Rebuscando entre las cosas que escribí en esta última época en que no estaba escribiendo me he encontrado esta maraña. No es gran cosa, pero aquí la dejo.
Los personajes nombrados y algunos no nombrados pertenecen a sus autores (bueno, algunos me pertenecen a mí) y tal y paso de poner aquí la lista.
Estaba pensando en que ya no escribo y en que echo de menos ese “modo cerebral” de hacer/crear/inventar/hilar, la idea que viene, la idea que no recuerdas y te fastidia tanto (pausa para escribir el recordatorio de la idea del mediodía antes de que se me olvide). Todo ha venido de escuchar Electrical storm de U2, probablemente la canción inspirada por la cual más veces he escrito una historia. Sé que han sido más de dos, pero venían a mi mente Tormenta y El universo o tú.
Reflexionaba después, larga y aburridamente, sobre todo eso de que la percepción y la realidad no son lo mismo, sobre esa mirada de reprobación en algunas personas que me consideran racional en exceso cuando hablo racionalizando (o poniendo en su lugar, desde mi punto de vista) lo que sea. Y pensaba que “sé” que escribir es hacer/crear/inventar/hilar (y pongo en medio casi sin querer los dos verbos más “mágicos” para que pesen más los más “racionales”) pero, si creyese en las musas y la inspiración y todas esas cosas por encima de las conexiones eléctricas y química cerebral que por blablabla (largo y aburrido y no me lo sé bien) acaban dando una historia igual que te la puede dar un programa informático si le das las bases... pues diría otra cosa.
Si no me moviese de mi percepción, si no me parase a darle vueltas, tendría que hablar de otra cosa. Y diría que escribir es como una TARDIS: Tú estás en el “mismo lugar” pero abres la puerta y hay otro mundo. Tú estás donde estés y aparecen las musas a contarte una historia, o Bono y compañía. Tu mente está donde estés y la puerta se abre y eso hace que ya no esté donde estaba, viaja a la historia con el potencial de ser hecha/hilada.
Es como esa idea de que los personajes siguen viviendo sus vidas cuando tú no los estás escribiendo. Algo así me hizo hoy abrir la puerta a ver qué hacían, sin temer esta vez no poder hacer una historia con ellos. Sólo mirar para ver si seguían ahí.
Y seguían...
Mulder y Scully estaban en un coche, por supuesto, y apenas importaba dónde estaba el coche. Mulder y Scully acababan de conocerse y viajaban hacia Bellefleur, incómodos, midiéndose en la conversación, tratando de no rozarse al mover el brazo sobre la palanca de cambios o abrir una carpeta. Profesionales y desconocidos sin saber qué empezaba ahí y por cuánto tiempo iba a durar lo que fuese. Sin pensar siquiera en ello.
(SPOILERS FINAL DE EXPEDIENTE X (SERIE))
Pero no hay historia ni necesidad de hilar, no hace falta lógica o continuidad, así que abro otra puerta y Mulder y Scully están en un coche, hay un nombre en el mapa y es ahí donde se dirigen pero da igual dónde. Incómodos, apenas hablan: se conocen demasiado y cualquier palabra desde la discusión de la noche anterior puede llevar a otra discusión sin sentido. Porque no tiene remedio, nada tiene remedio. Estar juntos es opción mejor que estar separados, tan sólo porque nueve años se lo han enseñado, para bien y para mal. Lo han aprendido de corazón o con sangre, o por pura experiencia y a Mulder le gustaría decir algo al respecto y hacer un chiste sobre que hay “una explicación racional” al hecho de que sigan juntos. Pero todo duele y apenas queda gracia siquiera en los chistes malos.
William no está ahí.
Es un hecho. Es una verdad. Así que la fe en que la verdad pueda salvar a alguien se ha perdido en el camino.
La esperanza de que los diez años que le quedan al mundo den para recuperarla, es más bien poca.
(FIN SPOILERS FINAL DE EXPEDIENTE X (SERIE))
Tras otra puerta... Están en un coche y el tiempo no existe. Fluye despacio, se alarga y detiene. Palabras, palabras, hablando de todo, perdidos los hilos de cada tema tratado y sólo los árboles tras la ventanilla, quedándose atrás, son medida de tiempo. Si alguien les preguntase (y nadie va a hacerlo) dirían que son felices. Un coche...
No es difícil encontrar a Rose y el Doctor porque, mires donde mires, pueden estar allí. Miro, y los encuentro en una cafetería, hay que poner atención a los detalles para saber que es de un planeta lejano, sí. El mar que se ve a través de una pequeña ventana es naranja-melocotón, hay una tormenta eléctrica y un sol rojo y pequeño más allá de las nubes. Todo eso da igual. El local en madera tosca que podría sonar a taberna irlandesa, el ser gaseoso y multiforme “sentado” sobre la mesa de al lado, que tras la barra haya un ser similar tocando lo que parece una citara (exacto, no tengo ni idea de qué aspecto tiene una citara, ni de cómo suena), todo eso da igual. Rose y el Doctor comen helado y se sonríen.
