¡Yo también puedo enamorarme! [FanFic]

Dec 05, 2011 16:50

Fandom: ​ Hetalia Axis Powers
Personajes: Prusia/Gilbert, Bélgica/Emma, España/Antonio, Francia/Francis.
Género: Romance, Humor, Drama.
Argumento: Siempre había conseguido lo que él se proponía. Hasta que la conoció. ¿Podrá Gilbert demostrar que también tiene su corazoncito?
Advertencia: Posible lemmon, universo alterno
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Hidekazu Himaruya.


Capítulo I

Era un día como
cualquiera para el trío de hombres. Antonio, Francis y Gilbert
estaban sentados en una mesa que se encontraba en la punta del bar.
Desde allí, tenían una excelente perspectiva para ver quiénes
entraban y salían de ese lugar. Los tres estaban a la pesca de algo
interesante, alguien con quien pasar una buena noche al menos.

Pero las cosas noestaban resultando como esperaban los europeos. Los solteros no eran
muy agradables a la visita y los que sí podían sentirse orgullosos
de su atractivo, estaban emparejados. Era una noche particularmente
lenta. Como si la suerte en el amor estuviese divirtiéndose y
aprovechándose de la impaciencia de ese grupo de amigos.

-¡Maldición! -Elalemán golpeó su jarra de cerveza contra la mesa de madera -¿Qué
pasa? No hay nadie lo suficientemente guapo para alguien como yo -se
quejó.

-¿Saben? Esta es laúltima vez que aceptó venir con ustedes a este lugar. No sé cómo
pude pensar que podría encontrar algo para recrear mi vista -reclamó
el francés mientras que bebía un sorbo de ese costoso vino.

Sin embargo, elespañol mantenía su espíritu optimista. Eran pasadas las once de
la noche, pero aún así, quizás podría tener fortuna. Al mismo
tiempo que los otros dos se hundían en el alcohol, Antonio
continuaba pendiente de la entrada. No pensaba por nada del mundo
desanimarse, ¿por qué habría de hacerlo? Se había reunido con sus
dos mejores amigos y no se había presentado ningún contratiempo.
-¡Vamos! Seguro que
en cualquier momento entra esa persona especial -dijo el español,
que todavía no había tomado nada de su copa.

-Antonio, ¿no crees
que es hora de rendirse? Digo... -comentó Francis, aún sabiendo
que era difícil hacer desistir al hispano de sus ocurrencias.

-En fin, supongo queiré al baño. Al menos, tengo a mi querido Gilbird -El hombre tocó
con suavidad a su plumífero amigo sentado sobre su hombro -¡El
asombroso yo volverá pronto, así que no se depriman! -exclamó y
luego se fue.

-No te preocupes poreso... -respondieron al mismo tiempo el francés y Antonio.

El alemán estaba, sindudas, molesto. Toda la jornada había sido un completo fiasco, no
había encontrado a alguien que se mereciera su atención. Le quedaba
el consuelo de que había podido conseguir la mejor cerveza artesanal
de la ciudad y el hecho de que tanto Francis como Antonio habían
sufrido su misma suerte. Al menos, los tres compartirían el destino
de no conocer a nadie especial.

Se miró al espejo,
mientras que se lavaba las manos. Estaba orgulloso de sí mismo, era
atractivo, increíble, tenía un trabajo estable, no había nada malo
en él. Así que tal vez en lugar de mirar con ese mismo los pocos
frutos de esa noche, sonrió. La mujer que eligiera debiera sentirse
privilegiada de ser escogida, ya que no consideraba que hubiera
alguien como él.
Al salir del baño de
hombres, no esperó que hubiese alguien más en la mesa donde estaban
los dos europeos. La verdad es que pensaba incluso que estaban
aburriéndose por su ausencia. Se tomó su tiempo en acercarse, ni
siquiera miró hacia allí. No tenía ninguna razón para creer que
las cosas habían cambiado durante su ausencia.

Pero al abrir susojos, se dio cuenta de una realidad bastante diferente. Había
muchacha de ojos claros y cabellos rubios sentada al lado de Antonio.
Se frotó las orbes, ya que no creía en la veracidad de esa escena.
¿Cómo, cuándo, por qué se había aparecido esa bella mujer allí?
Ni siquiera se había tardado demasiado, no le encontraba explicación
a ese repentino cambio.

Sin embargo, nointeresaba. Esa belga le llamó la atención, era por lejos, lo mejor
que había visto durante todo el día y quizás por un largo tiempo.
Se arregló la corbata y tosió un poco. Aunque lo creía
innecesario, no dudaba en que caería a sus pies enseguida. Sonrió y
se dirigió completamente seguro hacia la mesa.

