejar que Charles elija el attrezzo nunca más, porque se lanza a los clichés más horrorosos cada maldita vez.

Deshace un poco los dientes de ajo entre sus dedos, tirándolos por el suelo de manera aleatoria, sintiéndose un poco estúpido, y mira a Charles buscando aprobación. Charles asiente frenéticamente y le hace un gesto con la mano, como diciendo adelante, continúa y el señor Highgrass le mira como si no acabase de entender para qué sirve todo esto, ante lo cual Charles se apresura a explicar que son cosas del ritual, señor Highgrass. Cosas de curas, y Víctor pone los ojos en blanco porque por supuesto que las culpas de las ridículas ideas de Charles iban a caer sobre él.

Víctor se aclara la garganta y saca un poco de pólvora de su bolsillo, discretamente, dejándolo caer sobre una de las velas mientras susurra en el nombre del padre, haciendo que explote en pequeñas volutas de color que se elevan en el aire, inofensivas y espectaculares. El señor Highgrasss salta, sorprendido y Víctor se anota un minipunto mental por la efectividad de sus ideas.

- Sí, esta habitación está claramente poseída. - Declara Víctor, gravemente.

- ¿Y cuál será el procedimiento para el exorcismo, Padre Víctor? - Le pregunta Charles, una sonrisa mal contenida espesándole la voz.

- Procedimiento habitual, diría yo. Em. Grado dos.

- ¿Grado dos? - Pregunta el señor Highgrass, su voz aguda y alarmada.

- Oh, no es nada fuera de lo normal-

La campana de la entrada suena en ese momento, interrumpiendo a Charles en mitad de su frase con un sonido metálico. El señor Highgrass parece tan sorprendido que se queda un rato sin saber qué hacer, pero la campana vuelve a sonar, más insistente esta vez, y Charles le asegura que pueden ir empezando sin él. Antes de que la amplia espalda del señor Highgrass desaparezca tras la puerta, el pie de Charles impide que se cierre del todo. Se asoma al pasillo, poco a poco y Víctor se acerca también.

- No, no, tú quédate aquí. - Le dice Charles, empujándole un poco hacia el interior.

- ¿Aquí? - Víctor mira con aprehensión la cama en la esquina, todavía deshecha.

- ¿Qué- - Charles frunce el ceño y mira lo que está mirando Víctor. -  Oh, vamos, no me seas, que si nos ganamos la vida haciendo que este tipo de cosas parezcan reales es porque no lo son.

- Ya, pero es que al hombre se le aparece-

- Vicky, - Charles posa una mano sobre su pecho, sin pensárselo. Víctor levanta una ceja. - este hombre apesta a alcohol, y apuesto a que se siente tan culpable que se duerme todas las noches con unas copas de más y con la ópera a todo volumen en su gramófono. ¡Son dos más dos!

- Bueno. - Concede Víctor, de mala gana. - Aunque a mi todo esto me sigue pareciendo mucho suponer.

- ¡Perfecto entonces! - Dice Charles, dando una palmada y sonriendo, emocionado. - Ahora vengo. Tú haz cosas de cura mientras.

- ¿Qué son cos- - Pero a Víctor no le da tiempo a acabar la frase porque Charles ya ha desaparecido por la puerta pasillo abajo. Suspira y mira la habitación, intentando ignorar cómo se le eriza el pelo de su nuca cada vez que las sombras se vibran un poco, y saca la Biblia de su bolsillo, acariciando el lomo de cuero.

- Bueno, esto parece bastante propio de un cura. - La abre por una página al azar, las finísimas hojas un suspiro contra sus dedos, y empieza a leer en voz alta. - “¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen.” - Víctor se va metiendo en el papel, su voz elevándose mientras pasea por la habitacion. - “Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones, ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios.” - Víctor se queda callado un momento, y murmura para sí. - Vaya, este reino va a tener serios problemas de sucesión-

- ¡Víctor! - Charles entra corriendo en ese momento, cerrando la puerta a sus espaldas y mirándole alarmado, los rizos de su cabeza disparados en todas direcciones. - ¡Tenemos que irnos!

