Fandom: Durarara!! (AU de El Principito)
Claim: aviador!Shizuo, principito!chibi-Shinra, rosa!Celty, flor!Erika, guardavías!Anri, comerciante!Kazutano, serpiente!Izaya
Advertencias: ¿crack? |'D No hay spoilers, pero sí referencias a las novelas
Palabras: Word me dice que 1736
Notas: culpo de toooodo esto a
meia_krane . Yo era pura como Dorian Gray antes de conocerla. Sobre el fic, son unas cuantas viñetas dispersas que escribí como se me daba la gana. Also, puede que haya una segunda tanda con los planetas que visita el Principito antes de llegar a la Tierra, pero no prometo nada. Estoy escribiendo otros bunnies de Mei ahora mismo.
Si uno fuera honesto (y más le valdría a todo el mundo serlo), no podría catalogar a Shizuo Heiwajima como una persona paciente. De todas formas, quedarse varado en mitad del desierto por culpa de un desperfecto mecánico justificaba cualquier ataque de rabia, incluso ése que le acababa de obligar (sí, obligar) a arrojar la condenada avioneta a unos cuantos metros de distancia. Suspiró, conteniendo la rabia como pudo; lo último que necesitaba era hacerle daño de verdad a su único medio para salir de allí.
Pero antes de que pudiese acercarse, con una mueca de preocupación y la mano temblando en anticipo a otro arranque, una exclamación de puro regocijo acaparó su atención. Era extraño, se dijo. No esperaba escuchar una voz humana después de tantos días sin ver ni un pájaro, y si se hubiera imaginado una, habría acudido a su mente el lamento dolorido de una garganta tan seca como la arena bajo sus pies. No una risita cristalina ni un "¡guau!" lanzado al aire, evidentemente. Se volteó sin saber qué debía esperar, y lo vio.
Un niño que contaría poco menos de diez años. Solo. En medio del desierto. Bueno, después de una semana con una provisión de agua para dos días, era comprensible que su cerebro le jugara una treta engañosa.
-¡Tu fuerza es impresionante!-exclamó la alucinación, riéndose de nuevo, y su alegría contagiosa le tranquilizó ligeramente.
(Era un niño, al fin y al cabo, y los niños eran transparentes y honestos. Aunque estuvieran en el medio de la nada sin un motivo aparente).
-Sí, gracias...¿estás perdido?
Era una pregunta idiota, pero no le quedaba más remedio que formularla. Guiarse por la lógica resultaba imposible; un niño perdido no estaría tan calmado, y no había otra explicación que un extravío para un pequeño vagando a solas por allí. De una forma u otra, el niño se llevó la mano al mentón como si tratara de concentrarse.
-No lo sé-admitió al fin-. En realidad no voy a ninguna parte. Sólo quería mostrarle a mi rosa que puedo viajar solo.
Shizuo parpadeó.
-¿Tu rosa?
-Así la llamo yo. Es mi futura esposa. Tiene un rostro muy bonito que es diferente para todo el que la ve.
-...comprendo.
El niño negó con una sonrisa entre petulante y amarga.
-No, nadie la comprende. Es un poco difícil. La mayoría de la gente cree que es un monstruo.
Hubo un silencio bastante prolongado. Shizuo sentía las preguntas bullendo en su interior junto con la sed y el calor sofocante, pero no quería detener la exposición disparatada del pequeño desconocido. Por nada del mundo.
-¡Deberían llamarla "señora de la noche", que es mucho más educado!
...aunque la sed sí era un tanto urgente.
-Huh. ¿Podrías decirme dónde hay agua...?
-Mi nombre es Shinra, por cierto. ¿Y el tuyo? ¿Me dejarías revisar qué es lo que te da esa fuerza?
Sería otro más, otro día largo en el que el sol se arrastraba perezosamente de un lado a otro del cielo. La presencia de Shinra, no obstante, causó que Shizuo no maldijera tanto para sus adentros. Como todo ese día, extraño.
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-Ahora que te llevé a ese pozo, debes pagarme. ¡Dibújame un caballo!