-¡Gilbert, ven!-exclamó Antonio, mientras que movía su mano por lo alto.

El francés tomó de
la camisa al español y lo apartó un momento hacia la esquina. A
diferencia del segundo, Francis no estaba muy contento de presentar
al alemán, a la mujer en cuestión.

-¿No crees qué es
demasiado...? -preguntó susurrando el hombre de ojos azules.

-Bueno, lo
vigilaremos. De todas maneras, ¿qué es lo peor que pueda suceder?
¿Qué se enamore? -Tras eso, ambos se quedaron en silencio y luego
comenzaron a reír como un par de locos.

Aprovechando que esos
dos no estaban prestando mucha atención a la señorita, Gilbert
trajo una silla y se sentó al lado de la muchacha. Ésta se volteó,
para encontrar al alemán sonriendo de par en par y a Gilbird que
piaba, El hombre se dio cuenta de que aquella le estaba mirando así
que decidió presentarse, no iba a dejar que nadie más que él
tuviera la posibilidad de conquistar a la chica.

-¡Soy el increíble
Gilbert y éste es Gilbird! -dijo con orgullo y sacando pecho.

-Soy Emma, una vieja
amiga de Antonio -La muchacha se levantó y le dio un abrazo al
alemán.

-¡Ja! Será mía
-pensó, mientras que la belga
volvía a sentarse.

Enseguida, el español
y el francés se callaron. Antonio asintió, sabía muy bien qué era
lo que tramaba Gilbert. A pesar de que lo apreciaba bastante y
convivía el día el día con él, no iba a permitir que se acercara
a la belga. Conocía sus pretensiones de memoria y aunque francamente
no le importaba lo que hacía en sus ratos libres con quien sea, al
tratarse de Emma cambiaba la cuestión.

Lo que hizo el español
fue lo siguiente: Tomó su propia silla y empujó al alemán, para
hacerse lugar. A la muchacha no le importó mucho, pero Gilbert era
un caso aparte. De hecho, refufunfuñó varias groserías en el
momento que el hispano había optado por intervernir.

-Ah, es que hacía
demasiado calor en ese lugar. Aquí me viene mejor la ventilación
-se excusó.

-Bueno, el día ha
estado caluroso -respondió la belga al mismo tiempo que sonreía.

-Sí, sí, claro
-contestó sarcásticamente el alemán, al recuperarse de la caída
que había sufrido por culpa de su compañero de habitación.

-¿Te encuentras
bien? -preguntó la rubia, al ver que cómo Gilbert arañaba la
madera para poder levantarse.

-Sí, pero no
gracias a Antonio -Éste le pateó en el tobillo al hispano,
molesto.

La muchacha
simplemente rió, le resultaba algo simpático aquel hombre de
extraña apariencia. Nunca había visto alguien como él, le
resultaba incluso como una novedad. Pero no en el mal sentido.

-¿Y tienes no...?

-Quería saber si tenía alguna competencia, aunque estaba seguro
de que no había nadie que pudiese estar a su nivel.

-¿Cómo te está
yendo con la universidad? -Antonio interrumpió al alemán
bruscamente, hablando de manera mucho más alta que el otro.

-Ah, ya sabes. Hayque estudiar mucho y todo eso. Pero me encanta la carrera -afirmó
la belga.

Conversaron quizás
por unos diez minutos. En realidad, habían sido Antonio y Francis
quiénes habían hecho gran parte de la charla, ya que estaban
determinados a alejar a la muchacha del alemán. Cada vez que éste
último intentaba decir algo, los otros dos intentaban hablar mucho
más fuerte, para intentar que aquel tuviera el menor contacto con la
muchacha. Sin embargo, todo lo que lograron fue causar una gran
frustración al hombre.

-Ah, qué lástima
que no pudimos hablar mucho, Gilbert -aseguró Emma, al levantarse
y tomar su cartera.

-Sí, yo también lo
siento -Éste miró con cierto odio hacia sus otros amigos.

-Vincent me está
esperando, se suponía que sólo iba a tomar un vaso de agua -rió
-¡Nos vemos, chicos! -Ésta guiñó al trío y se retiró.

Al asegurarse de que
la mujer ya estaba lo suficiente lejos, tanto Antonio como Francis 
pudieron relajarse. Aunque ese tiempo no iba a durar mucho, el alemán estaba más que enfadado. Había sido la única chica que le había
llamado la atención y se la habían arrebatado en un soplo de
viento. El gran Gilbert se había quedado sin poder conquistarla y
eso era la culpa de esos dos que ahora estaban sentados enfrente a
él.

-¡¿Qué se supone
qué fue eso?! -reclamó molesto y luego, con su puño, golpeó
contra la mesa.