Víctor frunce el ceño, cerrando la Biblia lentamente.

- Charles ¿estás borracho?

- ¿Qué? ¡No!

- Pero acabamos de llegar. - Le recuerda.

Charles parece no oírle y empieza a mirar a su alrededor, dando vueltas por la habitación y tocando las paredes con las dos manos.

- ¿Qué estás haciendo? - Pregunta Víctor, sintiendo la alarma elevarse por momentos. - ¿Ha pasado algo?

- ¿Eh? - Charles sigue hundiendo los dedos entre los paneles de la pared. - ¿Qué? No. - Dice, corriendo las cortinas en un movimiento enérgico, la luz del exterior entrando blanca y cegadora. - Qué iba a pasar.

- No sé. Pero me estás empezando a preocupar, sinceramente. - Dice Víctor, trazando nerviosamente la cruz dorada de su Biblia.

- Ah. - Charles para un momento, en mitad de su intento de abrir la ventana, las manos en la manilla y un pie contra la pared. Se gira para mirarle por encima del hombro. - No es nada, sólo que este hombre no me cae bien.

- ¿Que no te cae bien?

- Sí, Vicky. ¿Qué clase de persona- - La ventana se abre de golpe y Charles suelta un ¡whoop! de sorpresa, recobrando el equilibrio rápidamente. - -le hace eso a su propia madre?

- ¿¡Pero de qué narices estás hablando?!

Le coge de la muñeca sin contestarle y a Víctor le da el tiempo exacto a sujetarse la sotana antes de que Charles salte por la ventana, Víctor, la palabra de Dios y toda su dignidad siguiéndole de cerca.

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- …porque no le caía bien! ¿Pero tú te lo puedes cre- - Víctor sisea, y Holly pone los ojos en blanco, apretando la gasa contra su labio con más cuidado. - Un maníaco, es lo que es.

- Sí, ya. Un maníaco y un imbécil y bla bla bla. - Holly se pone en pie, cogiendo unas vendas de la mesita de noche y dándole un vaso lleno de un líquido amarillento que Víctor traga sin pensar. Su casa es pequeña, con dos habitaciones diminutas que forman un ángulo recto en una esquina, una para Holly y otra para ese hijo que murió en la guerra. Ese del que nunca hablan. - Hace un rato que todo lo que dices me suena exactamente igual.

- Tú sí que sabes cómo hacer que alguien se sienta especial, Holly.

- Ahora mismo me preocupa más tu pie que tus sentimientos, chico. - Holly le inspecciona el tobillo, frunciendo el ceño. Víctor no se lo ha querido mirar mucho, pero lo siente ligeramente roto. - Quién os manda saltar de una ventana, de verdad.

- ¡Yo no salté! ¡Fue él el que me tiró, Holly! ¿Es que no me escuchas?

- Qué cosas preguntas, chico. - Víctor suspira y se deja caer contra la cama, dejando que las manos de Holly le unten algo que huele ligeramente herbal, el contacto helado y fantástico contra su piel inflamada. La mujer es meticulosa al vendarle la herida, más delicada de lo que cabría esperar, y Víctor se lo agradece infinitamente cuando deja de sentir su pie palpitar con tanta insistencia, notando la droga haciendo efecto al mismo tiempo.

- Eres un ángel. - Murmura lentamente, las palabras pesadas sobre su lengua. - No te lo había dicho nunca pero eres un ángel de manos mágicas. Que salva vidas.

Holly se ríe por la nariz, una sonrisa asomando por la comisura, y le golpea un poco la rodilla, diciendo pero qué dramáticos sois los chicos de hoy en día. Víctor pestañea suavemente, y aunque juraría que entre un parpadeo y otro no pasa más de un segundo cuando vuelve a abrir los ojos ya no tiene delante la falda ligeramente arrugada de Holly, si no las piernas larguísimas, ridículamente elegantes de Charles. Víctor bufa y le tira una almohada a la cabeza que Charles esquiva sin ningún problema.

- No quiero verte.