La paz, siempre tan efímera. Shizuo se resignó a apartar la cantimplora después de apurar tanta agua como le fue posible. Masticó bien sus palabras para no sonar como un desagradecido (que, en definitiva, no era ni por asomo).
-No sé dibujar.
Dudó, pero no añadió una disculpa al final. Shinra tenía que entender que, estando en aquella situación, las prioridades no eran los juegos ni las preguntas interminables (ni declararse fanático de su fuerza descomunal).
-Todo el mundo sabe. Está científicamente probado-aseguró Shinra, sacudiendo la cabeza-. Y yo quiero que dibujes un caballo.
Shizuo sintió aún más calor que antes en sus mejillas. Tosió un par de veces para disimular, con escaso éxito.
-En realidad, sí sé dibujar. Pero-se apresuró a añadir, viendo que Shinra ya cantaba victoria-sólo una cosa. He dibujado una sola cosa, y fue hace mucho.
Por toda respuesta, Shinra le acercó el papel y el lápiz, observándolo como si fuera un pez dentro de un acuario. Shizuo se forzó a evitar darle un cabezazo y aceptó los implementos con una mueca. Apenas cuatro trazos bastaron para delinear algo que parecía un simple rectángulo.
Shinra frunció el ceño.
-Esto es una máquina expendedora aplastando a una serpiente, ¡yo necesito un caballo!
Shizuo abrió la boca de par en par, mirando perplejo al pequeño.
-¿Qué?
-Un ca-ba-llo. Cuatro patas, un hocico, una cola y una crin.
-Eres el primero que se da cuenta de lo que es.
Shinra se acomodó los anteojos, de nuevo meditabundo.
-Se lo mostraste a puros adultos, ¿verdad?
Shizuo no respondió.
En cambio, respiró profundamente y comenzó a bocetar unos cuantos caballos. Caballos demasiado gordos, muy flacuchos, de crines demasiado largas y de hocicos incorrectos. Para todos, Shinra tenía una queja. Incluso había señalado que una yegua no le gustaría a su rosa. Cuando Shizuo estaba a punto de romper en pedacitos el vigésimo boceto, Shinra le quitó el papel (arrugado por sus dedos tensos) maravillado.
-¡Éste, este! ¡Este es perfecto!
-No tiene cabeza-observó Shizuo.
Shinra lo chistó, todavía en éxtasis contemplativo.
-Cada persona que lo mire podrá imaginar cómo es su cabeza. Además, así no habrá peligro de que muerda a mi rosa. Es perfecto.
Verlo tan feliz quizás, quizás compensaba una ínfima parte de todo lo otro.
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Shinra halló en el desierto a una flor muy curiosa, que llevaba un sombrero negro y muy suave.
-¿Sabes dónde están los hombres?
La flor meneó la cabeza, un poco contrariada.
-Ah, pasó una caravana hace tiempo. A los hombres les gusta tanto jugar juntos, sobre todo a Dotachin~ ¡Tengo que volver a encontrarlos pronto!
Shinra decidió que estaba mejor sin saber.
-Adiós-dijo.
-¡Adiós!-dijo la flor.
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-¡Buenos días!-saludó Shinra con entusiasmo.
La guardavías le respondió con un asentimiento.
-¿Qué haces aquí?
-Cuento a los hijos de Madre.
Un tren pasó raudamente junto a la casilla de la guardavías, haciendo temblar las paredes. A los pocos segundos, otro tren idéntico repitió la operación en la dirección contraria.
-¿Por qué van de un lado a otro? ¿No se sentían contentos donde estaban?
La guardavías suspiró, acomodándose los lentes sobre el puente de la nariz.
-Nunca fueron felices para empezar.
Otro tren zumbó, iluminando la escena.
-¿Van persiguiendo a los otros?
-No persiguen absolutamente nada. No hacen más que lo que Madre les dice. Sólo los que no corté hacen lo que quieren.
Shinra guardó silencio.
-Oh.
Y se anotó mentalmente que debía evitar cortarse mientras estuviera en la Tierra.
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-Buenos días-dijo Shinra.
-Buongiorno, piccolino-respondió el comerciante.
Era un comerciante de boletos para conciertos de música pop.