Rose y el Doctor suelen estar cerca de una playa y comer helado a menudo en mi mente. Pienso en cuando les escribo y me siento tan limitada respecto a los lugares: El completo del espacio y el tiempo y tantas veces parece que estoy decidiendo unas vacaciones en un típico “Playa o montaña”, Playa o bosque, para mí.
Rose y el Doctor siempre sonríen en algún lugar de mi mente, pero en otros no. Vuelvo a mirar y están en aquella ciudad “ocupada” en la que les dejé hace un par de fanfics. Permanecen de pie, sin mirarse, bajo una lluvia verde limón, sobre el musgo. Verde sobre verde. Los altos edificios (que me dio el Glass, concrete and stone de David Byrne, sí) prismas perfectos, líneas rectas, quebradas, perpendiculares y paralelas, cristal, hormigón, piedra, acero, asfalto bajo los pies, todo está cubierto de musgo, algas, líquenes, enredaderas, flores en las grietas. Pájaros en las flores. Ni una sola persona aparte de ellos.
No llegué a saber si había un fondo bello o triste (sí, ambas cosas debería ser) en esta imagen de la ciudad “ocupada”, dejé a ambos mirándola y mirándose... ahí siguen.
Tras otra puerta... El Doctor mira a Rose y ve BELLEZA, una belleza insoportable y dolorosa, una belleza inclasificable y absoluta,... por primera vez. Por primera vez ve en ella esa belleza. Pueden estar junto a un arroyo al amanecer, en un oscuro cuartucho de una iglesia, caminando por las calles de una ciudad que está muriendo persona por persona. El caso es que la mira y tiene que retirar la mirada. Es esa belleza de la canción de Cohen: La grieta en todas las cosas que permite entrar la luz. La belleza de Rose rota por el dolor ajeno. No quiere verlo, no quiere que se haya abierto esa grieta, y se odia en parte porque siente que nunca antes le ha parecido tan BELLA. Si no he podido acabar esa historia no creo que sea capaz ahora de expresar “eso”. Eso que ve. Y mira que lo tengo claro... pero explicarlo es difícil.
En cierto modo, es algo similar al motivo por el que quise escribir a Rose cuando ya tenía clarísimo que quería escribir al Doctor: Es Rose apiadándose del Dalek y dejándole morir. Pero me estoy desviando del tema...
(SPOILERS SEGUNDA TEMPORADA DE DOCTOR WHO)
A veces, Rose y el Doctor se comen la “y” (la letra favorita de Gala porque, decía, es la que une las cosas) y ocurre que están separados. Rose en un universo, el Doctor en otro. En esos lugares de mi mente, Rose roba archivos del “otro Torchwood”, tiene una pila de subcarpetas verdes y una pared de su habitación, a través de cuya ventana puede ver zepelines, llena de papeles con cálculos imposibles y cosas escritas, “PRECEDENTE!!!!!!!”, “Lobo malo”, “No lo intentes: Hazlo”.
Él está sentado en el suelo de la TARDIS ante una puerta que ya no sabe cruzar. Está agotado. Resulta extremadamente dificultoso imaginar al Doctor agotado pero está agotado de tanto buscar caminos, medios de comunicación siquiera, que no sabe si existen.
Los lugares de mi mente en los que Rose y el Doctor han perdido la “y” siempre me resultan extraños. En esas dos imágenes superpuestas veo los casi nueve siglos de diferencia entre ambos: esperanza inquebrantable y esperanza quebrada. Así que, antes de dejar de buscarles, abro otra puerta... playas, bosques y helados, y muchas sonrisas. Un universo infinito en el que siempre se puede estar en casa.
(FIN SPOILERS SEGUNDA TEMPORADA DE DOCTOR WHO)
El resto no están siempre ahí, las cosas como son. Quizá algunos personajes propios sí...
Hay un hombre golpeando el suelo con fuerza mientras baila, perdedor perdido aferrado a lo que tiene: huesos, músculos, un cuerpo que se mueve siguiendo un ritmo propio y que dice lo que su voz siempre callará.
Hay una chica que teje redes y mira a las montañas diciendo “Mañana” día tras día.
En las montañas alguien se detiene un instante ante un círculo de setas y piensa que mañana ella tampoco volverá, y sabe que eso está bien.
Hay una mujer que sigue caminando y echa de menos la niebla al llegar al desierto.