Charles coge la almohada del suelo y juguetea con ella, apretando el relleno rítmicamente, y le mira con tal arrepentimiento en los ojos que Víctor está seguro que tiene que haber estado practicando frente al espejo.

- Vicky, lo siento mucho.

- No me digas. - Dice, descubriendo que su cabeza es demasiado pesada para mantenerla en el aire, posándola sobre la cama.

- Sí te digo. - Charles se arrodilla al lado de su cama y Víctor intenta darse la vuelta para hacer como que no está, pero Charles no es una persona que se deje ignorar así como así, y le sujeta rápidamente por el hombro para impedíselo. - Viiiiicky. En serio, no quería hacerte daño.

- Pues lo disimulas que da gusto. - Le dice Víctor cruzándose de brazos, señalando con la cabeza su pie vendado al final de la cama. Charles se muerde un poco el labio.

- ¿Te duele mucho?

- Nah, lo típico de cuando te tiran desde un segundo piso.

- De verdad, Vicky. - Le insiste Charles, cogiéndole los dedos de la mano y jugueteando con ellos, separándolos primero y envolviéndolos después alrededor de los suyos sobre las mantas de la cama. Víctor siente la cabeza demasiado lenta para hacer nada al respecto. Charles no levanta la vista. - Es solo- hay cosas- hay cosas que no te puedo contar.

Víctor suspira, su enfado disipándose un poco. Luego vuelve a recordar que le tiró por una ventana y aparta su mano bruscamente.

- ¿Es que estás loco? Porque si es eso ya lo he deducido yo solito.

- No, Víctor, no es- igual eso también un poco. - Charles suspira y sonríe, un poco tembloroso, apoyando la cabeza sobre la cama. Víctor tiene el ridículo impulso de tocar ese pelo tan rizado, esas ondas de pelo que se enroscan al final, sólo para ver, sólo para probar- pero Charles se separa y le mira por detrás de las pestañas antes de que pueda hacerlo. - Te he comprado una cosa.

- ¿Qué me-

Rebusca entre los bolsillos de su chaqueta púrpura, palpándose el pecho hasta que encuentra una cajita diminuta, envuelta en un pañuelo plateado que Víctor mira con cierta desconfianza. Dentro, descansando entre un montón de tela traslúcida hay dos pequeños gemelos circulares, la luz tenue de la habitación dibujando reflejos dorados sobre su superficie. Víctor parpadea lentamente.

- ¿De dónde has sacado el dinero para comprar esto?

- Eh-  - Charles carraspea y se rasca la parte de atrás de la cabeza. - Puede que tomase prestado algo de la casa del señor Highgrass antes de irnos.

- ¡¿Le robaste?! - Víctor se incorpora rápidamente sobre sus hombros en pleno desconcierto.

- Esa es una palabra muy fea, Vicky.

- Pero le robaste.

- … Puede. Un poco.

- Jesús, Charles. - Víctor deja caer su cuerpo sobre las almohadas, mientras siente a Charles colocarle los gemelos en los puños de su camisa, los dedos hábiles y rápidos en sus muñecas.

- Era sólo para compensar por el viaje. - Y añade, como si eso lo arreglase , - Te prometo que era una figurita muy fea. - Charles le empuja sobre la cama para poder tumbarse a su lado, y Víctor protesta pero es sólo medio en serio porque Charles es como una estufa humana, y su calor se confabula rápidamente con la droga que corre por sus venas para transportarle a un lugar lejano donde el cabreo no llega.

- No me puedo creer que estés aprovechándote de que estoy drogado para intentar comprar mi perdón. - Murmura Víctor, intentando sonar molesto y sonando solamente colocado.

- Pero funciona.

Víctor nota sus párpados deslizarse hasta que sólo ve un fragmento de techo a través del una rendija, la respiración de Charles impactando rítmicamente contra la piel de su cuello. Suspira.

- … Puede. - Los dedos de Charles caen como un abanico abierto sobre su estómago, uno por uno, un poco indecisos al principio hasta que empiezan a moverse, siguiendo un ritmo extraño y secreto. Víctor se da por vencido, murmurando contra la almohada, - Un poco.