-Es que... -Antonio
no sabía cómo explicar la circunstancia sin tener que herir los
sentimientos de su amigo.

-Lo que pasa es que
Emma no es una chica para ti. No te ofendas -El francés fue mucho
más rápido, aunque ciertamente no quería ver al alemán enojado.

-¿Cómo qué no?
¡Ella se merece alguien como yo! Sé que les importo y mucho, pero
no es necesario... -Gilbert continuó con su discurso, a la vez que
los otros dos se miraron a los ojos.

-No, no es eso
-afirmó el español algo nervioso.

-¿Entonces? -El
alemán no entendía muy bien a lo que se estaban refiriendo sus dos
amigos.

Luego de un largo
silencio y un par de copas de vino, Francis y Antonio decidieron que
era hora de decirle la verdad. Si bien apreciaban a aquel hombre de
cabellos grises, a veces se pasaba un poco con su egocentrismo. Nunca
pensaron que tendrían que decírselo, pero la ocasión y la
circunstancia lo requería.

-Digamos que... Emma
no es el tipo de mujer que te gustan -Fue la mejor ocurrencia que
le vino al español.

-¿Eh? ¡Por
supuesto qué lo es! Parece que no me conoces -contestó un poco
indignado.

-Deja que me
encargue de esto -El francés parecía saber cómo decírselo,
aunque a diferencia de Antonio, no le interesaba demasiado los
sentimientos del alemán -. Tú, mi querido amigo Gilbert, no estás
a la altura de alguien como ella. Emma tiene clase y tú... -El
hombre se acercó y abrazó al aludido -.Ya sabes, eres tú.

Ninguno de los dos
estaba muy seguro de cómo iba a reaccionar aquel hombre.
Sinceramente, sabían que el alemán se consideraba como alguien
capaz de todo. Pero no se imaginaban que alguien como él se
interesara en alguien como lo era la belga. Después de todo, Gilbert
huía de los compromisos a largo plazo y la muchacha no era
precisamente de esa clase de mujeres que iba de cama en cama.

Antonio se veía
obligado a proteger a su amiga, pues aunque apreciaba muchísimo al
alemán, no quería que la misma sufriera por culpa de la falta de
seriedad de ese hombre. Así que, aunque eran amigos desde la
universidad, era lo único que no podía permitirle. Si se tratara de
otra persona, ni siquiera le hubiera dicho algo al respecto.

-Lo entiendo -dijo
seriamente Gilbert mientras que se acariciaba la barbilla.

-¿De verdad? Sabes
que te queremos pero ya sabes... Me alegro que lo hayas entendido tan
bien -comentó el muchacho de ojos verdes, con una enorme sonrisa,
ya que no podía creer la madurez de su amigo.

-Lo que pasa es que
ustedes están celosos. Encuentro alguien que me gusta y como ustedes
no pudieron estar con alguien, entonces deciden hacer esto
-reflexionó el hermano de Ludwig.

Ya le parecía
demasiado sospechoso que el “asombroso yo” se lo hubiera tomado
tan bien. Sin embargo, a pesar de su opinión, a Gilbert no le
importó. Quería volver a esa muchacha y tratar de arreglar lo que
sus supuestos mejores amigos habían arruinado. No había nada
inalcanzable para él y eso se los iba a demostrar a esos dos.

-No, eso no es...
-respondió el español, pero el alemán le interrumpió antes de
poder explicar más.

-¡Claro que sí! No
entiendo por qué no quieres que invite a una salida o algo así
-dijo el alemán, totalmente seguro de lo que estaba hablando -.Es
la única excusa que puedo hallar, estás celoso.

-¡Si ni siquiera me
gustan las chicas! -exclamó ante el absurdo que se había mandado
Gilbert.

Antonio se tomó un
par de copas más para poder lidiar con aquel hombre que parecía no
querer entender lo que estaban intentando hacerle saber. Era
terriblemente terco con cada una de las ideas que se le metía en la
cabeza y ahora que ambos le estaban negando a esa muchacha, su
capricho había aumentado. El alemán no iba a estar contento hasta
recibir una respuesta positiva de esos dos.

-Mi querido Gilbert,
¿por qué no te buscas otra? Seguro que hay alguien que quiera
liarse contigo -afirmó Francis -. Emma no es para ti y punto.
¿Por qué no lo aceptas de una vez?

-¿Y eso cómo
sabes? No he podido hablar con ella por la culpa de ustedes. Necesito
volver a verla, estoy seguro de que sería mía enseguida -respondió
éste, no pensaba desistir a pesar de lo que pudieran decir sus
mejores amigos.

Después de insistir
tanto, los dos europeos decidieron terminar con el asunto. Después
de todo, estaban confiados de que Gilbert se olvidaría muy pronto de
la muchacha. No creían que aquel engreído personaje fuera capaz de
pensar en alguien más que no fuera él, así que prefirieron dejarlo
así.