Alguien mira a través de la ventana, el árbol de siempre en el acantilado que sigue resistiéndose a morir.
Quizá ante ese mismo mar, una chica se sienta en el paseo de la playa y se queda mirando al mar hasta entenderlo todo, como en el poema, luego sonríe y vuelve a casa dispuesta a renunciar definitivamente a un sueño por primera vez en su vida.
Cosas de esas que pasan.
También hay otros ajenos, que están si los buscas:
Alguien mira una planta en el parque y siente que es vieja con 18 años.
Alguien mira los ojos oscuros de ese hombre y piensa que miedo definitivamente no es la palabra, no, miedo no: eso se llama respeto y es casi acogedor.
Alguien la recuerda, a ELLA, por un instante y se siente absolutamente imbécil... o vivo... ¿realmente hay una diferencia entre ambas cosas? De hecho, en esta última frase, son dos los que la recuerdan y esos dos se están mirando y se sonríen con ironía, ¿acaso hay otro modo? y piensan que pueden llegar a ser tan imbéciles que casi parece que estuvieran vivos.
Alguien sostiene la mano de un amigo y piensa que ya está, que se acabó, y busca en su interior muchas cosas que una vez estuvieron ahí, cosas que evitarían las lágrimas pero, claro, su interior se ha quedado tan vacío de esas cosas y está tan lleno de otras que no hay quien encuentre nada.
Alguien pasea por la calle y ve, a través de la cristalera de un bar, a un amigo sentado a una mesa. Piensa que un plan es un plan y, efectivamente, un plan no es lo que él tiene, pero improvisar sobre la marcha se le da de maravilla y, uy, resulta que ya ha entrado y se ha sentado frente a él y está hablando de algo muy interesante, sin duda muy muy interesante, que no será el motivo por el que va a llevarse un puñetazo de un momento a otro.
Alguien se ha ido muy muy lejos para descubrir... , bueno, comprobar sería una palabra más apropiada, que irse muy lejos no sirve para librarse de uno mismo. Así que vuelve y huele a chocolate caliente y entra a por chocolate caliente y en la calle la gente camina tranquila y piensa que debería pensar que mereció la pena: expresión odiosa para definir algo que tiene tanto de merecer como de pena. Así que pide chocolate y pide churros (licencia de la autora) y es capaz de sonreír al camarero que los trae.
Alguien mira las estrellas y piensa que es absurdo que algo tan lejano sea su única prueba de que lo que está viviendo es real... pero permanecen, noche tras noche, reales, como una prueba.
Alguien piensa que lo que hay dentro de ese chico no está en ningún otro lugar. Bueno, esas no son las palabras correctas. Parece mentira: tan bajito, tan delgado, tan poca cosa y tan... insoportable. Tan capaz de dejarla sin palabras, lo cual debería de ser terrible y humillante y sin embargo... Sin palabras, vaya. Lo que hay dentro de ella cuando piensa en ese chico no está, no existiría, si no ante él, por él. Y como no ha existido nunca antes no tiene las palabras. Y como no las encuentre pronto todo estará perdido. No todo, todo no, sólo eso que no puede encontrar en ningún otro lugar.
Están, todos ellos y algunos más. No son personajes que siguen sus vidas cuando yo no estoy mirando, la idea es bonita pero nada más. Muchos de ellos, todos los no creados por mí, están de hecho en otras mentes haciendo otras cosas. Eso también es bonito (si me lo permiten sus múltiples autores) pero nada más. En mi mente, electricidad y química, neuronas ocupadas y (que es que no me lo sé como para explicarlo!!!!) habitan esos personajes, quizá entre la fórmula de resolución de ecuaciones de segundo grado, la receta de las tortitas, el nombre de algún amigo de la infancia... cosas que fueron útiles y podrían volver a serlo. Me pregunto tontamente cuál de los personajes nombrados se sentiría más a gusto entre esos tres recuerdos... Es bonito quizá imaginar el cerebro como un almacén pero no lo es. Es otra cosa y supongo que, por ser lo que es, surgen las historias. Sí, se puede hacer una historia con uno de esos personajes, la ecuación, tortitas y Alberto.
Lo personajes están pero no sé lo que son. Son madejas de lana: Si sabes lo que haces puedes sacar un jersey de cualquiera de ellas. Miles de jerseys distintos, sólo tiempo y agujas, y siempre fallarás en algún punto pero, bueno, haces lo que puedes.
You're in my mind all of the time. I know that's not enough... dice Electrical storm
Siempre habrá alguien que escriba mejores jerseys, más bonitos, más calentitos, más llevaderos, más originales, más a la moda, que sienten mejor, con las mangas exactamente de la misma longitud o simplemente más... pero a una le apetece seguir tejiendo los propios.