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Las campanas de la catedral resuenan por toda la plaza, ominosas un momento y cristalinas al siguiente, las palomas volando en espirales concéntricas para posarse exactamente en el mismo lugar en lo alto del campanario, una y otra y otra vez. Víctor mira las larguísimas vidrieras elevarse hasta casi rozar las torres y brillar de todos los colores posibles cuando la luz del sol se abre camino entre las nubes, hasta que la voz de Charles le saca de sus pensamientos.

- ¡Víctor! - Le grita. esperándole unos metros más adelante con las manos extendidas en forma de pregunta, ligeramente exasperado. - ¿Pero qué haces?

- Esperar a que te acuerdes de que algunos seguimos cojos. - Y es decir eso y la expresión de arrepentimiento aparece tan rápido en la cara de Charles que Víctor se pierde la tansición entre parpadeos, e intenta esconder su sonrisa cuando Charles corre a su lado, entrelazando un brazo con el suyo, su mano enguantada cayendo sobre su muñeca levemente y haciéndole de bastón sin comentarios. No es que su pie duela tanto a estas alturas, la verdad, pero considera que no está mal del todo mentir si eso significa que Charles sufre un poco.

- Bueno, ¿qué te apetece hacer hoy? - Le pregunta, colocándole bien el pañuelo alrededor de su cuello, algo distraído. - ¿Teatro? El señor Shaw estrena una nueva obra.

- Tienes unos gustos extremadamente burgueses para ser un timador de poca monta, ¿sabes? - Dice, mientras siente el calor de las yemas de Charles a través de la tela de su cuello, el contacto distrayéndole por un momento.

- Oye, de poca monta nada. - Se queja Charles, tironeándole un poco de las solapas. - Que el negocio cada vez es más popular. Es el poder del boca a boca. - Dice, moviendo las cejas sugestivamente. Víctor pone los ojos en blanco.

- Pues esperemos que ese boca a boca tan efectivo no diga nada sobre cómo el gran Charles de Gaulle hace desaparecer valiosas aunque feas figuritas, además de fantasmas.

- Me vas a estar torturando toda la vida con este tema, ¿no?

- Por supuesto. - Le dice, intentando mantenerse serio y consiguiéndolo durante dos segundos enteros. Charles le aprieta un poco el brazo.

- Entonces qué, ¿teatro? ¡Será divertido!

Víctor suspira.

- Más te vale, porque como me aburra me pasaré toda la obra imaginando maneras de contarle a Holly cómo a veces, bajo la infuencia de ciertas sustancias hablas de aquella vez-

- ¡No te atreverás! - Exclama, llevándose una mano al pecho, escandalizado. - Eso son secretos entre borrachos, ¡son sagrados por definición!

- No son secretos entre borrachos si el único que está borracho eres tú, Charles. De hecho, no son secretos en absoluto si se lo gritas a todo Londres mientras intentas trepar por la columna de Nelson.

Charles agita una mano en el aire, quitándole importancia.

- Bah, detalles. Además, - Añade, sonriendo de medio lado, - no pasa nada porque será genial.

Y es genial, por supuesto.

Aunque si Víctor tuviese que ser completamente sincero, y no es algo que acostumbre a ser dada la naturaleza de su trabajo, admitiría que de la hora que llevan en el teatro sólo ha mirado a los actores durante cinco minutos enteros. No porque sean malos, piensa, mientras les escucha pronunciar intrincados monólogos sobre el escenario, ni porque la obra sea aburrida o porque no sepa apreciar las sutilezas del teatro, como le sugiere a veces Charles, si no porque es mucho, muchísimo más entretenido mirar a Charles morirse de la risa sobre su butaca, dejarse contagiar aunque no haya entendido ni la mitad del chiste. Es mucho más entretenido mirarle a él y cómo atrapa ese algo que flota en el ambiente, cómo absorbe las luces lejanas del escenario para después multiplicarlas por algún número ridículo y estratosférico. Si Víctor tuviese que ser completamente, absolutamente, íntegramente sincero, admitiría que hay algo en Charles- en la mezcla de Charles y teatro que hace que su corazón se dispare, golpeando como un tambor la parte interior de sus costillas, pero por suerte Víctor es un timador profesional y no necesita ser sincero con nadie- mucho menos consigo mismo.