Sin embargo, Gilbert
estaba decidido a conocer a esa chica de ojos verdes. Había algo en
ella que le había atraído desde un primer momento. De lo poco que
había podido ver, se dio cuenta que no era como otras que había
conocido. Además, el hecho de que fuera algo prohibido, le daba más
emoción al asunto. Aunque, no estaba seguro de cómo comenzar. Pero
no había nada imposible para él, hallaría la forma de dar con la
muchacha.

A la mañana
siguiente, luego de recuperarse de la resaca, Gilbert no se había
olvidado de la muchacha que había visto el día anterior. Hoy estaba
determinado a conseguir su número, su correo electrónico o algo por
el estilo. Tenía que hallar la forma de comunicarse con Emma, quería
buscar la forma de salir a solas sin tener a esos dos detrás de él.

Luego de ducharse y
vestirse mal que mal, se dirigió a la cocina. Allí, estaba Antonio
mirando hacia el jardín. Algo que siempre hacía. Honestamente,
desde que se habían mudado a es casa, no hubo un sólo día en el
que el español desprendía sus ojos verdes del vecino. No era ningún
secreto que aquel muchacho estaba “un poco mucho” enamorado del
italiano de al lado.

El alemán pensó que era la oportunidad perfecta. El muchacho estaba babeando por Lovino,
quien estaba tirado cerca de la piscina. De puntillas, se acercó a
la mesa, donde estaba el móvil del hispano. Sabía que debía ser lo
más silencioso posible para que Antonio no se diera cuenta. Se lo
arrebataría lentamente, quitaría el número de la muchacha y luego
lo dejaría en su lugar correspondiente. Era un plan infalible y
perfecto.

Por supuesto, esto no
sucedió así. Apenas dio un par de pasos y se tropezó con las
sillas, lo que sacó al muchacho de su trance y enseguida se dio
cuenta de lo que aquel estaba pretendiendo. Gilbert simplemente
sonrió y luego silbó. Como si nada hubiera ocurrido. El español
suspiró, lo conocía hacía tanto tiempo que ya sabía lo que aquel
quería. Sin embargo, no pensaba ceder en lo absoluto.

-¿De verdad? A
veces creo que no sabes lo que significa la palabra “no” -afirmó
Antonio, mientras que sacaba su móvil del alcance del alemán.

-¡Al menos yo hago
algo, a diferencia de ti! -exclamó Gilbert, echando en cara la
actitud del español.

-¿Qué quieres
decir con eso? -preguntó éste, que no entendía la referencia
del alemán.

-Día tras día, te
quedas como un imbécil mirando a ese muchacho de esa casa. A este
paso, vas a ver sus nietos -respondió el alemán, mofándose del
otro.

Ambos comenzaron una
absurda discusión; Antonio continuaba explicando el por qué no
quería que Gilbert saliera con Emma, mientras que al alemán se le
ocurrió burlarse de la desventura del español. Tanto bullicio y
griterío, despertó al francés, quien aún estaba en la cama.
Obviamente, en ese estado era imposible continuar disfrutando del
sueño.

-¿Por qué demonios están discutiendo? -inquirió el recién despertado, mientras que
se frotaba los ojos.

-Todavía piensa que
tiene una oportunidad con Emma -explicó el español.

Francis abrió
ampliamente sus ojos azules al escuchar eso. Al igual que Antonio,
había pensado que esa estúpida idea del alemán se iría una vez
llegado el nuevo día. Sin embargo, parecía que así no era, lo que
desconcertó a este hombre. El rubio se acercó a Gilbert e
inmediatamente tocó las mejillas de aquel. Debía asegurarse de que
realmente ése era el hombre amante de la cerveza, que se
autodenominaba “el asombroso yo”, aquel que no salía a ningún
lugar sin su pollo.

-¿Qué estás
haciendo? -El alemán se apartó del francés.

-No puedo creer que
seas tú, Gilbert -opinó el amante del vino, incrédulo por la
nueva idea del hombre de cabellos grises.

-¡Es lo que le
estoy diciendo! ¿Por qué no te buscas otra y ya está? -Antonio
estaba harto de la estúpida pelea que estaba manteniendo con el
hermano de Ludwig.

-¡Les voy a
demostrar que soy digno de Emma! ¡Y luego se callarán! -el hombre
se apartó, iba a demostrarles a esos dos que él también podía ser
profundo cuando se lo proponía.

Francis y el español
intercambiaron miradas. Parecía que realmente estaba hablando en
serio.

-Le doy dos días
-afirmó el francés y luego fue a prepararse un café negro.

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