-¿Por qué vendes eso?-preguntó Shinra.
-Porque los jóvenes están lo suficientemente locos para pagarme un dineral por ver a una muchachita que se pasará de moda en un par de semanas.
-¿Y por qué no se descargan los DVDs del concierto de internet?
-Quién sabe...
"Si yo tuviera el dinero que tienen ellos", pensó Shinra, "le compraría a mi rosa un bonito casco amarillo para protegerla".
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Al llegar a la Tierra, Shinra quedó sorprendido al no ver a nadie. Temió haberse equivocado de planeta, pero unos pasos acolchados se dejaron oír muy pronto sobre la arena.
-¡Buenas noches!-dijo Shinra.
-¡Buenas noches!-dijo la serpiente.
-¿Sobre qué planeta he caído?
-La Tierra, por supuesto.
-¿Y no hay nadie en la Tierra?
-En los desiertos no hay nadie. Es muy aburrido. Pero la Tierra es tan grande y llena de humanos~
Shinra se sentó en una piedra, sin prestarle atención a los ojos brillantes de la serpiente fijos en él.
-Yo vengo de allá-comentó, señalando una estrella igual a tantas otras-. Está justo encima de nosotros, ¡pero muy, muy lejos!
-Es muy bonita-dijo la serpiente, deslizándose detrás de él-. ¿Y qué vienes tú a hacer aquí?
-Tengo problemas con una flor.
-Oh. ¿Se enfadó contigo porque no te quisiste suicidar con ella?
Shinra permaneció callado.
-¿Dónde están las personas?-preguntó finalmente-. Se está solo en el desierto.
-Entre las personas se puede estar solo también.
La serpiente parecía hablar por experiencia. Shinra le miró largamente.
-Eres raro. Hablas como si lo supieras todo...
-Sé mucho más que todos los que has conocido. Sobre todo el bebedor.
Shinra sonrió, desafiándolo de forma completamente inocente.
-No me pareces muy poderoso. Ni siquiera puedes moverte de aquí.
-Pero podría llevarte más lejos que un navío.
(Algo en su tono era ligeramente perturbador).
-Me das un poco de lástima, tan solo en esta tierra hostil y desolada. Si alguna vez necesitas ayuda, puedo recomendarte una terraza que...
-Oh, te comprendo. Pero, ¿por qué hablas siempre con enigmas?
-Yo los resuelvo todos-dijo la serpiente.
Y se callaron.
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Las flores en el planeta de Shinra siempre tenían pétalos. En la Tierra a veces les llamaban "cabezas", pero era más o menos lo mismo. Sin embargo, cuando la rosa de la que tanto hablaba Shinra finalmente floreció, sólo una sombra coronaba su elegante cuerpo, tan negra como la ropa que llevaba. Tardó mucho en florecer (Shinra la llamaba "tímida" pero, al oírle hablar de ella, Shizuo pensó que el término no acababa de dar una idea sobre ella), pero cuando lo hizo, miró a Shinra en silencio hasta que él le alcanzó algo para escribir.
Claro, se dijo, si no tiene pétalos no debe poder hablar.
"Es hora de desayunar, ¿no es verdad? Yo podría hacerlo, pero soy tu invitada", escribió la flor.
Shinra voló, raudo, a buscar su regadera. La flor bebió hasta saciarse y luego volvió a escribir.
"¿Hay aliens en tu planeta?"
-No-contestó Shinra-, y si los hubiera, yo te protegería.
"No me dan miedo" escribió a toda prisa la flor, casi rasgando el papel, "No es eso que tú crees, no. Lo decía por ti. Lo único que me preocupa son las corrientes de aire"
-¡Oh, pero para eso tengo la solución!-exclamó Shinra.
Volvió a alejarse por un momento, y regresó con un biombo de color rosado.
-Podría conseguirte otra cosa, pero...
"No creo que el color funcione"
-¡Tonterías!-la interrumpió Shinra, quitándole el papel y sonriendo ampliamente-. Te queda precioso.
La flor se calló. Sólo por las corrientes de aire, como tuvo cuidado de hacerle saber libretita mediante.