Así que Víctor hace como que no le están ardiendo las mejillas y mira a todas las personas que no son Charles (que es, lo sabe aunque no quiera admitirlo, la forma más evidente de mirar a alguien) y entonces sus ojos se encuentran con los del hombre durante una milésima de segundo. El contacto es fugaz y casi inexistente, pero hay algo que- Víctor para y mira, frunciendo un poco el ceño.

- Oye, Charles- - Susurra, pero Charles le ignora, cautivado por los personajes del escenario. Víctor le golpea con el codo. - ¡Charles!

- ¡Au! ¿Qué? - Se frota un poco el brazo, haciendo pucheros y siguiendo de reojo la obra, la comisura de sus labios perpetuamente alzada.

- Ese. Ese hombre de ahí, el alto de la tercera fila. ¿No te parece algo- - Víctor hace un gesto con la mano, sin saber muy bien cómo acabar la frase.

- ¿Hm? Oh, desde luego. - Dice Charles, asintiendo sin prestar mucha atención.

- ¿Sí?

- Totalmente. - Charles se inclina un poco hacia Víctor para poder susurrar mejor en su oído. - ¿Cómo puede llevar esa chaqueta? Es tan de 1920.

- Mmm ¿tú crees- - Víctor parpadea. - ¿Qué? ¡pero si no estoy habland- - Suspira y se frota los ojos, rindiéndose. Vuelve a mirar en esa dirección esperando que se de la vuelta otra vez, la curiosidad bailándole bajo la piel, pero no lo encuentra por mucho que lo busca entre las primeras filas. Mira en todas direcciones, recorriendo las siluetas que se recortan contra la luz del escenario, pero el hombre ha desaparecido por completo. Casi como si se hubiese disuelto en el aire.

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Víctor se frota las manos contra su chaleco con movimientos circulares, intentando que no se le note la incomodidad. No lo consigue.

- Y - El chico le mira por debajo de una mata de pelo rubia, intentando sonar casual. Él tampoco lo consigue. - ¿Cómo está Charles?

El aire adquiere una cualidad casi gelatinosa, espeso por el calor y el olor a pan y la increíblemente incómoda situación. Víctor salta de un pie a otro, ligeramente.

- Eh. Bien. Charles está bien. - Carraspea dentro de su mano. - Gracias por preguntar.

El chico (Francis, recuerda) asiente lentamente, acariciando las diferentes barras de pan con la punta de los dedos, como intentando decidirse por una. Víctor tiene ganas de decirle que cualquiera le vale, de verdad.

- Y- ¿dónde está?

Buena pregunta.

- Trabajando. Ocupado. Mucho.  - Víctor tamborilea sus dedos contra el mostrador, cada vez más nervioso. - Oye, ¿te importaría- - Hace un gesto con la mano hacia el expositor del pan, agitando un poco los dedos para transmitir que está a dos segundos de saltar al otro lado del mostrador y coger él mismo el pan. Francis parece no interpretarlo de esa manera.

- Ah. Ah. - El chico entorna los ojos y coge una barra, apretándola hasta que cruje bajo sus dedos. - Ya veo.

Víctor no quiere saberlo, de verdad que no, pero lo pregunta de todas formas. Porque él es así.

- ¿Qué ves?

La comisura de su boca se levanta un poco, despectiva, mientras envuelve el pan en un periódico violentamente. Víctor ni siquiera sabía que se pudiese envolver algo violentamente, pero está claro que sí.

- Que estás celoso.

La risa está fuera de sus pulmones mucho antes de que pueda pararla, y si le arde un poco la cara Víctor está dispuesto a echarle la culpa al calor que sale de los hornos.

- ¿Disculpa?

- Ya me has oído. - Francis golpea la barra de pan sobre el mostrador y Víctor salta un poco hacia atrás, sobresaltado. - ¿Te crees que no he visto cómo le miras? - Suelta una risita, jugueteando con los bordes del envoltorio.- Por dios, si ahora hasta vais por ahí cogidos del brazo.

