Cuarto fic del festival de las imágenes inspiradoras- Diagnosis Murder

Aug 28, 2015 17:14

Como siempre en el último momento.

Título: Promesas

Autor: yvarlcris

Fandom: Diagnosis Murder

Personajes/parejas: Steve Sloan/Jesse Travis; Amanda Bentley; Mark Sloan

Clasificación y/o género: Slash, fluff.

Advertencias: No apto para diabéticos.

Resumen: ”-Sí, creí que sería divertido, dormir en sacos, contar historias, cantar canciones… Eso fue antes de que tus piruletas les provocasen un subidón de azúcar.”

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen

Nota: Escrito para la actividad de las imágenes inspiradoras de la casa_de_ideas. Me he inventado un background sobre la infancia de Jesse, pero supongo que a nadie le va a molestar. Sí, seelphy, siempre estoy al límite con los plazos.

Jesse levantó la cabeza de entre sus manos al escuchar un par de suaves golpes en la puerta. Ahí estaba la persona que le robaba el aliento con su mera presencia asomando la cabeza con una sonrisa.

-¿Puedo pasar?

-¿Desde cuándo has necesitado permiso para entrar aquí?
Steve sonrió y tomó asiento en el sofá de la sala de descanso del personal del Community General.

-¿Estás buscando a Mark?

-No

-¿A Amanda? ¿Necesitas algún informe de autopsia?

-Tampoco

-Entonces… ¿querías verme a mí?

Steve asintió.

-No entiendo por qué te parece tan extraño.

-¿Necesitas que te cambie algún turno en ”Bob’s”? La verdad es que sabes que no suelo tener problema con eso pero estos días…

-Jesse…

-…estamos teniendo mucho trabajo aquí con la epidemia de gripe, que está viniendo con fuerza este año, y estamos todos doblando turnos…

-Jess…

-…y ya le he cambiado no sé cuántos ya al doctor King, que a mi parecer se está escaqueando y aprovechándose un poco de…

-¡JESSE!-Steve puso su mano sobre el hombro del joven para distraerlo de su diatriba y lograr captar su atención- No necesito nada, no he venido a pedirte ningún favor… y cuando estés algo más tranquilo tendremos tú y yo una charla sobre el por qué te parece tan extraño que venga a verte, sin más.

-¿Sin más? ¿Me vas a decir en serio que has venido a verme sin razón alguna?

Steve bajó la mirada.

-¡Ajá! ¡Lo sabía!- exclamó el médico sin perder la sonrisa.

-Quería hablar contigo- dijo el teniente-. Verás, hace unas semanas estabas tan entusiasmado con las actividades que habéis preparado para los niños huérfanos este fin de semana, que me parece increíble que mi padre me diga que ya no quieres ir.

-Ah… eso… No es que no me apetezca, Steve. Pero como ya te he explicado, he estado cambiando turnos al doctor King y estoy muy cansado.

-Habla con él. Que te cubra él el día de mañana y así puedes descansar.

-Mañana es viernes y se casa su hija, no puedo hacerle eso.

Steve apretó los labios para no decir lo que se le estaba pasando por la cabeza en ese momento. ¡Y luego su padre decía que no tenía filtro! Si lo viese ahora, estaría más que orgulloso.

-¿Y no hay nadie que te pueda hacer unas horitas para que puedas descansar? Seguro que más de medio hospital te debe favores.

Jesse sonrió ante la preocupación del policía.

-Los niños se lo pasarán bien aunque yo no vaya. Tú tampoco irás.

-No es lo mismo. Has puesto tanto de tu parte en la organización de las actividades que sería una pena que te lo perdieses. Le has dedicado muchas horas a todo eso del cine al aire libre y el resto de las actividades… Yo tengo una operación encubierta y si no resolvemos el caso, tendré que ser Joe Delaney todo el fin de semana.

-¿Joe Delaney?

-Bebedor, jugador, aficionado a las casas de citas… El hijo que todo hombre desea- dijo el teniente con disgusto.

Jesse no pudo evitar que el miedo se apoderase de él.

-¿Tú solo? ¿Lo sabe Mark?

-No le digas ni una palabra o le darás un disgusto. Además, Joe ha ”contratado” a una scort para estos días- Steve soltó una carcajada-. Deberías ver a Cheryl quejarse de que con tan poca ropa no tiene donde esconder un arma. O verla intentar correr con unos tacones de aguja. Tres veces, se ha caído ya- el comentario hizo reír al joven doctor-. Pero no cambies de tema. ¿Por qué no quieres ir?

Jesse suspiró tras varios intentos fallidos de comenzar a hablar.

-Te vas a reír de mí- dijo después.

-No lo haré.

-Sí que lo harás.

-No tenemos cinco años. ¿Por qué no confías un poco más en mí?

-Muy bien, luego no digas que no te lo dije. Verás, mi madre nunca tuvo mucho tiempo para hacer cosas conmigo, pero un día me llevó al cine y me compró de esas piruletas con sabor a cereza y forma de corazón. Es uno de los días que recuerdo con más cariño. Y ese es el problema.

-No entiendo.

-Les prometí a esos niños que les traería piruletas con forma de corazón, y con todos los cambios de turno y la epidemia… no he podido hacerlo. Mañana es imposible que encuentre un hueco para hacerlo y no puedo presentarme ahí sin ellas. No podría soportar sus miradas de decepción.

