(no subject)

Oct 20, 2008 17:58

Beta: Uko-chan.

Resumen: Qué feo es no llegar a la luz.

What a wonderful world.
El megáfono sonaba inundando el salón de la melodía de Israel Kamakawiwo, la abuela jugaba con el pequeño de ocho años ese juego, las piezas opacas y las brillantes, antiguamente propiedad del abuelo, quien había muerto en el incendio de la vieja casa. La abuela y el nieto lo extrañaban, aunque no estaban dispuestos a morir como el perro que pereció de tristeza al poco tiempo de su partida.
El niño usaba las transparentes, mientras la vieja utilizaba las que eran opacas. Ambos estaban tan compenetrados en el juego que nunca se percataron de esa extraña presencia en el salón, a lado del megáfono, mirándolos a ambos jugar.
Qué bonita es la vida cuando la vives a lado de un ser querido, pero que amarga cuando ese ser te abandona, te deja a tu suerte como bote a la deriva, sin dirección ni tumbo, esperando solo el final; ser devorado, ser atravesado por un trincho de paja o simplemente por un proyectil de arma de fuego. Qué amargo.
Cuando algo totalmente independiente de ti llega, abre tu puerta, toca tus pareces tapizadas de papel con flores y aves; cuando esa persona respira tu aire, irrumpe tu tranquilidad y arrebata tu alma de tu cuerpo tan bruscamente que para siempre continúas ese juego. Cuando el niño y la abuela tuvieron las mismas piezas por la eternidad. Ni solos ni acompañados, sin él y sin aquellos a los que amaron y extrañaban.
El niño jamás conocerá el amor y la mujer no sufrirá los efectos reales de la edad, los calores de la piel apergaminada, el peso de los huesos frágiles. No verá de nuevo a su amor, a sus hijos o a su nieto. El niño no conocerá a sus padres después de todo ese tiempo. Las piezas no volverán a moverse, no volverán a luchar ni a brillar con la luz que se filtraba por la ventana esa linda tarde del mes de marzo.
Qué amargo es morir, arrojarte a las piezas. Ser asesinado por un hombre cuya mente turbada no permite medir las dimensiones de su acto. Qué irónico morir frente al único caballero que no puede luchar por ti, la única reina que no llorara por tu alma solitaria, el único rey que no tiene ningún poder de castigar y cobrar justicia. Qué triste alcanzar la inmortalidad sentado frente a una mesa, con el alfil en la mano, permanecer ahí, no caminar, no hablar y no comer, jamás volver a correr, a reír o a besar. Jamás volver a besar a tu abuela, sentir el viento recorrer tu cabello y tus manos, escuchar el pasto crujir bajo tus pasos, marcar el mundo, quedar gravado en la historia.
Vivir y morir en el anonimato. Qué feo es no llegar a la luz.

segunda entrada, crisolados badass

Previous post Next post
Up