Víctor frunce el ceño, con toda la intención de explicarle que no es su culpa si está cojo. Que de hecho es culpa de Charles. Pero no es eso lo que acaba diciendo.

- Yo no le miro de ninguna manera.

- Puede que él no se haya dado cuenta todavía. Mierda, puede que incluso tú no te hayas dado cuenta todavía. Pero a mi no puedes engañarme, - Francis por fin le da la barra de pan y Víctor la presiona firmemente contra su pecho, por si acaso. Francis sonríe, un poco triste en los bordes, y suspira. - porque le miras exactamente igual que yo.

Víctor deja caer el dinero sobre el mostrador con un sonido metálico y se da la vuelta sin decir nada más, el corazón cabalgándole a toda prisa y las manos resbaladizas sobre el papel de periódico. Cuando sale al exterior respira hondo, dejándose llenar poco a poco por los olores familiares de la ciudad y las ganas repentinas e irrefrenables de matar a Charles.

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- ¡Charles! Te juro que esta es la última vez que bajo a la tienda esa del demonio. - Víctor deja que la puerta se cierre a sus espaldas, y tira la maldita (¡maldita!) barra de pan sobre la mesa de la entrada, resoplando. Se quita la chaqueta, sus brazos enganchándose por las prisas y el mal humor. - Me da igual- me da igual lo incómodo que te resulte, ¿me oyes? Ese chico es tu probl-  - La palabra se le queda a la mitad, cuando ve a alguien que definitivamente no es Charles mirarle desde uno de los sillones del salón,  las cejas algo levantadas. - Eh...

Charles está unos metros más allá, apoyado contra el marco de la ventana y los dedos extendidos contra el cristal, la luz dibujándole el perfil en ángulos bruscos. Víctor carraspea, recuperándose.

- Em, hola, soy Víctor. - Da dos pasos adelante, la mano extendida hacia el hombre desconocido, pero cuando sus ojos se encuentran siente una descarga de reconocimiento y exclama, casi sin pensar, - ¡Y usted es el tío del teatro!

El hombre sonríe un poco de lado y se pone en pie, elevándose tres cabezas por encima de Víctor y le estrecha la mano firmemente, sus dedos envolviéndole por completo.

- Sí. Otros me llaman Henry pero el tío del teatro también me vale.

- Perdone, es sólo que me ha- - Víctor puede sentir el color treparle por las mejillas y mira a Charles en busca de ayuda, pero éste mantiene la vista fija en la calle. Se aclara la garganta. - ¿Podemos ayudarle en algo?

- En realidad sólo he venido a recoger algo. - El hombre sonríe otra vez y se sienta de nuevo en el sillón, y algo en la fluidez de sus movimientos, en su estudiada elegancia sugiere larga tradición. - A mi hermano, concretamente.

- ¿A su-

- Yo. A mi. - Es lo primero que le oye decir a Charles, y su voz suena ahogada, diminuta.

Ahora que lo mira mejor puede ver el parecido, los pómulos altos un poco más redondeados en Henry, el mismo pelo ridículo, el mismo brillo verde en los ojos, y Víctor se queda quieto un momento, sin saber muy bien qué está pasando pero con la terrible sensación de que está pasando algo.

- No sabía que tuvieses… - Charles se gira para mirarle, las manos extendidas y Víctor puede ver que tiene la sombra de un corte en la mejilla. - ¡Jesús! ¿Pero qué te ha pasado?

Se acerca en grandes zancadas para poder tocarle la herida, pero Charles se aparta rápidamente, cogiéndole las manos y apretándolas ligeramente entre las suyas antes de dejarlas caer.

- No te preocupes, son cosas- me lo merecía.

- Se lo merecía. - Interviene Henry, poniéndose en pie. - Me ha tenido buscándole durante meses.

- ¿Tú le has hecho esto? - Víctor le da la espalda a Charles para poder mirar a Henry con todo el desprecio que le cabe en una mirada, que es bastante.