-Oh, Jess…- Steve pasó su brazo por los hombres de su amigo sin saber que este tipo de gestos tenían al doctor suspirando durante horas-. A los niños lo que de verdad les importa es que estés con ellos este fin de semana. Con piruletas o sin ellas.

-¿Tú crees?

-¡Claro! Les decepcionará más tu ausencia que cualquier otra cosa.

Jesse sonrió.

-De acuerdo. Me has convencido. No faltaré.

Steve le dirigió una brillante sonrisa cuando su teléfono sonó y tuvo que salir a toda prisa por culpa del caso.

Como el teniente había predicho, a los niños no parecía importarles el ver a Jesse ahí sin los caramelos. Todavía no era la hora de la película y ningún niño había preguntado por el prometido dulce, pero Jesse no se relajaba. Conforme se acercaba el momento, el joven se iba poniendo más y más nervioso.

-Jesse. Relájate.- le susurraba Amanda.

-Verás cuando llegue el momento.

-Tranquilo. No será para tanto- le decía Mark.

Un hombre con uniforme de una empresa de transporte urgente apareció detrás de ellos.

-Disculpen, estoy buscando a Jesse Travis.

El mencionado frunció el ceño.

-Soy yo.

-¿Dónde quiere que le deje esas cajas?

Los tres doctores se inclinaron para ver un carrito de transporte con varias cajas encima.

-Ahí están bien. ¿Qué hay dentro?

El hombre se encogió de hombros mientras le tendía el recibo para que lo firmase.

-Yo solo me encargo de hacer las entregas- dijo antes de irse.

Con gran curiosidad, los tres se acercaron a abrir los paquetes. Mark y Amanda se miraron con una sonrisa mientras Jesse contemplaba el interior de las cajas sin creérselo.

-¿Tenéis algo que ver con esto?

Los otros dos negaron con la cabeza.

-Pero solo vosotros sabíais lo de las piruletas. Vosotros y… ¡Steve!

Mark no pudo contener la orgullosa sonrisa que apareció en su rostro.

-¿De dónde habrá sacado tiempo para comprar todos estos caramelos?

Los gritos entusiasmados de los niños al ver las cajas repletas de piruletas impidieron que los adultos pudiesen continuar hablando.

Mark se dejó caer en una silla.

-Yo no tengo edad para estas cosas, estoy exhausto.

-Pues vas a pasar la noche con ellos- dijo Amanda sonriendo con benevolencia.

-Sí, creí que sería divertido, dormir en sacos, contar historias, cantar canciones… Eso fue antes de que tus piruletas les provocasen un subidón de azúcar.

En ese momento sonó el teléfono del doctor Sloan.

-¡Steve! ¿Qué tal el caso? […] ¿Ya habéis terminado? Es genial […] ¿Y estás bien? ¿Ha habido heridos? […]¿Seguro? […]Si quieres puedo decirle a Jesse que se pase por ahí. […]

-Oh, dile que pasaré de todas formas- susurró el joven doctor.

-Jesse dice que pasará por ahí. […] Sí, las hemos recibido. […]Por supuesto, ahora seré yo quien lidie con unos niños sobreexcitados […] Sin problema, puedes recogerme sobre las doce. […] Lo intentaré. Que descanses.

El doctor Sloan cortó la comunicación y Amanda cogió su chaqueta.

-Será mejor que me vaya. Yo también tendré que luchar con unos críos hiperactivos mañana.

-Yo también me voy. Que tengas una buena noche, Mark.

-Vigila bien a Steve. No me fío de sus “estoy perfectamente”

Jesse asintió y se dirigió a la salida con Amanda. Se despidieron en el parking y el médico se dirigió a la casa de la playa de los Sloan.

No se sorprendió al ver la puerta abierta, ya que cuando esperaban a alguien no solían cerrarla. Pero sí le extrañó que reinase la oscuridad. En el salón se adivinaba el tenue resplandor emitido por un proyector, que estaba encendido. -¿Steve?

El teniente apareció con un par de bebidas.

-Debes estar mal para no sacar unas cervezas. ¿Qué es eso?

-Shhhh… Siéntate.

Jesse se detuvo a estudiar con atención el salón. En la pantalla había una película pausada en su inicio, en la mesa había pizza, los refrescos que Steve estaba colocando y una caja de piruletas con forma de corazón. Dirigió una mirada de sorpresa a su amigo, que simplemente sonrió y le invitó a sentarse de nuevo.

-¿De verdad? ¿Has montado todo esto por mí?

-Claro.

-¿Por qué?

-Pues porque sí. Porque te lo mereces. Y porque quiero que tengas claro que me importas… mucho.

-Lamentablemente no como yo quisiera- murmuró el doctor con la intención de no ser escuchado.

-A lo mejor sí…

Jesse levantó la mirada. Steve le observaba, expectante y, sin saber cuál de los dos iniciaba el movimiento, de pronto se estaban besando. Era todo y más de lo que el joven médico había soñado.

-Sabes a cereza, Steve.

-Qué puedo decir… estas piruletas son irresistibles- rió el teniente-. Pero hay algo que me gusta más- añadió antes de besarlo de nuevo.

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