- Oye, que fue él el que se saltó el trato. - Henry se encoge de hombros y Víctor frunce el ceño, sin entender nada en absoluto. - Sabía que tenía que volver a los cinco años y aun así ha estado ignorando mis cartas todo este tiempo. He tenido que perseguiros a las casas de vuestros- clientes - La palabra rueda despectiva por su lengua. - ¡Pero incluso así os escapabáis! - Henry levanta las manos, exasperado. - Hasta que os vi el otro día en el teatro. A partir de ahí fue bastante más fácil encontraros. - Mira a Charles, negando con la cabeza. - Y todo porque no quieres casarte, Charles, de verdad. Cualquiera pensaría que habrías madurado algo a estas alturas.

- Espera, para, espera. - Víctor extiende una mano en el aire, perdiendo la paciencia. Se gira hacia Charles. - ¿De qué está hablando este tío?

- No me lo puedo creer, ¿no le has contado nada? - Henry suelta una carcajada que suena atronadora en los oídos de Víctor. - Pensaba que decías que era tu amigo.

- ¿Qué no me has contado, Charles?

- Eh, bueno- - Charles carraspea. -  ¿te acuerdas de cuando te dije que era medio suizo? - Víctor asiente lentamente, con cautela. - Pues esta es… la otra mitad.

- ¿La otra mitad?

- Mi padre es. Bueno, era, supongo. - Suspira, frotándose la parte de atrás de la cabeza y mirando al suelo. - Supongo que ahora yo soy el conde de Chesterfield.

- ¿Qué? - Víctor se ríe un poco, pensando que tiene que ser alguna especie de broma elaborada, pero la cara de Charles hace que algo pesado y terrible se asiente en su pecho y cuando Charles se acerca Víctor no se deja, su latido golpeando rítmicamente el interior de sus muñecas. Repite, casi sin aire. - ¿Qué?

- Vicky, yo no era- no soy la persona más indicada para ser el conde de nada. - Charles le mira intensamente, las palabras saliendo a toda prisa de su boca, atropellándose un poco al final. - Así que se cansaron de mi y me dieron cinco años para que se me pasase. Cinco años y luego volver, ese era el trato. Pero luego te conocí a ti. - Charles se encoge de hombros, bajando la voz y Víctor aparta la mirada rápidamente, intentando disipar el nudo de su garganta. - Y se me olvidaron todas las razones por las que no volver sería una mala idea.

Víctor se ríe y su risa le suena un poco desesperada, el pecho y los ojos ardiéndole por igual.

- ¿Y se supone que me tengo que tragar eso? Y yo que empezaba a pensar- - Suelta todo el aire de golpe y aprieta los puños, sintiéndose al borde de hacer algo terrible, como pegarle o echarse a llorar. - Pero tú mientes a todo el mundo y lo he sabido desde el principio. - Se frota los ojos con el dorso de la mano y añade, casi inaudible. - No sé que me ha hecho creer que conmigo iba a ser diferente.

- ¡Vícky!

Víctor le ignora y camina hacia la salida quitándose los gemelos a ciegas, que caen y rebotan contra la alfombra roja con tres pequeños sonidos sordos (plop plop plop) para después quedarse quietos sobre el suelo de madera, girando sobre sí mismos, la luz dibujando formas extrañas y fugaces sobre su superficie aun mucho después de que la puerta se cierre a sus espaldas.


Y he caído en la cuenta de que mucha gente me pregunta cómo hago lo de las explosiones multicolor esas (LA GENTE ME PARA POR LA CALLE Y ME DICE ALBA CÓMO HACES LO DE LAS EXPLOSIONES MULTICOLOR ESAS NO PUEDO VIVIR UN SEGUNDO MÁS SIN SABERLO OK) así que aquí tenéis el super link secreto para nada secreto. So

LET'S SPARKLE IT UP BBS! :D

y ayer mi hermana se graduó y fue MARAVILLOSO Y TAN HISTÓRICO Y OMG I'M SO EXCITED!!!!!1


actividades para anormales, wow es eso origfic, how i met my sister, libreee como el maaaaaar, yoyoyoyoyoyo, what time is it? it's fic time!

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